lunes, 29 de octubre de 2012

El secreto mejor guardado

Franklin Lucena tiene la intuición y el conocimiento empírico propios de su terruño. Así como el llanero se guía por el canto del carrao que anuncia la llegada de las lluvias, el volante que desafía el mal agüero con el trece en la espalda adivina la estancia que invadirá el rival solo con un gesto. Y allí aparece para plantarse con la autoridad del caporal que conoce cada metro del terreno que pisa. Con paso lento pero firme, nadie duda quien manda por sus pagos. 

Los Lucena son una estirpe en Acarigua. Johnny fue un mediocampista chispeante y habilidoso que contaba con un potente remate y llegó a integrar la selección nacional en tiempos de José Omar Pastoriza. Pedro transitó los estadios criollos como delantero de varios equipos de primera y segunda división. Los tres llegaron a coincidir en el Portuguesa, el club en el que Franklin –el menor de la saga– debutó como futbolista profesional. 

La madurez y los primeros llamados a la Vinotinto llegaron ya como integrante del Caracas FC. Pocos conocen que parte de su formación la hizo en las categorías inferiores rojas cuando el mayor de los hermanos lo trajo a la capital. Antes fue parte del plantel del Táchira. Allí conoció a César Farías y Manuel Plasencia, sus entrenadores en el Aurinegro. Ambos destacan la curiosidad táctica como una característica que lo define y explica su crecimiento en una demarcación poco prolífica de talento en el medio local. 

El Lucena de hoy es una pieza indispensable en el funcionamiento de la selección. Su conocimiento del juego se resume en varios elementos no suficientemente valorados. Tiene un notable manejo posicional de su área de influencia. Anticipa en el quite, lo que reduce el número de faltas que comete y lo convierte en elemento esencial para las transiciones ofensivas. Es inteligente en la elección de los momentos de repliegue, achique o desplazamientos laterales. Sabe reorientar la circulación, característica fundamental para buscar desahogos cuando el rival presiona. Tiene capacidad para complementarse con pares de diferentes perfiles (Tomás Rincón, Luis Manuel Seijas, Evelio Hernández). 

Los compañeros reconocen su liderazgo dentro del campo. No lleva la banda de capitán pero es de los que más imparte instrucciones para corregir o arengar. En él se condensa el tópico que identifica a cierta estirpe como la extensión del técnico en la cancha. Y algo que habrá que comenzar a adjudicarle para hacer plena justicia a su figura: mejora a quienes se ubican a su lado. 

Hay una estadística contundente que explica su grado de ascendencia en el equipo nacional. Desde que en octubre de 2008 formara la dupla con Rincón para enfrentar a Ecuador por las eliminatorias a Sudáfrica 2010, la Vinotinto ha perdido un solo partido oficial de 14 disputados entre premundial y la última Copa América. Con él como mediocentro titular el porcentaje de puntos obtenidos roza el 60%, una cifra significativa e irrebatible. 

Su carácter competitivo queda retratado en dos momentos esenciales: el penal fallado en la semifinal contra Paraguay de Argentina 2011 y la grave lesión (rotura de ligamentos cruzados en la rodilla derecha) sufrida en un clásico contra Táchira a finales del año pasado. De ambos episodios se recuperó con entereza. Como rezan en su tierra, “el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta”. 

Menos mediático que la mayoría de sus colegas, Franklin Lucena es el secreto mejor guardado del fútbol venezolano. 

Columna publicada en el diario El Nacional (29/10/2012)

lunes, 22 de octubre de 2012

Cuando el cómo es importante

El último partido de eliminatorias dejó más elementos abonados a la cuenta de los tópicos que explicaciones satisfactorias sobre el funcionamiento de la selección. La ristra de lugares comunes es variopinta: los jugadores del torneo local disminuyen la capacidad competitiva de la Vinotinto; la condición física debe revisarse porque el equipo se fatiga en los segundos tiempos; se cedió voluntariamente la posesión de pelota al rival; o no hubo suficiente agresividad en ataque para buscar una victoria impostergable y decisiva. 

Una lectura reposada del choque contra Ecuador entrega numerosos elementos para el análisis y conclusiones esclarecedoras. Hubo altos picos individuales que conviene no pasar por alto. Dani Hernández volvió a ser una garantía en el arco. La dupla Perozo-Amorebieta aprobó en todos los aspectos de la valoración (complementariedad, manejo de la zona, anticipación, relevos a los costados, duelos individuales). Arango fue determinante por su capacidad para percutir en la media distancia y porque cada tiro libre suyo es una promesa de gol. Josef Martínez interpretó con buen criterio su papel de okupa de los espacios baldíos. Y Lucena, un mediocentro tan brillante y lúcido como infravalorado, fue el dueño del primer pase, gestor de las transiciones y el mejor predicador del ideario fariísta dentro de la cancha. 

Venezuela no fue tímida en su última presentación. En la elección de los titulares y la asignación de los roles hubo una intención manifiesta de proponer a partir de la tenencia del balón. Basta revisar las pocas veces que optó por el envío largo y las numerosas ocasiones en las que eligió la asociación, incluso en el inicio de las jugadas en zona de defensores. Las respuestas a las falencias (que alguno podría catalogar de relativas si se atiende a que hubo seis remates criollos entre los tres palos) podrían encontrarse en dos antecedentes cercanos: el duelo en Asunción y la visita de Chile a Puerto La Cruz del pasado mes de junio. 

El problema no fue que la selección atacara sino cómo lo hizo. En Defensores del Chaco dio muestras del camino. Con el bloque más adelantado, las sociedades se establecieron alrededor de la pelota, con movimiento y circulación permanente, más gente involucrada, mayores opciones de abrir pasillos para filtrar pases, darle fundamento a los movimientos en diagonal de los atacantes y lograr profundidad. 

