lunes, 30 de enero de 2012

Espejitos por oro

Como ocurría siglos atrás cuando los indígenas que poblaban nuestras tierras eran obligados por los colonos a dejarse la vida para excavar minas o encontrar piedras preciosas en los ríos, el fútbol venezolano explota la veta de su talento y pica la roca con el hambre de un cazador de fortunas. No hay muertes cruentas que lamentar, pero la búsqueda de El Dorado sigue presente como utopía y su paso desenfrenado abre surcos en la aridez.

Espejitos por oro. Los jugadores son vendidos al exterior sin importar los ciclos de formación, el nivel de la liga a la que irán o el perjuicio que sufren sus clubes; a cambio, llegan al país extranjeros de medio pelo o expatriados que desandan el camino para buscar en Venezuela lo que no encontraron en ultramar. Aunque los implicados miran hacia otro lado como con ellos no fuese la cosa, los resultados internacionales desnudan una realidad en la que no caben los eufemismos.

La calidad del torneo interno ha ido en franco descenso desde la expansión, y el comercio de futbolistas, sin regulación ni sentido común, agrava el panorama. De allí que la selección haya perdido todos sus últimos desafíos cuando apeló a elementos del campeonato doméstico o que el Caracas diera la triste imagen que ofreció en Montevideo la semana pasada. 

Desde que el Rojo accedió a los cuartos de final en la edición de 2009, ningún cuadro criollo superó la fase de grupos en la Libertadores y tampoco, a partir de la instauración del tercer cupo a disputar en una serie previa, ha habido camisetas venezolanas que la superaran. ¿Casualidad? El balance en la Sudamericana no es mejor y difícilmente lo será si acuden a disputarla conjuntos de la mitad de la tabla.

El problema no es físico. No se trata de que la preparación en ese apartado sea deficiente. Hace una década ese argumento podía tener asidero; en el presente, con preparadores capacitados en esas áreas integrados a los cuerpos técnicos, la aseveración dejó de tener sustento. El asunto está vinculado al estatus competitivo que una situación como la descrita genera. No hay suficiente estructura para soportar semejante diáspora y los capitales que ingresan por las transferencias internacionales engordan más los bolsillos de representantes e intermediarios que de las propias instituciones que negocian con su patrimonio. 

La selección produce beneficios gracias al sitial alcanzado en los dos últimos lustros, pero se deja jirones de prestigio con cada derrota aunque no sean los generales de cuatro soles quienes salgan a la cancha. Al futbolista citado le atrae la vitrina y la promesa de un posible traspaso, pero se expone a quedar marcado después de una mala actuación. Lo mismo ocurre con los equipos, cada vez más lejos de la trascendencia continental y ciegos ante esta dinámica que los debilita. 

El dueño del producto –y sus socios, lo sean o no de hecho– está en la obligación de preservar y fortalecer lo que tiene entre manos. La Vinotinto no es un recurso natural renovable. 

Sí hay maneras de elevar la calidad del espectáculo y controlar la fuga. Robustecer el mercado interno es una; crear un órgano que rija el fútbol profesional y sea capaz, por ejemplo, de gestionar divisas preferenciales ante el Gobierno nacional como han hecho sus similares del beisbol y el baloncesto, otra. Sobran opciones pero falta voluntad.

En tiempos de masificación mediática, de hinchadas que crecen y menos clandestinidad, los espejitos no valen como moneda de cambio.

Columna publicada en el diario El Nacional (30/01/2012)

lunes, 23 de enero de 2012

Sistema y graduandos

La victoria de Estados Unidos en el amistoso del pasado sábado moverá la clasificación en el ranking de la FIFA y dejará algunas conclusiones de utilidad al cuerpo técnico vinotinto. Evaluaciones individuales, variantes futuras, elementos a incorporar en el proceso y una nueva versión del debate respecto al sistema 4-3-3 (o 4-1-4-1 si se quiere ir más al detalle) que tanta comidilla dio en 2010. Desde la valoración que solo se ciñe al juego, habrá que concluir que la selección fue claramente superada por su rival y que Leo Morales fue el héroe en Phoenix con varias paradas de mérito.

El partido revivió los peores recuerdos del año que antecedió a la Copa América de Argentina. Lagunas colectivas, deficiencias en la mecanización de movimientos, problemas de elaboración y escasa profundidad fueron el sino de un equipo que corrió mucho pero no corrió bien. Los locales desbordaron en cada transición ofensiva aprovechando las amplias zonas libres que Venezuela cedía por no saber cómo ocuparlas. Puede simplificarse el análisis y afirmar que hubo gruesas concesiones defensivas, pero en la amplitud de la lectura habrá que detenerse también en la respuesta que brindó el grupo cuando manejó la pelota y concluir que tampoco atacó con criterio.

