A falta del capítulo de cierre en la trama de las eliminatorias, la continuidad o el fin del ciclo de César Farías como seleccionador ya es asunto de interés nacional. Sin que aún llegue el tiempo para el balance global, con las matemáticas como única bocanada de aire para no resignarse al ahogo, la discusión se instaló en los medios de comunicación y en la gente. Los argumentos de lado y lado tienen una carga emocional innegable. La pasión aparece como elemento distorsionador que nubla el análisis frío de una gestión todavía en desarrollo.
La Federación, en voz de Rafael Esquivel, dejó claras sus intenciones: valoran positivamente el trabajo del técnico y le ofrecerán la extensión del vínculo contractual. Cuestión lógica si se atiende a la línea seguida desde que Richard Páez asumió el cargo en 2001. En este período de doce años que llevó a la Vinotinto de la clandestinidad a la trascendencia, solo hubo dos timoneles. Se respetaron los procesos como nunca antes y la apuesta por la continuidad ha sido la norma.
Si Venezuela logra los tres puntos pendientes contra Paraguay en octubre habrá culminado el premundial con la cosecha más prolífica y el mejor porcentaje de efectividad como local en un menor número de choques. Si ese factor fue una medida válida para levantar el pulgar en el pasado, tendría que ser un fiel idóneo en el presente. Apartando los números, habrá que convenir también que el listón fue elevado, que hubo avances en la estructura y competitividad de la selección y una interesante promoción de nuevos valores.
Es cierto que ninguno de esos factores complace a quienes perciben como fracaso la no clasificación a la Copa del Mundo. Respetable visión, aunque resulte difícil adherirse a ella si se evalúa con perspectiva histórica. Para fundamentarla, habría que comenzar por trasladarse al inicio del camino. Si bien Farías habló de llegar a Brasil 2014 como objetivo alcanzable y muchas veces aseguró su consecución, nadie podría colocar esa exigencia como medida del éxito. Siempre, antes y después, el tránsito fue más importante que la llegada a la meta. Al menos hasta que se consiga por primera vez y pase a ser una referencia en cada nueva empresa.
Las expectativas fueron elevadas con bases sólidas. El rendimiento en la Copa América de Argentina y la adición de los oriundos fortaleció a la Vinotinto. Farías ha tenido a su cargo a la generación más competitiva. Ninguno de sus predecesores contó con semejante arsenal de talento, profundidad y nivel para la alta competencia. Sin embargo, habrá que concederle un alto grado de responsabilidad en la confección del plantel y la opción concedida a piezas que hoy son altamente valoradas.
Cuando se arguye que Farías contó con un gran potencial de hombres para alcanzar la utopía mundialista, convendría preguntarse a cuál grupo se alude. ¿Al de 2011? ¿Al de hace un año? ¿A quiénes enfrentaron a Perú en Puerto La Cruz? La sola revisión de los nombres y el punto de madurez de cada uno, ayudaría a despejar las variables.
El asunto que define todo es la propia disposición del entrenador para seguir. Si se ve capaz de elevar el nivel y asumir los cambios que el desgaste, y la propia evolución del andamiaje que armó, demandan. Con autocrítica y visión de trascendencia. Apartando metas personales. Evaluando, con objetividad, si él mismo se asume como la mejor opción o conviene abrir las puertas a un reemplazo que garantice dar los pasos al frente que son necesarios. Está en sus manos.
* Columna publicada en el diario El Nacional (23/09/2013)