Johannesburgo, Sudáfrica
El final de la Copa del Mundo invita al balance. Fue un torneo de espíritu colectivo en el que las grandes figuras quedaron eclipsadas. Hubo, sin embargo, jugadores que fueron fundamentales para sus equipos e individualidades que resaltaron por encima del resto.
Armar un once ideal es un tema absolutamente subjetivo, pero tomando como base el sistema 4-2-3-1, predominante en Suráfrica 2010, este sería el conjunto soñado del Mundial.
En el arco estaría Iker Casillas, básico en la mejor actuación histórica de España. Comenzó con dudas y terminó consolidándose como el mejor. La línea de cuatro zagueros tendría a Philip Lahm en el lateral derecho, con Gerard Piqué y Joris Mathijsen como centrales, y Gio Van Bronckhorst en el lateral izquierdo. El grupo fue lo mejor del talento defensivo observado en la Copa.
Los dos volantes tapones aportarían marca, despliegue y salida limpia de la pelota. Sergio Busquets y Bastian Schweinsteiger brillaron en una cita marcada por la excelencia de ejecutantes en esa demarcación.
Xavi, Wesley Sneijder y David Villa conformarían un tridente temible que sumaría buen pie, profundidad y gol. En ellos se concentra el podio mundialista. Los tres fueron determinantes para sus selecciones.
Y como hombre de punta el mejor delantero de este Mundial: Diego Forlán, infaltable en cualquier equipo ganador. El uruguayo concentra valores del juego que se mantienen inalterables y condujo en volandas a la Celeste a su mejor actuación en cuatro décadas.