lunes, 27 de diciembre de 2010

La clase de 2010

La llegada de los días finales de diciembre suele motivar ejercicios de balance y análisis respecto a lo que dejó el año. 2010 coincidió con la celebración del primer Mundial en el continente africano y el título para España, garante de un estilo celebrado por casi todos. También se consolidó la apuesta del Barcelona, el mejor equipo del nuevo milenio cuyo legado entronizará al próximo ganador del Balón de Oro que será elegido en enero de la terna Messi-Xavi-Iniesta.

Para Venezuela fue un año productivo, de intensa actividad de la selección nacional, que completará este miércoles contra País Vasco el ciclo de partidos de preparación más prolífico de la historia. César Farías contó con una agenda a la medida de su planificación y conforme a sus exigencias. Rivales de la categoría de Japón, Chile, la mundialista Honduras, Colombia, Ecuador o México sirvieron para que la Vinotinto completara un proceso de refundación, en el que se añadieron nombres al grupo de elementos seleccionables y se profundizó en la búsqueda de una idea de juego a la que todavía se le está dando forma.

Caracas, Táchira y Petare (Deportivo Italia en el primer semestre) fueron los clubes que más puntos sumaron entre el Clausura 2009 y el Apertura 2010. Los rojos añadieron la estrella número 11 a su escudo y los dirigidos por Eduardo Saragó (el DT de mejor performance en ese lapso) entraron a la fase previa de la venidera Libertadores. El Aurinegro reflotó de la mano de Jorge Luis Pinto y apunta hacia metas ambiciosas; los de la Cota 905 cerraron el calendario con la despedida de José Manuel Rey, su último gran símbolo, y la entrada de lleno en un nuevo período en el que primará la austeridad y el talento joven.

Pero ¿quiénes fueron las individualidades más destacadas? Del grupo de criollos que hacen carrera en el exterior, Tomás Rincón fue el de mayor evolución. Su papel en el Hamburgo cambió de suplente con escasas oportunidades, a pieza versátil que entregó buenas prestaciones tanto en la mitad de la cancha como en el lateral derecho. En ese grupo de legionarios también descolló José Salomón Rondón. Sus goles con Las Palmas le abrieron un lugar en la primera división española con el Málaga. Resistió el cambio de entrenador y una situación deportiva inestable con un crecimiento notorio que habla de su disposición para aprender y apuntalar sus condiciones con trabajo. Roberto Rosales jugó y marcó un tanto en la Champions, mientras que Ronald Vargas cerró 2010 con 12 anotaciones en un buen inicio de campaña con el Brujas.

En el ámbito local, Ángel Chourio fue la mejor noticia de este período. Brilló con la selección hasta hacerse un lugar entre los titulares y resultó el principal argumento para explicar la enorme campaña del Real Esppor en el reciente Apertura. Jesús Gómez derivó en ídolo del Caracas tras un año excepcional que le valió la transferencia al fútbol egipcio y Jorge Rojas, al que le costó gravitar en los primeros seis meses mientras se recuperaba de una lesión, empujó al Táchira de Pinto y fue determinante en la segunda mitad del año. 

De los extranjeros, ninguno con más nivel que Sergio Herrera, el delantero colombiano de Táchira. Su dupla con el chileno Julio Gutiérrez fue la de más jerarquía en el último torneo. Cada gol del “Barranca” sirvió para que los de la frontera aseguraran un lugar en la Libertadores de 2012.

Ellos encendieron las luces de un 2010 que se extinguirá esta misma semana. ¿Quiénes iluminarán 2011?

lunes, 20 de diciembre de 2010

Armonía de fin y medios

La era de la información acabó con la revoluciones en el fútbol. Su propia universalidad, ahora aderezada con las bondades y desdichas del mundo global, acerca patrones y modela tendencias. Ya no hay secretos, ni sistemas novedosos, ni jugadores desconocidos que irrumpen de la nada para sorprender al planeta como ocurría en tiempos que ahora se recuerdan en sepia. El talento surge de los más variados confines, pero su uso se estandariza tanto como cualquier franquicia multinacional. Lo singular es una rareza; lo común, el pan de cada día. Los medios de comunicación multiplican el mensaje masificador, construyen ídolos de barro y transforman en materia noticiosa lo que antes escapaba al control de los sentidos. Hasta que apareció el Barsa de Pep Guardiola.

El fenómeno azulgrana, en pleno proceso de consolidación filosófica, está transformando al deporte, dotándolo de un significado que es a la vez simple y extremadamente complejo: la asociación armónica y funcional alrededor de la pelota; la velocidad y precisión en la elaboración; el pressing como argumento defensivo; y el movimiento posicional constante que hace flexibles los dibujos tácticos y transmuta la dinámica misma del juego, son conceptos que sus futbolistas ejecutan con arte y maestría. 

