lunes, 14 de junio de 2010

La nueva identidad alemana

Johannesburgo, Sudáfrica

Alemania había emitido las primeras señales de cambio hace cuatro años de la mano de Juergen Klinsmann y con su actual técnico, Joaquim Low, como asistente. La apuesta por un estilo que rompiera con el molde histórico germano (practicidad, derroche físico, carácter) fue recibida con muecas de desaprobación por la elite que tradicionalmente condujo al fútbol de ese país. Pero lo visto en 2006 sembró un entusiasmo que permitió la continuidad y derivó en esta nueva versión de la Mannschaft que ayer deslumbró en Durban.

La goleada por 4-0 sobre Australia fue la demostración más contundente de todas las que hasta ahora dejó la Copa del Mundo. El marcador fue apenas un hecho singular para explicar el concepto: el aspecto más determinante fue el juego, la imposición de un funcionamiento individual y colectivo que arrasó con la selección oceánica y dejó boquiabierta a buena parte del planeta.

Alemania dio una exhibición de fútbol bien ejecutado. Mostró su propuesta sin guardarse nada, con atrevimiento y desenfado, sin medir el esfuerzo ni hacer cálculos anticipados. Le metió dinámica al partido y no bajó el ritmo ni cuando ya lo tenía asegurado. 

En la cancha, sus nuevas señas de identidad se definen a partir del gusto por la pelota y la velocidad aplicada para - desde la posesión - romper el ritmo en las zonas de definición. Fuera del terreno, aplica una asunción más lógica de su realidad interna, diversa y multicultural, donde todo el talento tiene cabida. 

La elección de jugadores responde a ese modelo: Muller, Ozil, Schweinsteiger, Khedira, Lahm, Podolski, Marin. El gol, con ellos, acaba siendo consecuencia del desequilibrio colectivo y la capacidad ofensiva de todos. 

Los tricampeones del mundo perdieron a Michael Ballack un mes antes del torneo. Y en el camino sumaron bajas a un largo parte que mermó su plantel. Pero la idea tiene forma, los futbolistas asumen el ideario y tocan de memoria la partitura. El todo está por encima de la suma de las partes.

El primer encuentro de un Mundial no es una medida para proyectar el futuro. Sin embargo, lo de Alemania trasciende al resultado. Se trata de una apuesta con las fichas colocadas en todos