lunes, 25 de noviembre de 2013

Finales agradecidos

Todo ciclo debe tener un buen cierre. El éxito del proyecto que vendrá dependerá de que la historia anterior no deje fisuras. Que haya un reconocimiento al que dio vida a lo que nos alimentó la ilusión y regó de semillas el camino, garantiza la fertilidad de los próximos terrenos a labrar. Se acaba un emprendimiento, el ingenio da lugar a la renovación y el aire fresco de las ideas en ciernes se llena de la energía sólida de la ventura. 

Lo pasado, aunque quede atrás, puede ser un regalo invaluable. La experiencia, ajena a juicios, dibuja mapas de ruta actualizados que conducen a destinos robustos, abiertos a la transformación. Defenestrar aquello que sostuvo una estructura no propicia el aprendizaje. Lo contrario: del lugar correcto que cada acción anterior al cambio reciba en el recorrido, se construirán empresas sanas. 

Los clubes del fútbol venezolano apuntan a la creación de una Liga que les ofrezca una salida a la crisis en la que están sumidos. Alentados por el entusiasmo de algunos propietarios, la necesidad de agruparse alrededor de una causa común modificó su propio sino. La ruptura con el actual estado de cosas es inminente. Más temprano que tarde, la organización que pergeñan será una realidad que inaugurará una era y repotenciará la esperanza. 

Cada movimiento deviene en una decisión que consolida la idea. Pero tan importante como definir modelos, y formatos de competencia, los equipos deben entender que una buena negociación con la Federación es un requisito fundamental. Colocarse en la acera contraria, de cara al conflicto, no será un beneficio ni le dará fuerza al árbol cuyas raíces surcan la tierra árida. 

En la misma línea, la propia Federación se plantea hoy el traspaso de timón en la selección nacional. Es vox populi que César Farías culminará sus funciones una vez se concrete el acuerdo que propicie una salida satisfactoria para ambas partes. Un final adecuado, que con equilibrio asuma deudas y ganancias, permitirá que el sucesor trabaje en el entorno óptimo para que el proceso naciente se levante sobre bases firmes y libres de maleza. También coadyuvará a que la elección del próximo técnico esté libre de rémoras. 

Las críticas a la gestión de quien tiene el poder de decidir son necesarias. La mirada fiscalizadora de los medios también. Pero incluso en el ejercicio de construir un balance, la subjetividad lucha para mantener lindados sus dominios. De allí que sea una necesidad una distribución equitativa de las cargas. Las positivas y las negativas. Lo que sumó y lo que restó. Solo así las cuentas dejarán números en verde y será posible edificar sin temor a fracturas. 

La revisión de la historia reciente es una herramienta útil para entender el destino del fútbol de este país. Hubo pasos significativos en la última década, no siempre valorados en su justa dimensión. También malas decisiones, como la expansión del campeonato después de la Copa América 2007 o la forma inadecuada cómo se afrontó la sustitución de Richard Páez el mismo año. En cada acción hubo más de un responsable y algún acierto a pesar del despropósito. Con el fiel de la balanza en el centro, es más justa la lectura. 

El primer paso para que la nueva aventura prospere es respetar todo lo que se deje atrás. Agradecer con la humildad de quien no espera más en retribución que el vigor de su propio emprendimiento. De las rupturas y las crisis, surgen los momentos más lúcidos de creatividad. 

www.danielchapela.com

* Columna publicada en el diario El Nacional (25/11/2013)

lunes, 18 de noviembre de 2013

Clases y nuevas estirpes

La paridad en los puestos de vanguardia del torneo venezolano dibuja dos escenarios claramente definidos: la mayor competitividad otorga opciones a un número más amplio de equipos y las diferencias que proclaman los presupuestos son más tópicas que reales. El asunto puede verse también bajo diferentes parámetros. El optimista se aferrará a lo bien que le hace al campeonato la incertidumbre y la pugna constante hasta el final para definir al nuevo monarca. Quien mira las cosas con escepticismo, pensará que el nivel se emparejó ante la debilidad de los grandes para marcar distancias. 

Al sorpresivo Carabobo se unió Atlético Venezuela en su campaña de confirmación. Ambos se sumaron al lote de los candidatos tradicionales, junto al campeón Zamora y el infatigable Anzoátegui manteniendo sus credenciales. Caracas, Mineros y Táchira, números puestos en todos los pronósticos, pelean para cumplir con el peso de las exigencias. Por historia, por inversión o por ambas, esas tres camisetas deben responder a otro tipo de demandas. 

Qué hace que todo sea tan parejo por arriba es una buena pregunta para aproximarse al análisis. Nada hace pensar que el panorama cambiará en las últimas tres fechas, por lo que conviene abrir la discusión y encontrar motivos. Una cuestión elemental se centra en los jugadores: los altos sueldos que algunos devengan solo divide desde los números; en la cancha, la realidad es otra y nóminas modestas pueden plantar cara al plantel más ostentoso. Ergo, la elite del país es básicamente nominal y la selección, un parámetro que estandariza el talento, hace rato que fijó su base en los futbolistas que actúan en el exterior. 

No puede afirmarse, sin embargo, que el dinero sea un detalle menor. Como ocurre en todos lados, los más poderosos lindan su territorio y actúan como pirañas en el mercado. Salvo Aragua, las plantillas más costosas están peleando por el título, incluyendo a Carabobo aun en su condición de recién ascendido. El tema está en que, debido al origen de los fondos –en la mayoría de los casos producto de la dádiva gubernamental– la riqueza no es producto del crecimiento estructural y la endeblez es tal que el opulento de hoy puede ser el pobre de mañana. 

Lo más significativo en el desarrollo del Apertura 2013 puede que esté, más que en lo estrecho de las ubicaciones de los que pelean por dar la vuelta olímpica en diciembre, en la enorme brecha establecida con la clase media. Allí sí ocurre una división significativa que separa a pudientes de desheredados y que, con contundencia, dibujas las auténticas miserias del torneo. 

Otro factor, probablemente el más determinante, está en los entrenadores. Allí sí hay razones válidas para establecer una paridad de capacidades. Richard Páez, el técnico de más alcurnia del país, compite con noveles como Jhonny Ferreira o Juvencio Betancourt, cuyos métodos y conformación de grupos multidisciplinarios de preparación, elevan el estatus de sus conjuntos. 

Chita Sanvicente, el estratega con más estrellas, mide sus condiciones ante los ya laureados Eduardo Saragó o Daniel Farías, ambos jóvenes con una magnífica proyección. Ellos, y José Hernández, quien ha potenciado al Atlético Venezuela valiéndose del sentido común y el buen criterio de sus dirigentes, conforman una estirpe invaluable. Aunque apenas se les considere en la lectura global, su incidencia en el crecimiento de la última década y media ha sido sustancial. 

El de los DT fue el gremio que más creció y el secreto no revelado que explica el actual equilibrio de fuerzas.

* Columna publicada en el diario El Nacional (18/11/2013)

lunes, 11 de noviembre de 2013

La Liga de los desligados

Foto: www.iconosdevenezuela.com

La creación de una organización que agrupe a los clubes profesionales es una urgencia. Adscritos a la Federación hace más de tres lustros, las posibilidades de crecimiento son mínimas y las taras se multiplican. Mientras la Vinotinto florece próspera amparada en sus éxitos, el torneo local agoniza como empresa. Hijos del mismo padre, las diferencias los colocan de espaldas en una relación perniciosa que no se retroalimenta. 

Los equipos han decidido tomar la iniciativa y atender a la demanda. Agrupados en sesiones de discusión, optaron por asir en sus manos el rumbo de su destino. Que el proyecto, apenas un boceto entusiasta, derive en realidad, dependerá de la fuerza con que los dueños acometan la cruzada y el buen ejercicio diplomático que les permita avanzar sin generar enfrentamientos. 

El producto está herido de muerte y muchos de los dirigentes entienden que es preciso dar un golpe de efecto que les permita tomar el control. Decidir sobre el espectáculo en el que invierten sin que haya el retorno suficiente para cerrar los balances con números en verde, es un derecho. Pero no basta con la intención: quienes pergeñaron la idea y trasladan entusiasmo a sus pares, deben definir con claridad un modelo viable, sostenible y rentable. Ese es el gran reto. 