Cada salida a la cancha del Barsa se convierte en un hito. La forma en que demuele a rivales de distinta enjundia, con la suficiencia imperial de quien se sabe en otra dimensión, despierta la admiración del orbe y pone a pensar a los entrenadores. Su modelo es inimitable por único y porque nadie podría agrupar en un mismo plantel semejante coro de intérpretes. El genio de Lionel Messi, Xavi, Iniesta, Villa, Busquets, Pedro, Alves, Piqué y compañía engrandece la propuesta. Y el funcionamiento colectivo, fruto del trabajo de un preparador que ya es referencia universal en su gremio, potencia el nivel de sus individualidades. 

La evolución constante es parte de su característica. El prototipo con el que Guardiola arrancó su andadura en la primera división de España, se llenó de títulos pero no se apoltronó en sus logros. Lo contrario: mientras sus rivales analizan cómo desactivar su puesta en escena, el DT avanza un grado más en el perfeccionamiento del mecano, reinventando movimientos y piezas para exprimir todas las opciones posibles en la geometría de la cancha.

¿Cómo medir su grado de influencia? Todavía es pronto para sacar conclusiones. El cuadro catalán podría producir un efecto mimético, pero también reparos en quienes entienden como una tarea ciclópea imitar sus formas. Hay mucho en su ideario que es producto de la maceración de una idea en sus divisiones inferiores. Dos décadas entregadas a la consolidación de un estilo –y la política del club de abrir las puertas a lo que nace en sus viveros– facilita la integración constante de jugadores con un ADN excepcional. Pero, más allá de los valores individuales, hay una intención novedosa acerca de cómo entender el juego y ofrecer respuestas colectivas innovadoras, que constituyen el núcleo de su trascendencia.

El Barsa refundó el fútbol, lo hizo diferente y aún se desconocen sus propios límites. Cada partido es un desafío a la lógica y una invitación a perpetuar la excepcional simbiosis entre belleza y eficacia que forma parte de su legado. Lirismo y pragmatismo unidos como nunca antes en dosis ricas y constantes. El fin y los medios en perfecta armonía.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La sombra de Chita

Las salidas de José Manuel Rey, Luis Vera y Darío Figueroa del Caracas FC constituyeron el punto final en el proceso de adopción de un nuevo modelo económico y deportivo, cuyas repercusiones tendrán que ser evaluadas en el tiempo. Con la promoción de jugadores de sus viveros como norte, la directiva roja apartó del plantel a sus últimos símbolos, asumiendo el enorme costo que una medida así puede conllevar tanto en resultados como en crecimiento.

El despropósito de la acción, concebida en circunstancias poco transparentes, marca el inicio de un ciclo que podría abrir una brecha en el camino ganador de la institución que más títulos acumula en el fútbol venezolano. Fuera de los motivos que impulsan a sus jerarcas a dar un viraje de tales proporciones en su filosofía – para el que están plenamente facultados como propietarios del club– hay un elemento en común que enlaza todos estos pasos: Noel Sanvicente.

Curioso elemento éste. El entrenador más exitoso y popular en la historia del equipo de la Cota 905, padre futbolístico de una generación híper laureada y autor intelectual de la estructura que sostiene sus divisiones inferiores, se convierte, por obra y gracia de su ideario innegociable, en el anticristo de los avileños. Un personaje cuyo recuerdo hay que defenestrar, arrastrando con todo lo que aún mantenga su aroma. La sombra de Chita ejerce un peso superlativo en el Caracas. Y desde adentro responden execrando a quienes fueron sus lugartenientes. 

Caracas avanza hacia derroteros impredecibles, marcado por un esquema de negocio sin garantías cuyas bases están en el extremo opuesto de lo que Sanvicente instauró con tino durante su gestión. Apostar a los valores noveles no es, en sí mismo, un desacierto; pero cargar sobre elementos bisoños la responsabilidad de mantener el lustre de un conjunto acostumbrado a ganar (y con enormes exigencias para que mantenga esa línea) implica colocarse al borde de un precipicio. 

Si el asunto es filosófico, hay un debate que sostener: ¿tiene sentido hipotecar prestigio para acelerar la llegada a la alta competencia de gente inexperta? Si, por el contrario, la motivación es económica habría que plantearse si el camino hacia una autogestión eficiente puede fundamentarse en la subasta de patrimonio, con todos los riesgos que lleva adosados.