Contra Ecuador la puesta en escena no estuvo a tono con las intenciones. Las distancias entre quienes buscaban el arco contrario eran amplias y el estatismo de los posibles receptores una constante. ¿Consecuencia? Más pérdidas de pelota, nula generación de caos en las ordenadas líneas meridionales y mayor recorrido para la recuperación tras cada robo de los de camiseta amarilla. 

La sombra chilena es lo menos comprobable por intangible. Pero es válido pensar que muchas de las decisiones tomadas por el entrenador y por los futbolistas en el terreno estuviesen condicionadas por el recuerdo de aquella dolorosa derrota en los tramos postreros del partido. Hubo un momento en que asegurar un punto y no perder tres pasó a ser objetivo prioritario. 

Los cinco meses que restan hasta el próximo compromiso oficial (contra Argentina, 22 de marzo de 2013) deben servir para acabar de darle forma a la idea ofensiva que la selección está gestando en esta fase de su evolución. Las cuatro citas en casa del próximo año serán exámenes rigurosos para ponerla a prueba. 

Columna publicada en el diario El Nacional (22/10/2012)

lunes, 15 de octubre de 2012

La piedra fundacional

Ecuador trazó una línea en el ciclo de César Farías como seleccionador nacional hace cuatro años. El DT asumió el cargo en enero de 2008, pero el 15 de octubre del mismo año quedó establecido como fecha de nacimiento oficiosa de su proceso. Ese día, en uno de los períodos más críticos de la gestión que ya se acerca al lustro de vida, tomó decisiones que resultaron fundamentales para explicar el presente. Unas vinculadas a apuestas personales por nombres que asumirían el relevo generacional y otras de tipo estilístico que, aunque no en el corto plazo, acabarían forjando el modelo que hoy identifica a la Vinotinto. 

Venezuela llegó a aquel partido con el pesado fardo de cuatro derrotas consecutivas y el descrédito de la opinión pública. La goleada frente a Brasil tres días antes (4-0, estadio Pueblo Nuevo de San Cristóbal) había generado una corriente crítica que cimbró al cuerpo técnico. Los niveles de aceptación se reducían, al tiempo que las comparaciones con el período exitoso de Richard Páez aparecían en voz de analistas y aficionados. 

El escenario fue el mismo que recibirá mañana al rival de entonces por la décima fecha de las eliminatorias: el José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz. Allí Farías lanzó el primero de muchos órdagos desde que se convirtió en el timonel de la selección. Armó el equipo con la dupla Franklin Lucena-Tomás Rincón en la zona central del mediocampo; le entregó el lateral derecho a Roberto Rosales y puso a Maestrico González como socio de Juan Arango en el sector de los volantes ofensivos. La apuesta, refrendada con una exhibición de fútbol asociado en el segundo tiempo, le permitió levantar un gol en contra e imponerse con autoridad 3-1. 

Aquel fue el arranque de una segunda vuelta productiva que se saldó con 14 puntos. Una renta que, proyectada, le valdría la clasificación a Brasil 2014. 

Farías transitó después por otros altibajos y algún período más de inestabilidad popular hasta que consolidó su idea en la Copa América de Argentina. Desde entonces, la Vinotinto fortaleció sus convicciones, enriqueció sus registros de juego y ganó en profundidad. Con esos elementos pasó de ser la Cenicienta de los lugares comunes a esta realidad en la que los sueños mundialistas se sustentan sobre bases tangibles. 

El estilo se fue moldeando en estos cuatro años. Aquella versión que enfrentó a los ecuatorianos en 2008 construyó su triunfo con trazos más atribuibles a la obra de Páez que a lo que se asumía como el ideario de Farías. En el trayecto hubo ensayos con distintos sistemas, alternativas y espacio para la camada que hizo sonar el himno nacional en Egipto 2009. Y un crecimiento notorio en madurez y métodos en el propio preparador, respaldado por un colchón sin choques oficiales que le permitió acabar de diseñar e instaurar su prototipo. 

¿Cuál es? Uno multiforme y flexible, adaptado al momento y al oponente, amplio en variantes y difícil de estandarizar bajo patrones comunes. Con solo algunos indiscutibles y una plataforma robusta que lo aleja de la dependencia de piezas puntuales. Una selección con el funcionamiento de un club. 

Con mucha más autoridad que aquel 15 de octubre, Farías irá otra vez con la suya. Evelio Hernández, Edgar Pérez Greco, Alexander González y Josef Martínez representan las novedades en una formación con espíritu ofensivo. Como la que cuatro años atrás puso la piedra fundacional de esta Vinotinto competitiva. 

Columna publicada en el diario El Nacional (15/10/2012)

lunes, 8 de octubre de 2012

Juan Villoro y Martín Caparrós en Los Cronistas


La crónica es el género periodístico que inspira nuestro programa. Dos de los grandes exponentes de este modo de acercarse y contar la realidad son Juan Villoro y Martín Caparrós, coautores del libro Ida y Vuelta, un compendio de crónicas en clave epistolar escritas durante el Mundial de Sudáfrica 2010. 

Juan Villoro nació en Ciudad de México en 1956, de padre catalán es pública su afición por el Barcelona y la admiración al genio de Diego Maradona. Villoro es autor del libro de crónicas Dios es Redondo, la colección de cuentos La Casa Pierde y de las novelas Arrecife y El Testigo, esta última merecedora del premio Herralde. Ha cubierto las copas del mundo Italia 90, Francia 98, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Sus crónicas futboleras fueron merecedoras del Premio Internacional de Periodismo: Manuel Vásquez Montalbán. 

