lunes, 27 de mayo de 2013

Competir a la altura

El ensayo del pasado miércoles contra El Salvador fue un paso más en el plan que sigue la selección para enfrentar a Bolivia en La Paz el 7 de junio. Es cierto que las características del rival no reprodujeron al equipo de Xabier Azkargorta. Tampoco el talento individual y colectivo salvadoreño estuvieron en el nivel de exigencia de la eliminatoria. La idea de darle rodaje al once que César Farías tiene en mente y el análisis de demarcaciones específicas, fueron los argumentos nucleares del amistoso disputado en Mérida. 

Respecto al dibujo a emplear en el altiplano quedaron algunas certezas: la Vinotinto se desplegará a partir de un esquema 4-2-3-1 en fase defensiva que podrá pasar al 4-4-2 cuando disponga de la pelota. 

La apuesta por mantener a un central zurdo que haga dupla con Oswaldo Vizcarrondo podrá preservarse con el movimiento de Gabriel Cichero al eje de la zaga. Luis Manuel Seijas defenderá el lateral izquierdo con un doble propósito: aprovechar su memoria fisiológica para jugar en la altura y ocupar la banda por su sector para centralizar la posición de Juan Arango. 

El mediocentro tendrá un perfil rocoso –con más músculo para el quite y las coberturas que para la elaboración– a partir del tándem Tomás Rincón-Agnel Flores, sello distintivo en los encuentros de visitante. Y el hombre de punta (Fernando Aristeguieta o Richard Blanco) deberá prepararse para romper la línea de defensores bolivianos con diagonales y piques al espacio, con todo el desgaste que semejante tarea conlleva a 3.600 metros de altitud. 

El rol que Arango viene desempeñando en los últimos encuentros de la selección arroja lecturas diáfanas respecto a su ubicación. Cayendo más por el centro que por el costado, ha comenzado a gravitar con mayor amplitud de registros. A su conocida capacidad para asistir, añadió presencia firme en la periferia y el interior del área contraria, con el consiguiente beneficio en el juego ofensivo. Lo que pareció un asunto de circunstancias en el segundo tiempo del choque en Montevideo, devino en certezas en Asunción y en buena parte de los duelos como local ante Ecuador y Colombia. La consecuencia llegó en forma de mayor cantidad de remates al arco del capitán y como variante funcional para ganar volumen en terreno oponente. 

Con los laterales Farías lanzó un órdago en Paraguay colocando a Alexander González y Roberto Rosales desde el inicio. La osadía fue convirtiéndose en una vuelta de tuerca al modelo de juego, cada vez más trabajado en su intención de proponer y ocupar el campo rival. Marcadores de punta adelantados que puedan atacar al unísono y trasladen la presión en banda algunos metros más arriba. Ya no es solo un giro para citas en casa sino una marca distintiva y, posiblemente también, un sello para el futuro. De allí que no sorprenda la intención de alinear a González y Seijas en los andariveles del Hernando Siles. 

Si bien El Salvador no fue el sparring que emulara a Bolivia, hubo ejercicios de ejecución interesantes en dos facetas: la elaboración para crear ventajas numéricas contra defensas pobladas y, en cuanto los centroamericanos adelantaron su línea de cuatro, los movimientos de ruptura para atacar las espaldas de los zagueros saltando las zonas de presión. Con resultados varios, el desafío fue útil. 

Si se cumple la premisa del cuerpo técnico de competir en La Paz reduciendo las desventajas físicas, el juego será la medida. Estar a la altura tendrá, como nunca antes, dos valiosas connotaciones.

* Columna publicada en el diario El Nacional (27/05/2013)

lunes, 20 de mayo de 2013

Chita y el establishment

Noel Sanvicente fue siempre un curioso de los secretos del juego. Delantero centro en sus albores como jugador en Mineros de Guayana y Marítimo, transitó todos los sectores del campo dejando trazos de su sapiencia empírica. Retrocedió metros en el campo conforme su carrera acumulaba batallas. Volante ofensivo, mediocentro en Minerven y el Caracas, dio la vuelta olímpica con el Rojo como defensor central al lado de Saúl Maldonado. Su estampa atlética, comparable al Yaya Touré del presente, le permitió brillar en todas las facetas y abonar la tierra fértil del entrenador en ciernes. 

Chita se interesó por entender aquello que sus técnicos le pedían. Tuvo un paso fugaz por la Vinotinto en diferentes ciclos, pero fue en su último año con el Caracas, entonces dirigido por Manuel Plasencia, cuando el hambre del preparador surgió voraz para iniciar una andadura exitosa en la que ha acumulado cinco estrellas y siete torneos cortos. 

