El frío que baja de la cordillera en Santiago de Chile se instala en los huesos. Desde la tribuna principal del estadio Nacional, la estampa de la montaña, poderosa y magnética, llena de energía el aire. En invierno las temperaturas pueden ser una tara insalvable. Si la atmósfera es más generosa, el desafío de un terreno de juego amplio condiciona el planteamiento a lo largo y ancho.
El cemento traslada memorias de gloria y dolor: la magia de Garrincha en la Copa del Mundo de 1962 y las torturas a los presos políticos en los albores de la dictadura de Augusto Pinochet.
Hace 22 años, el 6 de julio de 1991, Venezuela abrió la Copa América en esa cancha contra el Chile de Iván Zamorano, Hugo Rubio y Patricio Yáñez. La Vinotinto, dirigida por Víctor Pignanelli, llegó al torneo con una escasa preparación. Carlitos Maldonado y un joven Stalin Rivas eran las figuras. El partido lo ganaron los locales 2-0, pero la imagen de los jugadores venezolanos, vestidos de blanco y tiritando mientras escuchaban los himnos, anticipaba un panorama de indefensión que se extendió al césped.
Al día siguiente Napoleón Centeno debió salir a comprar abrigos para toda la delegación, desprotegida y sin previsiones para afrontar el rigor de los termómetros. En esos tiempos no tan lejanos de clandestinidad e intrascendencia, no sobraba planificación y las mismas parcas color lila con vivos azules de marca desconocida, más adecuadas para la lluvia, quedarían como parte de la utilería de la selección por mucho tiempo.
Pasarían siete años para que la Vinotinto volviese a Santiago, pero no al Nacional sino al Monumental de Colo Colo. Chile había iniciado el proceso con Xabier Azkargorta como jefe de grupo y con él empatarían a uno en Barinas. Al español no lo aguantaron los resultados y, con el uruguayo Nelson Acosta como sustituto, llegaría el regreso a los Mundiales tras una ausencia de más de tres lustros. Aquella noche de abril de 1997, cinco goles de Zamorano encaminarían la goleada 6-0, la derrota más abultada sufrida en la tierra de Pablo Neruda y Violeta Parra.
En el regreso al estadio donde este viernes la selección buscará encaminar su clasificación a Brasil 2014, alumbró uno de los grandes hitos del fútbol venezolano: el primer triunfo como visitante en un premundial. Como antesala, el 14 de agosto de 2001, fecha oficiosa de nacimiento del llamado boom vinotinto, se produjo la victoria sobre Uruguay en Maracaibo. Y el 4 de septiembre, ataviados de blanco como en 1991, Ricardo David Páez y Juan Arango celebraron en el Nacional y dejaron a Chile en una situación crítica que anunció la despedida de una generación gloriosa.
Para Alemania 2006, de nuevo con Acosta en el banquillo, Venezuela dejaría en Santiago jirones de su utopía mundialista. Oswaldo Vizcarrondo y César González, seguros titulares esta semana, presenciaron la derrota 2-1. Ninguno formó parte del once titular, pero Maestrico jugó buena parte del segundo tiempo como sustituto de Cristian Cásseres.
De blanco, como seguramente volverá a vestir en la capital chilena, llegaría el empate 2-2 del que se cumplirán cuatro años el jueves. Fue en el Monumental, contra el equipo de Marcelo Bielsa y varios de sus protagonistas actuales. Una velada marcada por el tiro libre de José Manuel Rey y un proceso, entonces incipiente, comandado por César Farías.
Venezuela “pisará las calles nuevamente” de un Santiago próspero y moderno, ya no ensangrentado, que con sus estampas de primavera en ciernes revivirá imágenes de frustración y brazos en alto como prefacio de un relato nuevo para contar.
* Columna publicada en el diario El Nacional (02/09/2013)