lunes, 15 de octubre de 2012

La piedra fundacional

Ecuador trazó una línea en el ciclo de César Farías como seleccionador nacional hace cuatro años. El DT asumió el cargo en enero de 2008, pero el 15 de octubre del mismo año quedó establecido como fecha de nacimiento oficiosa de su proceso. Ese día, en uno de los períodos más críticos de la gestión que ya se acerca al lustro de vida, tomó decisiones que resultaron fundamentales para explicar el presente. Unas vinculadas a apuestas personales por nombres que asumirían el relevo generacional y otras de tipo estilístico que, aunque no en el corto plazo, acabarían forjando el modelo que hoy identifica a la Vinotinto. 

Venezuela llegó a aquel partido con el pesado fardo de cuatro derrotas consecutivas y el descrédito de la opinión pública. La goleada frente a Brasil tres días antes (4-0, estadio Pueblo Nuevo de San Cristóbal) había generado una corriente crítica que cimbró al cuerpo técnico. Los niveles de aceptación se reducían, al tiempo que las comparaciones con el período exitoso de Richard Páez aparecían en voz de analistas y aficionados. 

El escenario fue el mismo que recibirá mañana al rival de entonces por la décima fecha de las eliminatorias: el José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz. Allí Farías lanzó el primero de muchos órdagos desde que se convirtió en el timonel de la selección. Armó el equipo con la dupla Franklin Lucena-Tomás Rincón en la zona central del mediocampo; le entregó el lateral derecho a Roberto Rosales y puso a Maestrico González como socio de Juan Arango en el sector de los volantes ofensivos. La apuesta, refrendada con una exhibición de fútbol asociado en el segundo tiempo, le permitió levantar un gol en contra e imponerse con autoridad 3-1. 

Aquel fue el arranque de una segunda vuelta productiva que se saldó con 14 puntos. Una renta que, proyectada, le valdría la clasificación a Brasil 2014. 

Farías transitó después por otros altibajos y algún período más de inestabilidad popular hasta que consolidó su idea en la Copa América de Argentina. Desde entonces, la Vinotinto fortaleció sus convicciones, enriqueció sus registros de juego y ganó en profundidad. Con esos elementos pasó de ser la Cenicienta de los lugares comunes a esta realidad en la que los sueños mundialistas se sustentan sobre bases tangibles. 

El estilo se fue moldeando en estos cuatro años. Aquella versión que enfrentó a los ecuatorianos en 2008 construyó su triunfo con trazos más atribuibles a la obra de Páez que a lo que se asumía como el ideario de Farías. En el trayecto hubo ensayos con distintos sistemas, alternativas y espacio para la camada que hizo sonar el himno nacional en Egipto 2009. Y un crecimiento notorio en madurez y métodos en el propio preparador, respaldado por un colchón sin choques oficiales que le permitió acabar de diseñar e instaurar su prototipo. 

¿Cuál es? Uno multiforme y flexible, adaptado al momento y al oponente, amplio en variantes y difícil de estandarizar bajo patrones comunes. Con solo algunos indiscutibles y una plataforma robusta que lo aleja de la dependencia de piezas puntuales. Una selección con el funcionamiento de un club. 

Con mucha más autoridad que aquel 15 de octubre, Farías irá otra vez con la suya. Evelio Hernández, Edgar Pérez Greco, Alexander González y Josef Martínez representan las novedades en una formación con espíritu ofensivo. Como la que cuatro años atrás puso la piedra fundacional de esta Vinotinto competitiva. 

Columna publicada en el diario El Nacional (15/10/2012)