sábado, 5 de diciembre de 2009

Los cuatro metros de Nelson


Visitar la celda de Nelson Mandela en la antigua prisión de Robben Island, declarada por la Unesco patrimonio histórico de la humanidad, conmueve y moviliza sensaciones profundas. En la sección D del otrora recinto carcelario, un patio de gravilla sirve de antesala al largo y lúgubre corredor por el que muchos de los presos políticos del apartheid pasearon la desdicha de la condena y se aferraron a la esperanza atemporal de la libertad. Otros simplemente salieron de la isla muertos.
Los cuatro metros cuadrados en los que el premio Nobel de la Paz de 1993 purgó 18 de sus 27 años de presidio, representaron durante décadas el sueño de reivindicación de la Suráfrica negra, oprimida y desplazada por una clase dominante que se ganó el repudio del mundo. En ese espacio permanecen intactos los recuerdos: el pequeño taburete de madera con un plato y un pocillo de latón, en el que el líder apoyaba sus libros; un tobo metálico rojo para atender la pulsión de los esfínteres, y la esterilla de algodón sintético, de no más de 2 centímetros de espesor, arrinconada junto a un par de mantas contra una de las paredes. Mandela siempre recuerda el frío de aquella recámara en el invierno y lo mucho que le costaba arreglárselas para hacer ejercicio allí.
El rugby fue para el líder surafricano un elemento de unificación y el mejor reclamo para venderle a sus connacionales la idea de la coexistencia pacífica. Como bien refleja John Carlin en su libro El factor humano, la victoria de los Springboks en la final del campeonato mundial de 1995, representó un giro en la convivencia de un país profundamente polarizado.
15 años después, será el Mundial de fútbol de 2010 el que acabe de completar el ciclo reconciliador, abriendo definitivamente las puertas de Suráfrica al resto del orbe. Mandela podrá presenciar orgulloso cómo aquellos escasos metros de su prisión en Robben Island se expanden al 1.219.912 kilómetros cuadrados de su territorio. De Ciudad del Cabo hasta Polokwane, de Durban a Rustemburgo, de Johannesburgo a Pretoria, la Copa hará que el sur del continente negro deje de ser una entelequia.
Entre junio y julio del próximo año, en los cuatro metros de Nelson cabrá el planeta entero.


* Columna escrita desde Ciudad del Cabo, Suráfrica, como parte de la cobertura que el diario El Nacional hizo del sorteo de la Copa del Mundo.