lunes, 24 de diciembre de 2012

El tocayo de Dios

A Evelio Hernández la notoriedad le llegó sin pedir permiso. Tímido en el primer contacto, se hizo dueño del mediocentro en el Anzoátegui campeón traspasando descalzo el umbral de la gloria sin que notaran su presencia. Cuando se sintió en confianza y ubicó pasillos y rincones, encendió todas las luces como habría hecho el dueño de la casa. Pasó de huésped a patrón. Reacomodó los muebles, pintó las paredes a su gusto y se sentó a comer con la familia en el puesto del patriarca. 

La gran campaña del equipo de Daniel Farías se explicó a partir del juego desplegado por el mediocampista de 28 años formado en Independiente de Avellaneda. Mudado al eje del sector de volantes por la lesión de Giácomo Di Giorgi, definió el estilo de los orientales. Su influencia determinó tanto el modo en el que sus compañeros se desplegaron en la cancha como la ductilidad del modelo que impuso una tendencia. Decidió el tiempo y la velocidad de las transiciones. Dividió el terreno en las salidas, rompiendo líneas con un primer pase preciso e inteligente. Y asumió la responsabilidad de patear en las acciones de pelota quieta. 

Prototipo con pocas fisuras, Anzoátegui tuvo altos picos de rendimiento colectivo y grandes actuaciones individuales, pero nadie ejerció tanta autoridad en un plantel que giró alrededor de las decisiones del yaracuyano. Por encima de goleadores y figuras con mayor peso mediático, Evelio fue el mejor jugador del Apertura 2012. 

Siempre fue una promesa de la que se esperaba una irrupción categórica. Apareció por Buenos Aires siendo un adolescente con el guante de su pie derecho como visa de residencia. El ojeador que lo recibió (Alberto Pompeo Tardivo, uno de los técnicos que tuvo el Kun Agüero en ese club) le dio la entrada después de dos prácticas con un “tiene ojos en la espalda” que resultó premonitorio. 

A Independiente llegó muy delgado y con la cabeza rapada al cero. Se sentaba al margen de sus compañeros y quitaba pacientemente cada trocito de orégano cuando le ponían una pizza por delante. Al tiempo asumió la costumbre de besar en los saludos, hablaba hasta por los codos y le ponía chimichurri a las pizzas. Ya estaba asimilado al nuevo entorno. 

Coincidió un tiempo con Miky Mea Vitali cuando este fichó por Chacarita y compartió con Allan Liebeskind en las divisiones inferiores del Rojo de Avellaneda. Ambos recuerdan las arepas de Evelio, preparadas con una receta exótica a la que acabaron acostumbrándose: fritas, con lechuga, tomate y una salsa preparada con Diablitos. Tal como las comió siempre en su San Felipe natal. 

Con Liebeskind consolidó la amistad en el Zamora de Eduardo Saragó. El arquero es el padrino de su hija Camila y de aquellos días en Buenos Aires guarda algunas anécdotas. Una vez, al salir de ver juntos un Independiente-Boca, les habían robado el carro que pertenecía al padre de Allan. 

Evelio hizo todo el camino por las selecciones menores y estuvo involucrado en dos de las victorias conseguidas contra Argentina en esas categorías. En el Sudamericano Sub 17 de Arequipa 2001 definió el partido contra la Albiceleste con un gol de tiro libre al minuto 90. Su nivel en el último semestre lo premió con el primer partido oficial con la Vinotinto, contra Ecuador en Puerto La Cruz. 

Como su primer nombre coincide con el de su padre, en su casa lo llaman por el segundo, Jesús. Mañana, en millones de hogares del mundo, habrá mesas bien servidas para celebrar el cumpleaños 2012 del más universal de sus tocayos. 

Columna publicada en el diario El Nacional (24/12/2012)

lunes, 17 de diciembre de 2012

Tinto de verano

El partido contra Bolivia en La Paz, clave en la clasificación para Brasil 2014, podría comenzar a jugarse desde enero en San Cristóbal. Será cuando Táchira, armado para el próximo Clausura con varios convocados habituales a la selección, inicie su andadura bajo la conducción de Daniel Farías y dibuje el camino de una convocatoria vital. Cada punto disputado el próximo año en las eliminatorias tendrá un valor superlativo, pero puede que buena parte del boleto a la Copa del Mundo se abone en el Hernando Siles. 

La migración de una base del Anzoátegui campeón hacia Pueblo Nuevo no partió de esa premisa, pero sería de distraídos no reparar en el detalle. Tomemos la plantilla aurinegra y añadamos en el ejercicio las probables incorporaciones: Carlos Rivero, Carlos Salazar, Grenddy Perozo, Francisco y Agnel Flores, César González, Yohandry Orozco, José Miguel Reyes, Gelmín Rivas, Giancarlo Maldonado. ¿No sería este, con algunas piezas añadidas, un equipo competitivo para la altura? 

El encuentro en Bolivia se disputará en el mes de junio, pocas semanas después de finalizado el campeonato. Contando con una eventual final, los nuevos futbolistas del siete veces campeón nacional llegarán con una cifra cercana a los 20 compromisos, suficientes para engranar y conseguir funcionamiento. La metodología, con muchos elementos en común con la Vinotinto, facilitaría la conjunción de ideas. Solo restaría sumar días de adaptación en la altitud para que cierre el plan. La teoría tiene ingredientes especulativos pero no parece descabellada. 

Hace cuatro años Venezuela presentó en La Paz un equipo joven e inexperto que consiguió un resultado milagroso. En el inicio de este proceso premundialista acudió a Quito con un plantel que mezcló gente del medio local con algunos elementos del exterior (Luis Manuel Seijas, Jesús Meza, Giancarlo Maldonado, Frank Feltscher, Alejandro Moreno). La apuesta no fue positiva a pesar del acondicionamiento previo en Mucuchíes. Esta vez existe la opción de asumir el choque con un colectivo mejor preparado para competir. 

La experiencia indica que para desempeñarse con éxito en las condiciones atmosféricas que impone La Paz no basta con equipararse fisiológicamente con el rival (cuestión que solo se consigue a medias) sino que además hay que presentar un once capaz de oponer resistencia también desde el juego. 

La situación dejaría abierto el escenario para trabajar con dos grupos: uno para ascender a los 3.600 metros de la ciudad boliviana y el otro para esperar, descansados, a Uruguay, que no tendrá compromiso oficial en la primera fecha de la doble tanda de junio. 

Las similitudes metodológicas y estructurales entre el Anzoátegui y la Vinotinto se hicieron evidentes en el último semestre. Sin que haya directrices entre entrenadores y preparadores físicos, la cercanía deriva en facilidades de acoplamiento e inserción entre entornos distintos. Esquemas al margen, la situación se reproducirá en Táchira, con el factor añadido de contar con el segundo frente de la selección en sus filas. Lo que no solo será válido para el capítulo Bolivia: no veremos una reproducción de lo que Universidad de Chile fue para Claudio Borghi, pero rozará esos límites. 

El tinto de verano es una bebida tradicional para los españoles que comienza a consumirse en la primavera. Se prepara mezclando el tinto con una gaseosa dulce y abundante hielo. Venezuela, sin diluir el color de su camiseta, buscará en La Paz refrescar su andadura en 2013, el año más importante de su historia. 

Columna publicada en el diario El Nacional (17/12/2012)

lunes, 10 de diciembre de 2012

Los nuevos precursores

La reciente campaña del Anzoátegui encumbró a un entrenador venezolano. Daniel Farías logró que su equipo acabase siendo una obra de autor con la que se le asociará siempre. Tal como ocurrió con el Lara de Eduardo Saragó, el Zamora de Chuy Vera, el Caracas de Noel Sanvicente y, algunos años más atrás, el Estudiantes de Mérida de Richard Páez. En todos los casos, la figura del técnico local adquirió un protagonismo que define los nuevos tiempos. 

Salvo la excepción que representó el colombiano Jorge Luis Pinto como timonel del Táchira campeón en 2011, los preparadores que han establecido tendencias en el país no tienen pasaporte extranjero. Tampoco en la selección nacional, dirigida por estrategas locales desde hace 11 años. 

El dato puede interpretarse de muchas maneras, pero refleja una realidad a la vista de todos: hay un crecimiento del gremio evidenciado en sus métodos, modelos de juego y amplitud de conceptos tácticos. Hoy el nivel es otro y desde una visión más integral. No solo los DT dieron pasos hacia adelante sino que se profesionalizó la labor de sus colaboradores. Evolución influenciada por el efecto vinotinto, por el mayor acceso a la información y, en grado superlativo, por la escuela implementada en el país por un grupo de preparadores físicos argentinos. 