Martín Caparrós vio la luz en Buenos Aires en 1957. Se hizo historiador en la Universidad de la Sorbona en París. Vivió en Madrid y Nueva York. Ha dirigido publicaciones dedicadas a la literatura y a la cocina. Además de colaborar para medios radioeléctricos en su país. El diario deportivo Olé suele publicar sus columnas dedicadas al fútbol y es uno de los grandes cronistas de habla castellana. En este género es autor de textos referenciales como Argentinismos, Larga distancia, Dios Mío, Amor y anarquía, El Interior o Contra el cambio. Novelas como Ansay, Los infortunios de la gloria, No velas a tus muertos, La noche anterior, Un día en la vida de Dios, Valfierno o A quien corresponda han sido traducidas a una docena de lenguas. 

Hoy, a dos años del nacimiento de nuestro programa, Los Cronistas tienen el agrado de invitar para celebrarlo a dos de los más importantes cronistas de Latinoamérica: Juan Villoro y Martín Caparrós. 

Daniel Chapela: Juan Villoro, bienvenido, qué gusto poderlo saludar. 

Juan Villoro: ¿Cómo están? 

DC: ¿Dónde ubica en su memoria el punto más lejano de la relación que estableció con el fútbol? 

JV: Por la radio, recuerdo muy bien las transmisiones del Mundial de 1962 en el que participó México. Como siempre con enorme esperanza. Ahí jugamos como nunca y perdimos como siempre con un gol de último minuto que nos anotó Gento, de la selección española, empatando un partido después de que México le había ganado promisoriamente a Checoslovaquia 3-1, que fue el país que quedó en segundo lugar. Entonces fue un Mundial de grandes ilusiones y grandes decepciones. Yo tenía entonces 6 años y pues ahí ya aprendí que, para los mexicanos, el futbol es un asunto para estoicos. 

DC: En 2010, usted y Martín Caparrós mantuvieron un intercambio epistolar durante el Mundial de Sudáfrica que derivó en el libro Ida y Vuelta, un conjunto de crónicas que combinan la mirada directa del testigo y la visión periférica de quien vive el evento desde la distancia. ¿Ese ida y vuelta fue espontáneo? 

JV: Sí, afortunadamente hemos podido tener una amistad que ha pasado por unas pruebas difíciles pero todas ellas superables. La más dura de todas es la continua victoria de Argentina sobre México por alguna razón quizá atribuible a los dioses aztecas que no funcionan del todo bien. Nos encontramos en el cuarto partido del Mundial en dos ocasiones seguidas con Argentina y en ambas nos han ganado. Entonces es una amistad que se ha sobrepuesto a esto y también al hecho de que Martín Caparrós es un hincha del Real Madrid en España y yo del Barcelona. Pero qué sería de la amistad sin la sabrosa oportunidad de pelearse con los mejores amigos. 

Octavio Sasso: Martín Caparrós, un gustazo saludarlo, bienvenido a Los Cronistas. 

Martín Caparrós: Hola, ¿cómo están? 

OS: Martín, ¿qué tipo de mirada prefiere para la crónica vinculada al fútbol: La que nace en un estadio envuelta en la pasión del juego, las hinchadas o aquella que alumbra en el entorno, es decir, en el borde externo de esos 90 minutos de juego? 

MC: Bueno, un cronista siempre está de algún modo en el borde externo aunque pretenda lo contrario. Así que por qué no aceptarlo y ponerse donde de todas maneras no hay forma de no estar. Pero, lo escuchaba recién a Juan contando cómo su primer contacto con el fútbol fue a través de la radio y yo recordaba que el mío en realidad fue a través del diario. Fue un diario que leí cuando tenía también como cinco años donde decía que un equipo de fútbol que se llamaba Boca, o algo así, había salido campeón de Argentina en el año 62. El mismo año del que él hablaba. Y pensaba que es curioso que entre nuestras numerosísimas semejanzas, tenemos esta diferencia que él empezó escuchando la radio y yo empecé leyendo el diario. Por eso él sabe hablar y yo no sé escribir. 

DC: Juan ¿qué valor tiene la crónica como discurso en una sociedad cada vez más saturada de información y, en el caso del fútbol, de información vinculada a la noticia pura y dura, al resultado, a la anécdota? 

JV: Bueno, yo creo que una de las cosas más interesantes para entender un país, para entender una sociedad es saber por qué la gente se divierte y cómo se divierte. El fútbol es la forma de entretenimiento mejor repartida y organizada del planeta. Entonces, dar cuenta de ese suceso a mí me parece sorprendente y fascinante. Yo, en lo personal, considero ser más un aficionado a la afición que un cronista del juego. Como hincha deportivo, soy tan desesperado y supersticioso como cualquiera. Lo único que deseo es que gane mi equipo, si es necesario de penalti injusto de último minuto. Pero no pienso que, como cronista, yo le agregue sapiencia deportiva al juego o explicaciones tácticas, no es esa la función. Sino más bien explorar una forma de la pasión. Por eso me gustó tanto colaborar con Martín Caparrós en el libro Ida y Vuelta porque también es la historia de una amistad y todos sabemos que el fútbol no tendría sentido si no lo pudiéramos compartir con la gente que queremos, entonces ahí hablábamos de la pasión generalizada por el fútbol pero también de la pasión que se fragua entre amigos que comentan un partido. 

Juan Villoro (EFE)


DC: Martín, usted vivía cada episodio desde Sudáfrica en algunos casos, desde países africanos en otros... ¿Cómo fue esa mirada, qué tan cercana fue? 