Ceferino Bencomo no es al Caracas lo que Pep Guardiola es al Barcelona. Ni por asomo se trata de modelos similares. Al Barsa lo define su estilo, inculcado durante dos décadas en sus granjas, al que añade una política de fichajes de alto rango y un perfil empresarial que genera ingentes sumas en rubros extraordinarios. Los triunfos fortalecen su imagen y valorizan sus activos, que solo entran en el juego del mercado porque la abundancia de talento obliga a decantar.

Los rojos parecen dirigirse más bien hacia otro tipo de esquema, similar al que adoptaron River Plate y Boca Juniors en Argentina. Lo pernicioso del mismo está a la vista: los dos cuadros emblemáticos de ese país pasan por sus horas más bajas. Vendieron futbolistas de forma indiscriminada, cavando hasta el fondo de sus canteras hasta casi agotar la veta para saldar sus deudas. El precio fue perder supremacía deportiva local y continental.

¿Hacia dónde va el Caracas? ¿Lo tiene claro su hinchada? Vista la reacción de sus seguidores tras la purga de algunos referentes, no parece que esté en sintonía con lo que hace el club. Y esta vez los cantos que bajan desde las gradas del Olímpico para recordar al DT que llevan en el corazón, no moverán las fibras de quienes deciden por ellos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuentos decembrinos

Para la edición de la Copa América de 1993, la Conmebol invitó a México y Estados Unidos para que formasen parte del evento, elevando de 10 a 12 el número de participantes. Desde entonces, los del Tri han obtenido dos subcampeonatos y tres terceros lugares en siete participaciones. Pero no fue el aspecto deportivo lo que llevó a la dirigencia continental a integrar a la potencia del Norte, sino los ingresos provenientes del megaconsorcio comunicacional Televisa y los patrocinadores que, por la gracia de esa unión, derivaron en socios del evento.

Japón, que estará en Argentina 2011, fue convidado para el capítulo de Paraguay 99 como parte de la promoción y preparación de los nipones que acogerían el primer Mundial asiático tres años después. También en aquel entonces la alianza repercutió en ingentes ganancias para la Conmebol y sus aliados.

A finales de los 90, la Federación Venezolana de Fútbol –con la anuencia de sus miembros– negoció con sus pares mexicanos una eliminatoria previa a la Copa Libertadores durante poco más de un lustro a cambio de dinero. En las seis ediciones, solo Estudiantes de Mérida (1999) y Táchira (2001) lograron acceder a la fase de grupos; los otros diez boletos se quedaron en tierras de Moctezuma. Fue la antesala a la asistencia formal y permanente de los clubes aztecas en la Libertadores, cuyo concurso ayudó a fortalecer las finanzas y la visibilidad del torneo.

Así se manejan los jerarcas del fútbol continental. Así también operan los popes de la FIFA, cuyo comité ejecutivo otorgó la semana pasada las sedes de las Copas del Mundo de 2018 y 2022 a Rusia y Qatar. ¿Bajo cuáles premisas? Aquellas que le garantizan la salud y la proyección de un producto que les pertenece. 

No hay altruismo ni un objetivo noble detrás de las designaciones. Sí afanes expansionistas. Después de la experiencia surafricana, en la que el Estado tuvo un peso notorio en la inversión para estadios e infraestructura, la FIFA optó por los fondos privados. Da lo mismo la procedencia de los mismos. Ni eso (la limpieza de los capitales), ni la situación política (en 1978, Argentina montó la justa en un país sometido a una dictadura militar con graves acusaciones de delitos en contra de los derechos humanos), han sido óbice nunca cuando los intereses de una de las grandes multinacionales del planeta están en juego.

En el último mes, medios ingleses de prestigio como The Guardian, The Independent o la BBC hicieron denuncias serias respecto a casos de corrupción entre la plana mayor de la FIFA. Dos de ellos fueron excluidos de las votaciones de Zurich tras esas acusaciones. El precio a pagar fue que Inglaterra quedara fuera en la primera ronda de sufragios para la cita de 2018. Así se las gastan en el Vaticano del fútbol, una corporación global con poderes supranacionales.

Rusia tendrá que hacer una inversión superior a los 7.000 millones de euros para acomodarse a los requerimientos del evento. Y en Qatar prometen auténticas maravillas arquitectónicas cuyos costos podrían exceder el presupuesto anual de decenas de países en conjunto. Pero, fuera de elementos baladíes como las distancias, la seguridad o el arraigo futbolístico, estas dos naciones ofrecen la garantía financiera que la FIFA requiere para que siga floreciendo la monumental factoría que regenta. Allí, en ese factor, radica el quid de todo este asunto.

Rusos y qataríes, por encima de tradiciones y creencias religiosas, recibieron de la FIFA el mejor regalo de Navidad posible. Para muchos otros fue la dura constatación de que el Niño Jesús no existe.