La Federación anunció hace unos días que no habrá más actividad para la Vinotinto adulta hasta los primeros meses de 2014. Una medida que, de acuerdo al comunicado oficial, fue tomada de común acuerdo con los futbolistas. La saturación, el desgaste de una eliminatoria dura, preñada de viajes y apremios, fue el argumento esgrimido para tomar una pausa. Serán casi seis meses sin actividad ni convocatorias, un período que servirá para calmar tensiones y enfriar debates, pero que no luce acertado desde la planificación del futuro.
Las lecturas a partir de este punto son múltiples: resulta una gran paradoja en el camino seguido por César Farías como seleccionador, siempre a punto para aprovechar cada oportunidad de foguear al equipo nacional, incorporar nuevos elementos y ensayar sobre variantes en su modelo de juego.
Hay un contrato en vigor y sobre esa base debe entenderse que la continuidad en el trabajo dirige los objetivos hacia la renovación del plantel y la consolidación de los elementos que fueron ganando protagonismo en la última fase del proceso. Tiempo para medir el potencial competitivo de aquellos que, como Tomás Rincón o Roberto Rosales en los albores de la era Farías, deberán comenzar a mostrar si se ajustan al perfil de los altos niveles de exigencia.
La selección de los próximos años se levantará sobre esos cimientos, si bien todavía es impensable prescindir de Juan Arango. Al capitán le pesan los partidos acumulados y es probable que inicie un descenso en sus capacidades. Pero sigue siendo imprescindible. Su incidencia en el juego, por jerarquía y características, obliga a pensar en una extensión. No habrá sustitutos que calcen sus galones. A nadie se puede cargar con semejante responsabilidad. El tiempo de la transición rueda, pero habrá que seguir construyendo sobre los hombros del mejor futbolista venezolano de todas las épocas.
Arango es solo un aspecto en este análisis, pero conviene considerarlo. Los que tienen autoridad sobre el vestuario lo respaldan y lo ven como un faro en el camino. Son nombres también fundamentales para los días que vendrán y sus opiniones condicionan cualquier decisión. Ellos hablaron para solicitar este receso y participar sobre las determinaciones de los próximos meses.
Farías está convencido de que hay posibilidades de mejora, que el camino de la evolución sigue abierto y no hay oposiciones dentro del grupo para que mantenga su condición de mascarón de proa. Se siente capaz de encarar la tensión generada y apuesta a revertir el estado de crispación con el que se despidió en Pueblo Nuevo. La dirigencia mantiene su intención de preservar el vínculo, pero el último paso dado, este paro forzado con fechas FIFA por delante y opciones de medirse a conjuntos ya clasificados a Brasil 2014, levanta suspicacias: puede que no sea tan indisoluble la relación entre el DT y sus jefes.
Lo que debe estar sopesando Farías abarca todos estos aspectos. Con el apoyo irrestricto de la Federación, tal como ocurrió en más de un lustro de relación laboral, el horizonte estará despejado. Sin él, es otro el escenario. El contrato que firmó hasta julio del año que entra, sin considerar la clasificación al Mundial como punto de revisión, no tiene precedentes. Las ataduras tienen firma y sello húmedo en un papel notariado, algo que trasciende cualquier enfoque pasional.
El técnico habló de un período de reflexión tras el último choque del premundial. Que a nadie sorprenda que, con una medida justa del panorama que lo circunda, acabe dando un paso al costado.
* Columna publicada en el diario El Nacional (21/10/2013)