lunes, 31 de enero de 2011

A hombros de Yohandry

Yohandry Orozco condensa en su genio de futbolista distinto el rico legado de sus antecesores. Hay en este diminuto volante mucho de la explosión de Stalin Rivas, la pegada de Juan Arango, la visión de juego de Gabriel Miranda y el atrevimiento de Félix Hernández. También del carácter heredado de generaciones anteriores que aprendieron a ganar con el viento en contra. Sin ese pasado que reúne sinsabores y alegrías esporádicas, talentos que brillaron en la clandestinidad y carreras a campo traviesa, no podría entenderse la fortalecida autoestima de hoy.

Su gol a Perú en el Sudamericano Sub 20 representa el punto máximo de esa irreverencia, traducida en una maniobra sublime que acarició el planeta y arrancó suspiros a los estetas. En cada partido disputado en Arequipa, Yohandry fue dejando rastros de su instinto, esa condición natural capaz de generar una maravillosa simbiosis entre la geometría de la cancha y el toque de su botín izquierdo. Cada gesto del diez vinotinto derivó en alquimia contagiosa para sus compañeros, beneficiarios indirectos de su mágica relación con la pelota.

Orozco fue la luz en un camino sinuoso marcado por la contradicción: a un equipo dotado de ejecutantes con buen pie y rodaje en primera división, le interesó más el fin que los medios. Puso el resultado como primer punto en la lista de prioridades y acabó juzgado por las estadísticas. Con mayores expectativas, no ganó un solo compromiso y su rendimiento estuvo por debajo de las versiones de 1997, 2005 y 2009, todas clasificadas a la ronda final.

Venezuela acabó eliminada por lo poco recíproca que fue con su jugador insignia. Siempre recibió más de su capitán de lo que el colectivo fue capaz de ofrecerle. El referente apareció para rescatar refriegas ásperas o solucionar trámites nublosos, pero cuando fue él quien necesitó del auxilio de un funcionamiento grupal que lo potenciara (como contra Chile), sus demandas recibieron respuestas tibias.

El seleccionado juvenil se preparó bien para el torneo, pero el cuerpo técnico no acertó en la planificación de la competencia. Como los atletas de pista y campo, llegó al punto de largada pleno de condiciones pero equivocó la estrategia de carrera. La Vinotinto disputó cuatro compromisos en ocho días y en ellos empleó una base que, con pequeñas modificaciones, se mantuvo inalterable. Sin rotaciones, encarando cada choque como si fuera el último, el desgaste físico mermó la capacidad de respuesta y oscureció las ideas en el peor momento posible.

Hubo en este grupo comandado por Marcos Mathías algunas señas de identidad que hicieron recordar a la selección mayor. Para lo bueno y para lo malo. No faltó entrega y compromiso, pero sí una mejor administración del esfuerzo. Y en eso influyó el gasto de energías para correr en espacios muy amplios por lo largo que se desplegó el equipo, tanto cuando atacó como cuando le tocó reagruparse.

Para que un atacante o un mediocampista pudieran pisar el área rival tenían que recorrer una gran cantidad de metros. Y luego desandar el camino para ocupar espacios y defenderse. Cuando llegó el momento de pasar cuentas, las cifras de oxígeno estaban en números rojos.

La mejor noticia del paso de la Sub 20 por Perú fue la venta de Yohandry Orozco al Wolfsburgo de Alemania, conocida la misma noche de la eliminación. Una vez más, por obra del estruendo de su figura, sus compañeros pasaron de puntillas ante el fracaso deportivo del que apenas se escribieron unas líneas.

lunes, 24 de enero de 2011

Para no perder perspectiva

Hace casi 40 años, en Asunción del Paraguay, un gol de penal de William Ravelo le dio a Venezuela su primera victoria contra Argentina en los suramericanos juveniles. Aquel equipo, con Richard Páez como defensor y el recordado Pescaíto Gómez en la dirección técnica, consiguió un hito que tardaría tres décadas en reeditarse. Ocurrió en 2003, en la ciudad uruguaya de Colonia, y esa vez fue Philipe Estévez el que gritó el tanto del triunfo también por 1-0. Lo que no ha podido lograr la selección mayor, sí cuenta con antecedentes a nivel Sub 20.

