lunes, 24 de enero de 2011

Para no perder perspectiva

Hace casi 40 años, en Asunción del Paraguay, un gol de penal de William Ravelo le dio a Venezuela su primera victoria contra Argentina en los suramericanos juveniles. Aquel equipo, con Richard Páez como defensor y el recordado Pescaíto Gómez en la dirección técnica, consiguió un hito que tardaría tres décadas en reeditarse. Ocurrió en 2003, en la ciudad uruguaya de Colonia, y esa vez fue Philipe Estévez el que gritó el tanto del triunfo también por 1-0. Lo que no ha podido lograr la selección mayor, sí cuenta con antecedentes a nivel Sub 20.

Hubo generaciones exitosas en el pasado, cuyo recuerdo se pierde en la bruma de una historia escasamente documentada. Aquella de 1971 solo perdió con Brasil y fue capaz de empatarle a Colombia y Perú. La del 77, con Pedro Febles, Asdrúbal Sánchez y Cheché Vidal, igualó a cero en el Misael Delgado de Valencia frente a la Albiceleste de Ramón Díaz y Diego Maradona. Y en 2009, fue el grupo mundialista de Salomón Rondón, José Manuel Velásquez y Rafael Acosta el que le arrancó un punto al seleccionado que más veces ha levantado el trofeo de campeón del mundo en esta categoría.

El 1-1 conseguido por la Vinotinto contra Argentina en Arequipa invita al optimismo, aunque el resultado esté por encima del rendimiento en la valoración general. Yohandry Orozco sobresale por su genio y porque entiende la dinámica del juego como ninguno de sus compañeros. El legado construido por quienes lo antecedieron va adherido a la camiseta y el respaldo de una preparación sin antecedentes otorga una ventaja de la que no gozaron quienes ya transitaron ese camino. 

¿Es suficiente eso para establecer líneas de futuro que permitan pensar en un fútbol venezolano más competitivo? No, pero salvo contadas excepciones, todos los seleccionados del área que consiguieron clasificar a un mundial de adultos, triunfaron antes en categorías menores. Con esa línea como norte, países como Colombia, Paraguay o Ecuador disfrutaron de sus frutos. 

Proyectar el potencial de las nuevas camadas puede resultar un ejercicio inútil. La maduración de los futbolistas es un proceso que alcanza su punto máximo en la exigencia del profesionalismo. Abundan los casos de notables talentos que despuntaron en esos niveles y no lograron trascender en el paso siguiente. 

Evaluar hoy, resultados en mano, a quienes participaron en la edición de 2005 celebrada en Colombia con Nelson Carrero como timonel, cuenta con la ventaja que da el paso del tiempo. Ronald Vargas, Nicolás Fedor, Luis Manuel Seijas o Alejandro Guerra derivaron en figuras y son habituales en las convocatorias de los mayores. Otros se quedan en el camino o su potencial explota tarde y acaban incorporándose al proceso sin haber quemado las etapas naturales de desarrollo en representativos infantiles y juveniles.

La gran ventaja de los valores del presente radica en la exposición que tienen, una rareza en otras épocas, y el rodaje que han adquirido en la primera división por la normativa que obliga a los clubes a alinear a un juvenil. Eso y algunos logros puntuales, abonan la impresión de que estamos delante de una grey única sobre la que puede depositarse una carga pesada de expectativas. 

Venezuela crece y compite mejor con jugadores dotados para medirse en mejores condiciones a sus rivales continentales. Pero quedan pasos que dar y a la participación mundialista en Egipto 2009, hay que sumar otras que transmuten el concepto evolución de lugar común sin fundamento a certeza apoyada en lauros tangibles.