Johannesburgo, Sudáfrica
La negación al uso de la tecnología para la resolución de jugadas dudosas y auxilio en la mejor labor de los árbitros, no está ligada al anacronismo de los dirigentes de la FIFA. La respuesta surge como acto reflejo cuando el tema se reabre: el fútbol no quiere evolucionar porque su dirigencia está estancada en principios atávicos. Contéstele al que repite el lugar común que eso no es cierto. Detrás de la renuencia a incorporar artilugios que le den mayor credibilidad al espectáculo y lo hagan más democrático, hay una trama de poder fáctico que todo lo controla y en la que los jueces ocupan un lugar preponderante como contraprestación al clientelismo político que se ejerce desde Zurich.
¿Cómo se puede pensar que a Joseph Blatter, mandamás de la FIFA, la tecnología le provoca salpullido? Basta ver cómo en temas fundamentales como el marketing, las comunicaciones y el mercandising, el Vaticano del balón es más vanguardista que ninguna otra organización en el planeta.
Existen dos elementos básicos que sustentan la permanencia del actual estado de cosas. Por un lado, a la FIFA le interesa mantener esa especie de show polémico alrededor del juego que alimenta discusiones, multiplica la visibilidad y enriquece al establisment mediático; por el otro - quizás el de mayor peso - está el nivel de injerencia que la máxima autoridad del fútbol quiere preservar por encima incluso de la sanidad deportiva.
No se trata de poner en duda la honorabilidad de los referís ni acharar sus yerros a intereses ocultos, pero es un mundo que no está limpio. Las designaciones de árbitros para los grandes torneos forman parte de la trama de favores con los que se compensa cada voto recibido. Y los encargados de impartir justicia en la cancha, a su vez, dependen de la buena pro de los jerarcas para subir posiciones en el escalafón del silbato.
Cada juez es, a su manera, una extensión de poder para intervenir en el campo, el único sitio que puede escapar al área de influencia de la dirigencia. Un chip o un lente que reduzca el error humano representan una amenaza en ese afán de control. Con un celular de última generación en la mano, el alto mando de la FIFA se ríe de la crítica.