lunes, 24 de septiembre de 2012

El punto en el Ecuador

Mineros cayó goleado en Asunción del Paraguay, lo que no es noticia a casi una semana vista. Tampoco que todos los representantes venezolanos en la Copa Sudamericana hayan quedado eliminados. Es una ingrata costumbre, trasladada también a la Libertadores en sus últimas ediciones. El nivel del torneo local muestra un descenso significativo aunque la Vinotinto envíe un mensaje contradictorio al puñado de desavisados que, desde el desconocimiento, pregonan los grandes progresos del fútbol nacional. 

La llaga supura y el deber periodístico es seguir removiéndola hasta que sane. No importa que deba reabrirse la discusión una y otra vez con cada desengaño: la fiscalización de los medios hacia la labor de la dirigencia es una obligación. Ofrecer soluciones no es un trabajo para quien solo es un espejo de la verdad, pero sí exigir a los responsables que se hagan cargo de ellas. 

Ecuador, cuya selección nos visitará en unas semanas para reanudar la eliminatoria, clasificó a sus cuatro participantes a los octavos de final de la Sudamericana. Barcelona, Emelec, Deportivo Quito y la humilde Liga de Loja conforman el 25% de los conjuntos que pelearán por un título que ya ganó una vez Liga Deportiva Universitaria de Quito (2009). 

El fenómeno no es casual. La lógica del país vecino parte de un hecho auténtico: la evolución de los clubes alimenta la competitividad de su selección. Allí se ubica el principal argumento que sostiene un venturoso presente. Venezuela transita la ruta inversa: la Vinotinto absorbe todo y su propia dimensión, engrandecida en la última década, debilita la competencia interna. Es un despropósito, un enorme mal entendido, pero absolutamente irrefutable. 

La Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS por sus siglas en inglés), coloca a la liga ecuatoriana en el puesto 14 del planeta. El mismo organismo afirma –basado en datos que reflejan el rendimiento de sus representantes en los torneos internacionales– que la venezolana es la última en el continente. Un contraste que, fuera de valoraciones puntuales y matices, quedó corroborado en los hechos. 

En Ecuador compiten doce conjuntos en un campeonato dividido en dos fases. Cada institución negocia por separado los derechos de televisión y hay una sana alternancia que permite a los más pequeños pelear con opciones por el privilegio de dar la vuelta olímpica (Macará, de la pequeña ciudad de Ambato, es el actual líder). 

El capital privado es la principal fuente de inversión (en una medida inversamente proporcional a lo que ocurre en nuestro país respecto al aporte público) y son varios los clubes que cuentan con estadio propio, lo que les permite generar beneficios extraordinarios por la venta o alquiler de palcos para aficionados y patrocinadores. Manejan un mercado con cierta solidez que les da acceso a la contratación de técnicos y futbolistas de buen cartel y frena la fuga indiscriminada de talento local. 

La Bundesliga es el paradigma universal de gestión eficiente, pero serviría asomarse hacia lo que ocurre en contextos más cercanos para encontrar ejemplos válidos. Una tarea que, con voluntad de cambio, no solo corresponde a la Federación: los equipos tienen que impulsar la transformación porque son los principales implicados, los que se aventuran a arriesgar ingentes sumas de dinero en un producto que no acaba de ser rentable y quienes deben asumir las pérdidas derivadas de una plataforma que no les permite crecer. 

Columna publicada en el diario El Nacional (24/09/2012)

lunes, 17 de septiembre de 2012

Vinotinto Fútbol Club

Una de las mayores dificultades de dirigir a un seleccionado es la falta de tiempo. Para reunir a los jugadores, para afinar sistemas y automatismos, para darle forma a la idea y convencer con ella a sus intérpretes. En los conjuntos los plazos son otros. El día a día acelera los procesos y la competencia semanal acorta los períodos de examen. Hay un aprendizaje sustentado en la relación directa jugador-entrenador, que también produce desgaste y reduce los ciclos de gestión. 

Al técnico de club se le exige hallar el funcionamiento de su plantel en pocas fechas. En el camino debe encontrar el estilo y definir un once tipo producto del análisis de fortalezas y debilidades del grupo que comanda. Si los resultados positivos acompañan podrá tomar decisiones para reforzar las zonas menos fiables y añadirá crédito a su ideario, cada vez más afinado y eficaz. 