No hay otra salida para los equipos que independizarse y ser dueños de su destino. En su momento la Federación ofició de salvadora de la desaparecida Liga de Fútbol Profesional, cuyo último presidente, Laureano González, detenta el cargo de vicepresidente en el ente que dirige Rafael Esquivel. Fue, en buena medida, una decisión que fusionó dos espacios de poder enfrentados. Las consecuencias en el largo plazo son fácilmente verificables. 

El grupo que persigue el cambio y volverá a reunirse en dos semanas, deberá enfocarse en el aficionado como núcleo para el diseño de su estructura de negocios. Que el hincha pueda acudir seguro a los estadios, que integre a sus familias en un entorno apacible y cómodo, que disfrute de un nivel competitivo alto en base a un mercado sano y que, si ha de observar a la divisa de sus amores en una pantalla de TV, tenga las mismas retribuciones. 

Los pasos son complejos. Ejemplos de iniciativas fecundas sobran: desde la MLS hasta la liga australiana, con el paradigma de la Bundesliga como faro que alumbra al planeta. De igual modo, con sus matices y especificidades, deportes como el beisbol o el baloncesto nacionales pueden ser una buena referencia. 

La transformación debe llegar al fondo mismo de las instituciones. Caracas es un espejo para la mayoría, pero incluso el mayor ganador de títulos en el país debe replantear algunas de sus premisas. Todos deben apuntar a la depuración económica, tanto para generar mayores recursos como para fiscalizar el origen de los fondos sobre los que se sostienen. Eso, amén de un mejor y más justo acuerdo por los derechos televisivos, son factores esenciales en la refundación. 

Mejorar el empaque del producto y hacerlo más atractivo redundará en beneficios comunes. Habrá que sincerar realidades y plantear objetivos que funcionen como filtro. Quien no pueda afirmarse sobre la base de la solvencia financiera, con garantías para su personal y el resto de competidores, quedará al margen. Socios, en el sentido más estricto del término, con metas precisas, lógicas y evaluables en el tiempo. 

La Liga será una realidad con buenos augurios si sus integrantes, antagonistas en la cancha, dejan de estar desligados y apuntan hacia el beneficio colectivo.

* Columna publicada en el diario El Nacional (11/11/2013)

lunes, 4 de noviembre de 2013

Caminos desnortados

Chuy Vera 

En el término de una semana, tres clubes de la primera división cambiaron a sus técnicos. Lara, Petare y La Guaira optaron por cesantear a quienes iniciaron el Apertura para buscar, cada uno en sus propios contextos, soluciones a la coyuntura. Chuy Vera, Saúl Maldonado y Carlos Ravel culminarán los proyectos que otros iniciaron y sobre los que deberán aportar resultados. Una labor en la que no solo cuenta la capacidad del preparador. La respuesta colectiva para cambiar las dinámicas negativas puede encontrar asidero en el liderazgo del nuevo timonel, pero no es el único soporte. 

Los equipos no siguen una línea coherente que defina el camino. Sin una directriz que delimite con claridad los parámetros estructurales, difícilmente habrá consistencia en las decisiones deportivas. Desde la elección del entrenador hasta la conformación de los planteles. Incluso las llaves maestras de acción que identifican una enseña deben estar determinadas sin ambigüedad: si la vía es formar para vender o si, por el contrario, la mira está puesta en alcanzar títulos a corto plazo. En cada caso, las disposiciones serán distintas. 

Administrar sobre esos principios no garantiza el éxito, pero sí traza una bitácora más lógica de gestión. Con las mismas nociones que definen a una empresa, los clubes de fútbol deben determinar el objeto que los conforma, la misión que los guía y los objetivos que se marcan. A partir de ahí, puede armarse un proyecto que clarifique un estilo de juego, ubique a los más capaces para llevarlo a cabo y establezca presupuestos idóneos para su ejecución. 

Lara ha dado bandazos desde que Eduardo Saragó culminó un ciclo brillante. Primero fue una profunda crisis en sus bases; luego, el extravío de quienes se hicieron cargo generó esquizofrenia e inestabilidad. El cese rocambolesco de Lenín Bastidas, la indefinición en el rol de Rafa Santana y el nombramiento posterior de Vera, no hablan de sentido común en la conducción. Por encima de todas las cosas, alimenta la confusión general y obliga a redoblar esfuerzos. 

En Cabudare deberán tener claro que con el nuevo DT adquieren también unas señas de identidad muy específicas que llevará tiempo conjuntar. Táchira no lo entendió en su momento al optar por los mismos profesionales luego de que Jorge Luis Pinto los llevó a su última estrella y la impaciencia abortó el proyecto a las pocas fechas. Las consecuencias del despropósito gerencial todavía las está pagando. 

La inconsistencia en Petare ha sido la norma prácticamente desde que decidió adoptar su nueva denominación. Con Manuel Plasencia tuvo firmeza ya con una plantilla menor. La reducción presupuestaria derivó en el desarrollo de talento joven que mantuvo los niveles competitivos, ajustados a su realidad. Pero sus jerarcas fueron seducidos por cantos de sirena, cortaron el trabajo de Plasencia y se convirtieron en candidatos al descenso. El mayor de los Maldonado será el tercer técnico en menos de un año. 

En La Guaira hay un cortocircuito conceptual. Herederos del Real Esppor, sus nuevos propietarios recibieron a un conjunto hipotecado pero con una cantera riquísima. Pusieron mucho dinero para incorporar a Franklin Lucena y Renny Vega, al tiempo que le dieron las riendas a un estratega joven, conocedor de los viveros, pero al que condenaron por no cumplir con metas desproporcionadas. De nuevo, la ausencia de norte devino en fracaso deportivo. 

Los cambios de timonel siempre generan expectativas e ilusiones renovadas, pero el viento no soplará a favor sino no se remiendan bien las velas.

* Columna publicada en el diario El Nacional (04/11/2013)

lunes, 28 de octubre de 2013

Renovación desde adentro


La posibilidad de que el ciclo de César Farías como seleccionador nacional llegue a su fin, adelanta una discusión interesante respecto al perfil de su eventual reemplazo. Con un alto grado de especulación, porque hay un acuerdo firmado y todavía ningún asomo claro de ruptura, el asunto invita a analizar opciones. No de nombres sino de posibilidades. Hacia dónde apuntará la Federación si debe buscar un sucesor en los próximos meses. Esa es la cuestión. 

Desde antes de que la eliminación mundialista se concretara, la idea de un técnico extranjero se instaló como opción en algunos sectores. La dirigencia se posicionó indicando que ese no sería el camino a seguir. Apegados a los antecedentes, la visión tiene coherencia. Con Richard Páez se inició un proceso continuista prolongado por Farías y que entregó el comando de la selección a preparadores nacionales. Con notorio éxito, por cierto. 

Se toman ejemplos de lo que sucede en naciones vecinas para sostener que un DT foráneo acercaría a la Vinotinto al sueño mundialista. Conviene observar con lupa el uso interesado de estas experiencias como argumento para darle sustento a esta postura. Asumir que una medida así incidiría en el nivel competitivo, reduciendo las distancias en el continente, implica no evaluar con rigor cada caso. Tampoco el propio, que es el que más interesa. 

Que Colombia o Chile hayan alcanzado altas cotas de rendimiento con estrategas nacidos en otras tierras, no necesariamente define la idoneidad del gremio local. El argentino José Pekerman devolvió a los Radamel Falcao y compañía a la Copa del Mundo, atendiendo con eficacia a la coyuntura planteada tras la salida abrupta de Bolillo Gómez y los malos resultados de Leonel Álvarez. Al tiempo, tres colombianos conducían a Costa Rica (Jorge Luis Pinto), Ecuador (Reinaldo Rueda) y Honduras (Luis Fernando Suárez) a Brasil 2014. Una gran paradoja. 

Nadie duda que tanto Marcelo Bielsa como Jorge Sampaoli colocaron al seleccionado chileno, y a sus jugadores, en el mapa universal. La apuesta rindió enormes frutos, producto de una gran inversión y una estructura que sostuvo el trabajo de dos conductores prestigiosos y capaces. En ese período que abarcó poco más de un lustro, Manuel Pellegrini, hijo dilecto de los pagos de Pablo Neruda, dirigió al Real Madrid y hoy es la cabeza visible del nuevo proyecto del Manchester City inglés. Ergo, no cuentan solo las capacidades sino las circunstancias y los contextos sobre los que se toman determinadas decisiones. 

