El fútbol venezolano cambió sustancialmente el 14 de agosto de 2001. Ese día la Vinotinto derrotó a Uruguay en el Pachencho Romero por las eliminatorias al Mundial de Corea-Japón 2002. La efeméride definió el nacimiento del boom que transformó el sino de la selección: fue el paso definitivo de la clandestinidad a la trascendencia y el inicio de un proceso de crecimiento irreversible que hoy tiene al país soñando con una clasificación mundialista.
La generación que dio alas a la utopía dejó una impronta. Sus protagonistas fueron los primeros en vivir las consecuencias del fenómeno sociológico que generaron. La mayoría de ellos se mantienen activos. Otros, ya retirados, mantuvieron la conexión con las canchas y asumieron el rol de entrenadores. Ellos constituyen la primera hornada de técnicos nacida bajo el influjo de este período luminoso.
Gilberto Angelucci ya vivió dos experiencias como timonel del Unión Atlético Maracaibo y Tucanes de Amazonas. Luis Vera dirige al Angostura, de la segunda división B, con el objetivo firme de construir una trayectoria que le permita hacer carrera en la alta competencia. Ruberth Morán se integró al grupo de trabajo de Chuy Vera y ya suma experiencias con Zamora, Táchira y Estudiantes.
Varios componentes de esa grey que aún se muestran en los estadios nacionales han manifestado su deseo de dirigir. Allí están los casos de Ricardo David Páez o Jorge Rojas, parte esencial en el ciclo de Richard Páez, personaje ineludible para explicar el presente.
De todos ellos el más aventajado ha sido Rafael Dudamel. Apenas dejó la actividad, asumió la conducción de Estudiantes y acaba de comandar la clasificación del seleccionado Sub 17 a la Copa del Mundo de Emiratos Árabes. En su bagaje figuran experiencias internacionales como arquero de equipos en el exterior y su palmarés vinotinto incluye unos cuantos momentos de gloria.
Hay una diferencia sustancial en cuanto a conceptos y preparación en todos aquellos que vivieron esta etapa de transformación profunda. La memoria ganadora es un legado que construyeron y que podrán transmitir. Mientras que el beneficio del roce en ligas foráneas complementa sus hojas de vida. La formación recibida les otorga una ventaja competitiva respecto de sus predecesores.
La influencia que esta era fundacional ha tenido sobre las nuevas cosechas de futbolistas es indiscutible: con una conciencia triunfadora como legado de quienes ya enfrentaron y vencieron determinadas batallas, el talante para asumir los retos de la competencia es otro, sin rastros de las frustraciones pasadas. A los técnicos les ocurre algo similar, con el añadido de acceder de forma más sencilla y directa a las metodologías que marcan tendencias. Un claro contraste con tiempos no tan lejanos de oscurantismo y escasas oportunidades de mejora.
En Dudamel se condensa lo mejor de los dos procesos que han marcado el paso de la selección en los últimos 13 años. Fue discípulo de Páez y César Farías lo apadrinó para integrarlo a la estructura que lidera. Su método recoge elementos de cada uno con muchos otros propios que ha ido definiendo en su todavía incipiente andadura como DT.
Es apresurado afirmar que será él quien continúe la línea de sucesión en la mayor, pero en caso de ser elegido habrá garantías para subir algún palmo más la cota de exigencia heredada. Más tarde o más temprano, Dudamel podría ser el primer hijo de la casta que revolucionó el fútbol nacional en preparar a la Vinotinto adulta.
* Columna publicada en el diario El Nacional (06/05/2013)