lunes, 26 de agosto de 2013

Puntos en la evolución

Los funcionamientos colectivos en el fútbol se explican a partir de las sincronías y la búsqueda de complementos. Afinar movimientos en defensa y ataque, dotar a los jugadores de una estructura que explote lo mejor de sus capacidades, requiere repetición y conocimiento del juego. Allí el talento halla el mejor lugar para expresarse. La libertad aparece en un espacio abierto a la improvisación pero inserta en los límites de un orden natural. A los técnicos les corresponde diagramar ese mapa de ruta y elegir a los más dotados para alcanzar las cotas de perfección que conducen al éxito. 

La Vinotinto del último ciclo, más competitiva y renovada en la capacidad de sus ejecutantes, alcanzó su cota más alta en la Copa América de Argentina. Fue en ese 2011 que el equipo engranó alrededor de una idea interpretada con precisión y convencimiento. Aquel plan encontró, en algunos de esos complementos, factores que sostuvieron el modelo. 

De aquel balance se individualizó en las figuras de Tomás Rincón, Juan Arango o Renny Vega para sustentar la excelente performance. Pero, en el fondo, el énfasis en algunos nombres descontextualiza el análisis colectivo. La interconexión entre las partes es esencial para comprender los resultados obtenidos. Lo de Rincón fue superlativo por el notable aporte de Franklin Lucena. A Vega lo sostuvo un andamiaje defensivo con escasas fisuras, en el que la dupla Vizcarrondo-Perozo alcanzó altos niveles de simbiosis. De nuevo, sociedades o subsistemas que optimizan el rendimiento. 

El presente dibuja un escenario pleno de matices respecto de la versión que levantó al país hace un par de años. Con otros intérpretes y yuntas que engranan características distintas, las señas han ido modificándose. Aquí el propio sistema demanda una bitácora diferente que responda a las nuevas conexiones surgidas. La propuesta grupal se ve afectada por la irrupción de elementos que reclaman un lugar y modifican el perfil. 

Es así como se explica el camino que la Vinotinto transita hoy. Con dos laterales de perfil ofensivo que puedan pasar al ataque simultáneamente o un delantero que azuce el juego interior –con las consecuencias que de eso deriva para los volantes– los fundamentos conceptuales cambian. Del mismo modo que una ausencia notoria por un período extenso, como ha venido siendo la de Fernando Amorebieta o como ha ocurrido cuando han faltado Rincón o Lucena, condiciona los parámetros sistémicos de un engranaje tan complejo como el que definimos. 

Los funcionamientos no son estáticos sino que están sometidos a modificaciones constantes. Reducir el análisis a formas no cambiantes, niega la naturaleza misma del juego. Si pensamos en un proceso que ya sobrepasa el lustro y al que han ido añadiéndose piezas conforme su propia progresión les ha permitido demandar un lugar, lo normal es que haya cambios. La actualidad se explica por lo ocurrido, tiene una lectura puntual que lo define en el presente y será el punto de partida para justificar lo que vendrá. 

Aquello por lo que se apuesta hoy no era igualmente factible hace unos meses, apartando intenciones, intentos y pedidos mediáticos. La búsqueda fue impulsada desde dentro. La propia dinámica de la selección y la lectura que de ella hizo el entrenador, obraron la transformación. Y en esa fase del crecimiento, todavía con zonas grises en la escala evolutiva, tendrá que competir y buscar los puntos que faltan para llegar a Brasil 2014.

* Columna publicada en el diario El Nacional (26/08/2013)

lunes, 19 de agosto de 2013

Tiempo de evolución

El gran cambio conceptual que la selección ha vivido en el último período es la evolución en su juego interior. El paradigma de esto apareció en el partido contra Paraguay en Asunción del año pasado. Antes y después, como en la segunda parte ante Uruguay en Montevideo o la visita de Ecuador a Puerto La Cruz, hubo intenciones similares, no siempre plenamente ejecutadas. La búsqueda, el paso hacia adelante en el crecimiento conceptual, lleva más de un año pergeñándose. Otra cosa es si el tiempo está a favor o en contra para que ese salto cuántico madure y permita competir por los objetivos marcados. 

Bolivia fue un buen sparring antes de encarar la próxima doble fecha de eliminatorias. El funcionamiento vinotinto respondió a las proclamas del seleccionador quien pidió protagonismo con la pelota, movimiento constante para generar opciones y más volumen en cancha rival. A todo esto el grupo cumplió con creces, si bien las máculas defensivas impidieron que el dominio en el juego encontrase fiel correspondencia en el marcador. 