De Pablo Fernández a Rodolfo Paladini. De Fabián Bazán a Marcelo Geralnik. Todos contribuyeron al crecimiento de una materia que hasta hace poco era desdeñada por los clubes criollos. Y, a partir de su legado, ejercen su labor con muy buenos resultados especialistas como Miguel Cordero o Isaac Ramos. 

La consecuencia ha sido un salto de calidad en el jugador ahora mucho más apto para la competencia internacional. El futbolista del presente se entrena en condiciones favorables para su inserción afuera. La gran apertura hacia los mercados externos no solo ha sido consecuencia de la vitrina otorgada por la selección: hay mucho de capacitación recibida en los equipos de origen, de conocimiento transferido por los cuerpos técnicos, que no suele ser reconocida. 

El argumento está lejos de ser un discurso chovinista. En cualquier contexto se aprecia el valor de los técnicos foráneos. Ocurre en Europa y pasa también en Suramérica. Basta revisar ejemplos cercanos en Colombia, Ecuador o Paraguay para darle sustento a esta tesitura. Pero no ha sido el caso nuestro. Por razones que pueden estar vinculadas a los presupuestos o a la falta de tino de los directivos en las escogencias, el fútbol venezolano de este tiempo no se ha abonado con esos nutrientes. 

La pregunta inevitable es por qué entonces todo esto no se traduce en éxitos cuando llegan los torneos continentales. O, para ser más precisos, cuál es la razón de la poca trascendencia en citas como la Libertadores o la Sudamericana. Allí se abriría otro debate, necesario siempre, pero injusto para medir la capacidad de quienes están al frente de los conjuntos. La competitividad interna afecta a todos. El torneo con 18 representantes diluye la incidencia de los más capacitados y la débil oferta doméstica abre las puertas a la fuga de talentos. Muchos técnicos arman planteles que se desmantelan a los pocos meses del careo internacional. 

Los Farías, Saragó, Vera, Sanvicente, Bencomo y tantos otros necesitan de un entorno que, como pasa con los jugadores, los potencie y reivindique. Demostrada su capacidad, está cercano el momento en que dejen de ocasionar sorpresa en los desprevenidos y reciban la credibilidad que merecen.

Columna publicada en el diario El Nacional (10/12/2012)

domingo, 2 de diciembre de 2012

Vínculos estrechos

Daniel Farías ha logrado con el Anzoátegui algo insospechado hasta hace poco: el reconocimiento como técnico por encima de su condición de hermano del seleccionador nacional. Desprenderse de una sombra así de pesada e influyente, para empezar a hablar con voz propia, exige dar un golpe rotundo. La valoración debe sobrepasar al prejuicio y el discurso adquirir sus propios matices. Que en la singularidad de la obra se distinga el trazo del autor. 

El campeón dejó huella en el torneo Apertura y en la Copa Venezuela fruto de un proceso de algo más de tres años. El producto resultante fue un equipo flexible, rico en recursos tácticos, vigoroso y altamente competitivo. Reconocible, con picos altos en momentos clave y amplio en su propuesta: un menú a la carta dispuesto para cada exigencia. 

Sin caer en contradicciones, Anzoátegui mostró elementos en su funcionamiento que son claramente trasladables al modelo vinotinto. Existen claras coincidencias en la idea y en su ejecución como en ningún otro caso conocido en el fútbol venezolano. No se trata de clones sino de puntos en común entre uno y otro. Hay diferencias en los intérpretes y ciertos detalles esquemáticos, pero la esencia encuentra muchas similitudes. 

La forma de desplegarse en la cancha y aprovechar el terreno a lo ancho. El uso de las transiciones como arma ofensiva o la ocupación posicional para resguardar el territorio propio. La alternancia entre el juego directo y la elaboración para atacar a los rivales, midiendo los momentos precisos de ejecución. Incluso la búsqueda de la posesión como variante válida para conseguir caminos a partir de la tenencia y la administración racional de esfuerzos, como ocurrió en el choque contra Mineros de la antepenúltima fecha. 

En algunos casos, los portocruzanos han sido una especie de banco de pruebas de la selección. Y, en determinados aspectos, hasta una versión mejor acabada. Las conexiones en el trabajo generan consecuencias evidentes: cuando un jugador aurirrojo se integra a la Vinotinto encaja sin traumas, reduciendo los tiempos de adaptación. Allí están los casos de Carlos Salazar, Francisco Flores, Evelio Hernández o Gelmín Rivas para ejemplificarlo. 

El esquema es apenas un rasgo distintivo, hijo de los nombres propios. El grupo que lo ganó todo en la segunda mitad del año se edificó a partir de un 4-2-3-1, que se amoldó al 4-4-2 en situaciones puntuales. Aunque las estadísticas arrojen cifras incuestionables respecto al papel de los delanteros (el 74% de la producción goleadora recayó en el cuarteto Gelmín Rivas-Rolando Escobar-José Miguel Reyes-Robert Hernández) el movimiento nuclear de esta temporada estuvo en el paso de Evelio al mediocentro. Con un futbolista así, capaz de conducir a sus compañeros y tomar las decisiones que marcan las dinámicas de acción, la apuesta multiforme adquiere sentido. Algo parecido a lo ocurrido con la selección cuando Luis Manuel Seijas derivó, partiendo también desde el eje del mediocampo, en la pieza más importante para el futuro inmediato. 

Por otro lado, si se analizan en detalle el juego de los extremos de Anzoátegui, la complementariedad con un nueve que funciona bien de espaldas, más la alternancia posicional entre Evelio Hernández y Escobar, se podrán encontrar otros canales de afinidad. 

El vínculo sanguíneo entre los dos DT no los acerca necesariamente en su concepción futbolística. Su puesta en escena sí lo hace evidente.

Columna publicada en el diario El Nacional (03/12/2012)

lunes, 26 de noviembre de 2012

Arango 2.0

A los 14 años de edad, Juan Arango esparcía la semilla de su talento precoz sobre el césped del Brígido Iriarte en aquellos recordados mundialitos. Flaco y espigado, partía desde el mediocentro con la mirada y el pecho levantados, desafiando a rivales y compañeros. Tenía una gran zancada, visión panorámica de la cancha y una zurda capaz de la mayor delicadeza o del más violento misil. Sutileza y estruendo en el mismo trazo. Esbozo de crack que derivó en el mejor futbolista venezolano de todas las épocas. 

Siempre fue tímido y taciturno fuera del entorno de la pelota. Huidizo y desconfiado de los micrófonos, su genio resulta intraducible en el discurso. Pero, ¿quién es capaz de decodificar con fidelidad los prodigios naturales? Ni Messi puede explicar el sortilegio que nace de su don para hacer de lo impredecible una cuestión casi banal. Las palabras no pueden construir teorías o adjetivar las maniobras interpretadas por estos elegidos. 

Arango fue parte fundamental en el boom vinotinto cuando apenas dejaba atrás la adolescencia. Se fue del país con un puñado de partidos en primera división para brillar en México, convertirse en ídolo y capitán del Mallorca y acabar reinventándose en Alemania a la edad en que muchos inician el camino de salida. El retiro del guerrero que presagiaba su ida a la Bundesliga fue un paso adelante en su madurez como jugador integral. Puso el hombro para salvar al Borussia Moenchengladbach del descenso, lo llevó en volandas hasta la Champions League y relanzó su apellido a punta de goles y asistencias celebradas con tonada gutural en toda la Westfalia germana. 

César Farías ha sido una influencia positiva en la carrera del eterno número 18 de la selección. Lo tuvo en Nueva Cádiz y le entregó la capitanía cuando sus caminos coincidieron en el equipo de todos. Es difícil determinar el grado de incidencia del entrenador en esta faceta del presente, pero la mejor versión de Arango concuerda con este período de evolución constante de la Vinotinto. Lucien Favre en el Gladbach potenció su rendimiento y el seleccionador explotó cada característica nueva que el volante fue incorporando a su repertorio. 