La gran transformación vinotinto fue hija de sus dos últimos timoneles. Sin negar el inmenso aporte de varias generaciones de futbolistas y el impulso que, con mayor o menor grado de implicación, le dio la dirigencia, la selección creció sustentada en las figuras de Páez y Farías. Los dos elevaron el listón a cotas inimaginables, proyectaron y le dieron notoriedad al equipo de todos los venezolanos, y acabaron siendo responsables directos del nacimiento de una grey vanguardista de entrenadores criollos. Aunque sea lo menos valorado de ese legado, fue lo que más se desarrolló de puertas para adentro. 

Sea quien sea el elegido para sustituir a Farías en el corto, mediano o largo plazo, la alternativa no hay que importarla. Por convicción y sentido común, debería sostenerse el concepto que tan buenos frutos dio en este período luminoso. Con otros métodos y estilo, la ilusión debe seguir alimentándose desde adentro.

* Columna publicada en el diario El Nacional (28/10/2013)

lunes, 21 de octubre de 2013

Reflexión y decisiones


La Federación anunció hace unos días que no habrá más actividad para la Vinotinto adulta hasta los primeros meses de 2014. Una medida que, de acuerdo al comunicado oficial, fue tomada de común acuerdo con los futbolistas. La saturación, el desgaste de una eliminatoria dura, preñada de viajes y apremios, fue el argumento esgrimido para tomar una pausa. Serán casi seis meses sin actividad ni convocatorias, un período que servirá para calmar tensiones y enfriar debates, pero que no luce acertado desde la planificación del futuro. 

Las lecturas a partir de este punto son múltiples: resulta una gran paradoja en el camino seguido por César Farías como seleccionador, siempre a punto para aprovechar cada oportunidad de foguear al equipo nacional, incorporar nuevos elementos y ensayar sobre variantes en su modelo de juego. 

Hay un contrato en vigor y sobre esa base debe entenderse que la continuidad en el trabajo dirige los objetivos hacia la renovación del plantel y la consolidación de los elementos que fueron ganando protagonismo en la última fase del proceso. Tiempo para medir el potencial competitivo de aquellos que, como Tomás Rincón o Roberto Rosales en los albores de la era Farías, deberán comenzar a mostrar si se ajustan al perfil de los altos niveles de exigencia. 

La selección de los próximos años se levantará sobre esos cimientos, si bien todavía es impensable prescindir de Juan Arango. Al capitán le pesan los partidos acumulados y es probable que inicie un descenso en sus capacidades. Pero sigue siendo imprescindible. Su incidencia en el juego, por jerarquía y características, obliga a pensar en una extensión. No habrá sustitutos que calcen sus galones. A nadie se puede cargar con semejante responsabilidad. El tiempo de la transición rueda, pero habrá que seguir construyendo sobre los hombros del mejor futbolista venezolano de todas las épocas. 

Arango es solo un aspecto en este análisis, pero conviene considerarlo. Los que tienen autoridad sobre el vestuario lo respaldan y lo ven como un faro en el camino. Son nombres también fundamentales para los días que vendrán y sus opiniones condicionan cualquier decisión. Ellos hablaron para solicitar este receso y participar sobre las determinaciones de los próximos meses. 

Farías está convencido de que hay posibilidades de mejora, que el camino de la evolución sigue abierto y no hay oposiciones dentro del grupo para que mantenga su condición de mascarón de proa. Se siente capaz de encarar la tensión generada y apuesta a revertir el estado de crispación con el que se despidió en Pueblo Nuevo. La dirigencia mantiene su intención de preservar el vínculo, pero el último paso dado, este paro forzado con fechas FIFA por delante y opciones de medirse a conjuntos ya clasificados a Brasil 2014, levanta suspicacias: puede que no sea tan indisoluble la relación entre el DT y sus jefes. 

Lo que debe estar sopesando Farías abarca todos estos aspectos. Con el apoyo irrestricto de la Federación, tal como ocurrió en más de un lustro de relación laboral, el horizonte estará despejado. Sin él, es otro el escenario. El contrato que firmó hasta julio del año que entra, sin considerar la clasificación al Mundial como punto de revisión, no tiene precedentes. Las ataduras tienen firma y sello húmedo en un papel notariado, algo que trasciende cualquier enfoque pasional. 

El técnico habló de un período de reflexión tras el último choque del premundial. Que a nadie sorprenda que, con una medida justa del panorama que lo circunda, acabe dando un paso al costado.

* Columna publicada en el diario El Nacional (21/10/2013)

lunes, 14 de octubre de 2013

Cacería de brujas

La eliminatoria cerró un período competitivo en el que quedaron por cumplir algunos objetivos. Al contrario de lo que sostiene una cierta corriente de pensamiento, la clasificación al Mundial no fue uno de ellos. No es la certeza que genere más adeptos en estos días de polarización, pero sí la única que considera la perspectiva histórica como vara de medida. 

Apartando el discurso sostenido muchas veces por el propio César Farías en comparecencias públicas, ir a la Copa del Mundo no puede ser una exigencia. Sí un deseo, aquello para lo que se planifica y trabaja, pero no lo que evalúe la gestión de un cuerpo técnico. Nunca lo fue, ni con Richard Páez, ni mucho menos con sus antecesores. Las expectativas y posibilidades, alimentadas por los resultados conseguidos por este grupo, azuzaron las esperanzas. No hubo infundio periodístico ni campañas publicitarias. Si el sueño se instaló en el país fue por aquello que la propia selección fue consiguiendo en la competencia. 

Las profundas divisiones generadas en el entorno, fruto de enfrentamientos atávicos y de una relación no siempre armoniosa entre el DT y los medios, dirigieron las críticas hacia aquello que Farías incorporó a sus proclamas: llegar a Brasil 2014, mejorar las estadísticas pasadas, imponerse por encima de las diferencias que su modelo y estilo despertaban en algunos sectores. 

El partido contra Paraguay fue usado como arma arrojadiza. La Vinotinto no cuajó una buena presentación, hubo espesura en el juego ofensivo que intentó desplegar y las ausencias incidieron como pesadas lozas sobre el rendimiento. No hubo soluciones en la cancha para cumplir con las exigencias del momento y quienes recibieron la alternativa mostraron no estar maduros aún para estos niveles. Esa fue una realidad que golpeó con fuerza y una señal inequívoca del estatus que, aunque cueste aceptarlo, nos corresponde. 

La cacería de brujas aleja al observador del análisis profundo. Hay una asunción, respaldada por factores de opinión y en boca de aficionados, que estigmatiza a quien no pide la cabeza del seleccionador, acusándolo de pusilánime. La mirada, con mucho de vocería de tribuna, niega avances y busca en las características del personaje argumentos para sustentar los pedidos de dimisión. Aceptable para los hinchas, pero un despropósito periodístico. 

Farías deberá sopesar ahora el papel que le corresponde en la historia. Medir el desgaste. Reflexionar sobre errores y decisiones. Evaluar incluso el ambiente generado con esta ilusión frustrada que hoy, afortunadamente, despierta sentimientos en la nación. Y no solo como un asunto personal al que se verá sometido, sino por el clima que rodeará a la selección. La crispación puede llegar a ser perjudicial en el período futuro, para él como cabeza del proceso y para el conjunto de futbolistas que deberá asumir los retos sucesivos.  

En estos días de balances se puede argüir sobre una base estadística, detallar partidos, propuestas y determinaciones. Discutir sobre aptitudes, especular con la opción de un entrenador extranjero. El fútbol admite todo, incluso que se dude sobre la capacidad de Farías, acusándolo de improvisado. Una osadía que solo cabe en las gradas o en la calle. 

El ejercicio de autocrítica debe expandirse a toda la comunidad futbolera. Porque, para cumplir la meta máxima que el fútbol venezolano persigue desde hace décadas, hay que crecer en todos los estamentos. Se asuma o no tamaña responsabilidad.

* Columna publicada en el diario El Nacional (14/10/2013)

lunes, 7 de octubre de 2013

Promesas y decepciones

Darwin Machis fue la revelación del torneo venezolano hace poco más de un año. Su talento emergió con goles en la Copa Venezuela y un notable Clausura 2012. Los scouts del Udinese vieron a la joya en ciernes y pusieron una oferta que Mineros aceptó de inmediato. El destino del jugador no ha sido el esperado: cedido al Granada, hoy pelea por ganar minutos y continuidad en el equipo filial. La historia, por repetida, invita a la reflexión. 

