lunes, 26 de noviembre de 2012

Arango 2.0

A los 14 años de edad, Juan Arango esparcía la semilla de su talento precoz sobre el césped del Brígido Iriarte en aquellos recordados mundialitos. Flaco y espigado, partía desde el mediocentro con la mirada y el pecho levantados, desafiando a rivales y compañeros. Tenía una gran zancada, visión panorámica de la cancha y una zurda capaz de la mayor delicadeza o del más violento misil. Sutileza y estruendo en el mismo trazo. Esbozo de crack que derivó en el mejor futbolista venezolano de todas las épocas. 

Siempre fue tímido y taciturno fuera del entorno de la pelota. Huidizo y desconfiado de los micrófonos, su genio resulta intraducible en el discurso. Pero, ¿quién es capaz de decodificar con fidelidad los prodigios naturales? Ni Messi puede explicar el sortilegio que nace de su don para hacer de lo impredecible una cuestión casi banal. Las palabras no pueden construir teorías o adjetivar las maniobras interpretadas por estos elegidos. 

Arango fue parte fundamental en el boom vinotinto cuando apenas dejaba atrás la adolescencia. Se fue del país con un puñado de partidos en primera división para brillar en México, convertirse en ídolo y capitán del Mallorca y acabar reinventándose en Alemania a la edad en que muchos inician el camino de salida. El retiro del guerrero que presagiaba su ida a la Bundesliga fue un paso adelante en su madurez como jugador integral. Puso el hombro para salvar al Borussia Moenchengladbach del descenso, lo llevó en volandas hasta la Champions League y relanzó su apellido a punta de goles y asistencias celebradas con tonada gutural en toda la Westfalia germana. 

César Farías ha sido una influencia positiva en la carrera del eterno número 18 de la selección. Lo tuvo en Nueva Cádiz y le entregó la capitanía cuando sus caminos coincidieron en el equipo de todos. Es difícil determinar el grado de incidencia del entrenador en esta faceta del presente, pero la mejor versión de Arango concuerda con este período de evolución constante de la Vinotinto. Lucien Favre en el Gladbach potenció su rendimiento y el seleccionador explotó cada característica nueva que el volante fue incorporando a su repertorio. 

El Arango de hoy determina el estilo de la Venezuela que compite por un lugar en Brasil 2014 con el cuadro más competitivo que ha tenido nunca. Versátil y multiforme, puede ser el Fernando Redondo que elaboraba desde la zona central del mediocampo en el Real Madrid de Vicente del Bosque. El Rivaldo que partía desde la izquierda para marcar diagonales y definía los choques con galopadas que acaban en el área rival, remates de media distancia o tiros libres portentosos en el Barcelona de Louis Van Gaal. O el Guti que, en el mismo Madrid de Redondo, descuadernaba las líneas rivales con un pase al espacio. Todo condensado en su sola figura, a la que añadió un rico acervo táctico, la menos publicitada de sus virtudes. 

Nadie puede mantenerse en el más alto nivel sin una ética de trabajo abnegada y constante. A sus 32 años, Arango es de los que más kilómetros recorren y dedica horas para perfeccionar su pegada. No es casual que apenas haya sufrido lesiones en su carrera. Al cuidado y la preparación, incorpora su excelente lectura posicional: ocupa las franjas libres, pasa y corre siempre unos segundos antes que sus marcadores. 

Cuando muchos anunciaban el declive, Arango decidió repotenciar sus condiciones y ofrecer este modelo 2.0 con el que aspira a entrar al mercado de los grandes en la próxima Copa del Mundo.

Columna publicada en el diario El Nacional (26/11/2012)

lunes, 19 de noviembre de 2012

La nueva vía

Si se logra apartar el resultado del análisis, el partido de la Vinotinto contra Nigeria dejó aspectos interesantes para la interpretación. La búsqueda de darle forma a un plan alternativo de juego aparece como primer elemento concluyente. El camino para hacerlo confiable requiere afinar movimientos y asimilar conceptos que enriquezcan el modelo. De allí que ensayos como los del pasado miércoles en Miami trasciendan al triunfo o la derrota. 

Paraguay marcó el camino. La gesta de Defensores del Chaco abrió paso a la consideración de una puesta en escena que privilegiara la posesión y el riesgo. El origen es de difícil ubicación, pero aquello que solo había aparecido en momentos puntuales (el segundo tiempo contra Uruguay en Montevideo; el duelo de semifinales ante los mismos paraguayos en la Copa América de Argentina, por ejemplo) derivó en variante seria. 

Es posible que los jugadores hayan tenido también algo que ver. No por imposición sino por identificación: su propio desempeño le dio validez al atrevimiento y sustento a las decisiones. Lo que no avanza un cambio de rumbo: se trata de la incorporación de un registro que amplíe la gama de opciones y proporcione respuestas a las preguntas que los rivales irán demandando, además de los objetivos y el propio contexto. 