MC: Bueno, salvo un día que inesperadamente conseguí ir a la cancha en Johannesburgo y vi el único partido decente de la Argentina que le ganó a Corea 4 a 1, demostrando claramente que me necesitaban pese a que no se habían dado cuenta, fuera de eso vi los partidos desde donde se ven los partidos. Los partidos ya no se juegan en un espacio físico determinado, en un terreno de juego, en un césped verde y esas cosas, sino en las pantallas de los televisores del mundo. Y realmente tuve que verlos en las pantallas más diversas. Empezando por Bangladesh y siguiendo por, no me acuerdo ya, Alejandría, Zambia, Uganda y otros lugares igualmente improbables. Y era curioso agregarle al hecho de que estábamos mirando con Juan los mismos partidos, las diferencias entre los lugares desde los cuales los mirábamos. Él desde la patria digamos, desde el sitio al que irradiaba el fútbol esperanzado y derrotado que siempre es el mexicano y yo desde la nada misma, desde un mundo que se reconoce como uno solo muy de vez en cuando, cuando pasan cosas como los mundiales y demás y eso es, como decía Juan recién, lo que hace buena parte del interés a todo esto. Aceptar que hay pocas instancias tan globales, tan unificadoras quizás, tristemente unificadoras como el fútbol en nuestros días. 

DC: Martín, uno entiende la mirada propia porque tiene relativo control sobre ella. ¿La mirada televisiva cómo es? 

MC: La televisión, por supuesto, encapsula y empequeñece al fútbol. Pero al mismo tiempo es así como lo vemos, o sea, tiene muchos efectos el hecho de que el fútbol se vea por televisión. Entre otras cosas, lo que he estado llamando últimamente el "fútbol foca". Es decir, como es una cámara que muestra muy de cerca las habilidades de los jugadores, ya nos hemos acostumbrado a que lo que importa no es el juego de equipo, no es el despliegue de 11 personas en un campo de 90x120 sino la pequeña habilidad personal. La cámara está transformando el deporte en algo cada vez más individual e individualizado. Supongo que el gran ejemplo de esto es el señor Cristiano Ronaldo, que es un gran malabarista y un pésimo pasador de pelota. 

OS: Les voy a hacer una pregunta a los dos. Empezando por Juan. ¿Cuánto cree que cambió el género en Latinoamérica desde las primeras crónicas que escribieron ustedes hasta el presente? 

JV: Bueno, creo que sería pretencioso decir que ha cambiado mucho. Hay antecedentes muy notables que ya nos habían abierto el camino. Desde las crónicas argentinas de Borocotó, las de Osvaldo Soriano, los cuentos de Fontanarrosa, futbolistas que escriben muy bien como Jorge Valdano. He citado casi puros argentinos, está también Fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano y en España Manuel Vásquez Montalbán. Entonces, había un trabajo previo y creo que nosotros nos hemos beneficiado de esa capacidad de combinar lo público y lo privado de los grandes cronistas y también un interés repartido suficientemente en los periódicos y los medios como para que los fenómenos de cultura popular sean un hecho social. Ahora no extraña tanto eso y yo creo que esos precursores autorizaron para que se pudiera hablar del tema. Mientras escuchaba ahora a Caparrós quedaba muy clara una cosa, que el libro Ida y Vuelta, que hicimos en una correspondencia, define no solamente lo que es el fútbol para dos amigos sino también la manera en que hoy en día vemos futbol. Él estaba como un nómada recorriendo los más diversos lugares del mundo. Él estaba deslocalizado y yo estaba anclado aquí en mi país. Y pienso que el libro tiene que ver con la dimensión inevitable que la red ha tenido en la imaginación de los aficionados que es la meta del futbol, el sitio donde van a caer los goles, pero también con la nueva red. El hecho de que nosotros podemos circular en el espacio virtual en esa cancha del mundo que es Internet. De modo que es ahí donde se encuentra el fútbol. Entonces creo que hacer crónica, al hablar de un hecho puntual, de lo mucho que nos dolió o nos alegró un gol también podemos hablar de nuestro tiempo, de la época y la forma misma de hacerlo, esta correspondencia por Internet, habla del primer Mundial que se vivió simultáneamente en las redes de la portería y en las redes sociales. 

MC: Sí. Yo creo, retomando lo que decía Juan Villoro recién, que estos precursores nos permitieron entre otras cosas hablar de fútbol desde un lugar módicamente intelectual sin tener que pedir disculpas por ello. Durante muchos años hasta hace quizá 20 o 30, la mayor parte de los escritores intelectuales latinoamericanos condenaban abiertamente al fútbol, incluso si lo disfrutaban en privado, pero públicamente el fútbol era este modo de opio de los pueblos que distraía a los pueblos de su verdadera vocación de cambio y todas esas cosas. Yo creo que esa idea quizá tenga parte de verdad, pero era muy simplista porque sólo sería, si acaso, una pequeña parte. De a poco se fue abriendo el lugar a este interés por entender este gran fenómeno cultural que es el fútbol. Y eso creo que nos permitió en el libro Ida y Vuelta, escribir de fútbol sin tener que pedir disculpas por hacer de vez en cuando referencias más o menos culteranas o por utilizar el lenguaje que teníamos ganas de utilizar. Yo creo que si algo hay de escaso, pero finalmente un poquito distinto dentro de este libro, es el permiso para escribir de fútbol sin tener que escribir en un idioma peculiar que sería el idioma popular futbolero sino escribir con nuestra propia lengua sobre este fenómeno. 

DC: ¿Hizo algún mérito el fútbol, Martín, para ganarse ese lugar? 

MC: No sé si el fútbol hizo méritos. Yo creo que no. El fútbol siempre fue lo mismo. El asunto es cómo lo miramos. Desde dónde, con qué expectativas y quizá incluso en el hecho de que se haya ganado ese lugar tiene que ver algo que a mí me duele un poco que es la caída en las expectativas de cambio político importante en nuestros países que hace que decir que esto distrae a nadie de nada no tenga sentido porque no se ve muy claro de qué objetivos podría distraernos. 

