Johannesburgo, Sudáfrica
Corea del Sur y Japón produjeron el golpe de efecto que se esperaba de los seleccionados africanos. Clasificados ambos a octavos de final, su paso por la Copa ha confirmado dos presunciones: hay una evolución técnica producto del contacto con ligas más competitivas; y es evidente el crecimiento táctico, consecuencia de una menor ingenuidad para ejecutar movimientos ofensivos y defensivos.
Los dos cuadros asiáticos ganaron partidos con jugadas de pelota detenida y, con alguna excepción como el primer gol de Argentina a Corea en la fase de clasificación, se mostraron solventes defendiéndolas. Sus ligas internas crecen, los entrenadores se capacitan y hay referentes en Europa que marcan el camino. Los coreanos Park Ji Sung y Park Chu Young envían un mensaje global con los colores del Manchester United y el Mónaco. Y el japonés Keisuke Honda brilla con su juego de perfil suramericano que se impone en el CSKA de Moscú.
Junto a todo eso, valores que algunos conjuntos europeos de renombre extrañaron en el torneo: intensidad, compromiso con una idea y nada de suficiencia. Ni siquiera Japón, ya con el choque ante Dinamarca liquidado, se permitió la autocontemplación o el regodeo.
Uruguay y Paraguay los tendrán como rivales en la ronda de octavos entre hoy y el martes. Que a nadie se le ocurra llenar la quiniela sin un análisis a conciencia.