¿Cuáles son, en esencia, las dudas a resolver? Básicamente tres: 1. Cómo atacar en ventaja posicional. 2. Cómo defender en fase ofensiva, manteniendo activos a quienes no participan directamente en la acción de ataque ante una probable pérdida. 3. De qué manera manejar las transiciones defensivas para no quedar descompensados cuando el oponente recupera y busca sacar provecho de los espacios amplios que quedan a espaldas de los defensores. 

El DT no da pistas para sustentar toda esta argumentación. Las prácticas no son abiertas para los medios y no existe discurso que apunte en este sentido. Es parte de su modus operandi y de muchos otros entrenadores en el mundo. Corresponde a quienes seguimos el proceso buscar en la obra la identidad del autor y las tendencias que, en la dinámica competitiva, va adoptando. 

Las situaciones concedidas a Nigeria en el Marlins Park estuvieron casi siempre vinculadas al desbalance defensivo cuando se perdía el balón. Problemas de posicionamiento, de toma de decisiones, de coordinación. Normales en esta especie de período intermedio de un ciclo que ya roza el lustro. 

Pero lo que la selección generó también debe ser visto en su justa dimensión. Un buen número de opciones de gol, mayor posesión que el contrario, alternativas de llegada, incorporación de más hombres para establecer superioridades numéricas en terreno enemigo y la búsqueda permanente de oportunidades ante líneas defensivas posicionadas muy cerca de su área. Todo eso quedó en la columna del haber. 

Los matices respecto a lo conocido están claros: centrar y rotar la posición de Arango para darle panorama. Incorporar más hombres por delante de la línea de la pelota que abran líneas de pase. El rol de Seijas, desplegándose entre el mediocentro y la zona del enganche. Elaborar desde el inicio de la acción, convirtiendo el juego en largo en recurso para maniobras concretas. Rodear mejor a Salomón Rondón para potenciar sus virtudes. 

Los desafíos para César Farías en 2013 se fundamentarán en esa nueva vía. Cuando deje de ser proyecto para adquirir forma concreta, la selección habrá dado una vuelta de tuerca más en su evolución competitiva. 

Columna publicada en el diario El Nacional (19/11/2012)

lunes, 12 de noviembre de 2012

El martillo oriental

La punta del torneo Apertura está en manos de una manada voraz que viste de amarillo y rojo. Impregnado de un espíritu luchador que no da concesiones en la búsqueda del objetivo, el líder golpea con la fuerza de una maza y muestra las artes del guerrero que sabe bien cómo se ganan las batallas. 

Deportivo Anzoátegui es un equipo flexible: implacable en las transiciones ofensivas, ejecutor avieso de los automatismos en las dos áreas, disciplinado en el manejo del espacio y experto medidor de los tempos del partido. El oficio le vale para triturar al rival con una dinámica desquiciante y mucho movimiento hacia las franjas libres, tanto como para adormecerlo en una telaraña pegajosa que clausura los accesos hacia Leo Morales. 

Su funcionamiento colectivo se sustenta sobre un concepto irrenunciable: la intensidad. Una consigna que define su hacer y ayuda a entender el compromiso grupal con el modelo que expone su entrenador. Las señas de identidad son claras: recuperar la pelota con presión sobre la salida oponente o el cierre de las líneas de pase cuando invaden su territorio, y luego cargar la catapulta que sale despedida con velocidad y potencia. Esos mismos rasgos aparecen después para desplegarse a lo ancho del terreno, circulando el balón con criterio hasta que la movilidad de sus delanteros enseña la mejor opción para hallar profundidad. 

El caos que produce en los defensores es una consecuencia de ese estar y no estar de sus hombres de punta. Todos pueden ir a los costados o llegar en posición de nueve. José Miguel Reyes desnivela en la banda, planteando duelos mano a mano que pueden terminar en la línea de fondo o en una diagonal hacia el área. Gelmín Rivas es el pivote que recibe de espaldas y descarga para abrir sendas a los volantes, el pasador que pone al compañero en posición clara de remate o el definidor implacable que finaliza la jugada. Y el panameño Rolando Escobar es una suerte de conductor con alma de artillero que tiene permiso para pisar el acelerador o meter el freno a discreción. 

Morales sigue siendo garantía de solvencia. La dupla de centrales que conforman Carlos Salazar y Javier López es de las más fiables del medio local y Evelio Hernández se ha revelado como un mediocentro que hizo trizas los estereotipos. Surgió como medida de emergencia tras la lesión de Giácomo Di Giorgi y acabó ocupando esa demarcación en su regreso a la Vinotinto. 