OS: Juan, ¿cómo cree usted que se relaciona el mexicano con el fútbol? 

JV: El mexicano se relaciona con dosis idénticas de ilusión y resignación. El mexicano ha aprendido que la única manera de disfrutar del fútbol es convirtiendo al público en su propio espectáculo. Nosotros vamos a la cancha a gozarnos a nosotros mismos, con la comida que llevamos, con la manera en que nos adornamos, nos vestimos con mantas hechas con chile serrano, llevamos sombreros de Pancho Villa, penachos aztecas, inciensos, vagamente mallas… y todo esto nos divierte enormemente sabiendo que lo que ocurra en la cancha es simplemente el pretexto para estar ahí. En tiempos más recientes las selecciones mexicanas, especialmente en sus fases juveniles, se han vuelto competitivas pero no los son tanto en la selección mayor. Al menos todavía, esperemos que el Mundial de Brasil sea una sorpresa en ese sentido. Martín Caparrós se pregunta en su libro Boquita cómo le hacen la personas que pertenecen a países perdedores para ilusionarse tanto durante un Mundial, puesto que no pueden tener expectativas reales de que su equipo llegue lejos y justamente ese es el caso de los mexicanos que tenemos una extraordinaria capacidad de autoengaño y siempre sabemos que para nosotros la fantasía y la ilusión deben ser superiores a la realidad. Entonces creo que en México quien ha hecho más esfuerzos en el juego es el público. 

DC: En eso, te cuento Juan, que se parece bastante a la relación que el venezolano establece con el fútbol. 

JV: Desde luego, creo que ustedes pueden entender esto perfectamente. 

DC: Totalmente, es mucha más ilusión que realidad. Martín ¿esa misma relación tiene…? 

MC: Yo no quiero aminorar estas ilusiones, estas nuevas ilusiones mexicanas. Solo podría recordarle a Juan Villoro que la Argentina ganó varios mundiales juveniles en los últimos 15 años y no por eso llegó mucho más allá de ganarle a México en los mundiales de verdad. 

JV: Ya es suficientemente grave para nosotros. 

MC: Quizá lo que consigan con esto de haber ganado los olímpicos es empatarnos la próxima vez o algo así. Hasta ahí podríamos llegar. Pero por alguna razón estas victorias juveniles no se traducen en victorias maduras, en victorias adultas y quizá una de las razones por la que esto sucede tenga que ver con la razón que hace que el público argentino también vaya a celebrarse a sí mismo, que no es la misma que la que decía Juan recién con respecto al público mexicano y me explico: aquí desde hace una veintena de años los clubes ya no son lo que eran en el sentido de que ya no hay lealtades. Los jugadores pasan por los clubes muy rápido en principio para ir a otro club más rico, más prestigioso y para seguir después camino hacia Europa que en definitiva es lo que quiere un jugador argentino cuando tiene 10 años y empieza a pegar una pelota, ese chico lo que quiere es que lo vendan a Europa alguna vez. Entonces esto hace que los equipos no sean una unidad de identidad fuerte, ya no sabemos los equipos de memoria como cuando yo era chico y el público ha tomado esto, los hinchas hemos tomado esto y queremos creer que lo único que permanece y dura en este vaivén incesante de jugadores somos nosotros, los que estamos afuera. Hay hasta canciones. Hay una que canta mucho la tribuna de Boca que es: “Pasan los años, pasan los jugadores, la 12 está presente y no deja de alentar” Siendo la 12 la hinchada de Boca que dice exactamente y con muchas menos palabras esto que yo he dicho tan confusamente. O sea, aquí el público se celebra a sí mismo porque ya no hay un equipo permanente, unos jugadores fieles a los que celebrar. 

Martín Caparrós (Libros y Letras)


DC: ¿Cuánta de la idiosincrasia argentina se explica a partir del fútbol? 

MC: Si acaso se pueden encontrar cuestiones de la argentinidad que supongo se explican a partir del fútbol y viceversa. Hay algo que el otro día veía en un artículo de la revista El Gráfico, una clásica revista deportiva argentina, que en los años 20 celebrara el hecho de que los jugadores argentinos que estaban jugando, en este caso contra un equipo inglés, habían sorprendido a los ingleses porque hacían cosas raras. Daban vueltas con la pelota, la mostraban y la ocultaban, hacían esto que ahora se llamaría un gambeta, un regate, según el lugar donde se diga, cosa que no estaba tan incluída en la idea original británica del fútbol. Eso supongo que tiene que ver con lo argentino. Esta idea de engañar, por ejemplo, es de lo más argentino que hay y eso en el fútbol de hoy se cotiza mucho. 

JV: Sí, y Boroctó que mencionaba yo hace un momento y que escribía en El Gráfico, propuso un monumento al dribbling. Que era justamente un monumento a la picardía de barrio que Argentina le había aportado al fútbol escondiendo la pelota. 

MC: Sabes que también estaban muy sorprendidos los ingleses porque algún jugador argentino lo que había hecho en un momento que estaba apretado contra la raya por su marcador, había hecho rebotar la pelota en las piernas del marcador para que saliera afuera y el lateral por consiguiente fuera para este equipo argentino y no para los ingleses. Les pareció sorprendentísimo. Cosa que ahora forma parte del repertorio de cualquier jugador de fútbol. 

OS: Juan, es conocida su afición por el Barça. ¿Cómo le resulta habituarse hoy en día a un Barça sin Guardiola? 