Las selecciones nacionales plantean otros desafíos. El DT tiene el privilegio de elegir, pero el contacto con sus dirigidos se restringe a las concentraciones precompetitivas, y el estudio de los rendimientos individuales debe hacerse a distancia. Los futbolistas trabajan con preparadores de perfiles variados y encaran exigencias de distinto nivel. Todos deben acoplarse una y otra vez cuando son requeridos, retomando un modelo que se va fortaleciendo con la suma de partidos. 

A César Farías le llevó tres años y medio lograr que su modelo cuajara. Fue en la Copa América de Argentina donde apareció el equipo. Renovó a una generación histórica, probó elementos y módulos tácticos, creció a la par de lo que el nuevo panorama demandaba y, al margen de gustos, dio finalmente con el modo reconocible de jugar que se le pedía. 

Hoy la Vinotinto comienza a parecerse a un club y esa es una enorme ventaja. En los últimos meses, y gracias a la credibilidad conseguida, sumó para la causa a la grey de oriundos que le acabaron de dar la profundidad que requería para pelear con verdaderas opciones por un cupo al Mundial. Fernando Amorebieta, Andrés Túñez, Julio Álvarez, Frank y Rolf Feltscher fueron la licencia para acudir al mercado. Y la consecuencia ha sido altamente beneficiosa: en cada una de las jornadas que representaron puntos en la eliminatoria, alguno de esos nombres figuró en la formación. 

También hay derivaciones directas en el juego. La consolidación de la idea, el crecimiento de varias individualidades por el roce internacional y la panoplia de opciones con las que ahora cuenta Farías, enriquecieron la propuesta. Solo con un mecanismo muy aceitado y el convencimiento en la ejecución del discurso que el entrenador expone, puede explicarse la variedad de planteamientos para encarar cada compromiso. 

De Lima a Asunción hubo cambios sustanciales de actores y puestas en escena. Ambas válidas y argumentadas. Acomodarse a la situación, a las características del rival y a las propias herramientas de que se dispone, es una virtud de difícil aplicación en el entorno de un seleccionado. En eso radica la mayor fortaleza de la Vinotinto del presente, un mérito que se le ha de atribuir a sus timoneles. 

Contra Ecuador en Puerto La Cruz no estarán Oswaldo Vizcarrondo, Luis Manuel Seijas y César González, fundamentales en la gesta de Defensores del Chaco. Como ocurre con los grandes clubes del planeta, la selección encontrará soluciones inmediatas en un conglomerado lleno de nombres propios para responder con solvencia. 

Columna publicada en el diario El Nacional (17/09/2012)

jueves, 13 de septiembre de 2012

Estilos y extremos

La selección jugó su mejor partido de visitante en eliminatorias contra Paraguay en Asunción. Apartando el Centenariazo, trascendente por lo que representó y lo que generó después, la velada en el Defensores del Chaco fue la demostración más contundente de dominio que se recuerde fuera de Venezuela. El triunfo llegó con una propuesta agresiva, de presión alta, con muchos elementos de perfil ofensivo en la cancha y modificaciones sustanciales en la formación. La toma de riesgos fue significativa en un momento delicado. 

Las sensibilidades, a flor de piel en el entorno de la Vinotinto, planteaban un escenario en el que no se hacía previsible la toma de decisiones que asumió César Farías. Darle la titularidad a Dany Hernández, entregarle la alternativa a dos futbolistas de 19 años de edad en un choque trascendente, plantear duelos de mano a mano con los defensores paraguayos para producir faltas y sumar jugadas de pelota detenida. Todos fueron pasos encarados con valentía para seguir la estrategia que más convenía: apuntar al flanco débil del contrario y explotar, a partir de la sorpresa inicial, el establecimiento de sociedades entre los más habilidosos. El resultado avaló con creces la apuesta. 

Nunca la selección generó tantas situaciones de gol en un choque disputado fuera de nuestras fronteras. Fue una muestra de autoridad gestada desde las convicciones y la confianza en el plan confeccionado. Una vez más Farías intervino sobre el equipo y lo llevó a ejecutar aquello que pergeñó en su particular manera de concebir la dirección del plantel. 

La Vinotinto ganó sin Tomás Rincón en la cancha, lo que desmontó la teoría de la dependencia. Pero, cuando corresponde celebrar la mejor primera vuelta desde que se compite bajo el formato de todos contra todos (11 puntos, 66% de rendimiento de local y 5 unidades cosechadas afuera), se abre una nueva discusión respecto al modo de jugar. 

