Una de las mayores dificultades de dirigir a un seleccionado es la falta de tiempo. Para reunir a los jugadores, para afinar sistemas y automatismos, para darle forma a la idea y convencer con ella a sus intérpretes. En los conjuntos los plazos son otros. El día a día acelera los procesos y la competencia semanal acorta los períodos de examen. Hay un aprendizaje sustentado en la relación directa jugador-entrenador, que también produce desgaste y reduce los ciclos de gestión.
Al técnico de club se le exige hallar el funcionamiento de su plantel en pocas fechas. En el camino debe encontrar el estilo y definir un once tipo producto del análisis de fortalezas y debilidades del grupo que comanda. Si los resultados positivos acompañan podrá tomar decisiones para reforzar las zonas menos fiables y añadirá crédito a su ideario, cada vez más afinado y eficaz.
Las selecciones nacionales plantean otros desafíos. El DT tiene el privilegio de elegir, pero el contacto con sus dirigidos se restringe a las concentraciones precompetitivas, y el estudio de los rendimientos individuales debe hacerse a distancia. Los futbolistas trabajan con preparadores de perfiles variados y encaran exigencias de distinto nivel. Todos deben acoplarse una y otra vez cuando son requeridos, retomando un modelo que se va fortaleciendo con la suma de partidos.
A César Farías le llevó tres años y medio lograr que su modelo cuajara. Fue en la Copa América de Argentina donde apareció el equipo. Renovó a una generación histórica, probó elementos y módulos tácticos, creció a la par de lo que el nuevo panorama demandaba y, al margen de gustos, dio finalmente con el modo reconocible de jugar que se le pedía.
Hoy la Vinotinto comienza a parecerse a un club y esa es una enorme ventaja. En los últimos meses, y gracias a la credibilidad conseguida, sumó para la causa a la grey de oriundos que le acabaron de dar la profundidad que requería para pelear con verdaderas opciones por un cupo al Mundial. Fernando Amorebieta, Andrés Túñez, Julio Álvarez, Frank y Rolf Feltscher fueron la licencia para acudir al mercado. Y la consecuencia ha sido altamente beneficiosa: en cada una de las jornadas que representaron puntos en la eliminatoria, alguno de esos nombres figuró en la formación.
También hay derivaciones directas en el juego. La consolidación de la idea, el crecimiento de varias individualidades por el roce internacional y la panoplia de opciones con las que ahora cuenta Farías, enriquecieron la propuesta. Solo con un mecanismo muy aceitado y el convencimiento en la ejecución del discurso que el entrenador expone, puede explicarse la variedad de planteamientos para encarar cada compromiso.
De Lima a Asunción hubo cambios sustanciales de actores y puestas en escena. Ambas válidas y argumentadas. Acomodarse a la situación, a las características del rival y a las propias herramientas de que se dispone, es una virtud de difícil aplicación en el entorno de un seleccionado. En eso radica la mayor fortaleza de la Vinotinto del presente, un mérito que se le ha de atribuir a sus timoneles.
Contra Ecuador en Puerto La Cruz no estarán Oswaldo Vizcarrondo, Luis Manuel Seijas y César González, fundamentales en la gesta de Defensores del Chaco. Como ocurre con los grandes clubes del planeta, la selección encontrará soluciones inmediatas en un conglomerado lleno de nombres propios para responder con solvencia.
Columna publicada en el diario El Nacional (17/09/2012)