lunes, 28 de noviembre de 2011

Estilo y estilistas

Definir un estilo simplifica el trabajo de los entrenadores. También el de los directivos, aunque suelen ser quienes menos noción tienen del tema. Con un ideario claro es más fácil elegir entrenador, buscar jugadores y marcar un rumbo institucional. La claridad en el camino a seguir minimiza los riesgos, le da valor lógico a las opciones y acorta la ruta hacia el éxito. No es una garantía; en el fútbol nada lo es. Pero sí aumenta las posibilidades de gestionar bien los recursos y evitar convertirse en presa fácil de representantes y vendedores de humo.

El criterio es válido tanto para clubes como para equipos nacionales. Cuando Luis Aragonés finalizó su ciclo con España tras consagrarse en la Euro de Austria y Suiza, dejó definido un estilo. Vicente Del Bosque, su sucesor, tomó la posta y mantuvo la línea que dos años más tarde le permitió coronarse en Sudáfrica. La dirigencia atinó con la designación, pero fue el entrenador quien puso el sentido común al servicio de sus dirigidos. Los beneficios están a la vista de todos.

A la Vinotinto le costó tres años y medio adecuarse a un cambio drástico en el fondo. En el momento de buscar un reemplazo para Richard Páez, la manera de jugar no apareció como argumento para analizar a los posibles herederos. Se optó por César Farías quien decidió hacer caída y mesa limpia. Los resultados hoy le avalan, pero el DT anduvo por un precipicio que pudo costarle el cargo. La selección del presente vuelve a ser identificable aunque con otro molde. Para que se pueda prolongar la buena estrella habrá que ser más cuidadoso a futuro: quien tome el testigo de Farías deberá conocer y seguir su huella.

Táchira fue campeón del último torneo con Jorge Luis Pinto. Técnico resultadista y de látigo en mano, soportó un semestre de bajo rendimiento pero le dio al Aurinegro su séptima estrella. Fue lo único que dejó el colombiano. La apuesta de quienes administran al cuadro de San Cristóbal fue Chuy Vera, la antítesis estilística de Pinto. Lo que devino es conocido: un proceso abortado al poco de nacer, futbolistas con contratos a largo plazo que quedaron colgados y la incertidumbre de encarar una Copa Libertadores sin claridad en el horizonte.

En Lara las cosas parecen encaminadas con Eduardo Saragó al mando. Hay un enorme capital que soporta a un plantel costoso y de jerarquía, pero la clave de su venturosa actualidad estuvo en la elección del mascarón de proa. El pasado reciente se valió de la poca experiencia de los inversores, arrasó la credibilidad y llenó al club de huecos financieros y morales. En este caso, el viraje en el modelo trajo beneficios que, de mantener una línea continua, podrían ser la base de un cuadro solvente y próspero que rompa con la norma general.

El Caracas ha sido modélico. Su estructura está edificada a prueba de sismos. La bitácora de sus conductores no admite desvíos en la carta de navegación. Nadie está por encima de la institución y cualquiera que llegue a dirigirla deberá encajar en esa política. Que aún debe definir el punto justo entre el desarrollo de sus divisiones inferiores y los triunfos como demanda su historia, pero que marca un estilo claro, entendido y asimilado por todas las piezas de su engranaje.

Identificar el rumbo a seguir es clave para que la aventura del fútbol trascienda al capricho. Soñar con vestirse bien está al alcance de todos. Lo difícil es hacerlo con estilo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Lo tangible y lo intangible

A partir de una clara conciencia colectiva, la Vinotinto construyó el equipo más sólido y completo que haya competido antes en una eliminatoria. El talento, mejor preparado, elevó su nivel competitivo. La apuesta por el largo plazo, que mejoró al ciclo anterior, afinó el funcionamiento y consolidó la idea. Y la profundidad, mezcla de la ampliación de la base y la suma de los “extranjeros”, añadió variantes que permiten manejar distintos registros. Salvo Uruguay, los cupos se disputan contra rivales que deben pelear por objetivos en medio de procesos en formación. Una ventaja que la selección aprovechó en las primeras fechas.

El presente de Venezuela se explica desde dos ángulos igual de importantes: uno, el que marca su rendimiento y confirman las estadísticas; y otro, no mesurable, vinculado a los valores grupales de un plantel maduro, solidario y con muchos líderes silenciosos que imponen sus galones con la calidad de su juego. 