El Arango de hoy determina el estilo de la Venezuela que compite por un lugar en Brasil 2014 con el cuadro más competitivo que ha tenido nunca. Versátil y multiforme, puede ser el Fernando Redondo que elaboraba desde la zona central del mediocampo en el Real Madrid de Vicente del Bosque. El Rivaldo que partía desde la izquierda para marcar diagonales y definía los choques con galopadas que acaban en el área rival, remates de media distancia o tiros libres portentosos en el Barcelona de Louis Van Gaal. O el Guti que, en el mismo Madrid de Redondo, descuadernaba las líneas rivales con un pase al espacio. Todo condensado en su sola figura, a la que añadió un rico acervo táctico, la menos publicitada de sus virtudes. 

Nadie puede mantenerse en el más alto nivel sin una ética de trabajo abnegada y constante. A sus 32 años, Arango es de los que más kilómetros recorren y dedica horas para perfeccionar su pegada. No es casual que apenas haya sufrido lesiones en su carrera. Al cuidado y la preparación, incorpora su excelente lectura posicional: ocupa las franjas libres, pasa y corre siempre unos segundos antes que sus marcadores. 

Cuando muchos anunciaban el declive, Arango decidió repotenciar sus condiciones y ofrecer este modelo 2.0 con el que aspira a entrar al mercado de los grandes en la próxima Copa del Mundo.

Columna publicada en el diario El Nacional (26/11/2012)

lunes, 19 de noviembre de 2012

La nueva vía

Si se logra apartar el resultado del análisis, el partido de la Vinotinto contra Nigeria dejó aspectos interesantes para la interpretación. La búsqueda de darle forma a un plan alternativo de juego aparece como primer elemento concluyente. El camino para hacerlo confiable requiere afinar movimientos y asimilar conceptos que enriquezcan el modelo. De allí que ensayos como los del pasado miércoles en Miami trasciendan al triunfo o la derrota. 

Paraguay marcó el camino. La gesta de Defensores del Chaco abrió paso a la consideración de una puesta en escena que privilegiara la posesión y el riesgo. El origen es de difícil ubicación, pero aquello que solo había aparecido en momentos puntuales (el segundo tiempo contra Uruguay en Montevideo; el duelo de semifinales ante los mismos paraguayos en la Copa América de Argentina, por ejemplo) derivó en variante seria. 

Es posible que los jugadores hayan tenido también algo que ver. No por imposición sino por identificación: su propio desempeño le dio validez al atrevimiento y sustento a las decisiones. Lo que no avanza un cambio de rumbo: se trata de la incorporación de un registro que amplíe la gama de opciones y proporcione respuestas a las preguntas que los rivales irán demandando, además de los objetivos y el propio contexto. 

¿Cuáles son, en esencia, las dudas a resolver? Básicamente tres: 1. Cómo atacar en ventaja posicional. 2. Cómo defender en fase ofensiva, manteniendo activos a quienes no participan directamente en la acción de ataque ante una probable pérdida. 3. De qué manera manejar las transiciones defensivas para no quedar descompensados cuando el oponente recupera y busca sacar provecho de los espacios amplios que quedan a espaldas de los defensores. 

El DT no da pistas para sustentar toda esta argumentación. Las prácticas no son abiertas para los medios y no existe discurso que apunte en este sentido. Es parte de su modus operandi y de muchos otros entrenadores en el mundo. Corresponde a quienes seguimos el proceso buscar en la obra la identidad del autor y las tendencias que, en la dinámica competitiva, va adoptando. 

Las situaciones concedidas a Nigeria en el Marlins Park estuvieron casi siempre vinculadas al desbalance defensivo cuando se perdía el balón. Problemas de posicionamiento, de toma de decisiones, de coordinación. Normales en esta especie de período intermedio de un ciclo que ya roza el lustro. 

Pero lo que la selección generó también debe ser visto en su justa dimensión. Un buen número de opciones de gol, mayor posesión que el contrario, alternativas de llegada, incorporación de más hombres para establecer superioridades numéricas en terreno enemigo y la búsqueda permanente de oportunidades ante líneas defensivas posicionadas muy cerca de su área. Todo eso quedó en la columna del haber. 

Los matices respecto a lo conocido están claros: centrar y rotar la posición de Arango para darle panorama. Incorporar más hombres por delante de la línea de la pelota que abran líneas de pase. El rol de Seijas, desplegándose entre el mediocentro y la zona del enganche. Elaborar desde el inicio de la acción, convirtiendo el juego en largo en recurso para maniobras concretas. Rodear mejor a Salomón Rondón para potenciar sus virtudes. 

Los desafíos para César Farías en 2013 se fundamentarán en esa nueva vía. Cuando deje de ser proyecto para adquirir forma concreta, la selección habrá dado una vuelta de tuerca más en su evolución competitiva. 

Columna publicada en el diario El Nacional (19/11/2012)

lunes, 12 de noviembre de 2012

El martillo oriental

La punta del torneo Apertura está en manos de una manada voraz que viste de amarillo y rojo. Impregnado de un espíritu luchador que no da concesiones en la búsqueda del objetivo, el líder golpea con la fuerza de una maza y muestra las artes del guerrero que sabe bien cómo se ganan las batallas. 

Deportivo Anzoátegui es un equipo flexible: implacable en las transiciones ofensivas, ejecutor avieso de los automatismos en las dos áreas, disciplinado en el manejo del espacio y experto medidor de los tempos del partido. El oficio le vale para triturar al rival con una dinámica desquiciante y mucho movimiento hacia las franjas libres, tanto como para adormecerlo en una telaraña pegajosa que clausura los accesos hacia Leo Morales. 

Su funcionamiento colectivo se sustenta sobre un concepto irrenunciable: la intensidad. Una consigna que define su hacer y ayuda a entender el compromiso grupal con el modelo que expone su entrenador. Las señas de identidad son claras: recuperar la pelota con presión sobre la salida oponente o el cierre de las líneas de pase cuando invaden su territorio, y luego cargar la catapulta que sale despedida con velocidad y potencia. Esos mismos rasgos aparecen después para desplegarse a lo ancho del terreno, circulando el balón con criterio hasta que la movilidad de sus delanteros enseña la mejor opción para hallar profundidad. 

El caos que produce en los defensores es una consecuencia de ese estar y no estar de sus hombres de punta. Todos pueden ir a los costados o llegar en posición de nueve. José Miguel Reyes desnivela en la banda, planteando duelos mano a mano que pueden terminar en la línea de fondo o en una diagonal hacia el área. Gelmín Rivas es el pivote que recibe de espaldas y descarga para abrir sendas a los volantes, el pasador que pone al compañero en posición clara de remate o el definidor implacable que finaliza la jugada. Y el panameño Rolando Escobar es una suerte de conductor con alma de artillero que tiene permiso para pisar el acelerador o meter el freno a discreción. 

Morales sigue siendo garantía de solvencia. La dupla de centrales que conforman Carlos Salazar y Javier López es de las más fiables del medio local y Evelio Hernández se ha revelado como un mediocentro que hizo trizas los estereotipos. Surgió como medida de emergencia tras la lesión de Giácomo Di Giorgi y acabó ocupando esa demarcación en su regreso a la Vinotinto. 

Entre los tres suman más goles que todo el Caracas FC y sus tantos representaron el 65% de las anotaciones del club (15 de 23) tras las primeras 12 fechas. El nivel de efectividad en puntos acumulados alcanza el 81%, cifra similar a la del CD Lara campeón. Algunos registros completan este retrato robot: el 39% de su producción ocurre en la primera media hora de juego, lo que denota la eficacia del ritmo que impone en el arranque. Y el mismo porcentaje avala su cosecha en los 20 minutos finales, aspecto que lo hace infalible también en los tramos que suelen definir los choques. 

 Daniel Farías aprovechó el fruto de un proceso largo que superó las bajas sufridas en los dos últimos torneos (Alejandro Guerra, Oswaldo Vizcarrondo, Daniel Arismendi, Armando Maita) gracias a la promoción y captación de juveniles talentosos y competitivos. El diseño de su prototipo, y su propio discurso, hablan muy bien del crecimiento y madurez alcanzadas por el técnico. 

Con un tramo de este Apertura todavía por recorrer, Anzoátegui blande el martillo en cada jornada para clavar con firmeza el cartel de ganador que lo consolide entre los grandes. 

Columna publicada en el diario El Nacional (12/11/2012)

lunes, 5 de noviembre de 2012

Ganar con hambre

El factor menos tangible de todos los que intervienen en el juego puede ser el más determinante. Los estados anímicos determinan el alcance de las metas, pero no hay forma de cuantificar esa condición que convierte en ganadores a planteles en crisis y lanza por el despeñadero a las nóminas más onerosas. Los psicólogos son elementos habituales en los cuerpos técnicos modernos y no por casualidad. El espíritu grupal, con todos sus valores, puede incidir en el triunfo o la derrota, tanto como la escogencia del modelo o la planificación de una pretemporada. 

