Johannesburgo, Sudáfrica
Para Nueva Zelanda fue una fiesta nacional. En los supermercados italianos habrá escasez de kiwis. Nadie querrá toparse con el fruto exótico. Como mucho, convertirse en koala y treparse al árbol más alto. El equipo de Marcelo Lippi vivió ayer uno de los resultados más humillantes de Italia en la historia de los Mundiales. Su clasificación a octavos sigue dependiendo de sí misma, pero la imagen dejada en Nelspruit desdice de su condición de campeón.
Italia se hunde en su trance generacional y la palidez de su juego. La grey con la que conquistó la Copa hace cuatro años pide a gritos la jubilación y las nuevas camadas padecen de la escasa competitividad. Hace poco más de un mes, Inter se tituló en la Champions League sin que figurara un solo elemento nacido en la bota entre los titulares. Basta ver los clubes de procedencia de buena parte de los que ayer contaron con la confianza de Lippi: Génova, Udinese, Cagliari, Fiorentina, Sampdoria. Ninguno compite con opción en los grandes torneos o forma parte de la elite europea. Y los que visten la camiseta de la Juventus aun padecen la crisis que estalló justamente los días previos a Alemania 2006.
Los dos goles recibidos por la Azzura fueron de pelota quieta, una fortaleza en otros tiempos. Sus defensores dan ventajas, no tiene talento para elaborar y tampoco ha sido efectiva explotando el juego directo. Lippi modifica el dibujo, mueve piezas, pero su puesta en escena no deja de ser chata. Que todos pidan a gritos la pronta recuperación de Andrea Pirlo, un volante de 31 años, es una muestra de la escasez de ideas que tiene este prototipo 2010.
Algunas voces dicen que Italia siempre comienza así. Que la competencia los va haciendo crecer y que siempre hay que tomarlos en cuenta. Hoy, el argumento roza más el tópico que la certidumbre. No hay un motín en el vestuario, como en Francia, ni una crisis discursiva, como en España. Lo que afecta a los azules es de más complicada solución: están en un profundo limbo generacional.
La corona del monarca se tambalea. Necesitará algo más que su conocido espíritu épico para sostenerla.