El árbol genealógico del fútbol venezolano encuentra su origen en el estado Bolívar. Fue en El Callao donde por primera vez se jugó con un balón que llegó bajo el brazo de trabajadores mineros ingleses. La conexión británica marca también un elemento afín a la mayoría de los países suramericanos. Los inventores del juego fueron, a su vez, sus más conspicuos evangelizadores. Pero, aunque la historia ubique la génesis en esa región del país, no ha sido el lugar más frecuentado por la Vinotinto en sus careos internacionales.
Ratomir Dujkovic eligió Puerto Ordaz como sede del partido contra Bolivia por las eliminatorias para Estados Unidos 94. En la mente del seleccionador habitaba una teoría que acabó contundentemente desmontada: las altas temperaturas guayanesas serían una ventaja para la Vinotinto. Oswaldo Palencia desató la celebración temprano, pero al tiempo azuzó a la magnífica generación de Marco Etcheverry, Erwin Sánchez, Julio Baldivieso y compañía para que desplegara todo su potencial y acabara goleando 7-1.
Tiempo después, compartiendo un café con periodistas en la concentración de La Paz, Xabier Azkargorta recordaba el momento y todavía se frotaba las manos. “El que se entrena en la altura compite bien en el llano”, fue la frase con la que definió el timonel boliviano aquel choque disputado el 18 de julio de 1993. Fue el primero en el antiguo Cachamay, que dos años antes había sido renovado para recibir el torneo Juventud de América y al equipo juvenil venezolano que encabezaban Edson Tortolero, Gerson Díaz y Stalin Rivas.
Algunos meses más tarde (12 de septiembre), Venezuela alcanzó su segundo triunfo premundialista. Con goles de Juan García y Luis “Makenko” Morales, ambos fichas de Minervén, derrotó a Ecuador en el mismo césped. Aquella fue la despedida de Dujkovic y también el adiós a Cachamay como casa de la selección. La espera se prolongaría por espacio de casi 16 años.
La remodelación para la Copa América de 2007 lo convirtió en uno de los mejores escenarios del continente. La casa de Mineros derivó en un moderno y amplio estadio para más de 40 mil espectadores. Richard Páez llevó al equipo allí para jugar algún amistoso, pero fue César Farías quien le devolvió a la zona el calor del equipo nacional. Fueron tres los encuentros realizados en la ruta hacia Suráfrica 2010, incluida la recordada derrota 2-1 contra Paraguay que acabó con la ilusión de participar en la Copa del Mundo.
Los antecedentes señalan que en Cachamay hubo episodios felices y también desventuras. Allí la generación que se abría paso de la mano de Tomás Rincón se impuso a Colombia (2-0, Miku y Juan Arango) y empató luego contra Uruguay (2-2, Giancarlo Maldonado y José Manuel Rey). La igualdad contra la grey del maestro Oscar Washington Tabárez fue un golpe del que costó recuperarse. Todavía pesaban las deudas competitivas de un grupo de futbolistas criollos que daría un salto de calidad notable tiempo después.
La actuación en el último desafío eliminatorio contra Colombia consolidó la intención: Cachamay, por dimensiones, aforo y condiciones atmosféricas es el lugar ideal para recibir a la Celeste el próximo 11 de junio. Será la reedición del desafío de hace cuatro años, solo que en momentos deportivos diferentes.
Con Brasil a la distancia de una frontera, Guayana quiere seguir escribiendo el relato de una historia con más de un siglo de vigencia.
* Columna publicada en el diario El Nacional (08/04/2013)