Las coyunturas económicas son elementos desestabilizadores para cualquier equipo. Futbolistas descontentos porque no pueden llevar el pan a sus casas representan focos de descomposición. La primera respuesta lógica es la desmotivación y el descreimiento. Luego, la caída en picado en los rendimientos individuales y colectivos. Las excepciones son episodios aislados que rompen la norma. Sobreponerse a la falta de pagos y convertir ese cimbronazo en una fuerza capaz de ganar partidos, define el peso que las conexiones emocionales tienen sobre los resultados entre los miembros de un grupo. 

¿Cómo explicar, si no, que clubes endeudados, con profunda zozobra financiera, acaben celebrando coronas o atrapando objetivos inverosímiles en la adversidad? 

El fútbol venezolano está preñado de ejemplos con finales infelices. La lista de cuadros extinguidos es más copiosa que la de los que pueden mostrar antecedentes que rebasen la década de historia. Pero están los casos que, de tanto en tanto, asombran a quienes miran desde la distancia. 

Nacional Táchira ganó el título de la temporada 2001-2002 con sus arcas en bancarrota. Dirigido por Carlos Maldonado, con algunos futbolistas de renombre como Juan García, Gerzon Chacón y un joven Giancarlo Maldonado, se impuso en la final a Estudiantes de Mérida y logró un cupo a la Copa Libertadores. El anhelo por alcanzar un torneo internacional, que no llegó a disputar porque desapareció a las pocas semanas, unió a técnico y dirigidos en una sola causa, sobreponiéndose a la frustración diaria de las promesas incumplidas. 

La primera versión de Estudiantes dirigida por Chuy Vera transitó el Clausura 2009 agobiado por los números rojos y la mala gerencia de sus directivos. Acarició la vuelta olímpica hasta la última fecha en la que empató con Táchira en Pueblo Nuevo. Meses más tarde, y con algunos integrantes de aquel conjunto (Tito Rojas, William Díaz, Jesús Meza), el mismo Chuy armó al Zamora campeón del Clausura 2011, recordado tanto por su fútbol atildado como por el drama constante de no tener dinero en sus cuentas corrientes. La unión del colectivo, con un alto componente religioso, obró el milagro cuya cumbre fue una categórica victoria sobre el Caracas en el Olímpico. 

El presente tiene al CD Lara como protagonista. Cinco meses de impagos, inestabilidad institucional, fracturas inevitables en la relación jugadores-directiva, pero una posición en la tabla clasificatoria que lo mantiene entre los candidatos. Los pesos pesados del vestuario participan de las negociaciones para la venta del club (única solución a la debacle), al tiempo que asumen el rol de protectores de los compañeros con más necesidades. La trayectoria de buena parte de ellos coadyuva con el entrenador para mantener el nivel competitivo y superar el brusco paso de la opulencia a la precariedad de los últimos meses. 

En el fútbol nacional, con más desnutrición que estómagos llenos, puede pasar que el hambre de una plantilla gane la batalla a la anorexia de sus dirigentes. 

Columna publicada en el diario El Nacional (05/11/2012)

lunes, 29 de octubre de 2012

El secreto mejor guardado

Franklin Lucena tiene la intuición y el conocimiento empírico propios de su terruño. Así como el llanero se guía por el canto del carrao que anuncia la llegada de las lluvias, el volante que desafía el mal agüero con el trece en la espalda adivina la estancia que invadirá el rival solo con un gesto. Y allí aparece para plantarse con la autoridad del caporal que conoce cada metro del terreno que pisa. Con paso lento pero firme, nadie duda quien manda por sus pagos. 

Los Lucena son una estirpe en Acarigua. Johnny fue un mediocampista chispeante y habilidoso que contaba con un potente remate y llegó a integrar la selección nacional en tiempos de José Omar Pastoriza. Pedro transitó los estadios criollos como delantero de varios equipos de primera y segunda división. Los tres llegaron a coincidir en el Portuguesa, el club en el que Franklin –el menor de la saga– debutó como futbolista profesional. 

La madurez y los primeros llamados a la Vinotinto llegaron ya como integrante del Caracas FC. Pocos conocen que parte de su formación la hizo en las categorías inferiores rojas cuando el mayor de los hermanos lo trajo a la capital. Antes fue parte del plantel del Táchira. Allí conoció a César Farías y Manuel Plasencia, sus entrenadores en el Aurinegro. Ambos destacan la curiosidad táctica como una característica que lo define y explica su crecimiento en una demarcación poco prolífica de talento en el medio local. 

El Lucena de hoy es una pieza indispensable en el funcionamiento de la selección. Su conocimiento del juego se resume en varios elementos no suficientemente valorados. Tiene un notable manejo posicional de su área de influencia. Anticipa en el quite, lo que reduce el número de faltas que comete y lo convierte en elemento esencial para las transiciones ofensivas. Es inteligente en la elección de los momentos de repliegue, achique o desplazamientos laterales. Sabe reorientar la circulación, característica fundamental para buscar desahogos cuando el rival presiona. Tiene capacidad para complementarse con pares de diferentes perfiles (Tomás Rincón, Luis Manuel Seijas, Evelio Hernández). 

Los compañeros reconocen su liderazgo dentro del campo. No lleva la banda de capitán pero es de los que más imparte instrucciones para corregir o arengar. En él se condensa el tópico que identifica a cierta estirpe como la extensión del técnico en la cancha. Y algo que habrá que comenzar a adjudicarle para hacer plena justicia a su figura: mejora a quienes se ubican a su lado. 

Hay una estadística contundente que explica su grado de ascendencia en el equipo nacional. Desde que en octubre de 2008 formara la dupla con Rincón para enfrentar a Ecuador por las eliminatorias a Sudáfrica 2010, la Vinotinto ha perdido un solo partido oficial de 14 disputados entre premundial y la última Copa América. Con él como mediocentro titular el porcentaje de puntos obtenidos roza el 60%, una cifra significativa e irrebatible. 

Su carácter competitivo queda retratado en dos momentos esenciales: el penal fallado en la semifinal contra Paraguay de Argentina 2011 y la grave lesión (rotura de ligamentos cruzados en la rodilla derecha) sufrida en un clásico contra Táchira a finales del año pasado. De ambos episodios se recuperó con entereza. Como rezan en su tierra, “el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta”. 

Menos mediático que la mayoría de sus colegas, Franklin Lucena es el secreto mejor guardado del fútbol venezolano. 

Columna publicada en el diario El Nacional (29/10/2012)

lunes, 22 de octubre de 2012

Cuando el cómo es importante

El último partido de eliminatorias dejó más elementos abonados a la cuenta de los tópicos que explicaciones satisfactorias sobre el funcionamiento de la selección. La ristra de lugares comunes es variopinta: los jugadores del torneo local disminuyen la capacidad competitiva de la Vinotinto; la condición física debe revisarse porque el equipo se fatiga en los segundos tiempos; se cedió voluntariamente la posesión de pelota al rival; o no hubo suficiente agresividad en ataque para buscar una victoria impostergable y decisiva. 

Una lectura reposada del choque contra Ecuador entrega numerosos elementos para el análisis y conclusiones esclarecedoras. Hubo altos picos individuales que conviene no pasar por alto. Dani Hernández volvió a ser una garantía en el arco. La dupla Perozo-Amorebieta aprobó en todos los aspectos de la valoración (complementariedad, manejo de la zona, anticipación, relevos a los costados, duelos individuales). Arango fue determinante por su capacidad para percutir en la media distancia y porque cada tiro libre suyo es una promesa de gol. Josef Martínez interpretó con buen criterio su papel de okupa de los espacios baldíos. Y Lucena, un mediocentro tan brillante y lúcido como infravalorado, fue el dueño del primer pase, gestor de las transiciones y el mejor predicador del ideario fariísta dentro de la cancha. 

Venezuela no fue tímida en su última presentación. En la elección de los titulares y la asignación de los roles hubo una intención manifiesta de proponer a partir de la tenencia del balón. Basta revisar las pocas veces que optó por el envío largo y las numerosas ocasiones en las que eligió la asociación, incluso en el inicio de las jugadas en zona de defensores. Las respuestas a las falencias (que alguno podría catalogar de relativas si se atiende a que hubo seis remates criollos entre los tres palos) podrían encontrarse en dos antecedentes cercanos: el duelo en Asunción y la visita de Chile a Puerto La Cruz del pasado mes de junio. 

