Johannesburgo, Sudáfrica
Dos jornadas de paréntesis futbolero en la Copa del Mundo invitan a la reflexión. La catarata de partidos imbuye a todos en una suerte de bola de nieve que rueda montaña abajo. Apenas hay espacio para la lectura sosegada. Los análisis terminan y se van modificando en la brevedad de la euforia y el fracaso. Lo que hoy te deslumbra, mañana puede convertirse en profunda duda. Y viceversa.
A 10 días de la final del Mundial pueden establecerse algunas conclusiones. La actuación de las selecciones suramericanas es un buen punto. Los rendimientos colectivos e individuales otro. Siempre en el entendido que la dinámica del torneo puede torcer el rumbo de una valoración precipitada.
Suramérica ya cuajó su mejor actuación histórica. El nivel competitivo de sus figuras y el declive en los procesos de formación de algunas potencias europeas produjo el cambio en la relación de poder. ¿Dónde se ubica el primer mundo futbolístico? El económico sigue estando en el mismo lugar; el del talento, apunta más hacia el sur del planeta.
Los candidatos están donde se esperaba que estuviesen a esta altura. Los que ganan lo hacen fieles a su ley. Alemania se sale del molde y propone un estilo rompedor: es la única innovación legítima de la Copa. Messi se apodera del trono sin cuajar una actuación deslumbrante mientras Cristiano Ronaldo capituló sin dar la batalla en el frente. David Villa es el jugador más destacado y peleará con Gonzalo Higuaín el título de los goleadores. Brasil no se avergüenza de su presente pragmático y cínico. Y Holanda se juega todo al genio de Arjen Robben, su verdadero elemento diferenciador.
Hoy comienzan los cuartos. En un par de días todo se reducirá a cuatro candidatos. ¿Cambiarán las evaluaciones? ¿Surgirá un nuevo elemento descollante? La historia indica que, ya metidos en estas instancias, el destino suele alterarse muy poco. Pero dejemos que lo impensado haga lo suyo. No arruinemos la intriga.