lunes, 28 de febrero de 2011

Nivel de selección

Para la prensa es un ejercicio de cada día. Para los técnicos puede llegar a ser una piedra en el zapato que molesta e inquieta. No hay estratega que mire con buenos ojos la sugerencia de un futbolista para su proyecto, en especial si el señalado no encaja con su ideario. Siempre hay una lista que aparece para recordarle al entrenador su condición de figura pública. Si se trata del seleccionador nacional, la sugerencia puede derivar en clamor popular y la decisión de contar o no con determinado elemento, asunto de vida o muerte.

A César Farías le ocurre lo mismo que a sus pares: cuando los resultados y el funcionamiento dejan dudas, los nombres brotan como hongos en la tierra húmeda. La dinámica natural del oficio impone estas condiciones y cargar con esa letanía que recitan los hinchas y replican los medios, se adosa a los contratos. No todo es notoriedad y prestigio.

La Vinotinto es discutida por su juego, lo que genera debates y apuntala candidaturas. Sus deudas en la cancha se traducen en pedidos con nombre y apellido. El DT mantiene una base de futbolistas con pocas dudas respecto al equipo que competirá en Argentina durante la Copa América. Pero las actuaciones de algunos elementos, especialmente en el torneo local, alimentan la discusión respecto a eventuales citaciones.

¿Quiénes forman parte de ese grupo de seleccionables? La lista no es muy amplia si los argumentos son estrictamente futbolísticos. El ejercicio de decantación podría reducir ese espectro a un puñado de intérpretes. Y aunque la responsabilidad de armar el plantel es exclusiva de su timonel, la interpretación y el análisis son libres. Y parte del juego también.

Andrés Rouga, Carlos Salazar, Edgar Jiménez, Miguel Mea Vitali y Diego Guerrero entran en esa categoría de jugadores con nivel de selección. Todos, con la sola excepción de Guerrero, vistieron la camiseta nacional en distintos ciclos. Algunos incluso de la mano del propio Farías.

Rouga ha sido pieza de gran valía en el proyecto que Jorge Luis Pinto construye en Táchira, un cuadro con escasa participación en los llamados de la Vinotinto a pesar de ser el monarca del Apertura. Tratándose de un central con perfil zurdo, la moción adquiere valor superlativo. El defensor dejó el fútbol de Chipre para buscar una oportunidad en la selección y cada prestación con el Aurinegro reafirmó la valía que conserva a sus 28 años de edad. 

Salazar, un defensor central que fue parte de la generación que clasificó al Mundial Sub 20 de Egipto, destaca en el Anzoátegui en dupla con Oswaldo Vizcarrondo. El tándem lidera la defensa menos goleada del Clausura con varios puntos fuertes: funcionalidad, liderazgo y manejo del juego aéreo. A nadie debería extrañar que su buen momento se traslade al equipo de todos. ¿Para el amistoso contra Argentina del 16 de marzo, quizás?

Jiménez es el más candidateado de todos. Su capacidad para conducir al Caracas desde la primera línea de mediocampistas, con buen criterio para jugar en corto y en largo, además de una respetable pegada en la media distancia, no ha sido suficientemente valorada. Ni siquiera en este momento de su carrera cuando ya parece maduro para asumir retos de mayor calado.

Miguel Mea Vitali acaba de cumplir 30 años de edad, pero sigue vigente en el Aragua. Y Guerrero brilla como volante tapón y de salida en Táchira, cargando con personalidad galones de general sobre los hombros de un soldado raso.

Todos tienen nivel de selección. ¿Entrará alguno en el llamado definitivo?

lunes, 21 de febrero de 2011

Potenciar desde el convencimiento

La mano del entrenador es una impronta que marca la identidad y el carácter de los equipos. El técnico define el estilo y delimita las funciones en la cancha de sus intérpretes. Si su discurso llega al jugador y el ejercicio de la autoridad marca límites que los dirigidos respetan, los resultados positivos suelen acompañar la acertada gestión grupal. Los ciclos pueden agotarse y es normal que así sea. Pero si el preparador trabaja en función de exprimir con sentido común lo mejor del grupo al que conduce, su huella trascenderá a la estadística.

Jorge Luis Pinto, timonel del Táchira, llena ese perfil. No es una casualidad que el colombiano acumule coronas en cuatro países diferentes y que su nombre haya figurado en el banquillo de dos seleccionados nacionales. Controversial y discutido por sus formas, sus equipos hablan por él. Después de un semestre comandando a las tropas aurinegras, ya cuenta con un legado tangible: el título del Apertura. Y, por encima de aquello que mide el éxito y el fracaso en este deporte, logró elevar las prestaciones de tres elementos a quienes dotó de nivel de selección: el arquero Manuel Sanhouse, el defensor Andrés Rouga y el volante Diego Guerrero.