El DT más coronado en la era moderna del fútbol venezolano es, en esencia, un anti sistema. Su discurso y maneras lo alejan del estereotipo. Sus códigos, rígidos e innegociables, lo ubican lejos de los círculos de influencia que afectan el movimiento en los banquillos locales. Contra el orden establecido, fiel a sus principios, abnegado en la absorción de conocimientos que mejoren su trabajo, Sanvicente se ha hecho un lugar ajeno al baile de cuchillos y sables del entorno. 

Por eso el título en el último torneo Clausura conseguido con el Zamora tuvo mucho de reivindicación. Estigmatizado por su pasado glorioso con el Caracas, la empresa emprendida en Barinas le otorgó las medallas que no necesitaba buscar. En la abundancia y en la escasez de talentos y presupuestos, Chita demostró capacidad para gestionar grupos y competir contra los grandes. En La Carolina celebran el milagro de ubicar al club de camiseta blanquinegra en una elite a la que llegó como convidado de piedra. 

Zamora es un equipo de transiciones, en la línea característica que Sanvicente impone en sus proyectos. El partido que selló el pase a la Copa Libertadores 2014 contra Estudiantes fue un muestrario de su propuesta: bloque junto y sólido, mucha gente por detrás de la línea de la pelota en propia cancha y alta velocidad de despegue a partir de la recuperación para lanzar al cuarteto del frente cuya pegada fue la más contundente del campeonato. 

El grupo multidisciplinario de colaboradores que acompaña a Chita en su aventura barinesa, enriquece y potencia a los jugadores. Ellos certifican también el interés del conductor por aprehender de otras especialidades, útiles todas para dotar al futbolista de recursos que luego redundan en óptimo rendimiento. Nada nuevo bajo el sol, es cierto, pero si a todo eso se añaden factores intangibles como el liderazgo y la ascendencia conceptual, los magníficos resultados obtenidos en este ciclo de apenas un año se explican por sí solos. 

Sanvicente siempre tuvo buena prensa y una empatía especial con la grada. Para muchos es la consecuencia de su bonhomía y sencillez; otros lo entienden como demagogia. Era el candidato de consenso para sustituir a Richard Páez a finales de 2007, pero de nuevo sus posturas, inalterables a las negociaciones y el politiqueo, lo dejaron fuera de su gran oportunidad de dirigir a la selección. 

Ante la opción de alcanzar su sexta estrella como DT el próximo domingo en Puerto La Cruz, Chita volverá a retar al establishment empuñando su espada ante un ejército de fusiles.

* Columna publicada en el diario El Nacional (20/05/2013)

lunes, 13 de mayo de 2013

Deudas azarosas

Las decisiones que generan grandes cambios en el fútbol no siempre están sustentadas en la lógica y el sentido común. El azar es un compañero de ruta que puede modificar la más clara bitácora o darle sustento a un viraje que, en la crisis, convierta una medida desesperada en el paso más lúcido. Algunas de las revoluciones que este deporte vivió en más de un siglo de historia nacieron de un impulso, de una respuesta espasmódica o la presión de los entornos. 

Recientemente se cumplieron 25 años de la llegada de Johan Cruyff a la dirección técnica del Barcelona. Luego de un pasado luminoso como jugador y tras la huella que ya dejaba en el banquillo del Ajax, volvió a la enseña que defendió en las canchas durante cinco temporadas para instaurar profundas transformaciones deportivas e institucionales. Su legado definió el estilo del equipo y le dio sustento conceptual a sus divisiones inferiores. El Barsa de hoy se explica a partir de sus ideas que, con Pep Guardiola como mascarón de proa y alumno más aventajado, han sido mejoradas y enriquecidas. 

Pero la contratación de Cruyff fue, en su momento, una decisión más política que deportiva. Josep Lluís Núñez, el presidente azulgrana de la época, se lo arrebató al principal grupo opositor en las elecciones del club, que por aquel entonces encaraba una delicada coyuntura. Sin mayor convencimiento ni empatía con el holandés, Núñez dio el paso más determinante en sus dos décadas de mandato. 

El Cruyff entrenador deshizo paradigmas e instauró los cimientos del juego posicional del que Guardiola elaboraría una maestría. Su influencia llegó hasta la selección española, beneficiaria indirecta de esta cruzada. La dimensión de semejante aporte resulta inconmensurable. Bendito azar. 

Tampoco Alex Ferguson, quien la semana pasada anunció el final de su epopeya de casi 27 años al frente del Manchester United, llegó con los avales debajo del brazo pese a su éxito en Escocia. Sir Alex afrontó un primer período oscuro para construir un imperio futbolístico pleno de títulos y nombradía. 

Cuando en enero de 2001 la Federación Venezolana de Fútbol decidió entregarle el comando de la selección a Richard Páez, lo hizo sin estar convencida del paso que daba. El técnico era reclamado por los medios de comunicación por su buena campaña el año anterior con Estudiantes de Mérida en la Copa Libertadores, pero sus posturas, siempre críticas hacia el sistema, lo convertían en un personaje poco querido por los jerarcas locales. 