JV: Bueno, eso va a ser muy difícil porque cuando llegó Guardiola supimos de inmediato que nosotros íbamos a gozar mucho más con los triunfos y sufrir mucho más con las derrotas porque él emblematizaba como nadie más lo que significa pertenecer a una entidad. Fue recogebolas del Camp Nou cuando era niño, empezó en las fuerzas inferiores, vivió en La Masía donde se han fabricado los mejores jugadores de la cantera barcelonesa, perteneció al Dream Team de Johan Cruyff y finalmente se hizo cargo del equipo. Entonces es un símbolo de Barcelona solo comparado con la vírgen de Montserrat y en eso no hay manera de competir con él. Además es un extraordinario comunicador cosa que no es Tito Vilanova. Pero bueno, el equipo quedó bien armado, quedó montado, hay buenos fichajes, Vilanova entiende perfectamente ese sistema y yo creo que con el impulso adquirido, el Barça tiene para una o dos buenas temporadas. Creo que lo más difícil para Vilanova va a ser gestionar conflictos con lo que es un vestidor con tanta estrellas, problemas con la directiva que inevitablemente van a aparecer porque es una directiva que participa muy poco con el equipo, que lo defiende poco, que no tiene un proyecto muy claro. También la relación con los medios que en España es terrible y que además ahora también se está recrudeciendo mucho por la posibilidad de que se haga un referéndum en Barcelona y que el país Catalunya quede en vías de una posible independencia. Alguna vez Manuel Vásquez Montalbán dijo que lo que mantenía a Catalunya dentro de España no era la ONU sino la UEFA, porque el Barça difícilmente pudiera jugar en la Liga Española si perteneciera a otro país. Está el caso del Mónaco, pero sigue siendo una excepción. Esto ahora va a politizar mucho las discusiones y tendrá que enfrentar lo que Johan Cruyff llamaba “El entorno”, esta caverna mediática de presión extrema. Para Tito Vilanova ahí aparecerán sus pruebas fuertes. Tuvo que tomar decisiones difíciles en el partido de vuelta para la Supercopa frente al Real Madrid y ahí no se vio muy inteligente ni flexible, pero ha estado buscando ahora algunas variantes de interés para el equipo. Entonces, resumiendo, creo que tiene unos dos buenos años por delante. 

DC: Juan ¿y como testigo de ese prodigio de equipo que fue el Barça de Guardiola, de qué tamaño cree que fue su legado? ¿O debemos pensar que aún está por determinarse? 

JV: Siempre es complicado comparar épocas y momentos. Yo creo que ha sido un equipo único que, como dijo alguna vez Martín Caparrós, borró las nociones de lo que es estar adelante o atrás en la cancha. Toda la geografía del césped cambió porque jugaban de la misma manera en su propia área que en la del contrario. También el hecho de que se apoderaron del tiempo de tal manera que su posesión era absoluta en lo que toca al balón y jugaban del mismo modo al principio que al final del partido. Los goles que hicieron con combinaciones de alta trigonometría pertenecen también a la historia del arte. Fue un equipo notabilísimo, uno de los que más se ha podido disfrutar y seguramente ese tipo de juego, con jugadores bajitos que no juegan al segundo sino al tercer pase, perdurará como un legado muy importante. 

OS: Martín, Ud. vivió en España también. Fue testigo de esos capítulos recientes de la rivalidad Barça-Madrid, de esa confrontación que existió entre Guardiola y Mourinho, Messi-Cristiano Ronaldo. ¿Qué quedó de todo esto? 

MC: A mí lo que me queda antes es el placer o la refrendación del por qué me gusta escuchar a Juan Villoro. Porque yo alguna vez traté de decir algo de que el Barcelona daba pases en el área contraria como en el resto de la cancha y él lo traduce como que borraron los límites de la geografía del campo o algo así. Y encima me lo atribuye. ¿Qué más puedo pedir? Evidentemente yo puedo balbucear y él lo pondrá en prosa ciceroneana. Realmente es una ventaja extraordinaria. Fuera de eso, yo he tenido grandes problemas con este enfrentamiento entre el Barcelona y el Madrid en los últimos años. De hecho, pese a la fe madridista que me atribuyó Juan hace un rato, yo publiqué un artículo hace muy poco contando que estoy muy cerca de la apostacía, muy cerca de algo que uno no hace, en realidad estoy más que muy cerca de algo que uno no hace que es descubrir que prefiero, en los partidos del Madrid y el Barcelona, que gane el Barcelona, porque me gusta tanto como juega que rompe eso con cualquier supuesta fidelidad, que no era poca, que pude tener con el otro equipo. Eran dos modelos de fútbol absolutamente antitéticos y para mí estaba muy claro y sigue estando muy claro cuál es el que me gusta, cuál es el que me da placer. No sé qué dirá la historia pero yo nunca he visto un equipo que juegue tan bonito como el Barcelona. 

DC: Martín, ¿y qué le produce ver a Messi en una cancha? 

MC: Un placer extraordinario. Hace relativamente poco, unos 4 o 5 meses fui por primera vez al Camp Nou y lo veía antes del partido. Fue un partido contra el Madrid, que ganó el Madrid y por el cual se llevó la liga del año pasado. Lo veía peloteando, calentando con Dani Álves y en un momento me dio miedo que me dijeran: “Bueno, ya está, tienes que irte. Esto fue todo. Esto es lo que valió tu entrada”. Porque era tan maravilloso verlo así, solamente calentando y tocando la pelota que daba la sensación que ya alcanzaba, que si quería más tendría que hacer algún sacrificio especial. Es un jugador extraordinario que además tiene la curiosa cualidad de no parecer casi extraordinario. Hace todo tan simplemente y con tal falta de dramatismo que uno tiende a habituarse a lo que hace y a creer, cuando se descuida, que son cosas normales estas de pasar a quien quiera, de hacer goles a repetición, de dar dos o tres pases perfectos para que otros los terminen. Pero lo hace. A diferencia de Maradona que era muy dramático. Que parecía que estaba todo el tiempo al borde del abismo. Messi lo hace con total naturalidad, como si nada fuera más simple y te engaña. 