Antes siquiera de madurar completamente en el fútbol de primera división, Caracas vendió al Young Boys de Suiza a Josef Martínez y Alexander González, dos de las más valiosas crías de su cantera generosa. El dúo marchó a Europa todavía en fase de formación, pero con un rodaje de liga local, partidos internacionales y proceso de selección que les permitió sobrevivir a la poda darwiniana. El club que los adquirió apenas les concedió posibilidades, pero el préstamo a cuadros menores derivó en el establecimiento deseado, con ingentes beneficios para la Vinotinto adulta. 

La estructura de los equipos criollos –o la falta de ella– es la base sobre la que se fundamenta el éxito o el fracaso de estas aventuras. También el tiempo en el que se toman estas decisiones, fruto de la ansiedad de representantes y futbolistas en busca de los dineros copiosos de ultramar. A esto hay que sumar el hambre del vendedor, generalmente ansioso de capitales frescos que no acaban en canchas o ciudades deportivas sino en fichajes y sueños faraónicos. 

Después del sonoro éxito del cuadro juvenil que clasificó al Mundial de Egipto en 2009, varios de sus integrantes aprovecharon la vitrina y fueron traspasados a conjuntos del extranjero. Ya Salomón Rondón pertenecía a Las Palmas, de la segunda división española, pero algunos de sus compañeros apenas irrumpían en la alta exigencia. La mayoría optó por dar el salto antes de acabar de macerarse. Así salieron Rafa Romo, José Manuel Velásquez, Rafael Acosta, Ángelo Peña o Pablo Camacho. El sino de casi todos fue volver al país y, en casos como el de Peña, retomar la oportunidad de triunfar en el exterior después de acumular minutos de rigor competitivo con camisetas locales. 

A Renny Vega le ocurrió un tanto de lo mismo cuando fue transferido al Udinese todavía en edad adolescente. El arquero debió regresar a Venezuela para construir una carrera que lo cimentó como el titular en la selección. 

Con Yohandry Orozco se está repitiendo el mismo escenario: su venta al Wolfsburgo fue una celebrada noticia después de su brillante Suramericano Juvenil en Perú, pero dos años estancado en Alemania, sin posibilidades de progresión, le obligaron a desandar el camino para defender los colores del Táchira y ganarse un lugar en las últimas citaciones de César Farías. Orozco creció en Unión Atlético Maracaibo y, al momento de su traspaso ya como ficha del Zulia, apenas acumulaba rodaje formativo. El presente invita a pensar que volverá a Europa con mejores herramientas para consolidarse. 

Hay un aprendizaje, casi siempre empírico, que lleva a elaborar mejores decisiones que acaban siendo trascendentes para transformar escenarios futuros. De momento, dos nombres asoman como posibles embajadores en condiciones idóneas para dar el paso que consolide su desarrollo: Rómulo Otero y Robert Hernández. La evolución futura de la selección dependerá, en buena medida, de cómo sean gestionados los procesos de crecimiento de las figuras emergentes.

* Columna publicada en el diario El Nacional (07/10/2013)

lunes, 30 de septiembre de 2013

La ruta del Neardental

Evolución es un concepto clave para medir la transformación de la Vinotinto. Es el parámetro idóneo que calibra los avances conseguidos y la dimensión de ese listón del que todos hablan pero pocos definen. Tomando ese aspecto como elemento evaluador, habrá que afirmar que el crecimiento en el período de doce años que va de 2001 al presente, ha sido sostenido. Que los pasos hacia adelante fueron sólidos, más allá de las discusiones referidas al estilo, modelos de juego, identidad, carácter y señas de conducción de Richard Páez y César Farías. 

En la figura de ambos técnicos se resume este período fundacional y revolucionario, el más importante en la historia del fútbol venezolano. Revisemos el saldo: dos clasificaciones a torneos de selecciones menores en los varones, otras dos con las hembras, la semifinal en la Copa América de Argentina y algunos otros hitos que pueden hallarse al revisar en detalle cada uno de los ciclos. 

La capacidad competitiva está íntimamente vinculada a ese factor por el que países vecinos como Colombia o Ecuador pasaron antes. Aun con la desventaja de no poseer una estructura de clubes que fomente el desarrollo de los talentos y le dé empaque al entramado de selecciones –responsabilidad federativa, aunque en la definición pueda verse de forma fragmentada– los objetivos han venido sucediéndose a paso acelerado. Un ritmo que muchas veces sobrepasa las posibilidades reales y alimenta las expectativas de los aficionados. 

El país pasó de mirar a la selección con recelo a este espacio de pertenencia, hijo del éxito y la mimetización de valores, que llena estadios y despierta movimientos de opinión pública. Las decisiones del entrenador nacional son discutidas y su continuidad en el cargo pasa a ser un tema de interés general. Al debate entran los medios, también sobrepasados por la hipertrofia. El fútbol reclama territorios como hecho cultural, pero el discurso mantiene atavismos del pasado clandestino. 

A Farías se le cuestiona por la frustración del sueño mundialista. La sentencia matemática posterga el balance pero no evita los juicios contundentes. Como pasó con Páez en los días finales de su gestión, los ruidos del presente, con toda su carga de demagogia, acallan las voces que tendrán lugar en el silencio. Porque, volviendo a la evolución como baremo, no hay argumentos que puedan desmentir el largo listado de certezas que quedarán como aporte del actual seleccionador. 

Su continuidad o permanencia entra en el ámbito de una discusión que no pasa por sus merecimientos. Si es por contar medallas, las suyas son abundantes e incuestionables. De allí que sea un despropósito hablar de fracaso o tomar a Brasil 2014 como latiguillo aleccionador. Convendría pararse a evaluar dónde están hoy la selección y los jugadores respecto a un lustro atrás. Si son más competitivos, con mayores capacidades tácticas, físicas y psicológicas. Si disponen de una gama amplia de registros de juego y una riqueza discursiva más profusa. 

La generación actual es la mejor preparada de la historia, pero en la cadena evolutiva todavía está algunos escalones por debajo de sus pares continentales. Negar ese hecho es pararse de espaldas a la realidad. Hay una grey que puja por conquistar esos espacios, por alcanzar nombradía y llegar al Nirvana de las ligas de primer orden en Europa. Es lo que viene, aunque ahora nos cueste mirarlo. 

El Neardental se extinguió hace miles de años. En el trazo de su ruta, hay mucha información útil para entender de plazos y tiempo.

* Columna publicada en el diario El Nacional (30/09/2013)

lunes, 23 de septiembre de 2013

En sus manos

A falta del capítulo de cierre en la trama de las eliminatorias, la continuidad o el fin del ciclo de César Farías como seleccionador ya es asunto de interés nacional. Sin que aún llegue el tiempo para el balance global, con las matemáticas como única bocanada de aire para no resignarse al ahogo, la discusión se instaló en los medios de comunicación y en la gente. Los argumentos de lado y lado tienen una carga emocional innegable. La pasión aparece como elemento distorsionador que nubla el análisis frío de una gestión todavía en desarrollo. 

La Federación, en voz de Rafael Esquivel, dejó claras sus intenciones: valoran positivamente el trabajo del técnico y le ofrecerán la extensión del vínculo contractual. Cuestión lógica si se atiende a la línea seguida desde que Richard Páez asumió el cargo en 2001. En este período de doce años que llevó a la Vinotinto de la clandestinidad a la trascendencia, solo hubo dos timoneles. Se respetaron los procesos como nunca antes y la apuesta por la continuidad ha sido la norma. 

Si Venezuela logra los tres puntos pendientes contra Paraguay en octubre habrá culminado el premundial con la cosecha más prolífica y el mejor porcentaje de efectividad como local en un menor número de choques. Si ese factor fue una medida válida para levantar el pulgar en el pasado, tendría que ser un fiel idóneo en el presente. Apartando los números, habrá que convenir también que el listón fue elevado, que hubo avances en la estructura y competitividad de la selección y una interesante promoción de nuevos valores. 

Es cierto que ninguno de esos factores complace a quienes perciben como fracaso la no clasificación a la Copa del Mundo. Respetable visión, aunque resulte difícil adherirse a ella si se evalúa con perspectiva histórica. Para fundamentarla, habría que comenzar por trasladarse al inicio del camino. Si bien Farías habló de llegar a Brasil 2014 como objetivo alcanzable y muchas veces aseguró su consecución, nadie podría colocar esa exigencia como medida del éxito. Siempre, antes y después, el tránsito fue más importante que la llegada a la meta. Al menos hasta que se consiga por primera vez y pase a ser una referencia en cada nueva empresa. 