El problema no fue que la selección atacara sino cómo lo hizo. En Defensores del Chaco dio muestras del camino. Con el bloque más adelantado, las sociedades se establecieron alrededor de la pelota, con movimiento y circulación permanente, más gente involucrada, mayores opciones de abrir pasillos para filtrar pases, darle fundamento a los movimientos en diagonal de los atacantes y lograr profundidad. 

Contra Ecuador la puesta en escena no estuvo a tono con las intenciones. Las distancias entre quienes buscaban el arco contrario eran amplias y el estatismo de los posibles receptores una constante. ¿Consecuencia? Más pérdidas de pelota, nula generación de caos en las ordenadas líneas meridionales y mayor recorrido para la recuperación tras cada robo de los de camiseta amarilla. 

La sombra chilena es lo menos comprobable por intangible. Pero es válido pensar que muchas de las decisiones tomadas por el entrenador y por los futbolistas en el terreno estuviesen condicionadas por el recuerdo de aquella dolorosa derrota en los tramos postreros del partido. Hubo un momento en que asegurar un punto y no perder tres pasó a ser objetivo prioritario. 

Los cinco meses que restan hasta el próximo compromiso oficial (contra Argentina, 22 de marzo de 2013) deben servir para acabar de darle forma a la idea ofensiva que la selección está gestando en esta fase de su evolución. Las cuatro citas en casa del próximo año serán exámenes rigurosos para ponerla a prueba. 

Columna publicada en el diario El Nacional (22/10/2012)

lunes, 15 de octubre de 2012

La piedra fundacional

Ecuador trazó una línea en el ciclo de César Farías como seleccionador nacional hace cuatro años. El DT asumió el cargo en enero de 2008, pero el 15 de octubre del mismo año quedó establecido como fecha de nacimiento oficiosa de su proceso. Ese día, en uno de los períodos más críticos de la gestión que ya se acerca al lustro de vida, tomó decisiones que resultaron fundamentales para explicar el presente. Unas vinculadas a apuestas personales por nombres que asumirían el relevo generacional y otras de tipo estilístico que, aunque no en el corto plazo, acabarían forjando el modelo que hoy identifica a la Vinotinto. 

Venezuela llegó a aquel partido con el pesado fardo de cuatro derrotas consecutivas y el descrédito de la opinión pública. La goleada frente a Brasil tres días antes (4-0, estadio Pueblo Nuevo de San Cristóbal) había generado una corriente crítica que cimbró al cuerpo técnico. Los niveles de aceptación se reducían, al tiempo que las comparaciones con el período exitoso de Richard Páez aparecían en voz de analistas y aficionados. 

El escenario fue el mismo que recibirá mañana al rival de entonces por la décima fecha de las eliminatorias: el José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz. Allí Farías lanzó el primero de muchos órdagos desde que se convirtió en el timonel de la selección. Armó el equipo con la dupla Franklin Lucena-Tomás Rincón en la zona central del mediocampo; le entregó el lateral derecho a Roberto Rosales y puso a Maestrico González como socio de Juan Arango en el sector de los volantes ofensivos. La apuesta, refrendada con una exhibición de fútbol asociado en el segundo tiempo, le permitió levantar un gol en contra e imponerse con autoridad 3-1. 

Aquel fue el arranque de una segunda vuelta productiva que se saldó con 14 puntos. Una renta que, proyectada, le valdría la clasificación a Brasil 2014. 

Farías transitó después por otros altibajos y algún período más de inestabilidad popular hasta que consolidó su idea en la Copa América de Argentina. Desde entonces, la Vinotinto fortaleció sus convicciones, enriqueció sus registros de juego y ganó en profundidad. Con esos elementos pasó de ser la Cenicienta de los lugares comunes a esta realidad en la que los sueños mundialistas se sustentan sobre bases tangibles. 

El estilo se fue moldeando en estos cuatro años. Aquella versión que enfrentó a los ecuatorianos en 2008 construyó su triunfo con trazos más atribuibles a la obra de Páez que a lo que se asumía como el ideario de Farías. En el trayecto hubo ensayos con distintos sistemas, alternativas y espacio para la camada que hizo sonar el himno nacional en Egipto 2009. Y un crecimiento notorio en madurez y métodos en el propio preparador, respaldado por un colchón sin choques oficiales que le permitió acabar de diseñar e instaurar su prototipo. 

¿Cuál es? Uno multiforme y flexible, adaptado al momento y al oponente, amplio en variantes y difícil de estandarizar bajo patrones comunes. Con solo algunos indiscutibles y una plataforma robusta que lo aleja de la dependencia de piezas puntuales. Una selección con el funcionamiento de un club. 

Con mucha más autoridad que aquel 15 de octubre, Farías irá otra vez con la suya. Evelio Hernández, Edgar Pérez Greco, Alexander González y Josef Martínez representan las novedades en una formación con espíritu ofensivo. Como la que cuatro años atrás puso la piedra fundacional de esta Vinotinto competitiva. 

Columna publicada en el diario El Nacional (15/10/2012)

lunes, 8 de octubre de 2012

Juan Villoro y Martín Caparrós en Los Cronistas


La crónica es el género periodístico que inspira nuestro programa. Dos de los grandes exponentes de este modo de acercarse y contar la realidad son Juan Villoro y Martín Caparrós, coautores del libro Ida y Vuelta, un compendio de crónicas en clave epistolar escritas durante el Mundial de Sudáfrica 2010. 

Juan Villoro nació en Ciudad de México en 1956, de padre catalán es pública su afición por el Barcelona y la admiración al genio de Diego Maradona. Villoro es autor del libro de crónicas Dios es Redondo, la colección de cuentos La Casa Pierde y de las novelas Arrecife y El Testigo, esta última merecedora del premio Herralde. Ha cubierto las copas del mundo Italia 90, Francia 98, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Sus crónicas futboleras fueron merecedoras del Premio Internacional de Periodismo: Manuel Vásquez Montalbán. 

Martín Caparrós vio la luz en Buenos Aires en 1957. Se hizo historiador en la Universidad de la Sorbona en París. Vivió en Madrid y Nueva York. Ha dirigido publicaciones dedicadas a la literatura y a la cocina. Además de colaborar para medios radioeléctricos en su país. El diario deportivo Olé suele publicar sus columnas dedicadas al fútbol y es uno de los grandes cronistas de habla castellana. En este género es autor de textos referenciales como Argentinismos, Larga distancia, Dios Mío, Amor y anarquía, El Interior o Contra el cambio. Novelas como Ansay, Los infortunios de la gloria, No velas a tus muertos, La noche anterior, Un día en la vida de Dios, Valfierno o A quien corresponda han sido traducidas a una docena de lenguas. 

Hoy, a dos años del nacimiento de nuestro programa, Los Cronistas tienen el agrado de invitar para celebrarlo a dos de los más importantes cronistas de Latinoamérica: Juan Villoro y Martín Caparrós. 

Daniel Chapela: Juan Villoro, bienvenido, qué gusto poderlo saludar. 

Juan Villoro: ¿Cómo están? 

DC: ¿Dónde ubica en su memoria el punto más lejano de la relación que estableció con el fútbol? 

JV: Por la radio, recuerdo muy bien las transmisiones del Mundial de 1962 en el que participó México. Como siempre con enorme esperanza. Ahí jugamos como nunca y perdimos como siempre con un gol de último minuto que nos anotó Gento, de la selección española, empatando un partido después de que México le había ganado promisoriamente a Checoslovaquia 3-1, que fue el país que quedó en segundo lugar. Entonces fue un Mundial de grandes ilusiones y grandes decepciones. Yo tenía entonces 6 años y pues ahí ya aprendí que, para los mexicanos, el futbol es un asunto para estoicos. 

DC: En 2010, usted y Martín Caparrós mantuvieron un intercambio epistolar durante el Mundial de Sudáfrica que derivó en el libro Ida y Vuelta, un conjunto de crónicas que combinan la mirada directa del testigo y la visión periférica de quien vive el evento desde la distancia. ¿Ese ida y vuelta fue espontáneo? 