Hay condicionantes en la evaluación, vinculadas al escaso tiempo de trabajo de los convocados. No se trata del plantel que compite en las eliminatorias y eso rebaja el nivel de exigencia. César Farías marca el camino con la actividad permanente y la observación de primera mano de nuevos elementos; pero el planteamiento no ayudó a que brillaran nombres que pudieran integrar futuros llamados. La selección ejecuta un módulo que ya conoce de memoria y da la impresión que quien se sume debe asimilarlo como primer paso en la integración táctica. 

Miguel Mea Vitali fue de los que más padeció por el plan llevado a cabo en Estados Unidos. Como le pasó muchas veces a Tomás Rincón cuando el 4-3-3 era una bandera, al volante del Lara le tocó cubrir grandes sectores de terreno, con el agravante de no poder explotar lo mejor de sus características. Los desequilibrios y la pesada faena de cuidar sus espaldas y tapar los costados, lo arrastraron. Es una pieza con la que el entrenador cuenta para cubrir la baja de Franklin Lucena en la reanudación del premundial, de allí que acaparara miradas.

Andrés Rouga cumplió en una función a la que debe readaptarse para conseguir un lugar. Defender con orden es una responsabilidad que comienza en el primer atacante y termina en el arquero, lo que inhabilita para detenerse en elementos puntuales que expliquen el naufragio. El hombre de Táchira, desde el lateral izquierdo, estuvo más ocupado en custodiar su sector que en intentar la aventura de pasar de la mitad de la cancha. Es preciso con el balón y eso ayuda a que, con la colaboración de mediocampistas dinámicos, pueda ser una buena alternativa en la salida desde el fondo. Con las dudas que rodean a Gabriel Cichero y la opción de enriquecer esa demarcación, Rouga será una buena adición para la Vinotinto.

El tercero de los examinados fue Edgar Pérez-Greco. Respondió con un buen primer tiempo contra Costa Rica en Barquisimeto, pero en Arizona apenas pudo conectar con quienes debían generar juego desde el medio. Hizo dupla con Alejandro Moreno y ambos padecieron del mismo mal.

En dos días volverán a abrirse las aulas para enfrentar a México en Houston. Los promedios podrían subir y la lista de aprobados ampliarse para cuando los exámenes dejen de ser exploratorios y cuenten los puntos en la calificación.

Columna publicada en el diario El Nacional (23/01/2012)

lunes, 16 de enero de 2012

Viaje a la incertidumbre

El fútbol venezolano aplaude la fuga de sus talentos como quien ve partir a un familiar, afortunado por el llamado de ultramar y las perspectivas de un futuro mejor. Algunos entienden el éxodo como progreso o evolución; pocos analizan lo que la diáspora incide en el nivel de la competencia interna y lo que eso limita el crecimiento del espectáculo. Los equipos reciben ingresos eventuales por la venta o cesión de su patrimonio sin que la reinversión redunde en estructuras. El dinero fresco se escurre en nuevos fichajes que no mejoran lo que se fue y el círculo vicioso se retroalimenta para llenar de obstáculos el horizonte. 

Hay intereses que determinan y condicionan esta nueva realidad. Venezuela se abrió como mercado del balón y la debilidad de sus instituciones propicia que no haya cómo frenar la sangría. Con excepciones, son más los casos de jugadores que emigran antes de terminar su ciclo de formación, en condiciones poco favorables para su evolución profesional. Muchos regresan al país poco tiempo después y con frecuencia el tren no vuelve a detenerse en la estación que conduce al sueño.

La generación juvenil que clasificó al Mundial de Egipto 2009 representa un ejemplo paradigmático. Buena parte de esos valores recibieron ofertas para continuar sus carreras en el extranjero. De todos, solo Salomón Rondón –quien ya era ficha de Las Palmas– logró establecerse. Los otros hicieron el viaje de regreso con más pena que gloria y algún otro todavía batalla por hacerse un lugar en Europa, con el riesgo de ver perdido tiempo valioso en su progresión futbolística.

Están los que se marchan en una etapa de mayor madurez hacia destinos exóticos o con mínimas posibilidades de dar un salto de calidad en sus hojas de vida. La opción de ganar en divisas resulta siempre atractiva, aunque poco se mide el impacto a largo plazo que una decisión mal tomada puede acabar generando. Si bien hay agentes que manejan a sus representados con sentido común y legítimo interés en su bienestar, la norma es otra: el intermediario busca sacar tajada lo más pronto posible y cuantas más transacciones pueda concretar con un mismo elemento, mejor. Se trata de exprimir al máximo el producto y para ello se vale de la endeblez de la dirigencia, amén de los pocos escrúpulos de quienes, en posiciones de poder, viven del fútbol y no para él.