Las expectativas fueron elevadas con bases sólidas. El rendimiento en la Copa América de Argentina y la adición de los oriundos fortaleció a la Vinotinto. Farías ha tenido a su cargo a la generación más competitiva. Ninguno de sus predecesores contó con semejante arsenal de talento, profundidad y nivel para la alta competencia. Sin embargo, habrá que concederle un alto grado de responsabilidad en la confección del plantel y la opción concedida a piezas que hoy son altamente valoradas. 

Cuando se arguye que Farías contó con un gran potencial de hombres para alcanzar la utopía mundialista, convendría preguntarse a cuál grupo se alude. ¿Al de 2011? ¿Al de hace un año? ¿A quiénes enfrentaron a Perú en Puerto La Cruz? La sola revisión de los nombres y el punto de madurez de cada uno, ayudaría a despejar las variables. 

El asunto que define todo es la propia disposición del entrenador para seguir. Si se ve capaz de elevar el nivel y asumir los cambios que el desgaste, y la propia evolución del andamiaje que armó, demandan. Con autocrítica y visión de trascendencia. Apartando metas personales. Evaluando, con objetividad, si él mismo se asume como la mejor opción o conviene abrir las puertas a un reemplazo que garantice dar los pasos al frente que son necesarios. Está en sus manos.

* Columna publicada en el diario El Nacional (23/09/2013)

lunes, 16 de septiembre de 2013

Sueños y quimeras

Se abrió la discusión. Ganarle a Perú no conformó tanto como la forma en que se logró. La selección salió a jugar con un modelo ensayado otras veces pero con distintos ejecutantes. Pese a la ceguera, no fue una novedad. En la eliminatoria y en algunos choques preparatorios, la búsqueda de alternativas para ganar empaque en fase ofensiva ya ofrecía avances de lo que se vio. Los tiempos de aplicación no fueron en sintonía con los pedidos populares y mediáticos. La evolución de algunos elementos claves tampoco respondió a esa demanda. 

Comencemos por desechar un mito: el rendimiento como local no ha sido el núcleo de la virtual eliminación en el camino a Brasil 2014. Con una efectividad del 62% (13 de 21 puntos posibles en casa), la Vinotinto sobrepasó sus registros históricos. En los anales del premundial suramericano, esos dígitos siempre garantizaron la entrada al Mundial. Contrario a lo que se cree, la sola verificación numérica sirve para constatar que el saldo como visitante tuvo una merma de peso (9 puntos se sumaron para Suráfrica 2010, tres más que los conseguidos en el actual proceso). 

El quid de la diatriba pasa entonces por determinar si, eligiendo otro sendero estilístico, más cercano a lo que se vio en Puerto La Cruz o Asunción, las opciones de estar en la Copa del Mundo se habrían incrementado. La respuesta seguramente no será muy satisfactoria para la mayoría: es incomprobable. 

La selección tuvo éxito con un prototipo que le permitió ser semifinalista en la Copa América de Argentina. Pocos meses después, aquel plantel se había fortalecido con los Amorebieta, Túñez, Álvarez y los hermanos Feltscher. Asidos a ese mapa de ruta, se inició un tránsito que dejó como saldo los triunfos sobre Bolivia y Argentina, más los empates en Barranquilla y Montevideo. Resultados que ubicaron a Venezuela en los puestos cimeros en el primer cuarto de las eliminatorias. 

Las necesidades fueron moviendo al equipo hacia otras directrices de juego. Matices en el modelo conocido que sirvieran para imponer mayor autoridad de local en encuentros asumidos como nucleares por el cuerpo técnico. El objetivo no se alcanzó en los plazos idóneos, especialmente cuando Chile, golpeada por crisis internas, visitó el país y resolvió la disputa en los últimos cinco minutos. Aquel día ingresaron como sustitutos Yohandry Orozco y Yonathan Del Valle, cuyas actuaciones resultaron solo testimoniales. Tanto como la de un renqueante Ronald Vargas cuando Ecuador se llevó un empate de Puerto La Cruz. 

El punto de inflexión llegó en Defensores del Chaco con Josef Martínez y Alexander González como titulares. Dos nombres que han tenido mucho que ver en la transformación hacia una alternativa distinta, que explote el control y la progresión en ataque con un mayor volumen de juego. La madurez y la continuidad competitiva de ambas piezas, alcanzada en los últimos meses, permitió dar el paso con firmeza. Puede que tarde, eso sí, para llegar a la Copa del Mundo. 

Al entrenador le corresponden responsabilidades. Si alguien accediese a su íntima autocrítica, seguramente encontraría como referencias la primera caída ante Chile y los dos puntos perdidos en La Paz. Fuera de otras decisiones tomadas en dos años y medio, todas dignas de debate, es probable que allí encuentre las causas de la meta frustrada. 

La polarización respecto a la Vinotinto distorsiona la discusión. Sería de justicia considerar, aunque no sea el mejor consuelo, que el nivel necesario para llegar a un Mundial se rozó con los dedos pero todavía no se ha alcanzado.

* Columna publicada en el diario El Nacional (16/09/2013)

lunes, 9 de septiembre de 2013

Síntomas

La dura y aleccionadora derrota en Santiago dejó mensajes contundentes. Chile fue una aplanadora, una máquina sincronizada de movimientos, circulación rápida de pelota y talento colectivo. Delante de semejante desafío, la respuesta vinotinto fue caótica, incoherente, desordenada. Para un ciclo que roza los seis años de trabajo, la conclusión no puede remitir solo a una mala noche o a la superioridad manifiesta del rival. El balance debe profundizar en detalles que definieron al equipo en el momento cumbre de las eliminatorias y lo llevaron a la capitulación. 

Venezuela fue doblegada en el discurso que mejor conoce. Las búsquedas de los últimos tiempos, dirigidas a mejorar el funcionamiento en fase ofensiva, fueron sublimadas a un plan conocido por el grupo. Desactivar al oponente, reducir los espacios de maniobra y cerrar líneas de pase. Apostar por la recuperación y salida rápida para llegar al arco enemigo. Una bitácora que rindió excelentes prestaciones en la Copa América de Argentina y que fue aplicada como planteamiento inicial en algunos choques de visitante. 

Bien sea por la elección de los nombres o por una incorrecta ejecución de lo planificado, la Vinotinto quedó desnuda en sus carencias, inhábil para competir en el nivel de exigencia que una clasificación mundialista demanda. Desbordada ante la mejor selección del continente, su incapacidad para seguir el diseño del partido la puso en cruda evidencia. Digan lo que digan las matemáticas, Brasil 2014 quedó a la misma distancia sideral que los chilenos establecieron como medida actual de su fútbol y el de este país. 

Nadie puede pensar que César Farías desconociese el nivel de su oponente, que no siguiese con detalle cada puesta en escena de Jorge Sampaoli o que algo de lo que Chile puso en práctica lo sorprendiese. Los métodos elegidos para minimizar los efectos fueron, como siempre, fruto del seguimiento a los rivales que este cuerpo técnico patentó como método. La gran tara estuvo en su aplicación, en la forma cómo los futbolistas ejecutaron la estrategia y sus propias capacidades para atender a la imprevisibilidad del juego. 

Tampoco en la reacción del segundo tiempo cuando la selección presionó algo más arriba, produjo el gol mal anulado de Salomón Rondón y llegó a discutir la posesión del balón, hubo exenciones en la descompensación vinotinto. En el intercambio de golpes del complemento, cuando Chile usó el registro de las transiciones como arma ofensiva, hubo un número mayor de situaciones de riesgo en el arco venezolano. 

Esto no inclina las responsabilidades de un lado o de otro, sino que las democratiza. Algo no debe andar bien cuando el discurso y su difusión dejan de estar en sintonía. Las formas hicieron que el fondo derivara en práctica vacía, carente de contenido. Como si el manual, tantas veces aplicado, hubiese extraviado algunas de sus páginas clave. O quizás se trate más bien de cierto descreimiento en quien debe aplicarlo, cuestión natural en ciclos longevos, marcados por la erosión en las relaciones internas. 

Allí, en esa disfunción que apareció en Santiago pero que ya ocasionó descontento en otros momentos –nunca exteriorizados ni por el entrenador ni por los jugadores– aparecen algunas de las explicaciones que la opinión pública busca. Los síntomas podrían referir a un desgaste que, probablemente, nadie reconocerá abiertamente. 

