La posibilidad de que el ciclo de César Farías como seleccionador nacional llegue a su fin, adelanta una discusión interesante respecto al perfil de su eventual reemplazo. Con un alto grado de especulación, porque hay un acuerdo firmado y todavía ningún asomo claro de ruptura, el asunto invita a analizar opciones. No de nombres sino de posibilidades. Hacia dónde apuntará la Federación si debe buscar un sucesor en los próximos meses. Esa es la cuestión.
Desde antes de que la eliminación mundialista se concretara, la idea de un técnico extranjero se instaló como opción en algunos sectores. La dirigencia se posicionó indicando que ese no sería el camino a seguir. Apegados a los antecedentes, la visión tiene coherencia. Con Richard Páez se inició un proceso continuista prolongado por Farías y que entregó el comando de la selección a preparadores nacionales. Con notorio éxito, por cierto.
Se toman ejemplos de lo que sucede en naciones vecinas para sostener que un DT foráneo acercaría a la Vinotinto al sueño mundialista. Conviene observar con lupa el uso interesado de estas experiencias como argumento para darle sustento a esta postura. Asumir que una medida así incidiría en el nivel competitivo, reduciendo las distancias en el continente, implica no evaluar con rigor cada caso. Tampoco el propio, que es el que más interesa.
Que Colombia o Chile hayan alcanzado altas cotas de rendimiento con estrategas nacidos en otras tierras, no necesariamente define la idoneidad del gremio local. El argentino José Pekerman devolvió a los Radamel Falcao y compañía a la Copa del Mundo, atendiendo con eficacia a la coyuntura planteada tras la salida abrupta de Bolillo Gómez y los malos resultados de Leonel Álvarez. Al tiempo, tres colombianos conducían a Costa Rica (Jorge Luis Pinto), Ecuador (Reinaldo Rueda) y Honduras (Luis Fernando Suárez) a Brasil 2014. Una gran paradoja.
Nadie duda que tanto Marcelo Bielsa como Jorge Sampaoli colocaron al seleccionado chileno, y a sus jugadores, en el mapa universal. La apuesta rindió enormes frutos, producto de una gran inversión y una estructura que sostuvo el trabajo de dos conductores prestigiosos y capaces. En ese período que abarcó poco más de un lustro, Manuel Pellegrini, hijo dilecto de los pagos de Pablo Neruda, dirigió al Real Madrid y hoy es la cabeza visible del nuevo proyecto del Manchester City inglés. Ergo, no cuentan solo las capacidades sino las circunstancias y los contextos sobre los que se toman determinadas decisiones.
La gran transformación vinotinto fue hija de sus dos últimos timoneles. Sin negar el inmenso aporte de varias generaciones de futbolistas y el impulso que, con mayor o menor grado de implicación, le dio la dirigencia, la selección creció sustentada en las figuras de Páez y Farías. Los dos elevaron el listón a cotas inimaginables, proyectaron y le dieron notoriedad al equipo de todos los venezolanos, y acabaron siendo responsables directos del nacimiento de una grey vanguardista de entrenadores criollos. Aunque sea lo menos valorado de ese legado, fue lo que más se desarrolló de puertas para adentro.
Sea quien sea el elegido para sustituir a Farías en el corto, mediano o largo plazo, la alternativa no hay que importarla. Por convicción y sentido común, debería sostenerse el concepto que tan buenos frutos dio en este período luminoso. Con otros métodos y estilo, la ilusión debe seguir alimentándose desde adentro.
* Columna publicada en el diario El Nacional (28/10/2013)