Ninguno de estos tres futbolistas asomaba como posible candidato a una convocatoria vinotinto hasta que Pinto los devolvió al protagonismo. Sanhouse ya figuró en algunos partidos de finales de 2010; Rouga fue llamado para el choque contra País Vasco del pasado diciembre al que no pudo acudir por lesión; y Guerrero, el más novel de todos, defiende a voz en cuello su candidatura desde la posición de mediocampista central.

El trío se vio beneficiado por un funcionamiento colectivo que potenció sus virtudes. El técnico, por su parte, tuvo el acierto de motivarlos y trabajar para que respondieran con rendimiento a esa confianza. 

Sanhouse recuperó su mejor condición física con Pinto y, con él en el arco, Táchira terminó como el cuadro menos goleado del Apertura. El merideño es una fortaleza entre los palos y cumple con los requisitos que se le demandan a un arquero de equipo grande. A sus 35 años de edad vive un excelente momento y da seguridad a sus compañeros.

Rouga regresó de Chipre con la misión de ganarse un llamado a la Vinotinto. Asumió la titularidad tras superar una dolencia (novena fecha del Apertura contra Estudiantes) y fue acumulando elogios. Hoy es el central más destacado del torneo local. Su dupla con el colombiano Walter Moreno aúna solvencia y empatía, evidenciadas en el choque de Libertadores contra Santos.

Guerrero consiguió su lugar en el mundo luego de pasar por varios equipos. Con 24 años, su presente hizo olvidar a Javier Villafraz, ídolo del club. Como cabeza de área en una línea de tres centrocampistas o como socio de Pedro Fernández en el doble pivote, Guerrero cumplió siempre. Gana por anticipación y saca la pelota limpia desde su zona con la claridad de quien conoce el oficio de toda la vida.

Pep Guardiola obtuvo lo mejor de gente como Messi, Xavi o Iniesta en el Barsa. Tanto como, en la escena local, Noel Sanvicente proyectó la versión más punzante de Ángel Chourio o Eduardo Saragó mostró el camino de regreso a la selección de Evelio Hernández y encauza a Andrés Sánchez y Gianfranco Di Julio hacia un destino similar.

Sanhouse, Rouga y Guerrero brillan en Táchira estimulados por Pinto, un DT que hace mejores a sus futbolistas desde el convencimiento y el trabajo. Cuando el jugador cree, lo demás llega por añadidura.

lunes, 14 de febrero de 2011

Números en verde

La búsqueda del equilibrio y la consolidación de una idea clara de juego aparecen como tareas pendientes de la Vinotinto tras su último test contra Costa Rica. Una conclusión que genera incertezas en un equipo que ya completó tres años ininterrumpidos de trabajo. En ese período la selección disputó una gran cantidad de partidos y completó el recambio generacional, méritos indiscutidos de la dirigencia y del DT. Pero las deudas de funcionamiento provocan que los números aparezcan en rojo y la crítica arrecie. No puede ser de otra manera.

¿Cómo justificar el desbalance a tan escaso tiempo de encarar la primera competencia por los puntos? El crédito en 2010, año de amistosos y refundación, fue amplio y generoso; en el curso que corre, los giros se acumulan y el cobrador del frac toca a la puerta exigiendo el pago en tiempo y forma según lo convenido.

En el debe de la selección figuran elementos básicos como la estabilidad defensiva y la elección del sistema que mejor explote las características del talento con el que cuenta. Ni uno ni otro aspecto han sido solventados. Con alguna excepción, hay consenso en la elección de los ejecutantes. Nadie discute a los músicos, pero a pocos les suena bien la partitura. Si bien aparecen responsabilidades individuales y colectivas, es el entrenador quien debe procurar la armonía en la cancha.

Hay un punto que tendría que llamar a la reflexión a César Farías y sus colaboradores: la mayoría de los miembros de la Vinotinto ofrece mejores prestaciones en sus clubes que con la camiseta nacional. Cuando eso sucede, algo no encaja en la estructura. No parece ser un problema de actitud. Los jugadores se ven comprometidos y no se les puede cuestionar por falta de esfuerzo. Pero si la idea no les da seguridad, dudan, y su rendimiento los acaba dejando expuestos.

¿Dónde está la explicación entonces? Da la impresión de que la respuesta se vincula al sistema y a los hombres que se eligen para ponerlo en práctica. El dibujo, entendido como el ordenamiento de movimientos y funciones en el terreno, debe ser la hoja de ruta de la que se valen los futbolistas para resolver lo que la dinámica del juego les propone. Cuando ese mapa no ofrece garantías y las dudas derivan en lagunas, se rompe la pizarra y se pierde el norte.

