De Richard Páez a César Farías, el entrenador venezolano evolucionó y parió una generación de noveles preparadores cualificada y lista para dar el salto al nivel internacional, meta ya alcanzada por los futbolistas. Hace pocos días el merideño ganó la Copa Postobón con Millonarios de Bogotá y estableció un nuevo hito. La clasificación al Mundial Juvenil de Egipto encumbró a Farías; pronto, otros logros abrirán nuevas puertas a la trascendencia y se habrá dado un paso más hacia la evolución. Un escalón necesario e impostergable.
Páez jerarquizó a los entrenadores de este país. Les otorgó un lugar y les dejó el legado de la notoriedad. Nunca un DT ejerció tanta influencia sobre sus pares. Desde lo ideológico y desde la autoridad ganada a partir del cambio obrado en la Vinotinto. Existe un “discurso Páez” seguido y transformado por algunos; procesado por otros para elaborar su propio ideario; e incluso adversado por quienes se ubican en las antípodas. Pero igualmente decisivo en la dirección conceptual de contemporáneos y herederos del oficio.
El papel de los técnicos nacionales ganó peso en la última década. También su valor en el mercado. Los sueldos tocan a los timoneles y los hacen parte del crecimiento del negocio. Aquellos personajes anodinos del pasado (con honrosas excepciones que confirman la norma) dieron paso a una camada que goza de protagonismo mediático y liderazgo, más la capacidad para procesar toda la información disponible y convertirla en métodos modernos.
La falta de estructura de los clubes sigue siendo la traba. No todos distinguen entre el trabajo serio y el oportunismo. Una parte apuesta por la solvencia profesional de quienes se abren paso y abonan con títulos sus carreras; la otra acude a la feria de mercaderes de oficio que, con la connivencia del poder, alimenta el trasiego de líderes sin soles con sueldo de general.
Los discursos y las ideas son amplios. Desde la motivación como base que alimenta el éxito, pasando por el lirismo o el intervencionismo, la amplitud de posturas y filosofías también enriquece el nivel del torneo local. La preparación física dejó de ser ignorada como elemento básico en la puesta a punto para la alta competencia y ya se identifican tendencias puntuales en las formas de encarar este aspecto de la práctica profesional. El video y los informes pre partido forman parte de la rutina de algunos técnicos, maestros en el uso de la tecnología para reducir la incidencia del azar y la inspiración sobre el resultado.
El nivel competitivo y de conocimientos del jugador criollo ejerce una influencia e impulsa los saltos de calidad en quienes dirigen. Ya no vale cualquier proclama para convencer: quien ejecuta recibe la misma data que sus guías y el frecuente roce internacional nutre su acervo. Las carencias en el proceso de formación siguen siendo un obstáculo, pero el mayor conocimiento del juego ayuda a nivelar carencias y establece claros patrones de exigencia.
Nada de todo esto era así antes del fenómeno que alumbró la selección de la mano de Páez y la generación que cambió el presente del fútbol venezolano.
Si Farías logra el objetivo de clasificar a Venezuela a la próxima Copa del Mundo tendrá un lugar reservado en la historia. Y, a partir de la gesta, será inevitable que su doctrina aglutine fieles. Su sucesor encontrará el listón muy alto, pero quien llegue para ocupar su lugar sabrá cómo saltar para alcanzarlo.