lunes, 25 de julio de 2011

Siembra vinotinto

El recibimiento a la Vinotinto fue una muestra más de lo que este grupo generó en el país. Multitudes en las calles de Caracas aclamaron a los futbolistas y al cuerpo técnico que consiguieron el logro más importante en la historia de la selección. Durante tres semanas hubo motivos para imaginar un espacio de convivencia para todos. Y, fuera del uso proselitista que se le quiso otorgar a la fiesta de bienvenida, el homenaje reconoció la conquista y da muestras del sentido de pertenencia que se adosa a las gestas deportivas.

César Farías pidió “un estadio digno para Caracas”. Muchos de los jugadores solicitaron apoyo en las eliminatorias y presencia masiva en los encuentros del campeonato local. El deseo de extender la magia del momento presente apareció en cada declaración. Aprovechar la euforia y convertirla en impulso transformador es tarea de los gestores del fútbol nacional. A quienes, por cierto, corresponde una buena cuota de lo conseguido en este mes de julio de ensoñación que proyecta las ilusiones de los aficionados hasta Brasil 2014.

Los hinchas respaldarán a la selección en la medida que los triunfos acompañen. Así ha sido siempre. El último campeonato local dejó muy buenas cifras de asistencia a los estadios, en buena medida gracias a la masificación que comenzó a abonar la televisión. Pero nadie acudirá a las canchas de manera espontánea o como correspondencia al cuarto lugar en la Copa América de Argentina. La motivación debe sustentarse en la calidad del espectáculo y en eso deben trabajar todos los implicados: los clubes, para forjar instituciones sólidas que apuesten por el crecimiento estructural; y la Federación, como ente aglutinador y organizador de los torneos profesionales.

Es un contrasentido que selección y campeonato local sigan caminos distintos. El equipo nacional debe ser un reflejo de la competencia interna. Y su consecuencia. Los dos productos pertenecen a la Federación y es su responsabilidad lograr que deriven en empresas exitosas. La alegría nunca será completa si no se produce esa comunión de objetivos.

La sanidad y robustez que hoy identifican a la Vinotinto, con planes que se cumplen rigurosamente y abundancia de recursos, deben encontrar equivalentes en aquellos que asumen la formación del talento. Aunque, en muchos casos, se trate de proyectos endebles, incapaces de garantizar su permanencia institucional.

El sueño vinotinto no debe limitarse a la Copa del Mundo. Por elevada que luzca la meta, no deja de ser cortoplacista. Que se escuche el “Gloria al Bravo Pueblo” en Brasil dentro de tres años no será, por sí sola, una señal de crecimiento real. Sí que, en los escenarios locales, sean cada vez más quienes se animen a cantarlo antes de cada partido.

martes, 19 de julio de 2011

El mérito de la verdad

Venezuela vive el mejor momento futbolístico de su historia. La actuación en Argentina consolida un trabajo planificado y coherente. Tomás Rincón, Oswaldo Vizcarrondo, Renny Vega o Gabriel Cichero podrían formar parte del once ideal de la Copa. César Farías es el técnico que acumula los logros más significativos como timonel de la selección nacional. Y la dirigencia, con algunas máculas en su gestión, tiene el derecho de presumir de esta conquista: apoyó y destinó los recursos necesarios para que la preparación se cumpliera a rajatabla. 

Todas estas sentencias no son otra cosa que la verdad. Ni apoyo irrestricto, ni demostración de venezolanidad. Simplemente la verdad.

Para contar la verdad y que ésta llegue a la gente, trabajan los medios. Por eso resulta absurdo que haya comunicadores que quieran arrogarse el éxito de la selección, del mismo modo que es un despropósito endilgarle los fracasos. Los méritos de la gesta vinotinto en la Copa América son de los jugadores, de sus conductores y de quienes regentan la estructura que les da soporte. La prensa obra como testigo de cada hito y cumple con la misión de trasladárselo a su audiencia.