Ganarle a Perú mañana podría ser un buen atenuante al crítico momento presente. El tiempo dirá si será también el penúltimo capítulo de una historia con más momentos de gloria que desventuras.

* Columna publicada en el diario El Nacional (09/09/2013)

lunes, 2 de septiembre de 2013

Recuerdos santiaguinos

El frío que baja de la cordillera en Santiago de Chile se instala en los huesos. Desde la tribuna principal del estadio Nacional, la estampa de la montaña, poderosa y magnética, llena de energía el aire. En invierno las temperaturas pueden ser una tara insalvable. Si la atmósfera es más generosa, el desafío de un terreno de juego amplio condiciona el planteamiento a lo largo y ancho. El cemento traslada memorias de gloria y dolor: la magia de Garrincha en la Copa del Mundo de 1962 y las torturas a los presos políticos en los albores de la dictadura de Augusto Pinochet. 

Hace 22 años, el 6 de julio de 1991, Venezuela abrió la Copa América en esa cancha contra el Chile de Iván Zamorano, Hugo Rubio y Patricio Yáñez. La Vinotinto, dirigida por Víctor Pignanelli, llegó al torneo con una escasa preparación. Carlitos Maldonado y un joven Stalin Rivas eran las figuras. El partido lo ganaron los locales 2-0, pero la imagen de los jugadores venezolanos, vestidos de blanco y tiritando mientras escuchaban los himnos, anticipaba un panorama de indefensión que se extendió al césped. 

Al día siguiente Napoleón Centeno debió salir a comprar abrigos para toda la delegación, desprotegida y sin previsiones para afrontar el rigor de los termómetros. En esos tiempos no tan lejanos de clandestinidad e intrascendencia, no sobraba planificación y las mismas parcas color lila con vivos azules de marca desconocida, más adecuadas para la lluvia, quedarían como parte de la utilería de la selección por mucho tiempo. 

Pasarían siete años para que la Vinotinto volviese a Santiago, pero no al Nacional sino al Monumental de Colo Colo. Chile había iniciado el proceso con Xabier Azkargorta como jefe de grupo y con él empatarían a uno en Barinas. Al español no lo aguantaron los resultados y, con el uruguayo Nelson Acosta como sustituto, llegaría el regreso a los Mundiales tras una ausencia de más de tres lustros. Aquella noche de abril de 1997, cinco goles de Zamorano encaminarían la goleada 6-0, la derrota más abultada sufrida en la tierra de Pablo Neruda y Violeta Parra. 

En el regreso al estadio donde este viernes la selección buscará encaminar su clasificación a Brasil 2014, alumbró uno de los grandes hitos del fútbol venezolano: el primer triunfo como visitante en un premundial. Como antesala, el 14 de agosto de 2001, fecha oficiosa de nacimiento del llamado boom vinotinto, se produjo la victoria sobre Uruguay en Maracaibo. Y el 4 de septiembre, ataviados de blanco como en 1991, Ricardo David Páez y Juan Arango celebraron en el Nacional y dejaron a Chile en una situación crítica que anunció la despedida de una generación gloriosa. 

Para Alemania 2006, de nuevo con Acosta en el banquillo, Venezuela dejaría en Santiago jirones de su utopía mundialista. Oswaldo Vizcarrondo y César González, seguros titulares esta semana, presenciaron la derrota 2-1. Ninguno formó parte del once titular, pero Maestrico jugó buena parte del segundo tiempo como sustituto de Cristian Cásseres. 

De blanco, como seguramente volverá a vestir en la capital chilena, llegaría el empate 2-2 del que se cumplirán cuatro años el jueves. Fue en el Monumental, contra el equipo de Marcelo Bielsa y varios de sus protagonistas actuales. Una velada marcada por el tiro libre de José Manuel Rey y un proceso, entonces incipiente, comandado por César Farías. 

Venezuela “pisará las calles nuevamente” de un Santiago próspero y moderno, ya no ensangrentado, que con sus estampas de primavera en ciernes revivirá imágenes de frustración y brazos en alto como prefacio de un relato nuevo para contar.

* Columna publicada en el diario El Nacional (02/09/2013)

lunes, 26 de agosto de 2013

Puntos en la evolución

Los funcionamientos colectivos en el fútbol se explican a partir de las sincronías y la búsqueda de complementos. Afinar movimientos en defensa y ataque, dotar a los jugadores de una estructura que explote lo mejor de sus capacidades, requiere repetición y conocimiento del juego. Allí el talento halla el mejor lugar para expresarse. La libertad aparece en un espacio abierto a la improvisación pero inserta en los límites de un orden natural. A los técnicos les corresponde diagramar ese mapa de ruta y elegir a los más dotados para alcanzar las cotas de perfección que conducen al éxito. 

La Vinotinto del último ciclo, más competitiva y renovada en la capacidad de sus ejecutantes, alcanzó su cota más alta en la Copa América de Argentina. Fue en ese 2011 que el equipo engranó alrededor de una idea interpretada con precisión y convencimiento. Aquel plan encontró, en algunos de esos complementos, factores que sostuvieron el modelo. 

De aquel balance se individualizó en las figuras de Tomás Rincón, Juan Arango o Renny Vega para sustentar la excelente performance. Pero, en el fondo, el énfasis en algunos nombres descontextualiza el análisis colectivo. La interconexión entre las partes es esencial para comprender los resultados obtenidos. Lo de Rincón fue superlativo por el notable aporte de Franklin Lucena. A Vega lo sostuvo un andamiaje defensivo con escasas fisuras, en el que la dupla Vizcarrondo-Perozo alcanzó altos niveles de simbiosis. De nuevo, sociedades o subsistemas que optimizan el rendimiento. 

El presente dibuja un escenario pleno de matices respecto de la versión que levantó al país hace un par de años. Con otros intérpretes y yuntas que engranan características distintas, las señas han ido modificándose. Aquí el propio sistema demanda una bitácora diferente que responda a las nuevas conexiones surgidas. La propuesta grupal se ve afectada por la irrupción de elementos que reclaman un lugar y modifican el perfil. 

Es así como se explica el camino que la Vinotinto transita hoy. Con dos laterales de perfil ofensivo que puedan pasar al ataque simultáneamente o un delantero que azuce el juego interior –con las consecuencias que de eso deriva para los volantes– los fundamentos conceptuales cambian. Del mismo modo que una ausencia notoria por un período extenso, como ha venido siendo la de Fernando Amorebieta o como ha ocurrido cuando han faltado Rincón o Lucena, condiciona los parámetros sistémicos de un engranaje tan complejo como el que definimos. 

Los funcionamientos no son estáticos sino que están sometidos a modificaciones constantes. Reducir el análisis a formas no cambiantes, niega la naturaleza misma del juego. Si pensamos en un proceso que ya sobrepasa el lustro y al que han ido añadiéndose piezas conforme su propia progresión les ha permitido demandar un lugar, lo normal es que haya cambios. La actualidad se explica por lo ocurrido, tiene una lectura puntual que lo define en el presente y será el punto de partida para justificar lo que vendrá. 

Aquello por lo que se apuesta hoy no era igualmente factible hace unos meses, apartando intenciones, intentos y pedidos mediáticos. La búsqueda fue impulsada desde dentro. La propia dinámica de la selección y la lectura que de ella hizo el entrenador, obraron la transformación. Y en esa fase del crecimiento, todavía con zonas grises en la escala evolutiva, tendrá que competir y buscar los puntos que faltan para llegar a Brasil 2014.

* Columna publicada en el diario El Nacional (26/08/2013)

lunes, 19 de agosto de 2013

Tiempo de evolución

El gran cambio conceptual que la selección ha vivido en el último período es la evolución en su juego interior. El paradigma de esto apareció en el partido contra Paraguay en Asunción del año pasado. Antes y después, como en la segunda parte ante Uruguay en Montevideo o la visita de Ecuador a Puerto La Cruz, hubo intenciones similares, no siempre plenamente ejecutadas. La búsqueda, el paso hacia adelante en el crecimiento conceptual, lleva más de un año pergeñándose. Otra cosa es si el tiempo está a favor o en contra para que ese salto cuántico madure y permita competir por los objetivos marcados. 

Bolivia fue un buen sparring antes de encarar la próxima doble fecha de eliminatorias. El funcionamiento vinotinto respondió a las proclamas del seleccionador quien pidió protagonismo con la pelota, movimiento constante para generar opciones y más volumen en cancha rival. A todo esto el grupo cumplió con creces, si bien las máculas defensivas impidieron que el dominio en el juego encontrase fiel correspondencia en el marcador. 

