La punta del torneo Apertura está en manos de una manada voraz que viste de amarillo y rojo. Impregnado de un espíritu luchador que no da concesiones en la búsqueda del objetivo, el líder golpea con la fuerza de una maza y muestra las artes del guerrero que sabe bien cómo se ganan las batallas.
Deportivo Anzoátegui es un equipo flexible: implacable en las transiciones ofensivas, ejecutor avieso de los automatismos en las dos áreas, disciplinado en el manejo del espacio y experto medidor de los tempos del partido. El oficio le vale para triturar al rival con una dinámica desquiciante y mucho movimiento hacia las franjas libres, tanto como para adormecerlo en una telaraña pegajosa que clausura los accesos hacia Leo Morales.
Su funcionamiento colectivo se sustenta sobre un concepto irrenunciable: la intensidad. Una consigna que define su hacer y ayuda a entender el compromiso grupal con el modelo que expone su entrenador. Las señas de identidad son claras: recuperar la pelota con presión sobre la salida oponente o el cierre de las líneas de pase cuando invaden su territorio, y luego cargar la catapulta que sale despedida con velocidad y potencia. Esos mismos rasgos aparecen después para desplegarse a lo ancho del terreno, circulando el balón con criterio hasta que la movilidad de sus delanteros enseña la mejor opción para hallar profundidad.
El caos que produce en los defensores es una consecuencia de ese estar y no estar de sus hombres de punta. Todos pueden ir a los costados o llegar en posición de nueve. José Miguel Reyes desnivela en la banda, planteando duelos mano a mano que pueden terminar en la línea de fondo o en una diagonal hacia el área. Gelmín Rivas es el pivote que recibe de espaldas y descarga para abrir sendas a los volantes, el pasador que pone al compañero en posición clara de remate o el definidor implacable que finaliza la jugada. Y el panameño Rolando Escobar es una suerte de conductor con alma de artillero que tiene permiso para pisar el acelerador o meter el freno a discreción.
Morales sigue siendo garantía de solvencia. La dupla de centrales que conforman Carlos Salazar y Javier López es de las más fiables del medio local y Evelio Hernández se ha revelado como un mediocentro que hizo trizas los estereotipos. Surgió como medida de emergencia tras la lesión de Giácomo Di Giorgi y acabó ocupando esa demarcación en su regreso a la Vinotinto.
Entre los tres suman más goles que todo el Caracas FC y sus tantos representaron el 65% de las anotaciones del club (15 de 23) tras las primeras 12 fechas. El nivel de efectividad en puntos acumulados alcanza el 81%, cifra similar a la del CD Lara campeón. Algunos registros completan este retrato robot: el 39% de su producción ocurre en la primera media hora de juego, lo que denota la eficacia del ritmo que impone en el arranque. Y el mismo porcentaje avala su cosecha en los 20 minutos finales, aspecto que lo hace infalible también en los tramos que suelen definir los choques.
Daniel Farías aprovechó el fruto de un proceso largo que superó las bajas sufridas en los dos últimos torneos (Alejandro Guerra, Oswaldo Vizcarrondo, Daniel Arismendi, Armando Maita) gracias a la promoción y captación de juveniles talentosos y competitivos. El diseño de su prototipo, y su propio discurso, hablan muy bien del crecimiento y madurez alcanzadas por el técnico.
Con un tramo de este Apertura todavía por recorrer, Anzoátegui blande el martillo en cada jornada para clavar con firmeza el cartel de ganador que lo consolide entre los grandes.
Columna publicada en el diario El Nacional (12/11/2012)