Los extremos aparecen y distancian las opiniones de unos y otros. ¿La fórmula es la del partido contra Perú o el modelo más conveniente es el que se adoptó hace un par de días en Asunción? 

Probablemente, ni una cosa ni la otra. Las percepciones prejuiciadas conducen a lecturas sesgadas. El entrenador tiene un perfil, una manera de diseñar los planteamientos y de elegir las piezas para ello. Discutir su estilo forma parte del natural ejercicio democrático al que tanto los medios como los aficionados tienen derecho. En ese juego caben también el populismo o la apreciación ventajista que acomoda la visión de acuerdo a si aquello que se plasma está más cerca o más lejos de la mirada propia. 

Que la fórmula irreverente aplicada en Paraguay haya dado buenas prestaciones no la convierte en antídoto infalible. Funcionó en una situación concreta. Cuajó a partir de tomar al oponente desavisado, con un preparador que todavía intenta tomarle el pulso al plantel que maneja y en la peor crisis de los últimos tiempos. Pero no es ni será trasladable, en los mismos términos, a futuros escenarios. No mientras quien lleva las riendas de la Vinotinto se mantenga al frente. 

Entender esto es fundamental para medir cada nuevo compromiso. Es necesario despojarse de preconceptos y evaluar cada actuación por separado. Ningún encuentro será igual a otro. Los dos años de eliminatoria se disputan bajo condiciones especiales. Y en la capacidad para adaptarse a ello radica buena parte del éxito en la pelea por un cupo al Mundial. 

Hay una idea, un modo de hacer, pero se requiere amplitud para comprenderlo. 

Columna publicada en el diario El Nacional (13/09/2012)

lunes, 10 de septiembre de 2012

Dependientes del discurso

La derrota en Perú del pasado viernes reabrió una discusión recurrente en el entorno de la selección: la dependencia de Tomás Rincón, pieza valiosa cuya falta resiente el equipo. Sin el hombre del Hamburgo en la cancha, la Vinotinto perdió todos los partidos que disputó en la actual eliminatoria. Si bien la estadística es rotunda, resulta inútil determinar el destino final de cada una de esas paradas de haber comparecido el segundo capitán. 

Rincón incide de muchas maneras en el juego. Conoce la función que desempeña y ejerce un liderazgo que le permite trasladar al terreno las ideas del entrenador y convencer desde su propia entrega. De allí que su ausencia genere un vacío, especialmente evidente cuando el resultado no es favorable. 

Resulta simplista reducir el análisis a ese factor, importante pero no nuclear en los baches de funcionamiento que provocaron la caída en Lima. Quizás habría que comenzar a focalizar el asunto siguiendo otra vertiente: el grado de injerencia que tiene César Farías en la ejecución del ideario que promueve. 

El grupo se mantiene fiel a lo que el técnico predica. La solidaridad para plasmar sobre el césped la estrategia de ayudas y ocupación de zonas para minimizar los puntos fuertes del rival fue una demostración clara de compromiso. Es cierto que la eficacia del montaje es una referencia solo para los primeros 45 minutos, pero el espíritu gregario dejó claro que el discurso del DT no ha perdido credibilidad entre los futbolistas. 

Farías diseña arreglos colectivos para encarar los compromisos sin Rincón. Contra los peruanos armó triángulos defensivos para presionar sobre los costados, en los que Francisco y Agnel Flores desempeñaron un papel esencial. Los dos recuperadores cubrieron amplios sectores tanto en el centro como en las bandas, creando superioridades numéricas que permitieron controlar el trámite. Ambos contribuyeron a darle seguridad a los cuatro del fondo y supieron escalonarse en los períodos de posesión para mantener el equilibrio. La dupla cumplió por encima de los prejuicios. 

El movimiento táctico de Sergio Markarián en el segundo tiempo, que movió la posición de Jefferson Farfán de la derecha hacia el centro, desordenó la trama de la selección. No hubo respuestas efectivas, ni con correcciones del preparador ni con decisiones que los jugadores asumiesen en el campo. La expulsión de Gabriel Cichero fue un agravante, pero ya el marcador –y las condiciones– se habían inclinado del lado local. 