OS: Y a usted, Juan ¿qué tipo de emociones le produce Messi? Porque alguna vez leímos una entrevista donde afirmaba que Maradona fue el mejor jugador que vio. ¿Le cambió en algo su percepción en este último tiempo? 

JV: Cuando yo hablo de Maradona no solamente hablo del futbolista sino del personaje. Yo creo que es un personaje todavía único y absolutamente inimitable por lo que significó para Argentina. Nunca un jugador de fútbol ha gravitado tanto en un equipo como él lo hizo en el Nápoles cuando conquistaron el squdetto o como lo hizo en México en el 86. Brasil podría haber sido campeón sin Pelé en 1970, pero solamente Maradona podía llevar a esa Argentina al título de ese modo. Es un jugador muy especial también por sus frases, por su vida de altibajos afuera de la cancha, en fin, es un jugador en ese sentido del tamaño de una leyenda. A Messi todavía le falta ganar un Mundial, le faltan muchas pruebas, es muy joven, es un jugador absolutamente soberbio, un jugador con una capacidad de recuperación ante las faltas, es notable como no le marcan penaltis porque al fin de cuentas los árbitros también son aficionados al futbol. Y quizá son los máximos aficionados al futbol porque quién acepta que le recuerden la deshonra de su madre todos los días con tal de estar cerca de los ídolos. Y el árbitro está cerca de Messi y considera generalmente que la capacidad de recuperación de Messi es tan absoluta que continuará la jugada. Muchas veces no le marcan penalti por eso y también porque el árbitro, como hincha absoluto del futbol, está tan absorto que se traga el silbato. Es un jugador absolutamente único que nos devuelve la confianza en lo que el fútbol tiene que ver con la infancia. 


OS: Martín, ¿cómo es la vida sin Riquelme? 

MC: Triste. Triste como un día sin pan. Triste como una noche que no acabara nunca. Ayer estuve en La Bombonera después de meses porque estuve de viaje mucho tiempo y durante ese viaje se retiró Riquelme. Ayer estuve ahí y vi una vez más lo que había entrevisto por televisión, es un equipo que no sabe qué hacer sin él. Era el último jugador a quien íbamos a ver sabiendo que, aunque no viéramos nada más, alcanzaba poder mirarlo parar una pelota y levantar la cabeza para inventar con un pase algo que nadie había visto antes. Es una verdadera lástima. 

DC: Juan ¿y cómo ha hecho para compensar el despecho del Necaxa? 

JV: Con dosis de estoicismo a las que estoy acostumbrado desde niño porque no solamente en México te tienes que acostumbrar a los altibajos de la Selección Nacional sino también a los de tus equipos y escoger un club de alguna manera define cómo transcurrirán tus domingos. El Necaxa nunca fue un equipo fácil de apoyar. Durante 57 años no ganó el título. Un equipo que ha desaparecido dos veces del primer circuito. Un equipo de rebeldes que trató de organizar el único sindicato de futbolistas que hasta la fecha ha habido en México y que acabó con la carrera de varios jugadores. Un equipo que se negaba a cobrar en los orígenes del profesionalismo. Y luego un equipo que nos mudaron de ciudad, que se fue a una especie de Patagonia para los que vivimos en la Ciudad de México porque llegar a Aguas Calientes te toma unas 8 horas en autobús y es una ciudad con la que yo no tengo particular contacto. De modo que se alejó mucho el equipo geográficamente y luego también empresarialmente porque es propiedad de otro equipo que es el antihéroe de la Liga, el archiodiado América. Y por último está en la eufemísticamente llamada Primera A, que es el infierno de la segunda división. Pero bueno, un necaxista no deja de apoyar a ese equipo aunque juegue en el último rincón del mundo. 

DC: Vamos a tener que cerrar la charla casi con la contundencia del remate de Maxi Rodríguez en Leipzig… 

JV: No toques ese vals… 

DC: Juan, Martín, encantadísimos de haberlos tenido y de compartir esta charla con ustedes. 

JV y MC: Al contrario. Gracias a ustedes. 

JV: Un abrazote, Martín. 

MC: Abrazo, nos vemos en unos días. 

JV: Me debes tu camiseta 

MC: Sudada, ya sabes 

JV: Sudada como debe de ser 

DC: Juan Villoro y Martín Caparrós, dos cronistas en Los cronistas. 


* Entrevista realizada por los periodistas Daniel Chapela (@dchapela) y Octavio Sasso (@octasasso) el 04/10/2012 en el espacio radial Los Cronistas (@loscronistas), transmitido por Deportes Unión Radio 1090 de Venezuela.

** Trasncripción y edición de Daniel Mariani (@dlitro).

El arte de saber elegir

El diseño de un equipo engloba múltiples factores. Quien dirige a un club debe adaptar su modelo de juego, y los sistemas que elija para ejecutarlo, en base al perfil de futbolistas con el que cuente. Muchas veces esa condición moldea de forma rígida la manera de encarar los partidos, en otras la puede flexibilizar si la plantilla es rica y permite establecer distintos registros. 

Los seleccionadores tienen una ventaja: las convocatorias representan en sí mismas el nacimiento de un nuevo ciclo, una posibilidad renovada de estructurar el plantel de acuerdo a un objetivo claro. No hay directivos que impongan ni gerentes que tomen malas decisiones al fichar. La responsabilidad les pertenece de forma absoluta y el camino para definir los nombres suele despejarse en la medida en que los procesos se cimentan con el tiempo y los resultados como aliados. 