Entre los tres suman más goles que todo el Caracas FC y sus tantos representaron el 65% de las anotaciones del club (15 de 23) tras las primeras 12 fechas. El nivel de efectividad en puntos acumulados alcanza el 81%, cifra similar a la del CD Lara campeón. Algunos registros completan este retrato robot: el 39% de su producción ocurre en la primera media hora de juego, lo que denota la eficacia del ritmo que impone en el arranque. Y el mismo porcentaje avala su cosecha en los 20 minutos finales, aspecto que lo hace infalible también en los tramos que suelen definir los choques. 

 Daniel Farías aprovechó el fruto de un proceso largo que superó las bajas sufridas en los dos últimos torneos (Alejandro Guerra, Oswaldo Vizcarrondo, Daniel Arismendi, Armando Maita) gracias a la promoción y captación de juveniles talentosos y competitivos. El diseño de su prototipo, y su propio discurso, hablan muy bien del crecimiento y madurez alcanzadas por el técnico. 

Con un tramo de este Apertura todavía por recorrer, Anzoátegui blande el martillo en cada jornada para clavar con firmeza el cartel de ganador que lo consolide entre los grandes. 

Columna publicada en el diario El Nacional (12/11/2012)

lunes, 5 de noviembre de 2012

Ganar con hambre

El factor menos tangible de todos los que intervienen en el juego puede ser el más determinante. Los estados anímicos determinan el alcance de las metas, pero no hay forma de cuantificar esa condición que convierte en ganadores a planteles en crisis y lanza por el despeñadero a las nóminas más onerosas. Los psicólogos son elementos habituales en los cuerpos técnicos modernos y no por casualidad. El espíritu grupal, con todos sus valores, puede incidir en el triunfo o la derrota, tanto como la escogencia del modelo o la planificación de una pretemporada. 

Las coyunturas económicas son elementos desestabilizadores para cualquier equipo. Futbolistas descontentos porque no pueden llevar el pan a sus casas representan focos de descomposición. La primera respuesta lógica es la desmotivación y el descreimiento. Luego, la caída en picado en los rendimientos individuales y colectivos. Las excepciones son episodios aislados que rompen la norma. Sobreponerse a la falta de pagos y convertir ese cimbronazo en una fuerza capaz de ganar partidos, define el peso que las conexiones emocionales tienen sobre los resultados entre los miembros de un grupo. 

¿Cómo explicar, si no, que clubes endeudados, con profunda zozobra financiera, acaben celebrando coronas o atrapando objetivos inverosímiles en la adversidad? 

El fútbol venezolano está preñado de ejemplos con finales infelices. La lista de cuadros extinguidos es más copiosa que la de los que pueden mostrar antecedentes que rebasen la década de historia. Pero están los casos que, de tanto en tanto, asombran a quienes miran desde la distancia. 

Nacional Táchira ganó el título de la temporada 2001-2002 con sus arcas en bancarrota. Dirigido por Carlos Maldonado, con algunos futbolistas de renombre como Juan García, Gerzon Chacón y un joven Giancarlo Maldonado, se impuso en la final a Estudiantes de Mérida y logró un cupo a la Copa Libertadores. El anhelo por alcanzar un torneo internacional, que no llegó a disputar porque desapareció a las pocas semanas, unió a técnico y dirigidos en una sola causa, sobreponiéndose a la frustración diaria de las promesas incumplidas. 

La primera versión de Estudiantes dirigida por Chuy Vera transitó el Clausura 2009 agobiado por los números rojos y la mala gerencia de sus directivos. Acarició la vuelta olímpica hasta la última fecha en la que empató con Táchira en Pueblo Nuevo. Meses más tarde, y con algunos integrantes de aquel conjunto (Tito Rojas, William Díaz, Jesús Meza), el mismo Chuy armó al Zamora campeón del Clausura 2011, recordado tanto por su fútbol atildado como por el drama constante de no tener dinero en sus cuentas corrientes. La unión del colectivo, con un alto componente religioso, obró el milagro cuya cumbre fue una categórica victoria sobre el Caracas en el Olímpico. 

El presente tiene al CD Lara como protagonista. Cinco meses de impagos, inestabilidad institucional, fracturas inevitables en la relación jugadores-directiva, pero una posición en la tabla clasificatoria que lo mantiene entre los candidatos. Los pesos pesados del vestuario participan de las negociaciones para la venta del club (única solución a la debacle), al tiempo que asumen el rol de protectores de los compañeros con más necesidades. La trayectoria de buena parte de ellos coadyuva con el entrenador para mantener el nivel competitivo y superar el brusco paso de la opulencia a la precariedad de los últimos meses. 

En el fútbol nacional, con más desnutrición que estómagos llenos, puede pasar que el hambre de una plantilla gane la batalla a la anorexia de sus dirigentes. 

Columna publicada en el diario El Nacional (05/11/2012)