Aquello que puede medirse quedó evidenciado en los últimos tres partidos. Renny Vega sigue siendo decisivo en el arco, prolongando el excelente estado de forma mostrado en la Copa América de Argentina. Tuvo responsabilidad en el gol de Freddy Guarín en Barranquilla, pero cada resultado positivo fue respaldado por intervenciones de mérito que aseguraron los puntos. Renny da seguridad a los defensores y ofrece alternativas de ataque con su pegada. Indiscutible.

La línea de cuatro defensores que integran Rosales, Vizcarrondo, Amorebieta y Cichero es de las más completas del continente. Los números lo avalan (1 gol en 3 compromisos con ellos en la cancha) y el peso de todos en la elaboración o las jugadas de pelota detenida, eleva aún más su aporte.

Juan Arango vive su mejor momento futbolístico. Fue el más destacado en la última doble cita y se ha convertido en el líder de su club en la Bundesliga. Tomás Rincón crece y echa bases para erigirse en el primer futbolista de esta tierra que vista la camiseta de un grande de Europa. Y César González confirma en cada choque que es un elemento de selección. Como el Ruberth Morán que dirigió Richard Páez, Maestrico renace con la Vinotinto y trasciende al presente en su club.

El elemento físico tiene un peso superlativo en el rendimiento de este equipo. No es un secreto: el proyecto Farías requiere de esa fortaleza para imponerse. Ese elemento fue fundamental en el triunfo contra Argentina; en el último trecho de partido en Barranquilla; y en toda la refriega frente a Bolivia en Pueblo Nuevo. La labor de Fabián Bazán constituye una baza innegable. Eso y que los futbolistas reciben una mejor preparación en las instituciones a las que representan. Una mayor cantidad de piezas regadas en ligas de alto rango redunda también en una mejor adecuación atlética para la alta competencia.

A Farías le corresponden muchos méritos en este momento de gloria. Aunque el camino a Brasil 2014 apenas haya recorrido un 25 por ciento, hay factores claros de incidencia en su labor: le dio forma a una idea, estableció un mapa de ruta claro y aprendió cómo competir en una eliminatoria. La planificación de cada compromiso, la elección de los nombres y la forma de asumirlo aumentaron su grado de intervención en los éxitos. 

El personaje que crea hace ruido con su capacidad, pero el tiempo ha demostrado que esa faceta no afecta al grupo, impermeable a la vorágine externa.

Habrá que esperar siete meses para reactivar la ilusión mundialista. Mientras, y desde la cima de la tabla, el sueño sigue siendo libre.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El tiempo de la madurez

El 15 de noviembre de 2003 quedó marcado en la historia por el gol de Juan Arango a Farid Mondragón en el Metropolitano de Barranquilla. La efeméride, de la que mañana se cumple 8 años, aparece como cita obligada en la historia reciente de la selección. Aquel día se produjo un hecho que el peso del resultado diluyó pero que fue determinante en el futuro: Alejandro Cichero y Jonay Hernández aparecieron por primera vez como titulares en la línea defensiva vinotinto. La inclusión de esas dos piezas estabilizó la línea de zagueros de Richard Páez y le dio forma a un funcionamiento colectivo que tuvo vigencia durante un ciclo completo.

La fecha del 11/11/11 habrá que registrarla también en la bitácora de gestas y no por su componente místico (el gol de Freddy Guarín se produjo a los 11 minutos; Frank Feltscher empató a falta de 11 y el marcador dibujó el número mágico en la pizarra del estadio) sino por otro elemento que no aparecerá en las estadísticas: la influencia de Fernando Amorebieta para dotar de personalidad, carácter y espíritu de lucha a un equipo que ya se había cargado de estos atributos en la Copa América de Argentina. Las señas de identidad del grupo, lo que lo hace reconocible, nacen en su retaguardia, confluyen en Tomás Rincón y desembocan en Juan Arango. El maná, la piedra filosofal que explica este buen momento, no tiene más secretos. Tan simple y tan complejo.

El espíritu colectivo sublima cualquier actuación individual. En Barranquilla fueron determinantes Renny Vega desde el arco; Amorebieta y Vizcarrondo en el eje de la zaga; Arango y Maestrico González en la zona de gestación. Pero el peso de la propuesta pasa por el engranaje de movimientos y funciones grupales, y por el mayor conocimiento que César Farías tiene del contexto y de los ejecutantes con los que cuenta. Eso traduce en una mejor planificación de los partidos y en decisiones acertadas a la hora de cambiar lo que no funciona. La profundidad de nombres le permite disponer de variantes, pero nadie juega por el apellido que lleva en la espalda. 