No hay trofeos para quienes han seguido por años a la Vinotinto. Tampoco les corresponden. Sin embargo, los años de fiscalización, de denuncias y críticas a la labor de los directivos, coadyuvaron a generar las condiciones del presente de las que hoy se benefician Farías y sus dirigidos. ¿Con el objeto de librar una cruzada en favor del fútbol venezolano? Rotundamente no. Decir la verdad también consiste en poner el dedo sobre la llaga cuando corresponde, so riesgo de contradecir al establishment. O incluso con eso como argumento.

La ceguera en algo tan básico es la base del enfrentamiento actual entre parte del periodismo que cubre al equipo nacional y el seleccionador. Dividir a los informadores entre aquellos que “respaldan” al proceso (amigos) y aquellos que lo “adversan” (enemigos), es una muestra de intolerancia ante el disenso. También de desconocimiento respecto al papel que el entrenador, como personaje público, debe desempeñar delante de un país que se ve afectado por esta coyuntura. 

Al levantar un muro para los reporteros se afecta a un público ávido por conocer cada detalle de su selección. El silencio como arma arrojadiza apunta al más inocente y lo aleja del sentimiento que alimenta con su respaldo.

La Vinotinto jugará mañana la primera semifinal de su historia. Para que la alegría sea compartida conviene darle descanso a la revancha y poner sobre el campo el espíritu solidario que los futbolistas interpretaron a la perfección desde el primer día. Con la verdad como elemento motivador, y entendiendo los roles, siempre habrá espacio para todos.

viernes, 15 de julio de 2011

Romance renovado

La Vinotinto obró el milagro de conectarse con el país hace una década. Fue en agosto de 2001, en Maracaibo y después de vencer a Uruguay, que el fenómeno colectivo que sobrevendría después vio la luz. La gente comenzó a identificarse con ese grupo de jugadores que la hacía sentir reivindicada. A los valores de la selección se asociaron luego los patrocinadores, canales de televisión y empresas interesadas en “importar” la fórmula del éxito a sus propias estructuras.

Venezuela ya no vive el fútbol de la misma manera. Richard Páez y la generación que tuvo a su cargo lo convirtieron en asunto de interés nacional. La opinión pública asume posiciones respecto a planteamientos y convocatorias. Los aficionados viajan miles de kilómetros para alentar y la información llega al país de la mano de decenas de comunicadores. La clandestinidad de las transmisiones radiales tiene tantas telarañas como las goleadas humillantes.

Pero el romance requiere de elementos que lo renueven. El vínculo emocional necesitaba nuevas emociones y motivos. La Copa América de Argentina está marcando el paso definitivo de una generación a otra y el nacimiento de un discurso marcado por el vigor de Rincón, la flema de Vizcarrondo, el espíritu de lucha de Rondón y la nunca bien ponderada irreverencia de Renny Vega. Esos son los apellidos ilustres del presente, los que hoy aparecen en los dorsales de las camisetas de los hinchas y en las campañas publicitarias.

La épica del partido contra Paraguay acabó de desbordar la pasión y la entrega de la afición con este ciclo. Costó tres años y medio para que el público olvidara el viejo amor y se enamorara de esta versión rejuvenecida del presente. Hoy son más populares los futbolistas que el entrenador, lo que también marca una diferencia respecto al período luminoso que antecedió a esta grey consagrada en Salta. 

La selección halló el Nirvana en el sur del continente. Hay un estilo sobre el que se sostiene, una idea en la que los jugadores creen y sobre la que se sienten seguros. Diferente en cuanto a su concepción estética, pero mucho más competitiva. 

En Argentina alumbró la Vinotinto de Tomás Rincón; también, y con pleno reconocimiento, la de César Farías.


lunes, 11 de julio de 2011

Bloque equilibrado

La Vinotinto es un equipo organizado. El concepto, que alude a su capacidad para ocupar de manera lógica y sistemática cada espacio de la cancha, lo ha llevado a un grado superlativo de funcionalidad. Los futbolistas, comprometidos con la idea, han sido fundamentales en su ejecución. Pero cabe reconocerle al cuerpo técnico la planificación en la puesta a punto y su capacidad de convencimiento para hacer que el mecano engranara. Lo que en un pasado reciente fue una debilidad, hoy es su principal fortaleza: con el arco en cero, Venezuela es –junto a Colombia– la propuesta más solvente del torneo en el apartado defensivo.