Darle empaque a una citación para un choque de eliminatorias o una competencia oficial no implica escoger a los mejores, como reza el tópico. Claro que los de más jerarquía y nivel estarán, pero tratándose de un llamado que incluye a eventuales titulares y a más de una decena de suplentes, la planificación conlleva a considerar razones que exceden al entendimiento del aficionado. De allí que siempre habrá polémicas cuando falta algún apellido ilustre que el hincha cree imprescindible. 

Venezuela encarará una fecha atípica en el premundial. Como está eximida de competir el 12 de octubre (fecha libre por la ausencia de Brasil) cuenta con el factor a favor de disponer de más días de preparación, menor desgaste y la posibilidad de trabajar con el once base que esté en la cabeza del DT por un espacio prolongado de tiempo. Los riesgos de lesión son menores y no se competirá con la presión de desconocer qué elementos pueden causar baja por acumulación de tarjetas amarillas o expulsiones. 

A partir del conocimiento de todas esas variables y el estudio del rival, se van identificando las fichas y se comienza a planificar la puesta a punto. El planteamiento es establecido mucho antes de iniciar la concentración y cada uno de los miembros del cuerpo técnico le da forma a su labor siguiendo este mapa de ruta. Como las tareas se complementan, una vez se determina el plan global todo lo demás fluye naturalmente. 

Pero el entrenador debe ver más allá de los titulares que tiene en mente. Proyectar todas las variables que puede presentar en un encuentro de alta competencia es fundamental para estructurar al grupo de seleccionados. Qué cambios pueden ser útiles en cada escenario de partido. Quién puede funcionar como catalizador ante una defensa cerrada y el marcador en contra. Cuáles son los más aptos para amarrar una victoria, defenderse con la posesión o darle fluidez al juego en momentos en los que se pierde el control de la pelota. 

César Farías armó una lista de 25 futbolistas ahora reducida a 23 por las incomparecencias de Tomás Rincón y José Manuel Velásquez, ambos lesionados. Respetando el núcleo central, las decisiones para completar la nómina se toman como respuesta a esas interrogantes. 

¿Qué hacer cuando sobran las posibilidades y escasean los cupos? Allí es donde el momento deportivo, los antecedentes y la propia intuición del timonel actúan como filtro decantador. 

Los ciudadanos eligieron ayer entre dos opciones al próximo Presidente de los venezolanos. En 8 días, la elección del seleccionador tendrá más alternativas, pero también paralizará al país. 

Columna publicada en el diario El Nacional (08/10/2012)

lunes, 1 de octubre de 2012

Cruzada contra brazos cruzados

Los crepúsculos son una seña de identidad para el pueblo larense. También una metáfora de lo que pasa con su equipo de fútbol: el presente, marcado por las deudas y una turbia situación institucional, apaga con el paso de los días la luz de la esperanza. A distancia, como si se tratase de un hecho que les resulta lejano, están los socios-disociados del Club Deportivo Lara, impasibles ante un nuevo golpe noble que sufre el producto del que deberían sentirse dolientes. 

El papel de la máxima dirigencia en la coyuntura del campeón ha sido incomprensible. Como mero testigo silente, observa el desmembramiento de una institución que representará al país en la próxima Copa Libertadores sin dar un paso al frente. Con la misma normalidad que los ciudadanos conviven entre la delincuencia y la incultura, los jerarcas presencian la desaparición de los conjuntos de primera división como quien asume que el sol se ocultará al final de la tarde. 

Para el resto de participantes lo importante es sobrevivir. Aquello que sucede al vecino no es de su incumbencia. Ocupan el mismo vecindario, pero todo está bien si la basura no es arrojada en sus solares. Mientras tanto, el valor de la actividad que fomentan decrece. Cada noticia que habla de deudas, demandas o transacciones frustradas por inseguridad jurídica representa un paso atrás en el crecimiento hacia el que todos deberían apuntar. 

El proyecto que ilusionó a Barquisimeto y hace algunos meses fue capaz de congregar a más de 40 mil personas en el estadio de Cabudare, está a un paso de extinguirse. Los impagos con el plantel y el cuerpo técnico, que incluyen sueldos y premios por logros obtenidos en la pasada campaña, ascienden a una cifra que supera los 10 millones de bolívares fuertes. Sus directivos, herederos forzados de Arid García –el antiguo propietario sobre quien pesa una acusación que le impide transar con sus bienes y lo mantiene fuera de Venezuela– intentan vender los ingentes pasivos del club en una trama compleja de documentos que empantana la operación. Hay ofertantes, pero el riesgo de comprar sin garantías ahuyenta a los interesados y demora el traspaso, única solución viable para evitar el desmoronamiento. 

Lara arrasó en el torneo pasado con futbolistas contrastados y una inversión cuantiosa. Los resultados avalaron la gestión deportiva, pero con una economía soportada por un mecenas. Hoy puede fenecer si no se concreta el cambio de mando y se solventan los compromisos adquiridos. Sus jugadores y preparadores están respaldados por la normativa FIFA para solicitar la baja solo con demostrar una mora de tres meses en la cancelación de sus salarios. 

No es el único caso que la historia registra: nuestro fútbol es territorio abierto para quien desee aventurarse. Como en los paraísos fiscales, nadie que llegue con dinero será rechazado, ni habrá preguntas incómodas. 

El debate solo se registra en los medios de comunicación. La discusión sobre las necesidades del campeonato para hacerlo sólido y sustentable es materia de periodistas y opinadores, no de los dueños de equipos. Es tan absurda la situación que, en algunos casos, ni siquiera es posible identificarlos con nombre y apellido. Asunto serio que no debería ser tomado con ligereza por los responsables de la actividad. 

La belleza de los crepúsculos guaros es una alegoría de cómo el milagro de la naturaleza puede ser a la vez maravilloso y efímero. Hay quien elige, sin embargo, quedarse de espaldas ante el prodigio. 

Columna publicada en el diario El Nacional (01/10/2012)