El papel de Josef Martínez en toda esta nueva proclama ha sido determinante. Desde su inclusión en Defensores del Chaco hace casi un año, los mecanismos del equipo adquirieron otros matices. Los fundamentos se vinculan a las características del delantero, ideales para interpretar aquello que se requiere en las franjas de gestación. Martínez no es solo un excelente complemento para Salomón Rondón sino que nadie como él entiende mejor la búsqueda de las zonas libres entre líneas y la velocidad de ejecución requerida para asociarse. Su presente goleador en Suiza, con la continuidad que no tuvo antes, lo han hecho indiscutible en este tramo final del premundial. 

A este aspecto, vital para entender lo que la selección está gestando, habría que añadir algunos otros: la participación de los laterales en fase ofensiva, el primer pase de los defensores, la centralización de César González y Juan Arango, el esquema que incorpora a uno de los mediocentros a los circuitos de gestación (Agnel Flores contra Bolivia en San Cristóbal; Luis Manuel Seijas contra Paraguay en Asunción) o el viraje en las vías para llegar al gol, con más incidencia en los espacios interiores que en los costados. 

La simplificación ubica estas decisiones en las necesidades. Como el camino a Brasil 2014 apenas concede tregua, hay que hacer un curso acelerado de cómo transformar a un conjunto con reconocidas señas de identidad en su juego defensivo, en otro que priorice la elaboración y la generación de situaciones de riesgo en el área oponente. La realidad es otra: las vueltas de tuerca siguen los ciclos naturales de una selección en constante renovación generacional que ha ido añadiendo a su propuesta elementos novedosos relacionados, en gran medida, al mayor empaque competitivo de algunas de sus piezas. A lo expuesto sobre Josef Martínez habría que añadir a Alexander González y puede que más adelante a Yohandry Orozco para comprender esta especie de refundación. 

La eliminatoria obliga a buscar puntos y adaptarse a lo que cada compromiso demanda. Aquello que se asocia al estilo no siempre se corresponde con las exigencias que Venezuela adquirió con la transformación vivida en más de una década. Puede que el modelo actual explote y alcance cotas altas en los próximos dos meses. También que los plazos no alcancen. En cualquiera de los escenarios habrá lugar para el balance. Mientras tanto, asistamos a esta fase evolutiva con todos los sentidos puestos.

* Columna publicada en el diario El Nacional (19/08/2013)

lunes, 12 de agosto de 2013

Prepararse para cambiar

El ardid se convierte en excusa con el paso de los años: las malas actuaciones de los equipos venezolanos en la Copa Sudamericana no son un asunto de calendario. Si Mineros trascendió y fue más que Barcelona de Guayaquil en su serie fue por su buena preparación para la competencia. Que la suerte de Lara, Trujillanos y Anzoátegui haya sido otra, también tuvo que ver con la ruta que eligieron para enfrentar el nivel internacional. Otra cosa suena a coartada, a responsabilizar a terceros de las desventuras propias. 

Las pretemporadas cambiaron su perfil. Nuestro fútbol viró los esquemas del acondicionamiento físico. La modernización en los métodos de trabajo derivó en una concepción distinta de este ciclo que antecede a la búsqueda de puntos. Enfatizar en el desarrollo de la idea de juego más que en el aumento de las cargas, es una seña con la que se identifican varios técnicos que ejercen en la primera división. De allí que los contrastes que aparecen en los enfrentamientos contra rivales continentales se asocien más al cómo se asumen estos torneos que al tiempo en el que se presentan. 

Claro que sería óptimo encarar estos retos con un puñado de partidos oficiales como aval, pero nadie puede sostener que los resultados estén claramente vinculados a esta desventaja. Si los planteles no se refuerzan convenientemente ni se asume como una prioridad el careo con expresiones foráneas, acabará siendo una anécdota si los encuentros se disputan en agosto o en octubre. Las falencias aparecerán en cualquier circunstancia y el éxito dependerá del azar. 

Los cambios que la prensa reclama en la estructura del campeonato local no son asumidos como demandas por los interesados. Por eso se mantiene el mismo formato y el cupo internacional no opera como incentivo para planificar las temporadas con otro enfoque. Mineros fue la excepción y, aunque en su momento también se valió del tópico, la apuesta que hizo por darle empaque a su nómina para que su paso por la Sudamericana no fuese testimonial, redundó en una magnífica eliminatoria que consolidó su imagen fuera del país. 

Allí está el punto nuclear que lo explica todo. Sin objetivos claros sobre los que gire desde la estrategia del entrenador hasta las medidas de los directivos, cualquier intento para explicar una performance deficiente sonará vacío. No puede sostenerse sobre los mismos pilares una campaña que incluya torneos en el extranjero respecto de otra que se circunscriba al ámbito doméstico. Las metas caseras requieren recursos de otro calado. El desconocimiento del compromiso adquirido no puede seguir hipotecando, año tras año, el prestigio extra fronteras de los cuadros criollos. 