JV: Sí, afortunadamente hemos podido tener una amistad que ha pasado por unas pruebas difíciles pero todas ellas superables. La más dura de todas es la continua victoria de Argentina sobre México por alguna razón quizá atribuible a los dioses aztecas que no funcionan del todo bien. Nos encontramos en el cuarto partido del Mundial en dos ocasiones seguidas con Argentina y en ambas nos han ganado. Entonces es una amistad que se ha sobrepuesto a esto y también al hecho de que Martín Caparrós es un hincha del Real Madrid en España y yo del Barcelona. Pero qué sería de la amistad sin la sabrosa oportunidad de pelearse con los mejores amigos. 

Octavio Sasso: Martín Caparrós, un gustazo saludarlo, bienvenido a Los Cronistas. 

Martín Caparrós: Hola, ¿cómo están? 

OS: Martín, ¿qué tipo de mirada prefiere para la crónica vinculada al fútbol: La que nace en un estadio envuelta en la pasión del juego, las hinchadas o aquella que alumbra en el entorno, es decir, en el borde externo de esos 90 minutos de juego? 

MC: Bueno, un cronista siempre está de algún modo en el borde externo aunque pretenda lo contrario. Así que por qué no aceptarlo y ponerse donde de todas maneras no hay forma de no estar. Pero, lo escuchaba recién a Juan contando cómo su primer contacto con el fútbol fue a través de la radio y yo recordaba que el mío en realidad fue a través del diario. Fue un diario que leí cuando tenía también como cinco años donde decía que un equipo de fútbol que se llamaba Boca, o algo así, había salido campeón de Argentina en el año 62. El mismo año del que él hablaba. Y pensaba que es curioso que entre nuestras numerosísimas semejanzas, tenemos esta diferencia que él empezó escuchando la radio y yo empecé leyendo el diario. Por eso él sabe hablar y yo no sé escribir. 

DC: Juan ¿qué valor tiene la crónica como discurso en una sociedad cada vez más saturada de información y, en el caso del fútbol, de información vinculada a la noticia pura y dura, al resultado, a la anécdota? 

JV: Bueno, yo creo que una de las cosas más interesantes para entender un país, para entender una sociedad es saber por qué la gente se divierte y cómo se divierte. El fútbol es la forma de entretenimiento mejor repartida y organizada del planeta. Entonces, dar cuenta de ese suceso a mí me parece sorprendente y fascinante. Yo, en lo personal, considero ser más un aficionado a la afición que un cronista del juego. Como hincha deportivo, soy tan desesperado y supersticioso como cualquiera. Lo único que deseo es que gane mi equipo, si es necesario de penalti injusto de último minuto. Pero no pienso que, como cronista, yo le agregue sapiencia deportiva al juego o explicaciones tácticas, no es esa la función. Sino más bien explorar una forma de la pasión. Por eso me gustó tanto colaborar con Martín Caparrós en el libro Ida y Vuelta porque también es la historia de una amistad y todos sabemos que el fútbol no tendría sentido si no lo pudiéramos compartir con la gente que queremos, entonces ahí hablábamos de la pasión generalizada por el fútbol pero también de la pasión que se fragua entre amigos que comentan un partido. 

Juan Villoro (EFE)


DC: Martín, usted vivía cada episodio desde Sudáfrica en algunos casos, desde países africanos en otros... ¿Cómo fue esa mirada, qué tan cercana fue? 

MC: Bueno, salvo un día que inesperadamente conseguí ir a la cancha en Johannesburgo y vi el único partido decente de la Argentina que le ganó a Corea 4 a 1, demostrando claramente que me necesitaban pese a que no se habían dado cuenta, fuera de eso vi los partidos desde donde se ven los partidos. Los partidos ya no se juegan en un espacio físico determinado, en un terreno de juego, en un césped verde y esas cosas, sino en las pantallas de los televisores del mundo. Y realmente tuve que verlos en las pantallas más diversas. Empezando por Bangladesh y siguiendo por, no me acuerdo ya, Alejandría, Zambia, Uganda y otros lugares igualmente improbables. Y era curioso agregarle al hecho de que estábamos mirando con Juan los mismos partidos, las diferencias entre los lugares desde los cuales los mirábamos. Él desde la patria digamos, desde el sitio al que irradiaba el fútbol esperanzado y derrotado que siempre es el mexicano y yo desde la nada misma, desde un mundo que se reconoce como uno solo muy de vez en cuando, cuando pasan cosas como los mundiales y demás y eso es, como decía Juan recién, lo que hace buena parte del interés a todo esto. Aceptar que hay pocas instancias tan globales, tan unificadoras quizás, tristemente unificadoras como el fútbol en nuestros días. 

DC: Martín, uno entiende la mirada propia porque tiene relativo control sobre ella. ¿La mirada televisiva cómo es? 

MC: La televisión, por supuesto, encapsula y empequeñece al fútbol. Pero al mismo tiempo es así como lo vemos, o sea, tiene muchos efectos el hecho de que el fútbol se vea por televisión. Entre otras cosas, lo que he estado llamando últimamente el "fútbol foca". Es decir, como es una cámara que muestra muy de cerca las habilidades de los jugadores, ya nos hemos acostumbrado a que lo que importa no es el juego de equipo, no es el despliegue de 11 personas en un campo de 90x120 sino la pequeña habilidad personal. La cámara está transformando el deporte en algo cada vez más individual e individualizado. Supongo que el gran ejemplo de esto es el señor Cristiano Ronaldo, que es un gran malabarista y un pésimo pasador de pelota. 

OS: Les voy a hacer una pregunta a los dos. Empezando por Juan. ¿Cuánto cree que cambió el género en Latinoamérica desde las primeras crónicas que escribieron ustedes hasta el presente? 

JV: Bueno, creo que sería pretencioso decir que ha cambiado mucho. Hay antecedentes muy notables que ya nos habían abierto el camino. Desde las crónicas argentinas de Borocotó, las de Osvaldo Soriano, los cuentos de Fontanarrosa, futbolistas que escriben muy bien como Jorge Valdano. He citado casi puros argentinos, está también Fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano y en España Manuel Vásquez Montalbán. Entonces, había un trabajo previo y creo que nosotros nos hemos beneficiado de esa capacidad de combinar lo público y lo privado de los grandes cronistas y también un interés repartido suficientemente en los periódicos y los medios como para que los fenómenos de cultura popular sean un hecho social. Ahora no extraña tanto eso y yo creo que esos precursores autorizaron para que se pudiera hablar del tema. Mientras escuchaba ahora a Caparrós quedaba muy clara una cosa, que el libro Ida y Vuelta, que hicimos en una correspondencia, define no solamente lo que es el fútbol para dos amigos sino también la manera en que hoy en día vemos futbol. Él estaba como un nómada recorriendo los más diversos lugares del mundo. Él estaba deslocalizado y yo estaba anclado aquí en mi país. Y pienso que el libro tiene que ver con la dimensión inevitable que la red ha tenido en la imaginación de los aficionados que es la meta del futbol, el sitio donde van a caer los goles, pero también con la nueva red. El hecho de que nosotros podemos circular en el espacio virtual en esa cancha del mundo que es Internet. De modo que es ahí donde se encuentra el fútbol. Entonces creo que hacer crónica, al hablar de un hecho puntual, de lo mucho que nos dolió o nos alegró un gol también podemos hablar de nuestro tiempo, de la época y la forma misma de hacerlo, esta correspondencia por Internet, habla del primer Mundial que se vivió simultáneamente en las redes de la portería y en las redes sociales. 

MC: Sí. Yo creo, retomando lo que decía Juan Villoro recién, que estos precursores nos permitieron entre otras cosas hablar de fútbol desde un lugar módicamente intelectual sin tener que pedir disculpas por ello. Durante muchos años hasta hace quizá 20 o 30, la mayor parte de los escritores intelectuales latinoamericanos condenaban abiertamente al fútbol, incluso si lo disfrutaban en privado, pero públicamente el fútbol era este modo de opio de los pueblos que distraía a los pueblos de su verdadera vocación de cambio y todas esas cosas. Yo creo que esa idea quizá tenga parte de verdad, pero era muy simplista porque sólo sería, si acaso, una pequeña parte. De a poco se fue abriendo el lugar a este interés por entender este gran fenómeno cultural que es el fútbol. Y eso creo que nos permitió en el libro Ida y Vuelta, escribir de fútbol sin tener que pedir disculpas por hacer de vez en cuando referencias más o menos culteranas o por utilizar el lenguaje que teníamos ganas de utilizar. Yo creo que si algo hay de escaso, pero finalmente un poquito distinto dentro de este libro, es el permiso para escribir de fútbol sin tener que escribir en un idioma peculiar que sería el idioma popular futbolero sino escribir con nuestra propia lengua sobre este fenómeno. 