Hubo generaciones exitosas en el pasado, cuyo recuerdo se pierde en la bruma de una historia escasamente documentada. Aquella de 1971 solo perdió con Brasil y fue capaz de empatarle a Colombia y Perú. La del 77, con Pedro Febles, Asdrúbal Sánchez y Cheché Vidal, igualó a cero en el Misael Delgado de Valencia frente a la Albiceleste de Ramón Díaz y Diego Maradona. Y en 2009, fue el grupo mundialista de Salomón Rondón, José Manuel Velásquez y Rafael Acosta el que le arrancó un punto al seleccionado que más veces ha levantado el trofeo de campeón del mundo en esta categoría.

El 1-1 conseguido por la Vinotinto contra Argentina en Arequipa invita al optimismo, aunque el resultado esté por encima del rendimiento en la valoración general. Yohandry Orozco sobresale por su genio y porque entiende la dinámica del juego como ninguno de sus compañeros. El legado construido por quienes lo antecedieron va adherido a la camiseta y el respaldo de una preparación sin antecedentes otorga una ventaja de la que no gozaron quienes ya transitaron ese camino. 

¿Es suficiente eso para establecer líneas de futuro que permitan pensar en un fútbol venezolano más competitivo? No, pero salvo contadas excepciones, todos los seleccionados del área que consiguieron clasificar a un mundial de adultos, triunfaron antes en categorías menores. Con esa línea como norte, países como Colombia, Paraguay o Ecuador disfrutaron de sus frutos. 

Proyectar el potencial de las nuevas camadas puede resultar un ejercicio inútil. La maduración de los futbolistas es un proceso que alcanza su punto máximo en la exigencia del profesionalismo. Abundan los casos de notables talentos que despuntaron en esos niveles y no lograron trascender en el paso siguiente. 

Evaluar hoy, resultados en mano, a quienes participaron en la edición de 2005 celebrada en Colombia con Nelson Carrero como timonel, cuenta con la ventaja que da el paso del tiempo. Ronald Vargas, Nicolás Fedor, Luis Manuel Seijas o Alejandro Guerra derivaron en figuras y son habituales en las convocatorias de los mayores. Otros se quedan en el camino o su potencial explota tarde y acaban incorporándose al proceso sin haber quemado las etapas naturales de desarrollo en representativos infantiles y juveniles.

La gran ventaja de los valores del presente radica en la exposición que tienen, una rareza en otras épocas, y el rodaje que han adquirido en la primera división por la normativa que obliga a los clubes a alinear a un juvenil. Eso y algunos logros puntuales, abonan la impresión de que estamos delante de una grey única sobre la que puede depositarse una carga pesada de expectativas. 

Venezuela crece y compite mejor con jugadores dotados para medirse en mejores condiciones a sus rivales continentales. Pero quedan pasos que dar y a la participación mundialista en Egipto 2009, hay que sumar otras que transmuten el concepto evolución de lugar común sin fundamento a certeza apoyada en lauros tangibles.

lunes, 17 de enero de 2011

Los que valen una entrada

Comenzó el Clausura y con él se echaron a andar proyectos que despiertan la ilusión de los hinchas. Los que saben que cuentan con un equipo para soñar con el título, aparecen por las canchas henchidos de optimismo y una sonrisa que contagia; los que no, se aferran a la fidelidad incondicional por una camiseta que resiste a las malas gestiones y no sabe de deudas y demandas. 

Los estadios venezolanos abrieron sus puertas con la promesa renovada de un nuevo campeonato y la motivación de quien acude a sus graderíos para fortalecer su sentido de pertenencia. La feligresía crece a pasos veloces en algunas plazas, atraída por ese fenómeno social que convierte en iguales a los grupos más heterogéneos. Por esnobismo o por auténtico amor a la estética del juego, la magia del fútbol junta a tirios y troyanos. 

Pero, por encima de amores confesos y afectos partidarios ¿por quién vale la pena pagar una entrada? ¿Quiénes son las figuras que alegrarán los ojos del fanático o del espectador neutral?

Táchira incorporó en el pasado semestre a varios de los mejores extranjeros llegados al país en el último lustro. Su tándem de atacantes, conformado por el colombiano Sergio Herrera y el chileno Julio Gutiérrez, jerarquizó el Apertura. La capacidad individual de ambos, enriquecida y complementada con sus singularidades (hombre de área, Herrera; artista de la diagonal, Gutiérrez) representó la base sobre la que se apoyó el Aurinegro para asegurar su presencia en la Libertadores de 2012. Ambos, apoyados por el genio del enganche Sebastián Hernández, paisano de Herrera, son el mejor reclamo publicitario del campeón en Pueblo Nuevo y en todo el país.