Qué decir de Anzoátegui y su aventura copera. Aunque no haya cómo corroborar con datos tangibles la incidencia de las malas decisiones de sus cabezas visibles, el devenir deportivo no es una pieza aislada, inmune a los despropósitos. Más que el fixture o el peso de la pretemporada, el equipo de Juvencio Betancourt padeció, ante el rival más débil de todos, los desaciertos de su propia estructura organizacional. Esa fue su mayor tara. 

La evolución no se adquiere por decreto. El principal enemigo de los clubes es su propia incapacidad para proyectar lo que una buena figuración internacional les puede reportar. Mientras sigan soslayándola, el destino quedará marcado por el mismo sino. Aunque siempre queden al alcance las manidas explicaciones que no aclaran nada.

* Columna publicada en El Nacional (12/08/2013)

lunes, 5 de agosto de 2013

Juego de tronos

Los equipos grandes cargan como una herencia de su propia historia la obligación de ganar títulos. Así lo entienden sus grupos de fieles y es lo que recibe el jugador como carga intangible adosada a la camiseta. Con más o menos inversión, las estrellas en el escudo son una demanda, una deuda permanente con intereses variables que engorda con el pasar de los torneos sin vueltas olímpicas. Caracas y Táchira iniciarán el Apertura 2013 con esa obligación y no hay paraguas abierto que resista una excusa pueril. 

El torneo venezolano define a los favoritos a partir de dos elementos claramente diferenciados: el linaje y el nuevorriquismo. Las estrellas distinguen a los primeros y los capitales son la puerta de entrada de los segundos. Cuando arranca una nueva temporada, el cuadro que peleó por la corona meses atrás puede estar condenado a una campaña gris y el marginado de principios de año derivar en candidato sólido. La fragilidad de los pronósticos puede apuntar a una competitividad ilusoria. 

Táchira está en un lugar sin coartadas que lo coloca a la cabeza entre los aspirantes a la primera corona en disputa. Su plantel no sufrió grandes alteraciones, realizó una pretemporada profunda y su cuerpo técnico cuenta con el aval del tiempo de trabajo acumulado. Daniel Farías siempre sacó buen rendimiento en el largo plazo y da la impresión de que sumó las piezas que requería el proyecto para darle empaque a su funcionamiento. La adición de Yohandry Orozco debería fortalecer su juego en fase ofensiva y los seis meses de adaptación de José Miguel Reyes y Gelmín Rivas debería acercarlos a la versión vista de ambos en el Anzoátegui campeón. 

La situación del Caracas ofrece un panorama distinto en la forma, pero de un conjunto conducido por Eduardo Saragó siempre debe esperarse que sea competitivo. A la razzia inicial se fueron añadiendo elementos curtidos en el torneo local, muchos con un pasado que los vinculó al DT en otras empresas. La plantilla del Rojo es amplia, con dos efectivos por puesto y, aunque no haya entrado en el mercado con rimbombancia, tendrá fuerza para hacerse sentir. Las diferencias que ofrece el talento disponible dentro del país son mucho más sutiles de lo que determinan las cifras. 

A Mineros le corresponde cargar con sus propias promesas y hacerle honor al fuerte dispendio hecho en los últimos años. Richard Páez pidió refuerzos, descartó jugadores que no calzaron en su modelo y es de esperarse que el prototipo con el que asumirá los retos de este campeonato engrane y tome forma. Al manejo de pelota como consigna irrenunciable, los de Guayana incorporaron velocidad. La cancha de Cachamay, amplia y durísima para quien la visita, invita a explotar este registro. Gente como Orlando Cordero, Ángel Chourio o Zamir Valoyes sabrá sacarle partido. 

En la lucha por el trofeo más preciado, Aragua reclutó un ejército de hombres curtidos. El dinero fresco llegó a Maracay y Carlos Maldonado ha hecho buen uso de la holgura presupuestaria. Confeccionó un cuadro que compró sus cortes para no quedarse fuera de la ceremonia de envestidura. Su vecino, Carabobo, fue el que más fichó en el receso y habrá que hacerle un lugar como posible outsider luego de lograr el retorno a la primera división. 

El juego de tronos que comienza este fin de semana contará con el campeón Zamora sin su mejor gladiador y con las curtidas espadas de Anzoátegui y Lara. En diciembre sabremos hacia dónde habrá de mirar para celebrar al primero de los coronados.

* Columna publicada en el diario El Nacional (05/08/2013)