Johannesburgo, Sudáfrica
En el fútbol, la épica es un concepto históricamente adosado a la camiseta de Uruguay. ¿Cuántas veces hemos presenciado la misma escena? La Celeste estará en el grupo de los ocho grandes de esta Copa del Mundo. Dejó sudor y piel en Port Elizabeth. Se desgarró de esfuerzo y sudor delante de un rival que le hizo una oposición espartana y llegó a tenerlo contra las cuerdas. La lluvia y una cancha pesada se añadieron al paisaje para hacer del partido un episodio heroico. Y los dos goles de Luis Suárez (el segundo una joya que compite desde ya para el premio al mejor tanto del torneo) fueron la excepción poética en la batalla.
Oscar Tabárez consiguió al equipo luego del flojo debut ante Francia. Pasó de defender con tres a estructurar una línea de cuatro con Jorge Fucile como lateral izquierdo. Sus dos volantes recuperadores, Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos, son leones que buscan el hueso de su presa y empujan a los suyos desde el medio. Pero la decisión más importante estuvo en el bloque ofensivo: el “Maestro” cambió la dupla Forlán-Suárez por el tridente Forlán-Cavani-Suárez. Un acierto contundente con el que Uruguay encadenó tres victorias y regresó al gran escenario.
Desde 1970, los charrúas no alcanzaban esta instancia en el Mundial. Con la historia incorporada en los genes, hay un grupo de jugadores uruguayos que no se ha puesto un techo en el objetivo de seguir trascendiendo. Le sobran motivos para soñar.