DC: ¿Hizo algún mérito el fútbol, Martín, para ganarse ese lugar? 

MC: No sé si el fútbol hizo méritos. Yo creo que no. El fútbol siempre fue lo mismo. El asunto es cómo lo miramos. Desde dónde, con qué expectativas y quizá incluso en el hecho de que se haya ganado ese lugar tiene que ver algo que a mí me duele un poco que es la caída en las expectativas de cambio político importante en nuestros países que hace que decir que esto distrae a nadie de nada no tenga sentido porque no se ve muy claro de qué objetivos podría distraernos. 

OS: Juan, ¿cómo cree usted que se relaciona el mexicano con el fútbol? 

JV: El mexicano se relaciona con dosis idénticas de ilusión y resignación. El mexicano ha aprendido que la única manera de disfrutar del fútbol es convirtiendo al público en su propio espectáculo. Nosotros vamos a la cancha a gozarnos a nosotros mismos, con la comida que llevamos, con la manera en que nos adornamos, nos vestimos con mantas hechas con chile serrano, llevamos sombreros de Pancho Villa, penachos aztecas, inciensos, vagamente mallas… y todo esto nos divierte enormemente sabiendo que lo que ocurra en la cancha es simplemente el pretexto para estar ahí. En tiempos más recientes las selecciones mexicanas, especialmente en sus fases juveniles, se han vuelto competitivas pero no los son tanto en la selección mayor. Al menos todavía, esperemos que el Mundial de Brasil sea una sorpresa en ese sentido. Martín Caparrós se pregunta en su libro Boquita cómo le hacen la personas que pertenecen a países perdedores para ilusionarse tanto durante un Mundial, puesto que no pueden tener expectativas reales de que su equipo llegue lejos y justamente ese es el caso de los mexicanos que tenemos una extraordinaria capacidad de autoengaño y siempre sabemos que para nosotros la fantasía y la ilusión deben ser superiores a la realidad. Entonces creo que en México quien ha hecho más esfuerzos en el juego es el público. 

DC: En eso, te cuento Juan, que se parece bastante a la relación que el venezolano establece con el fútbol. 

JV: Desde luego, creo que ustedes pueden entender esto perfectamente. 

DC: Totalmente, es mucha más ilusión que realidad. Martín ¿esa misma relación tiene…? 

MC: Yo no quiero aminorar estas ilusiones, estas nuevas ilusiones mexicanas. Solo podría recordarle a Juan Villoro que la Argentina ganó varios mundiales juveniles en los últimos 15 años y no por eso llegó mucho más allá de ganarle a México en los mundiales de verdad. 

JV: Ya es suficientemente grave para nosotros. 

MC: Quizá lo que consigan con esto de haber ganado los olímpicos es empatarnos la próxima vez o algo así. Hasta ahí podríamos llegar. Pero por alguna razón estas victorias juveniles no se traducen en victorias maduras, en victorias adultas y quizá una de las razones por la que esto sucede tenga que ver con la razón que hace que el público argentino también vaya a celebrarse a sí mismo, que no es la misma que la que decía Juan recién con respecto al público mexicano y me explico: aquí desde hace una veintena de años los clubes ya no son lo que eran en el sentido de que ya no hay lealtades. Los jugadores pasan por los clubes muy rápido en principio para ir a otro club más rico, más prestigioso y para seguir después camino hacia Europa que en definitiva es lo que quiere un jugador argentino cuando tiene 10 años y empieza a pegar una pelota, ese chico lo que quiere es que lo vendan a Europa alguna vez. Entonces esto hace que los equipos no sean una unidad de identidad fuerte, ya no sabemos los equipos de memoria como cuando yo era chico y el público ha tomado esto, los hinchas hemos tomado esto y queremos creer que lo único que permanece y dura en este vaivén incesante de jugadores somos nosotros, los que estamos afuera. Hay hasta canciones. Hay una que canta mucho la tribuna de Boca que es: “Pasan los años, pasan los jugadores, la 12 está presente y no deja de alentar” Siendo la 12 la hinchada de Boca que dice exactamente y con muchas menos palabras esto que yo he dicho tan confusamente. O sea, aquí el público se celebra a sí mismo porque ya no hay un equipo permanente, unos jugadores fieles a los que celebrar. 

Martín Caparrós (Libros y Letras)


DC: ¿Cuánta de la idiosincrasia argentina se explica a partir del fútbol? 

MC: Si acaso se pueden encontrar cuestiones de la argentinidad que supongo se explican a partir del fútbol y viceversa. Hay algo que el otro día veía en un artículo de la revista El Gráfico, una clásica revista deportiva argentina, que en los años 20 celebrara el hecho de que los jugadores argentinos que estaban jugando, en este caso contra un equipo inglés, habían sorprendido a los ingleses porque hacían cosas raras. Daban vueltas con la pelota, la mostraban y la ocultaban, hacían esto que ahora se llamaría un gambeta, un regate, según el lugar donde se diga, cosa que no estaba tan incluída en la idea original británica del fútbol. Eso supongo que tiene que ver con lo argentino. Esta idea de engañar, por ejemplo, es de lo más argentino que hay y eso en el fútbol de hoy se cotiza mucho. 

JV: Sí, y Boroctó que mencionaba yo hace un momento y que escribía en El Gráfico, propuso un monumento al dribbling. Que era justamente un monumento a la picardía de barrio que Argentina le había aportado al fútbol escondiendo la pelota. 

MC: Sabes que también estaban muy sorprendidos los ingleses porque algún jugador argentino lo que había hecho en un momento que estaba apretado contra la raya por su marcador, había hecho rebotar la pelota en las piernas del marcador para que saliera afuera y el lateral por consiguiente fuera para este equipo argentino y no para los ingleses. Les pareció sorprendentísimo. Cosa que ahora forma parte del repertorio de cualquier jugador de fútbol. 

OS: Juan, es conocida su afición por el Barça. ¿Cómo le resulta habituarse hoy en día a un Barça sin Guardiola? 

JV: Bueno, eso va a ser muy difícil porque cuando llegó Guardiola supimos de inmediato que nosotros íbamos a gozar mucho más con los triunfos y sufrir mucho más con las derrotas porque él emblematizaba como nadie más lo que significa pertenecer a una entidad. Fue recogebolas del Camp Nou cuando era niño, empezó en las fuerzas inferiores, vivió en La Masía donde se han fabricado los mejores jugadores de la cantera barcelonesa, perteneció al Dream Team de Johan Cruyff y finalmente se hizo cargo del equipo. Entonces es un símbolo de Barcelona solo comparado con la vírgen de Montserrat y en eso no hay manera de competir con él. Además es un extraordinario comunicador cosa que no es Tito Vilanova. Pero bueno, el equipo quedó bien armado, quedó montado, hay buenos fichajes, Vilanova entiende perfectamente ese sistema y yo creo que con el impulso adquirido, el Barça tiene para una o dos buenas temporadas. Creo que lo más difícil para Vilanova va a ser gestionar conflictos con lo que es un vestidor con tanta estrellas, problemas con la directiva que inevitablemente van a aparecer porque es una directiva que participa muy poco con el equipo, que lo defiende poco, que no tiene un proyecto muy claro. También la relación con los medios que en España es terrible y que además ahora también se está recrudeciendo mucho por la posibilidad de que se haga un referéndum en Barcelona y que el país Catalunya quede en vías de una posible independencia. Alguna vez Manuel Vásquez Montalbán dijo que lo que mantenía a Catalunya dentro de España no era la ONU sino la UEFA, porque el Barça difícilmente pudiera jugar en la Liga Española si perteneciera a otro país. Está el caso del Mónaco, pero sigue siendo una excepción. Esto ahora va a politizar mucho las discusiones y tendrá que enfrentar lo que Johan Cruyff llamaba “El entorno”, esta caverna mediática de presión extrema. Para Tito Vilanova ahí aparecerán sus pruebas fuertes. Tuvo que tomar decisiones difíciles en el partido de vuelta para la Supercopa frente al Real Madrid y ahí no se vio muy inteligente ni flexible, pero ha estado buscando ahora algunas variantes de interés para el equipo. Entonces, resumiendo, creo que tiene unos dos buenos años por delante. 

