lunes, 28 de junio de 2010

Con el recuerdo del 66

Johannesburgo, Sudáfrica

La lectura final del extraordinario partido que jugaron Inglaterra y Alemania fue como asistir a una cena elegante y que, al momento de servir las entradas, una mancha de aceite te arruine la corbata. Todo lo demás puede ser inolvidable, pero la mácula seguirá allí la noche entera. 

El fallo arbitral que involucró al referí uruguayo Jorge Larrionda y a su asistente Mauricio Espinosa, adulteró el mejor enfrentamiento que se ha visto en Suráfrica 2010.

Con toda la ironía del caso, fue inevitable recordar el tanto de Geoff Hurst en la final de 1966 contra los propios germanos. Aquel tanto no llegó a traspasar la línea de gol, pero fue convalidado por un juez de línea de Azerbayán. Esta vez el balón pateado por Frank Lampard entró, pero la decisión perjudicó a Inglaterra.

Alemania se impuso con un fútbol coral y dinámico, sus nuevas señas de identidad. Muller, Ozil, Podolski y Klose conforman un cuarteto temible cuya movilidad desarma defensas y percute con la potencia de un misil. Le sobran recursos y variantes en ataque a este prototipo ideado por Joachim Low. En la misma proporción, despierta dudas al momento de defender.

Los ingleses arrancaron entumecidos y temerosos, con las órdenes de Fabio Capello obligándolos a un ejercicio contra natura. Se rebelaron e hicieron pedazos la libreta del italiano con el 2-0 en contra. Y debieron irse al descanso con el empate y un nuevo plan a ejecutar para la etapa de complemento. El carácter inglés y el mensaje contundente de sus genes despertaron el instinto de una generación que ha sido víctima de la desnaturalización a la que fue sometida por sus últimos entrenadores. Entre Sven Goran Eriksson y el italiano se logró algo que parecía imposible: que toda una grey luminosa terminará su ciclo sin un título con la selección. Incluido David Beckham, espectador del derrumbe desde el banquillo.

El empuje derivó en anarquía y la Mannschaft sentenció de contragolpe. Fue un justo ganador. La imagen final del capitán Steven Gerrard despidiéndose del trío arbitral con genuina deportividad, transmitió un mensaje al mundo. Alemania seguirá en la gala, aún con la mancha en la corbata.