Hay dos elementos vitales que explican este rendimiento. Por un lado el nivel físico de todo el equipo, capaz de presionar a los rivales en su terreno cuando los partidos se extinguen y el desgaste ahoga; por el otro, su aplicación táctica, un factor que ha permitido que sus zagueros y volantes de marca hayan terminado con nota alta los dos compromisos.

La selección consiguió en su preparación y en los últimos ensayos pre Copa el equilibrio defensivo que la tiene en el primer lugar de su grupo. Habrá que recordar cómo fueron cuestionados Renny Vega y la dupla Vizcarrondo-Perozo por parte de la opinión pública antes del debut en La Plata. Defender es una responsabilidad colectiva, por eso hoy el eje se ve más sólido, el arquero está menos sometido a situaciones de riesgo, los laterales cierran a tiempo y al enemigo le resulta difícil encontrar franjas libres.

El bloque funciona y es maleable. Contra Brasil, se ubicó comprimido en el límite del área grande y desde allí controló el duelo, minimizando al pentacampeón en un segundo tiempo notable. Delante de Ecuador se acomodó a lo que el trámite exigía y puso las condiciones más arriba, incorporando a los mediocampistas de primera línea y a los laterales en la elaboración. Con más volumen hubo también mayor presencia en el área oponente.

Paraguay espera en este camino luminoso. Los de Tata Martino percuten con una mandarria de contragolpe, pero son poco claros si se les obliga a proponer. Con 4 puntos asegurados, se impone que el bloque impenetrable de las dos primeras fechas ofrezca menos fisuras que nunca.

martes, 5 de julio de 2011

La Vinotinto de Rincón

Domingo 3 de julio. Estadio Único Ciudad de la Plata. Alrededor de las 6 de la tarde. Temperatura gélida y un país entero celebrando el empate a cero contra Brasil. El resultado convierte el hecho en un jolgorio colectivo. Los abrazos unen a un grupo que se siente premiado por su carácter gregario. La convicción de sentir que la suma de las partes supera cualquier evaluación individual, cierra con llave la puerta de los egos.

La fecha dejó un detalle emblemático: se produjo un traspaso de poderes en la selección. Una década después del comienzo del boom vinotinto, Tomás Rincón, el capitán sin banda, asumió el espíritu y la personalidad de esta nueva versión. Son sus valores, su liderazgo hecho de músculo y amor propio, los que cargan de identidad a la Venezuela de este tiempo. Mérito de César Farías que le entregó los galones desde el arranque de su ciclo; pero un logro que trasciende al conductor porque se impone desde su propia condición de futbolista diferente.

Juan Arango también estuvo en la cancha. El general de cinco soles le puso el pecho a las balas aunque su espada, certera y mortífera en tantas batallas, vaya cediendo al peso de tanta refriega. Fueron dos lustros como mascarón de proa de la generación más ganadora. Hoy, víctima de una visión estereotipada que minimiza su aporte porque el presente menos protagónico no resiste la comparación con el pasado glorioso, comienza a ceder el mando de la tropa convencido de que quedará en las mejores manos.

Rincón disputó contra Brasil un partido memorable. Fue su graduación en la elite, el día en que se recibió de figura ante el pentacampeón del mundo, Alma Mater del fútbol universal. Definió el estilo del equipo a partir de su lectura del juego y de ejecutar con firmeza el plan diseñado por el entrenador. Ordenó, pidió la pelota y le dio coherencia al manejo. Quitó y empujó sin desnortar al grupo que lo tiene como guía y referente. En su rostro estuvo dibujado el hito que se decretaría después cuando el juez marcó el final. Su mirada tenía la convicción de quien se sabe dueño de su destino.

Domingo 3 de julio. La Plata, Argentina. Con el planeta como testigo, nació la Vinotinto de Tomás Rincón.