Franklin Lucena tiene la intuición y el conocimiento empírico propios de su terruño. Así como el llanero se guía por el canto del carrao que anuncia la llegada de las lluvias, el volante que desafía el mal agüero con el trece en la espalda adivina la estancia que invadirá el rival solo con un gesto. Y allí aparece para plantarse con la autoridad del caporal que conoce cada metro del terreno que pisa. Con paso lento pero firme, nadie duda quien manda por sus pagos.
Los Lucena son una estirpe en Acarigua. Johnny fue un mediocampista chispeante y habilidoso que contaba con un potente remate y llegó a integrar la selección nacional en tiempos de José Omar Pastoriza. Pedro transitó los estadios criollos como delantero de varios equipos de primera y segunda división. Los tres llegaron a coincidir en el Portuguesa, el club en el que Franklin –el menor de la saga– debutó como futbolista profesional.
La madurez y los primeros llamados a la Vinotinto llegaron ya como integrante del Caracas FC. Pocos conocen que parte de su formación la hizo en las categorías inferiores rojas cuando el mayor de los hermanos lo trajo a la capital. Antes fue parte del plantel del Táchira. Allí conoció a César Farías y Manuel Plasencia, sus entrenadores en el Aurinegro. Ambos destacan la curiosidad táctica como una característica que lo define y explica su crecimiento en una demarcación poco prolífica de talento en el medio local.
El Lucena de hoy es una pieza indispensable en el funcionamiento de la selección. Su conocimiento del juego se resume en varios elementos no suficientemente valorados. Tiene un notable manejo posicional de su área de influencia. Anticipa en el quite, lo que reduce el número de faltas que comete y lo convierte en elemento esencial para las transiciones ofensivas. Es inteligente en la elección de los momentos de repliegue, achique o desplazamientos laterales. Sabe reorientar la circulación, característica fundamental para buscar desahogos cuando el rival presiona. Tiene capacidad para complementarse con pares de diferentes perfiles (Tomás Rincón, Luis Manuel Seijas, Evelio Hernández).
Los compañeros reconocen su liderazgo dentro del campo. No lleva la banda de capitán pero es de los que más imparte instrucciones para corregir o arengar. En él se condensa el tópico que identifica a cierta estirpe como la extensión del técnico en la cancha. Y algo que habrá que comenzar a adjudicarle para hacer plena justicia a su figura: mejora a quienes se ubican a su lado.
Hay una estadística contundente que explica su grado de ascendencia en el equipo nacional. Desde que en octubre de 2008 formara la dupla con Rincón para enfrentar a Ecuador por las eliminatorias a Sudáfrica 2010, la Vinotinto ha perdido un solo partido oficial de 14 disputados entre premundial y la última Copa América. Con él como mediocentro titular el porcentaje de puntos obtenidos roza el 60%, una cifra significativa e irrebatible.
Su carácter competitivo queda retratado en dos momentos esenciales: el penal fallado en la semifinal contra Paraguay de Argentina 2011 y la grave lesión (rotura de ligamentos cruzados en la rodilla derecha) sufrida en un clásico contra Táchira a finales del año pasado. De ambos episodios se recuperó con entereza. Como rezan en su tierra, “el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta”.
Menos mediático que la mayoría de sus colegas, Franklin Lucena es el secreto mejor guardado del fútbol venezolano.
Columna publicada en el diario El Nacional (29/10/2012)