El intervencionismo de Farías tiene consecuencias muy claras en el destino de la Vinotinto. Para bien y para mal hay una sublimación conceptual que no concede matices. Sirve para justificar un planteamiento y agarrarse de él en la victoria, y es también el ardid que explica la caída si la mano del conductor no da con las soluciones que la dinámica del juego pide. 

La posición para los intérpretes es, en cierto sentido, cómoda. Los protege de asumir responsabilidades que les corresponden porque, por esa singularidad en el rol del timonel, da la impresión que algo los inhibe de dar un paso al frente. Saber competir implica también tomar iniciativas y no esperar a que en algún momento aparezca la voz externa de mando para resolver los imponderables. 

¿De quién depende entonces la selección? Para llegar a la Copa del Mundo hace falta un guía, pero no es Rincón el que debe enseñar la ruta. Paraguay puede ser un excelente destino para que, siguiendo la bitácora del jefe de viaje, los miembros de la expedición marquen el itinerario. 

Columna publicada en el diario El Nacional (10/09/2012)

lunes, 3 de septiembre de 2012

La espada debajo de la muleta

Menos de una década atrás, declaraciones como las ofrecidas por César Farías en los días recientes no habrían despertado un debate nacional. Los medios dedican hoy mucho más espacio a la cobertura del fútbol nacional y la Vinotinto es un producto Premium para las empresas periodísticas. Eso lo sabe el seleccionador y lo entienden a la perfección los anunciantes. En el centro está el comunicador y su búsqueda de la verdad, objetivo básico de la profesión que ejerce. 

Farías mostró en rueda de prensa las herramientas de las que se vale para elevar el nivel de su trabajo y conceder menos ventajas. La tecnología sustenta su línea maestra de acción, a la que luego debe añadir el componente humano. Los videos y computadores de avanzada no sustituirán nunca el contacto personal ni dotarán su figura de liderazgo. 

Los patrocinadores también miden el retorno de su inversión. Pulsan el estado de la calle, focalizan su mercado y diseñan campañas para disparar emociones. Luego, empacan el producto y lo llenan de valores, no siempre comprobables. Asociarse con la imagen de Tomás Rincón o Salomón Rondón responde a un motivo sustentado en números. Las agencias de publicidad no actúan desde el corazón, son razón pura. Y el efecto multiplicador que ofrece una nota publicada o las tertulias televisivas, no forman parte de la inversión: son la consecuencia, a coste cero, del rumor y la suposición convertidos en noticia de consumo masivo. 

Las mismas estrategias de marketing son puestas en marcha por los grupos de representación de jugadores, cada vez más avezados en el arte de poner a rodar posibles traspasos (muchos de ellos jamás concretados), para inflar el precio de sus piezas. El profesional de la comunicación debe entender estos mecanismos y estar alerta para no ser parte indirecta de esta cadena comercial. 

El periodismo deportivo venezolano no fue engañado en su buena fe con el affaire Farías-Arango-Rondón. Las certezas estaban a la vista, pero los atajos para llegar hasta ellas siempre seducen. Es difícil resistirse a la posibilidad de llegar antes, que en clave mediática no es otra cosa que intentar decirlo primero. 

Nadie es utilizado si entiende las reglas del juego. El seleccionador lanzó un órdago para provocar un clima de probeta que le interesaba. Con la habilidad de quien conoce el percal, mostró el capote al toro y le dio varios pases hasta marearlo. También enseñó el estoque, pero pocos repararon en él. Ni siquiera los supuestos señalados en esta historia de folletín. 

La lectura entre líneas de la proclama lanzada por el DT enseñaba las claves, “la espada debajo de la muleta”. La falta de interpretación, como ejercicio indispensable para comprender el discurso de un entrenador conocedor del entorno, fue la brecha concedida, el rival no estudiado que sorprende con un movimiento maestro. 

Nos encontramos delante de un nuevo escenario –desconocido para quienes somos actores esenciales de esta trama– en el que habrá que aprender a competir. Farías acude a los artilugios, pero el personaje trasciende a los adelantos tecnológicos. Los periodistas también contamos con elementos que amplían nuestra capacidad para estar informados, pero debemos afinar el instinto para movernos en ese terreno y no quedar en minusvalía. 

El técnico se vale de lo que esté a su alcance para incrementar las opciones de clasificar al Mundial. Y los medios, en ese proceso de madurez al que obligan estos tiempos de crecimiento, también deben pelear por los puntos. 

Columna publicada en el diario El Nacional (03/09/2012)