El volante colombiano Mauricio Romero brilló en Mérida, pero la discreta campaña de Estudiantes le restó trascendencia a su talento. Se trata de un enlace dotado de un don especial para leer lo que pasa en el césped, con una dinámica que lo hace protagonista constante del juego. Su adición al Real Esppor le dará mayor visibilidad mediática y el público que asista al Brígido Iriarte alegrará sus ojos con su capacidad para entender antes que nadie lo que cada acción demanda.

Caracas dejó ir a varias de las figuras que lo hicieron grande en el último lustro, pero incorporó a dos habilidosos de la pelota que pronto se ganarán el afecto de la barra roja. El panameño Nelson Barahona y el merideño Angelo Peña serán una sensación en el equipo de Ceferino Bencomo, apurado por su propio linaje para sumar una nueva corona en 2011. Barahona es un jugador de espacios reducidos, hábil para el traslado y pícaro cuando aparece en el área rival. Peña es garantía de desequilibrio y su pegada en la media distancia resolverá muchos partidos.

Mineros fue el cuadro que más se reforzó y muchos de sus nombres ya son mitos del fútbol local aun cuando se mantengan en activo. La dupla de mediocampistas de armado que conformarán Jorge Rojas y Ricardo David Páez hará recordar parte de la historia más exitosa de la Vinotinto, motivo de peso para acercarse al Cachamay cada domingo. Y, por el mismo precio, será un lujo poder ver a José Manuel Rey, Sema Velázquez, Nico Diez, Buda Torrealba o Champeta Velásquez, el grupo de galácticos de Guayana.

Ángel Chourio (Esppor), Alejandro Guerra (Anzoátegui), Richard Blanco (Petare), Roberto Armúa (Trujillanos). El cartel es amplio y variado. Pocas veces se colgará el letrero de “No hay billetes”, pero valdrá la pena acomodarse en una tribuna o delante del televisor para disfrutarlo.

lunes, 10 de enero de 2011

Lo que está detrás de la opulencia

El fútbol venezolano abrirá 2011 con toda la expectativa que genera el inicio del Clausura, pero con la misma incertidumbre. El listado de refuerzos –con un mercado muy activo en el último mes y la irrupción de Mineros como gran candidato al título– llenó espacios en los medios casi en la misma proporción que las deudas de Atlético Venezuela y Estudiantes de Mérida, las denuncias de Edmundo Kabchi a la Federación o el surrealismo del Caroní y sus dos directivas, un mamarracho que no resiste un análisis serio.

La opulencia de los que se centraron en contratar figuras de renombre para pelear el torneo que arrancará este fin de semana, versus la realidad de aquellos que apenas pueden arañar recursos que permitan saldar deudas y competir. En medio, un grupo de entusiastas que se aferra a la idea de un evento internacional como salvación suprema, sin perspectivas de futuro más allá del corto plazo. Una realidad demasiado cruda y dispar como para solo hablar del juego.

¿Quién controla lo que se invierte y el origen de los fondos que, de tanto en tanto, aparecen para dibujar un escenario engañoso? No es un tema baladí y todos los protagonistas deberían estar interesados en su análisis y solución. La llegada de un nuevo integrante de esta sociedad llamada fútbol nacional debería ser objeto de un estudio riguroso que otorgue garantías de transparencia y equilibrio para el resto. Si la prioridad es salir para dar una imagen irreal de normalidad, quedan espacios abiertos para que entre cualquiera. Y el riesgo de eso está a la vista de quien lo quiera ver.

Los que hoy viven en la abundancia, mañana pueden rozar la quiebra. Sin controles para una economía endeble e inhábil para la autogestión, los clubes son cómplices del despropósito. Ni se sienten socios de una misma empresa, ni se oponen con firmeza al actual estado de cosas. Cada quien sobrevive como puede y la ecología es un concepto risible. “Si yo gano, poco me importa que te mueras tú”. La ley del más fuerte en un entorno sin ley.

Pocos exigen condiciones para crecer porque solo miran hacia su propio ombligo. Algunos entienden el efecto multiplicador de la televisión y se abren a la visibilidad y la masificación; otros torpedean, en contra de su propio beneficio, la presencia de las cámaras en los estadios. La contradicción pesa como un fardo sobre el propio producto porque sus dueños, lejos de esmerarse por estar en la vitrina, parecen preferir el lado más oculto de los anaqueles.

