lunes, 22 de octubre de 2012

Cuando el cómo es importante

El último partido de eliminatorias dejó más elementos abonados a la cuenta de los tópicos que explicaciones satisfactorias sobre el funcionamiento de la selección. La ristra de lugares comunes es variopinta: los jugadores del torneo local disminuyen la capacidad competitiva de la Vinotinto; la condición física debe revisarse porque el equipo se fatiga en los segundos tiempos; se cedió voluntariamente la posesión de pelota al rival; o no hubo suficiente agresividad en ataque para buscar una victoria impostergable y decisiva. 

Una lectura reposada del choque contra Ecuador entrega numerosos elementos para el análisis y conclusiones esclarecedoras. Hubo altos picos individuales que conviene no pasar por alto. Dani Hernández volvió a ser una garantía en el arco. La dupla Perozo-Amorebieta aprobó en todos los aspectos de la valoración (complementariedad, manejo de la zona, anticipación, relevos a los costados, duelos individuales). Arango fue determinante por su capacidad para percutir en la media distancia y porque cada tiro libre suyo es una promesa de gol. Josef Martínez interpretó con buen criterio su papel de okupa de los espacios baldíos. Y Lucena, un mediocentro tan brillante y lúcido como infravalorado, fue el dueño del primer pase, gestor de las transiciones y el mejor predicador del ideario fariísta dentro de la cancha. 

Venezuela no fue tímida en su última presentación. En la elección de los titulares y la asignación de los roles hubo una intención manifiesta de proponer a partir de la tenencia del balón. Basta revisar las pocas veces que optó por el envío largo y las numerosas ocasiones en las que eligió la asociación, incluso en el inicio de las jugadas en zona de defensores. Las respuestas a las falencias (que alguno podría catalogar de relativas si se atiende a que hubo seis remates criollos entre los tres palos) podrían encontrarse en dos antecedentes cercanos: el duelo en Asunción y la visita de Chile a Puerto La Cruz del pasado mes de junio. 

El problema no fue que la selección atacara sino cómo lo hizo. En Defensores del Chaco dio muestras del camino. Con el bloque más adelantado, las sociedades se establecieron alrededor de la pelota, con movimiento y circulación permanente, más gente involucrada, mayores opciones de abrir pasillos para filtrar pases, darle fundamento a los movimientos en diagonal de los atacantes y lograr profundidad. 

Contra Ecuador la puesta en escena no estuvo a tono con las intenciones. Las distancias entre quienes buscaban el arco contrario eran amplias y el estatismo de los posibles receptores una constante. ¿Consecuencia? Más pérdidas de pelota, nula generación de caos en las ordenadas líneas meridionales y mayor recorrido para la recuperación tras cada robo de los de camiseta amarilla. 

La sombra chilena es lo menos comprobable por intangible. Pero es válido pensar que muchas de las decisiones tomadas por el entrenador y por los futbolistas en el terreno estuviesen condicionadas por el recuerdo de aquella dolorosa derrota en los tramos postreros del partido. Hubo un momento en que asegurar un punto y no perder tres pasó a ser objetivo prioritario. 

Los cinco meses que restan hasta el próximo compromiso oficial (contra Argentina, 22 de marzo de 2013) deben servir para acabar de darle forma a la idea ofensiva que la selección está gestando en esta fase de su evolución. Las cuatro citas en casa del próximo año serán exámenes rigurosos para ponerla a prueba. 

Columna publicada en el diario El Nacional (22/10/2012)