Los equipos –y la Federación como ente aglutinador– deberían abogar por una norma que controle los traspasos y establezca regulaciones en la labor de quienes buscan el lucro con la compra y venta de jugadores. Es la mejor manera de fortalecerse. El caso argentino está muy al alcance como para no percibir la señal de alerta: el comercio desmedido de talentos estranguló a clubes de gran tradición y provocó que en 2011 ningún conjunto de ese país apareciera en la final de la Copa Libertadores o la Sudamericana. Un hecho inédito que desnuda las consecuencias de un enorme despropósito que nuestro entorno comienza a incubar.

La economía del torneo local atenta contra la huida constante de elementos hacia el extranjero, pero en eso también deben trabajar los implicados para robustecerse. Son muchas las vías para conseguirlo, pero muy pocos los intentos reales para crear un ecosistema sólido que beneficie a todos y no amplíe más la brecha existente entre la Vinotinto y el campeonato doméstico. 

Por cada venezolano que triunfa en el exterior, hay decenas que no descubren el Nirvana en el intento. Con mejores narradores, es posible construir más finales felices.

lunes, 9 de enero de 2012

Para importar La Masía

El hilo que une al Brasil de 1970 y 1982 con la versión actual del Barcelona ya arrojó sus primeras consecuencias. La goleada que el equipo de Pep Guardiola le endosó al Santos en la final del Mundial de Clubes 2011, provocó un debate en el gigante del Sur del que participaron periodistas, dirigentes, entrenadores de clubes y hasta el seleccionador, Mano Menezes. El tema: cómo volver a las raíces y rescatar el eslabón perdido en el limbo resultadista.

La primera resolución fue anunciada hace pocos días por el propio Santos. Habrá medidas profundas para reformar todo el sistema de divisiones inferiores del cuadro que hizo grande Pelé, con el fin de promover y desarrollar un estilo más cercano e identificable. Los Neymar siguen surgiendo, pero el culto al talento individual absorbió el cuidado por la idea. Con La Masía –esa marca que el Barsa ha hecho universal– como norte, el camino a seguir lo señala ese ideario macerado y perfeccionado tras dos décadas de trabajo coherente. No con el fin de construir un clon sino de absorber parte de su esencia.

El modelo instaurado por el Barcelona para el trabajo de sus fuerzas básicas no es trasladable a otros contextos. Su patrón conceptual tiene un origen singular que se vincula a la idiosincrasia de la sociedad catalana, de la institución y de quienes se forman en ella. Pero aspectos más estructurales como organización; elección de futbolistas y técnicos que respondan a una manera de entender el juego; metodologías de entrenamiento, preparación física y fisioterapia que sigan esos mismos parámetros; y una política clara de promoción de las figuras emergentes hacia la alta competencia en los momentos indicados, sí pueden ser parámetros referenciales en otros contextos.

En nuestro medio, Caracas FC es el paradigma de esto por la apuesta sobre la que pretende sostener su funcionamiento. Ningún equipo en Venezuela invierte tanto capital monetario y humano para hacer de la cantera el punto de partida, el leit motiv de su filosofía. La diferencia estriba en los motivos. Mientras el Barsa se sostiene en sus cosechas para, a partir de la sublimación de una estética, imponer autoridad sobre sus rivales en España y Europa, los rojos dirigen sus esfuerzos hacia la exposición de sus piezas de más valor para acudir a mercados que las adquieran y dejen fondos que sostengan su economía.

La semana pasada fueron Alexander González y Josef Martínez, ambos transferidos al Young Boys de Suiza sin haber alcanzado aún los 20 años de edad. Antes fueron Ronald Vargas, Roberto Rosales y tantos otros que siguieron esa senda. Las ventas generan capital que luego se reinvierte en las bases, aminora el déficit y abre espacios para quienes piden paso en los conjuntos menores. Lo que queda por verse es si eso será suficiente para que lo deportivo no se vea afectado. El Caracas no ha podido titularse en los tres últimos torneos cortos y sus once coronas le exigen presencia constante en la Copa Libertadores. Dando vueltas olímpicas el modelo es sostenible en el tiempo; sin esas alegrías, la estabilidad siempre estará en riesgo.

Mientras consolida su proyecto, el Rojo debe ir encontrando la medida justa. Vender antes de tiempo o acelerar los procesos de maduración de sus valores, son riesgos que deben ser cada vez más calculados. Santos y su búsqueda, alumbrada desde La Masía, representa un aviso. Y aunque no hay una ruta única para garantizar el éxito, es el mejor espejo en el que mirarse.

Columna publicada en el diario El Nacional (09/01/2012)