¿Y los jugadores? Acaban participando, desunidos e indolentes, de una trama que hoy los beneficia y mañana los convierte en víctimas. Se negocian salarios inflados que no se corresponden con la economía endeble de quienes los ofrecen y el mercado acaba siendo una rebatiña que, a golpe de chequera, mueve a los futbolistas de un lado para el otro sin que medie ningún control. El que no se “salva” con una transferencia al extranjero, trata de hacerlo en el medio local, aprovechando las temporadas de saldo que cambian de locación y color constantemente. ¿Garantías? Ni los documentos firmados lo son.

El debate sobre la violencia sigue aparcado a la espera de un nuevo episodio que vuelva a calentar los paños. La promesa de propuestas concretas para prevenir y controlar el flagelo, no ha devenido en hechos precisos. 

Mientras la presión para que lleguen los cambios demandados se incrementa, la acción volverá a las canchas criollas este domingo, con el entusiasmo remozado de los hinchas y un panorama tan barnizado de optimismo como nebuloso de proyectos renovadores.

lunes, 3 de enero de 2011

La búsqueda del estilo

La Vinotinto competirá por objetivos tangibles en 2011 con la mejor generación de jugadores de su historia. Sobre este punto no hay dudas ni debates: la actual es la camada más talentosa y privilegiada que ha conocido el fútbol de este país. Ya no se trata de un puñado de individualidades aisladas sino de un grupo amplio de exponentes. Venezuela podría colocar en la cancha a once legionarios, algo impensado en tiempos no tan remotos. La internacionalización ha permitido contar con ejecutantes mejor formados, aptos para la exigencia física, con mayor acervo táctico y un conocimiento más amplio del juego en su globalidad. 

La pasada década inició con el boom de Richard Páez y completó su ciclo más exitoso con César Farías al frente. En el camino se produjo la primera clasificación mundialista con los juveniles y el cambio, fundamental, de la clandestinidad al interés nacional. Hoy el equipo de todos también interesa a todos, lo que aumenta los niveles de exposición y la exigencia de resultados.

El estilo es un elemento importante del discurso, aunque no tan habitual como núcleo de discusión y análisis. La identificación con una manera de interpretar el juego es un aspecto básico en el éxito deportivo. Lo fue durante el proceso Páez y debería serlo en el presente.
No hay dogmas en esto. Definir el fondo es tan vital como entender las formas. 2010 fue un año en el que la selección experimentó con lo segundo; lo primero sigue en fase de ajuste.

¿Qué determina el estilo? Las características de los futbolistas. El DT de una selección tiene la ventaja de elegir a los mejores exponentes para la puesta en escena de su idea. El desafío está en hallar la más indicada. Siempre podrá adaptarse el sistema a lo que más convenga para potenciar fortalezas y solapar debilidades. La clave está en dar con el punto preciso de lo que conviene construir para que aquello que te distingue produzca réditos deportivos.

Cuando Luis Aragonés, en el proceso de preparación para la Euro 2008, decidió colocar en una misma formación a todos sus habilidosos en contra de la opinión mayoritaria, España dio con la tecla que la condujo a su etapa más gloriosa. La simbiosis entre talento y concepto de juego produjo la magia y le dio vida a un estilo que nadie pone en entredicho. Vicente Del Bosque lo entendió, apostó por la continuidad y consiguió premio con el título en Suráfrica 2010.

Aun con delanteros destacados como José Salomón Rondón, Miku Fedor o Ángel Chourio, y defensores que adquieren jerarquía en el exterior como Roberto Rosales, las piedras preciosas de esta nueva grey vinotinto están en la mitad de la cancha. Con distintos perfiles y potencialidades, allí aparecen Juan Arango, Tomás Rincón, Luis Manuel Seijas, Ronald Vargas, Jesús Gómez, César González, Alejandro Guerra o Angelo Peña. Con todos ha contado César Farías en distintos momentos pero, exceptuando a Arango y Rincón, la presencia de unos u otros ha estado condicionada siempre por la disposición táctica elegida para cada ocasión.

Los volantes son parte vital en la conformación de esta selección, pero no marcan su estilo. El rigor de los dibujos, los cambios posicionales y el movimiento alternado en las convocatorias, ha impedido la aparición conjunta y continua de los de más genio. ¿Por qué no imaginar un equipo construido alrededor de los mediocampistas? ¿No sería la manera más adecuada de explotar al máximo lo mejor de esta generación? Las preguntas son retóricas, pero quizás de sus respuestas dependa que el futuro se cargue de sentido.