El papel de Josef Martínez en toda esta nueva proclama ha sido determinante. Desde su inclusión en Defensores del Chaco hace casi un año, los mecanismos del equipo adquirieron otros matices. Los fundamentos se vinculan a las características del delantero, ideales para interpretar aquello que se requiere en las franjas de gestación. Martínez no es solo un excelente complemento para Salomón Rondón sino que nadie como él entiende mejor la búsqueda de las zonas libres entre líneas y la velocidad de ejecución requerida para asociarse. Su presente goleador en Suiza, con la continuidad que no tuvo antes, lo han hecho indiscutible en este tramo final del premundial. 

A este aspecto, vital para entender lo que la selección está gestando, habría que añadir algunos otros: la participación de los laterales en fase ofensiva, el primer pase de los defensores, la centralización de César González y Juan Arango, el esquema que incorpora a uno de los mediocentros a los circuitos de gestación (Agnel Flores contra Bolivia en San Cristóbal; Luis Manuel Seijas contra Paraguay en Asunción) o el viraje en las vías para llegar al gol, con más incidencia en los espacios interiores que en los costados. 

La simplificación ubica estas decisiones en las necesidades. Como el camino a Brasil 2014 apenas concede tregua, hay que hacer un curso acelerado de cómo transformar a un conjunto con reconocidas señas de identidad en su juego defensivo, en otro que priorice la elaboración y la generación de situaciones de riesgo en el área oponente. La realidad es otra: las vueltas de tuerca siguen los ciclos naturales de una selección en constante renovación generacional que ha ido añadiendo a su propuesta elementos novedosos relacionados, en gran medida, al mayor empaque competitivo de algunas de sus piezas. A lo expuesto sobre Josef Martínez habría que añadir a Alexander González y puede que más adelante a Yohandry Orozco para comprender esta especie de refundación. 

La eliminatoria obliga a buscar puntos y adaptarse a lo que cada compromiso demanda. Aquello que se asocia al estilo no siempre se corresponde con las exigencias que Venezuela adquirió con la transformación vivida en más de una década. Puede que el modelo actual explote y alcance cotas altas en los próximos dos meses. También que los plazos no alcancen. En cualquiera de los escenarios habrá lugar para el balance. Mientras tanto, asistamos a esta fase evolutiva con todos los sentidos puestos.

* Columna publicada en el diario El Nacional (19/08/2013)

lunes, 12 de agosto de 2013

Prepararse para cambiar

El ardid se convierte en excusa con el paso de los años: las malas actuaciones de los equipos venezolanos en la Copa Sudamericana no son un asunto de calendario. Si Mineros trascendió y fue más que Barcelona de Guayaquil en su serie fue por su buena preparación para la competencia. Que la suerte de Lara, Trujillanos y Anzoátegui haya sido otra, también tuvo que ver con la ruta que eligieron para enfrentar el nivel internacional. Otra cosa suena a coartada, a responsabilizar a terceros de las desventuras propias. 

Las pretemporadas cambiaron su perfil. Nuestro fútbol viró los esquemas del acondicionamiento físico. La modernización en los métodos de trabajo derivó en una concepción distinta de este ciclo que antecede a la búsqueda de puntos. Enfatizar en el desarrollo de la idea de juego más que en el aumento de las cargas, es una seña con la que se identifican varios técnicos que ejercen en la primera división. De allí que los contrastes que aparecen en los enfrentamientos contra rivales continentales se asocien más al cómo se asumen estos torneos que al tiempo en el que se presentan. 

Claro que sería óptimo encarar estos retos con un puñado de partidos oficiales como aval, pero nadie puede sostener que los resultados estén claramente vinculados a esta desventaja. Si los planteles no se refuerzan convenientemente ni se asume como una prioridad el careo con expresiones foráneas, acabará siendo una anécdota si los encuentros se disputan en agosto o en octubre. Las falencias aparecerán en cualquier circunstancia y el éxito dependerá del azar. 

Los cambios que la prensa reclama en la estructura del campeonato local no son asumidos como demandas por los interesados. Por eso se mantiene el mismo formato y el cupo internacional no opera como incentivo para planificar las temporadas con otro enfoque. Mineros fue la excepción y, aunque en su momento también se valió del tópico, la apuesta que hizo por darle empaque a su nómina para que su paso por la Sudamericana no fuese testimonial, redundó en una magnífica eliminatoria que consolidó su imagen fuera del país. 

Allí está el punto nuclear que lo explica todo. Sin objetivos claros sobre los que gire desde la estrategia del entrenador hasta las medidas de los directivos, cualquier intento para explicar una performance deficiente sonará vacío. No puede sostenerse sobre los mismos pilares una campaña que incluya torneos en el extranjero respecto de otra que se circunscriba al ámbito doméstico. Las metas caseras requieren recursos de otro calado. El desconocimiento del compromiso adquirido no puede seguir hipotecando, año tras año, el prestigio extra fronteras de los cuadros criollos. 

Qué decir de Anzoátegui y su aventura copera. Aunque no haya cómo corroborar con datos tangibles la incidencia de las malas decisiones de sus cabezas visibles, el devenir deportivo no es una pieza aislada, inmune a los despropósitos. Más que el fixture o el peso de la pretemporada, el equipo de Juvencio Betancourt padeció, ante el rival más débil de todos, los desaciertos de su propia estructura organizacional. Esa fue su mayor tara. 

La evolución no se adquiere por decreto. El principal enemigo de los clubes es su propia incapacidad para proyectar lo que una buena figuración internacional les puede reportar. Mientras sigan soslayándola, el destino quedará marcado por el mismo sino. Aunque siempre queden al alcance las manidas explicaciones que no aclaran nada.

* Columna publicada en El Nacional (12/08/2013)

lunes, 5 de agosto de 2013

Juego de tronos

Los equipos grandes cargan como una herencia de su propia historia la obligación de ganar títulos. Así lo entienden sus grupos de fieles y es lo que recibe el jugador como carga intangible adosada a la camiseta. Con más o menos inversión, las estrellas en el escudo son una demanda, una deuda permanente con intereses variables que engorda con el pasar de los torneos sin vueltas olímpicas. Caracas y Táchira iniciarán el Apertura 2013 con esa obligación y no hay paraguas abierto que resista una excusa pueril. 

El torneo venezolano define a los favoritos a partir de dos elementos claramente diferenciados: el linaje y el nuevorriquismo. Las estrellas distinguen a los primeros y los capitales son la puerta de entrada de los segundos. Cuando arranca una nueva temporada, el cuadro que peleó por la corona meses atrás puede estar condenado a una campaña gris y el marginado de principios de año derivar en candidato sólido. La fragilidad de los pronósticos puede apuntar a una competitividad ilusoria. 

Táchira está en un lugar sin coartadas que lo coloca a la cabeza entre los aspirantes a la primera corona en disputa. Su plantel no sufrió grandes alteraciones, realizó una pretemporada profunda y su cuerpo técnico cuenta con el aval del tiempo de trabajo acumulado. Daniel Farías siempre sacó buen rendimiento en el largo plazo y da la impresión de que sumó las piezas que requería el proyecto para darle empaque a su funcionamiento. La adición de Yohandry Orozco debería fortalecer su juego en fase ofensiva y los seis meses de adaptación de José Miguel Reyes y Gelmín Rivas debería acercarlos a la versión vista de ambos en el Anzoátegui campeón. 

La situación del Caracas ofrece un panorama distinto en la forma, pero de un conjunto conducido por Eduardo Saragó siempre debe esperarse que sea competitivo. A la razzia inicial se fueron añadiendo elementos curtidos en el torneo local, muchos con un pasado que los vinculó al DT en otras empresas. La plantilla del Rojo es amplia, con dos efectivos por puesto y, aunque no haya entrado en el mercado con rimbombancia, tendrá fuerza para hacerse sentir. Las diferencias que ofrece el talento disponible dentro del país son mucho más sutiles de lo que determinan las cifras. 

A Mineros le corresponde cargar con sus propias promesas y hacerle honor al fuerte dispendio hecho en los últimos años. Richard Páez pidió refuerzos, descartó jugadores que no calzaron en su modelo y es de esperarse que el prototipo con el que asumirá los retos de este campeonato engrane y tome forma. Al manejo de pelota como consigna irrenunciable, los de Guayana incorporaron velocidad. La cancha de Cachamay, amplia y durísima para quien la visita, invita a explotar este registro. Gente como Orlando Cordero, Ángel Chourio o Zamir Valoyes sabrá sacarle partido. 