Las presiones, sumadas a una campaña pobre en las eliminatorias al Mundial de Corea-Japón 2002 (3 puntos en 10 partidos), llevaron a Rafael Esquivel a aceptar una opción que en otras oportunidades descartó de plano. Nadie puede afirmar que en la mente del directivo estaba construir todo el fenómeno que derivaría de su decisión. A tal punto que, en agosto de 2001, en la víspera del choque premundialista contra Uruguay en Maracaibo, la sentencia de Páez había sido firmada en la capital zuliana: una caída ante la Celeste terminaría el incipiente ciclo del técnico más influyente en la historia del fútbol nacional. 

Lo que sobrevino después de aquella velada en el Pachencho Romero es historia conocida. Páez llevó a la selección a niveles insospechados y fue el padre del boom que hizo de la Vinotinto un símbolo de cohesión y pertenencia sociales. 

César Farías y su proceso lustroso, el sueño de llegar a Brasil 2014, la notoriedad de tantos jugadores venezolanos en el exterior tienen una deuda pendiente con el azar.

* Columna publicada en el diario El Nacional (13/05/2013)

domingo, 5 de mayo de 2013

Los técnicos del boom

El fútbol venezolano cambió sustancialmente el 14 de agosto de 2001. Ese día la Vinotinto derrotó a Uruguay en el Pachencho Romero por las eliminatorias al Mundial de Corea-Japón 2002. La efeméride definió el nacimiento del boom que transformó el sino de la selección: fue el paso definitivo de la clandestinidad a la trascendencia y el inicio de un proceso de crecimiento irreversible que hoy tiene al país soñando con una clasificación mundialista. 

La generación que dio alas a la utopía dejó una impronta. Sus protagonistas fueron los primeros en vivir las consecuencias del fenómeno sociológico que generaron. La mayoría de ellos se mantienen activos. Otros, ya retirados, mantuvieron la conexión con las canchas y asumieron el rol de entrenadores. Ellos constituyen la primera hornada de técnicos nacida bajo el influjo de este período luminoso. 

Gilberto Angelucci ya vivió dos experiencias como timonel del Unión Atlético Maracaibo y Tucanes de Amazonas. Luis Vera dirige al Angostura, de la segunda división B, con el objetivo firme de construir una trayectoria que le permita hacer carrera en la alta competencia. Ruberth Morán se integró al grupo de trabajo de Chuy Vera y ya suma experiencias con Zamora, Táchira y Estudiantes. 

Varios componentes de esa grey que aún se muestran en los estadios nacionales han manifestado su deseo de dirigir. Allí están los casos de Ricardo David Páez o Jorge Rojas, parte esencial en el ciclo de Richard Páez, personaje ineludible para explicar el presente. 

De todos ellos el más aventajado ha sido Rafael Dudamel. Apenas dejó la actividad, asumió la conducción de Estudiantes y acaba de comandar la clasificación del seleccionado Sub 17 a la Copa del Mundo de Emiratos Árabes. En su bagaje figuran experiencias internacionales como arquero de equipos en el exterior y su palmarés vinotinto incluye unos cuantos momentos de gloria. 

Hay una diferencia sustancial en cuanto a conceptos y preparación en todos aquellos que vivieron esta etapa de transformación profunda. La memoria ganadora es un legado que construyeron y que podrán transmitir. Mientras que el beneficio del roce en ligas foráneas complementa sus hojas de vida. La formación recibida les otorga una ventaja competitiva respecto de sus predecesores. 

La influencia que esta era fundacional ha tenido sobre las nuevas cosechas de futbolistas es indiscutible: con una conciencia triunfadora como legado de quienes ya enfrentaron y vencieron determinadas batallas, el talante para asumir los retos de la competencia es otro, sin rastros de las frustraciones pasadas. A los técnicos les ocurre algo similar, con el añadido de acceder de forma más sencilla y directa a las metodologías que marcan tendencias. Un claro contraste con tiempos no tan lejanos de oscurantismo y escasas oportunidades de mejora. 

En Dudamel se condensa lo mejor de los dos procesos que han marcado el paso de la selección en los últimos 13 años. Fue discípulo de Páez y César Farías lo apadrinó para integrarlo a la estructura que lidera. Su método recoge elementos de cada uno con muchos otros propios que ha ido definiendo en su todavía incipiente andadura como DT. 

Es apresurado afirmar que será él quien continúe la línea de sucesión en la mayor, pero en caso de ser elegido habrá garantías para subir algún palmo más la cota de exigencia heredada. Más tarde o más temprano, Dudamel podría ser el primer hijo de la casta que revolucionó el fútbol nacional en preparar a la Vinotinto adulta.

* Columna publicada en el diario El Nacional (06/05/2013)