Noel Sanvicente fue siempre un curioso de los secretos del juego. Delantero centro en sus albores como jugador en Mineros de Guayana y Marítimo, transitó todos los sectores del campo dejando trazos de su sapiencia empírica. Retrocedió metros en el campo conforme su carrera acumulaba batallas. Volante ofensivo, mediocentro en Minerven y el Caracas, dio la vuelta olímpica con el Rojo como defensor central al lado de Saúl Maldonado. Su estampa atlética, comparable al Yaya Touré del presente, le permitió brillar en todas las facetas y abonar la tierra fértil del entrenador en ciernes.
Chita se interesó por entender aquello que sus técnicos le pedían. Tuvo un paso fugaz por la Vinotinto en diferentes ciclos, pero fue en su último año con el Caracas, entonces dirigido por Manuel Plasencia, cuando el hambre del preparador surgió voraz para iniciar una andadura exitosa en la que ha acumulado cinco estrellas y siete torneos cortos.
El DT más coronado en la era moderna del fútbol venezolano es, en esencia, un anti sistema. Su discurso y maneras lo alejan del estereotipo. Sus códigos, rígidos e innegociables, lo ubican lejos de los círculos de influencia que afectan el movimiento en los banquillos locales. Contra el orden establecido, fiel a sus principios, abnegado en la absorción de conocimientos que mejoren su trabajo, Sanvicente se ha hecho un lugar ajeno al baile de cuchillos y sables del entorno.
Por eso el título en el último torneo Clausura conseguido con el Zamora tuvo mucho de reivindicación. Estigmatizado por su pasado glorioso con el Caracas, la empresa emprendida en Barinas le otorgó las medallas que no necesitaba buscar. En la abundancia y en la escasez de talentos y presupuestos, Chita demostró capacidad para gestionar grupos y competir contra los grandes. En La Carolina celebran el milagro de ubicar al club de camiseta blanquinegra en una elite a la que llegó como convidado de piedra.
Zamora es un equipo de transiciones, en la línea característica que Sanvicente impone en sus proyectos. El partido que selló el pase a la Copa Libertadores 2014 contra Estudiantes fue un muestrario de su propuesta: bloque junto y sólido, mucha gente por detrás de la línea de la pelota en propia cancha y alta velocidad de despegue a partir de la recuperación para lanzar al cuarteto del frente cuya pegada fue la más contundente del campeonato.
El grupo multidisciplinario de colaboradores que acompaña a Chita en su aventura barinesa, enriquece y potencia a los jugadores. Ellos certifican también el interés del conductor por aprehender de otras especialidades, útiles todas para dotar al futbolista de recursos que luego redundan en óptimo rendimiento. Nada nuevo bajo el sol, es cierto, pero si a todo eso se añaden factores intangibles como el liderazgo y la ascendencia conceptual, los magníficos resultados obtenidos en este ciclo de apenas un año se explican por sí solos.
Sanvicente siempre tuvo buena prensa y una empatía especial con la grada. Para muchos es la consecuencia de su bonhomía y sencillez; otros lo entienden como demagogia. Era el candidato de consenso para sustituir a Richard Páez a finales de 2007, pero de nuevo sus posturas, inalterables a las negociaciones y el politiqueo, lo dejaron fuera de su gran oportunidad de dirigir a la selección.
Ante la opción de alcanzar su sexta estrella como DT el próximo domingo en Puerto La Cruz, Chita volverá a retar al establishment empuñando su espada ante un ejército de fusiles.
* Columna publicada en el diario El Nacional (20/05/2013)