En la lucha por el trofeo más preciado, Aragua reclutó un ejército de hombres curtidos. El dinero fresco llegó a Maracay y Carlos Maldonado ha hecho buen uso de la holgura presupuestaria. Confeccionó un cuadro que compró sus cortes para no quedarse fuera de la ceremonia de envestidura. Su vecino, Carabobo, fue el que más fichó en el receso y habrá que hacerle un lugar como posible outsider luego de lograr el retorno a la primera división. 

El juego de tronos que comienza este fin de semana contará con el campeón Zamora sin su mejor gladiador y con las curtidas espadas de Anzoátegui y Lara. En diciembre sabremos hacia dónde habrá de mirar para celebrar al primero de los coronados.

* Columna publicada en el diario El Nacional (05/08/2013)

lunes, 15 de julio de 2013

Eterno Panzeri

Tan citado como desconocido en profundidad, Dante Panzeri, figura emblemática del periodismo deportivo argentino, es bastante más que una frase repetida. Profundo y comprometido, lúcido y visionario, al hombre que jamás tranzó con su ética y principios le corresponden méritos que exceden los tópicos. Para fortuna de quienes no coincidieron generacionalmente con él, una selecta parte de su obra fue recogida en el libro Dante Panzeri, dirigentes, decencia y wines (Editorial Sudamericana, 2013) en una edición a cargo de Matías Bauso. 

El texto, un copioso volumen de más de 500 páginas, recorre la trayectoria profesional de Panzeri quien dirigió la revista El Gráfico y fue un referente también como comentarista radial y conductor de espacios televisivos. Sus posturas, siempre en las antípodas del sistema, lo terminaron ubicando en ese territorio aislado y silencioso que habitan los defensores de las causas dignas. 

Artículos de opinión, análisis del juego, entrevistas a personalidades, coberturas especiales, guiones, y hasta crítica de espectáculos conforman una panoplia fecunda en la producción de este mito que, a 35 años de su muerte en Buenos Aires, mantiene la vigencia de las ideas universales. 

La tapa del libro que recoge
la obra de Panzeri
El título de uno de sus dos libros (Fútbol, dinámica de lo impensado) derivó en latiguillo para comentaristas y comunicadores. Los conceptos, fruto de su pensamiento fértil, adelantaron posturas y maneras de aproximarse al juego que sobrepasaron a su tiempo. Fue un defensor del fútbol bien jugado, de la asociación como esencia y de la responsabilidad que entrenadores y practicantes tienen con quien paga una entrada para sentarse en la tribuna. 

Combatió los negociados, enfiló contra la dirigencia corrupta y señaló a los violentos. Todo con un lenguaje cuidado y enfático, denso en su estructura, reiterativo hasta el límite. Usaba las mayúsculas para fijar en el lector aquello sobre lo que convenía la reflexión y gustaba de ser directo en la denuncia, sin eufemismos vacuos que implicaran algún tipo de genuflexión. 

Hizo fuertes reclamos por la organización del Mundial de 1978 en tiempos de dictadura militar. Falleció poco antes de la inauguración, pero hasta el último día manifestó su rechazo a una empresa que comprometía económicamente al país. Hasta llegó a reunirse con un ministro del régimen de Jorge Videla para exponer, carpetas y documentos en mano, sus puntos de vista. Así de respetado era. 

El periodismo, que tanto alude a Panzeri para sustentar argumentos, haría bien en detenerse en aquello que predicó y sostuvo respecto al ejercicio de la profesión. Su ejemplo bastaría para elaborar tomos deontológicos, pero también dejó bibliografía sobre el tema porque tampoco en eso le temblaba el pulso. Una vez fue consultado acerca de la definición de ética periodística y su respuesta fue “ética a secas”. Sin tonos grises, no admitía justificaciones en la mala praxis de los informadores. 

Allí hay una herencia poco aprovechada y escasamente divulgada por quienes cumplimos con la responsabilidad de buscar la verdad y transmitirla a una audiencia. Desde el cuidado en el uso del idioma hasta la manera de relacionarse con las fuentes, la fiscalización al poder y el ahorro en el uso de adjetivos para valorar a los deportistas. 

En tiempos de tanta fragilidad moral, de egos y exposición mediática exacerbada, de alejamiento sistemático en el compromiso social, acudir a Panzeri, reserva moral inagotable, reconduce caminos y abre horizontes.

* Columna publicada en el diario El Nacional (15/07/2013)

lunes, 8 de julio de 2013

El santuario de Pelé


El estadio Ullevi, inaugurado en 1958, acoge espectáculos y partidos de la selección sueca


GOTEMBURGO, SUECIA

Una enorme estatua de Ingemar Johansson lanzando un recto de derecha intimida al visitante. La estampa del ex campeón mundial de los pesos completos sueco, rival de Floyd Patterson en tres combates memorables, lo muestra fibroso y gigante en la puerta de entrada al estadio Ullevi de Gotemburgo. El boxeador fue una de las grandes figuras del deporte de este país, hijo ilustre de una ciudad apacible que se asoma al Mar del Norte con sus cielos violáceos en los interminables atardeceres del verano salvador. 

El Ullevi es un punto de referencia en la historia del fútbol mundial. Hace 55 años Pelé debutó allí en un partido contra la Unión Soviética y sobre su césped el prodigio de 17 años le anotó a Gales el primero de sus 12 goles en las Copas del Mundo. Fue en Suecia donde Brasil logró su primer título y Gotemburgo la plaza que celebró las galas de coronación de O Rei

Con menos notoriedad, también Iker Casillas le debe al Ullevi su alternativa con la selección de España a mediados de 2000. 

Las caminerías que lo circundan son una variante del paseo de las estrellas de Hollywood. Allí están homenajeados, además de Pelé y Johansson, personajes del deporte local y figuras del espectáculo como Mick Jagger. El lugar ha sido sede de campeonatos de atletismo y de la final de la Euro 92 ganada por Dinamarca sobre Alemania. 
La estatua de Ingemar Johansson

Hay en el Ullevi un aire a santuario que resulta conmovedor. La arquitectura, casi una pieza de art déco, es de líneas modernas, con tribunas que descienden al acercarse a los extremos en una especie de ola con ondulaciones que dan vía libre a la brisa templada que reduce la sensación térmica. Lo nuevo se funde con lo antiguo: una vanguardista pizarra electrónica se enmarca en la estructura de la original detrás de uno de los arcos; en el otro, un vetusto marcador, el mismo que se activó el 19 de junio de 1958 para registrar el primer grito de Pelé. 

Las taquillas conservan su diseño y es inevitable erizarse al pasar por las puertas de acceso, hechas de hierro forjado y torniquetes de madera con forma de hélice que han resistido el paso del tiempo. Allí parecen seguir habitando las almas de quienes dieron vida y color al cemento celeste que habla a través de esas voces. 

Su amplia dimensión y la merma en la asistencia en los partidos del IFK Göteborg, llevaron a una mayor explotación del recinto para eventos artísticos y, eventualmente, encuentros de la selección sueca. Los anuncios que decoran postes y paredes invitan a conciertos de Robbie Williams o Roger Waters para julio y agosto, además de un amistoso entre el Real Madrid y el Paris Saint Germain, programado para el 27 de este mes con Zlatan Ibrahimovic y Cristiano Ronaldo como principales reclamos publicitarios. 

Los torniquetes mantienen su diseño original

A escasos 100 metros se levanta el Viejo Ullevi, una especie de hermano menor que acoge a los clubes profesionales de la ciudad y es la casa permanente del equipo nacional femenino. Con acertado criterio, las autoridades decidieron demoler la antigua estructura y edificar una nueva sobre el terreno de la anterior. Es un estadio pequeño, con gimnasios y restaurantes operativos todo el año, a la vera del río Göta y a 10 minutos del centro. 

Suecia es una sociedad avanzada cuya mayoría profesa la religión protestante. El fútbol, cuyos feligreses no siguen a un único Dios, cuenta con innumerables templos en el planeta. El que honra el debut en la gran escena de Pelé, figura adorada por miles de fieles, está en este lugar de gentes cordiales que celebran al sol sin rendirle culto.

*Columna publicada en el diario El Nacional (08/07/2013)