El 4-3-3 o el 4-3-1-2 no representan, en sí mismos, el problema. Quedarse en ello sería hacer una lectura reduccionista del asunto. Sin embargo, si se trata de hallar el módulo que mejor permita aprovechar las piezas a disposición, es impostergable hacer una revisión conceptual que permita poner a cada quien en su sitio. La alquimia no se producirá espontáneamente. Hay una extraordinaria generación, competitiva como ninguna otra, que no debe desaprovecharse.

La auditoría será constante durante el primer semestre de 2011 y en Argentina, cuando la Copa América marque la primera evaluación seria de resultados, no habrá margen. El objetivo, anunciado por el propio técnico nacional, será trascender la ronda de grupos y conseguir una posición histórica en el torneo. Desde una perspectiva distinta, los parámetros para valorar la vigencia del presente ciclo se vinculan más con la producción futbolística que el actual grupo de intérpretes sea capaz de generar. 

Las metas tangibles deberían llegar como consecuencia del buen juego. Solo así los libros podrán mostrar números en verde cuando comiencen las eliminatorias.

lunes, 7 de febrero de 2011

Valorar el fracaso

La palabra fracaso se utiliza con ligereza y suele blandirse el concepto sin argumentos sólidos que lo justifiquen. Hablamos de fútbol, claro, un espacio en el que la pasión desborda el análisis mesurado y objetivo de lo que pasa en la cancha. En la práctica periodística suele relacionarse el término con los resultados, el fin por encima de los medios. Y la verdad es que no siempre las estadísticas reflejan el valor de lo conseguido en el camino, para cuya lectura es preciso hacer uso de otras herramientas de análisis más vinculadas al juego que a los números.

¿Fracasó la Sub 20 en Arequipa? La respuesta es un sí rotundo y sin atenuantes. La selección juvenil contó con la mejor preparación posible y no le faltaron los recursos para cumplir con cada aspecto planificado por su cuerpo técnico. Pero decepcionó en la competencia e hizo evidente su poco tino para planificar el torneo. Empleó sus energías para no ahogarse en la altura de la sierra peruana y terminó sin aire el día en que se jugaba su clasificación al hexagonal final. 

No fue solo una cuestión numérica. Si nada más se observaran los marcadores y no el cómo se produjeron, la conclusión podría conducir a una percepción adulterada. Empatar contra Uruguay, Argentina y el anfitrión no es, visto a la distancia, un mal balance. Cuando se va al detalle cambia la apreciación: Venezuela no ofreció elementos que hicieran valorar su propuesta colectiva. El tiempo empleado en acondicionar al equipo que compitió en Perú y la inversión que se destinó en su puesta a punto, tampoco tuvieron un efecto positivo en su rendimiento futbolístico. Ergo, ni el fin ni los medios aprobaron el examen con la nota que se exigía visto el límite marcado por la generación anterior, pionera en un mundial de la FIFA.

Con la misma vara habrá que medir a la mayor en el año en que los ensayos pasarán a un segundo plano. Pasado mañana, contra Costa Rica en Puerto La Cruz, habrá ocasión de perfilar la idea con la que se irá a buscar los objetivos planteados para la Copa América y el inicio de las eliminatorias a Brasil 2014. Con una diferencia sustancial: la cita en Argentina, previa al premundial, podría ofrecer un margen de crédito si la Vinotinto compensa con funcionamiento todo el apoyo que recibió para completar el cambio generacional y fundar un nuevo ciclo. 

¿Será un fracaso no acceder a la ronda siguiente de la Copa tal como se consiguió hace cuatro años? De nuevo será fundamental el parámetro de análisis que se emplee para valorarlo. Ni la clasificación será por sí sola un éxito, ni la eliminación una debacle. Esta vez, más que nunca, importará el cómo. Nadie en su sano juicio puede exigir el pase de ronda en un grupo en el que habrá que lidiar –en ese orden– con Brasil, Ecuador y Paraguay. Sin el beneficio del anfitrión, que en 2007 propició una serie menos exigente, será fundamental que la selección deje buenas sensaciones de juego y funcionamiento. Ése, y no otro, debe ser el patrón con el que se le evalúe.

Consolidar un estilo y afianzar una idea de juego es el camino para conseguir los resultados. Los atajos pueden producir un efecto contraproducente y obsesionarse con la meta, sin considerar el camino que se elija para alcanzarla, no parece la decisión más sensata. 

Tres años de proceso y el trabajo de un técnico que ha contado con el respaldo absoluto de la dirigencia, obligan a elevar los listones. El límite entre el éxito y el fracaso lo marcará el juego, justamente lo único que no podrá reflejarse en dígitos a la hora de hacer el balance.