Farías creó un ecosistema que resiste las diferencias individuales propias de los grandes planteles. La autoridad y el convencimiento están avalados por las respuestas que la selección ofrece en la cancha. Ante eso no hay espacio para los egos. Quien está sabe que ese es el camino y el que se incorpora entiende que los códigos no permiten distracciones ni salidas de tono. Puede que alguno acepte a regañadientes el sacrificio de un planteamiento, pero cuestionar cualquier decisión conllevaría el rechazo de la mayoría.

No es verdad que el punto logrado en Colombia carezca de valor si no se obtienen los tres en San Cristóbal. Cada batalla tiene su propia épica y todos los rivales son directos. Para llegar a Brasil no se podrá saltar ninguna escala.

Por encima del análisis puntual que cada choque genera aparece un elemento novedoso: la madurez para competir y el talante que permite asumir el éxito sin desnortarse. Eso representa una garantía mayor que la alineación que el DT decida para cada refriega. El presente es un valor nuclear para entenderlo; la herencia del pasado construyó la memoria colectiva de los implicados: jugadores, entrenadores, dirigentes, periodistas y afición.

Lo que trasciende hoy no está adosado a un resultado. En la costa colombiana alumbró la versión con más personalidad de la selección. Para que el sueño se pueda seguir tocando con la punta de los dedos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Los herederos de Páez

De Richard Páez a César Farías, el entrenador venezolano evolucionó y parió una generación de noveles preparadores cualificada y lista para dar el salto al nivel internacional, meta ya alcanzada por los futbolistas. Hace pocos días el merideño ganó la Copa Postobón con Millonarios de Bogotá y estableció un nuevo hito. La clasificación al Mundial Juvenil de Egipto encumbró a Farías; pronto, otros logros abrirán nuevas puertas a la trascendencia y se habrá dado un paso más hacia la evolución. Un escalón necesario e impostergable.

Páez jerarquizó a los entrenadores de este país. Les otorgó un lugar y les dejó el legado de la notoriedad. Nunca un DT ejerció tanta influencia sobre sus pares. Desde lo ideológico y desde la autoridad ganada a partir del cambio obrado en la Vinotinto. Existe un “discurso Páez” seguido y transformado por algunos; procesado por otros para elaborar su propio ideario; e incluso adversado por quienes se ubican en las antípodas. Pero igualmente decisivo en la dirección conceptual de contemporáneos y herederos del oficio.

El papel de los técnicos nacionales ganó peso en la última década. También su valor en el mercado. Los sueldos tocan a los timoneles y los hacen parte del crecimiento del negocio. Aquellos personajes anodinos del pasado (con honrosas excepciones que confirman la norma) dieron paso a una camada que goza de protagonismo mediático y liderazgo, más la capacidad para procesar toda la información disponible y convertirla en métodos modernos.

La falta de estructura de los clubes sigue siendo la traba. No todos distinguen entre el trabajo serio y el oportunismo. Una parte apuesta por la solvencia profesional de quienes se abren paso y abonan con títulos sus carreras; la otra acude a la feria de mercaderes de oficio que, con la connivencia del poder, alimenta el trasiego de líderes sin soles con sueldo de general.

Los discursos y las ideas son amplios. Desde la motivación como base que alimenta el éxito, pasando por el lirismo o el intervencionismo, la amplitud de posturas y filosofías también enriquece el nivel del torneo local. La preparación física dejó de ser ignorada como elemento básico en la puesta a punto para la alta competencia y ya se identifican tendencias puntuales en las formas de encarar este aspecto de la práctica profesional. El video y los informes pre partido forman parte de la rutina de algunos técnicos, maestros en el uso de la tecnología para reducir la incidencia del azar y la inspiración sobre el resultado.

El nivel competitivo y de conocimientos del jugador criollo ejerce una influencia e impulsa los saltos de calidad en quienes dirigen. Ya no vale cualquier proclama para convencer: quien ejecuta recibe la misma data que sus guías y el frecuente roce internacional nutre su acervo. Las carencias en el proceso de formación siguen siendo un obstáculo, pero el mayor conocimiento del juego ayuda a nivelar carencias y establece claros patrones de exigencia.

Nada de todo esto era así antes del fenómeno que alumbró la selección de la mano de Páez y la generación que cambió el presente del fútbol venezolano.

Si Farías logra el objetivo de clasificar a Venezuela a la próxima Copa del Mundo tendrá un lugar reservado en la historia. Y, a partir de la gesta, será inevitable que su doctrina aglutine fieles. Su sucesor encontrará el listón muy alto, pero quien llegue para ocupar su lugar sabrá cómo saltar para alcanzarlo.