DC: Juan ¿y como testigo de ese prodigio de equipo que fue el Barça de Guardiola, de qué tamaño cree que fue su legado? ¿O debemos pensar que aún está por determinarse? 

JV: Siempre es complicado comparar épocas y momentos. Yo creo que ha sido un equipo único que, como dijo alguna vez Martín Caparrós, borró las nociones de lo que es estar adelante o atrás en la cancha. Toda la geografía del césped cambió porque jugaban de la misma manera en su propia área que en la del contrario. También el hecho de que se apoderaron del tiempo de tal manera que su posesión era absoluta en lo que toca al balón y jugaban del mismo modo al principio que al final del partido. Los goles que hicieron con combinaciones de alta trigonometría pertenecen también a la historia del arte. Fue un equipo notabilísimo, uno de los que más se ha podido disfrutar y seguramente ese tipo de juego, con jugadores bajitos que no juegan al segundo sino al tercer pase, perdurará como un legado muy importante. 

OS: Martín, Ud. vivió en España también. Fue testigo de esos capítulos recientes de la rivalidad Barça-Madrid, de esa confrontación que existió entre Guardiola y Mourinho, Messi-Cristiano Ronaldo. ¿Qué quedó de todo esto? 

MC: A mí lo que me queda antes es el placer o la refrendación del por qué me gusta escuchar a Juan Villoro. Porque yo alguna vez traté de decir algo de que el Barcelona daba pases en el área contraria como en el resto de la cancha y él lo traduce como que borraron los límites de la geografía del campo o algo así. Y encima me lo atribuye. ¿Qué más puedo pedir? Evidentemente yo puedo balbucear y él lo pondrá en prosa ciceroneana. Realmente es una ventaja extraordinaria. Fuera de eso, yo he tenido grandes problemas con este enfrentamiento entre el Barcelona y el Madrid en los últimos años. De hecho, pese a la fe madridista que me atribuyó Juan hace un rato, yo publiqué un artículo hace muy poco contando que estoy muy cerca de la apostacía, muy cerca de algo que uno no hace, en realidad estoy más que muy cerca de algo que uno no hace que es descubrir que prefiero, en los partidos del Madrid y el Barcelona, que gane el Barcelona, porque me gusta tanto como juega que rompe eso con cualquier supuesta fidelidad, que no era poca, que pude tener con el otro equipo. Eran dos modelos de fútbol absolutamente antitéticos y para mí estaba muy claro y sigue estando muy claro cuál es el que me gusta, cuál es el que me da placer. No sé qué dirá la historia pero yo nunca he visto un equipo que juegue tan bonito como el Barcelona. 

DC: Martín, ¿y qué le produce ver a Messi en una cancha? 

MC: Un placer extraordinario. Hace relativamente poco, unos 4 o 5 meses fui por primera vez al Camp Nou y lo veía antes del partido. Fue un partido contra el Madrid, que ganó el Madrid y por el cual se llevó la liga del año pasado. Lo veía peloteando, calentando con Dani Álves y en un momento me dio miedo que me dijeran: “Bueno, ya está, tienes que irte. Esto fue todo. Esto es lo que valió tu entrada”. Porque era tan maravilloso verlo así, solamente calentando y tocando la pelota que daba la sensación que ya alcanzaba, que si quería más tendría que hacer algún sacrificio especial. Es un jugador extraordinario que además tiene la curiosa cualidad de no parecer casi extraordinario. Hace todo tan simplemente y con tal falta de dramatismo que uno tiende a habituarse a lo que hace y a creer, cuando se descuida, que son cosas normales estas de pasar a quien quiera, de hacer goles a repetición, de dar dos o tres pases perfectos para que otros los terminen. Pero lo hace. A diferencia de Maradona que era muy dramático. Que parecía que estaba todo el tiempo al borde del abismo. Messi lo hace con total naturalidad, como si nada fuera más simple y te engaña. 

OS: Y a usted, Juan ¿qué tipo de emociones le produce Messi? Porque alguna vez leímos una entrevista donde afirmaba que Maradona fue el mejor jugador que vio. ¿Le cambió en algo su percepción en este último tiempo? 

JV: Cuando yo hablo de Maradona no solamente hablo del futbolista sino del personaje. Yo creo que es un personaje todavía único y absolutamente inimitable por lo que significó para Argentina. Nunca un jugador de fútbol ha gravitado tanto en un equipo como él lo hizo en el Nápoles cuando conquistaron el squdetto o como lo hizo en México en el 86. Brasil podría haber sido campeón sin Pelé en 1970, pero solamente Maradona podía llevar a esa Argentina al título de ese modo. Es un jugador muy especial también por sus frases, por su vida de altibajos afuera de la cancha, en fin, es un jugador en ese sentido del tamaño de una leyenda. A Messi todavía le falta ganar un Mundial, le faltan muchas pruebas, es muy joven, es un jugador absolutamente soberbio, un jugador con una capacidad de recuperación ante las faltas, es notable como no le marcan penaltis porque al fin de cuentas los árbitros también son aficionados al futbol. Y quizá son los máximos aficionados al futbol porque quién acepta que le recuerden la deshonra de su madre todos los días con tal de estar cerca de los ídolos. Y el árbitro está cerca de Messi y considera generalmente que la capacidad de recuperación de Messi es tan absoluta que continuará la jugada. Muchas veces no le marcan penalti por eso y también porque el árbitro, como hincha absoluto del futbol, está tan absorto que se traga el silbato. Es un jugador absolutamente único que nos devuelve la confianza en lo que el fútbol tiene que ver con la infancia. 


OS: Martín, ¿cómo es la vida sin Riquelme? 

MC: Triste. Triste como un día sin pan. Triste como una noche que no acabara nunca. Ayer estuve en La Bombonera después de meses porque estuve de viaje mucho tiempo y durante ese viaje se retiró Riquelme. Ayer estuve ahí y vi una vez más lo que había entrevisto por televisión, es un equipo que no sabe qué hacer sin él. Era el último jugador a quien íbamos a ver sabiendo que, aunque no viéramos nada más, alcanzaba poder mirarlo parar una pelota y levantar la cabeza para inventar con un pase algo que nadie había visto antes. Es una verdadera lástima. 

DC: Juan ¿y cómo ha hecho para compensar el despecho del Necaxa? 

JV: Con dosis de estoicismo a las que estoy acostumbrado desde niño porque no solamente en México te tienes que acostumbrar a los altibajos de la Selección Nacional sino también a los de tus equipos y escoger un club de alguna manera define cómo transcurrirán tus domingos. El Necaxa nunca fue un equipo fácil de apoyar. Durante 57 años no ganó el título. Un equipo que ha desaparecido dos veces del primer circuito. Un equipo de rebeldes que trató de organizar el único sindicato de futbolistas que hasta la fecha ha habido en México y que acabó con la carrera de varios jugadores. Un equipo que se negaba a cobrar en los orígenes del profesionalismo. Y luego un equipo que nos mudaron de ciudad, que se fue a una especie de Patagonia para los que vivimos en la Ciudad de México porque llegar a Aguas Calientes te toma unas 8 horas en autobús y es una ciudad con la que yo no tengo particular contacto. De modo que se alejó mucho el equipo geográficamente y luego también empresarialmente porque es propiedad de otro equipo que es el antihéroe de la Liga, el archiodiado América. Y por último está en la eufemísticamente llamada Primera A, que es el infierno de la segunda división. Pero bueno, un necaxista no deja de apoyar a ese equipo aunque juegue en el último rincón del mundo. 

DC: Vamos a tener que cerrar la charla casi con la contundencia del remate de Maxi Rodríguez en Leipzig… 

JV: No toques ese vals… 

DC: Juan, Martín, encantadísimos de haberlos tenido y de compartir esta charla con ustedes. 

JV y MC: Al contrario. Gracias a ustedes. 

JV: Un abrazote, Martín. 

MC: Abrazo, nos vemos en unos días. 

JV: Me debes tu camiseta 

MC: Sudada, ya sabes 

JV: Sudada como debe de ser 

DC: Juan Villoro y Martín Caparrós, dos cronistas en Los cronistas. 


* Entrevista realizada por los periodistas Daniel Chapela (@dchapela) y Octavio Sasso (@octasasso) el 04/10/2012 en el espacio radial Los Cronistas (@loscronistas), transmitido por Deportes Unión Radio 1090 de Venezuela.

** Trasncripción y edición de Daniel Mariani (@dlitro).