Menos de una década atrás, declaraciones como las ofrecidas por César Farías en los días recientes no habrían despertado un debate nacional. Los medios dedican hoy mucho más espacio a la cobertura del fútbol nacional y la Vinotinto es un producto Premium para las empresas periodísticas. Eso lo sabe el seleccionador y lo entienden a la perfección los anunciantes. En el centro está el comunicador y su búsqueda de la verdad, objetivo básico de la profesión que ejerce.
Farías mostró en rueda de prensa las herramientas de las que se vale para elevar el nivel de su trabajo y conceder menos ventajas. La tecnología sustenta su línea maestra de acción, a la que luego debe añadir el componente humano. Los videos y computadores de avanzada no sustituirán nunca el contacto personal ni dotarán su figura de liderazgo.
Los patrocinadores también miden el retorno de su inversión. Pulsan el estado de la calle, focalizan su mercado y diseñan campañas para disparar emociones. Luego, empacan el producto y lo llenan de valores, no siempre comprobables. Asociarse con la imagen de Tomás Rincón o Salomón Rondón responde a un motivo sustentado en números. Las agencias de publicidad no actúan desde el corazón, son razón pura. Y el efecto multiplicador que ofrece una nota publicada o las tertulias televisivas, no forman parte de la inversión: son la consecuencia, a coste cero, del rumor y la suposición convertidos en noticia de consumo masivo.
Las mismas estrategias de marketing son puestas en marcha por los grupos de representación de jugadores, cada vez más avezados en el arte de poner a rodar posibles traspasos (muchos de ellos jamás concretados), para inflar el precio de sus piezas. El profesional de la comunicación debe entender estos mecanismos y estar alerta para no ser parte indirecta de esta cadena comercial.
El periodismo deportivo venezolano no fue engañado en su buena fe con el affaire Farías-Arango-Rondón. Las certezas estaban a la vista, pero los atajos para llegar hasta ellas siempre seducen. Es difícil resistirse a la posibilidad de llegar antes, que en clave mediática no es otra cosa que intentar decirlo primero.
Nadie es utilizado si entiende las reglas del juego. El seleccionador lanzó un órdago para provocar un clima de probeta que le interesaba. Con la habilidad de quien conoce el percal, mostró el capote al toro y le dio varios pases hasta marearlo. También enseñó el estoque, pero pocos repararon en él. Ni siquiera los supuestos señalados en esta historia de folletín.
La lectura entre líneas de la proclama lanzada por el DT enseñaba las claves, “la espada debajo de la muleta”. La falta de interpretación, como ejercicio indispensable para comprender el discurso de un entrenador conocedor del entorno, fue la brecha concedida, el rival no estudiado que sorprende con un movimiento maestro.
Nos encontramos delante de un nuevo escenario –desconocido para quienes somos actores esenciales de esta trama– en el que habrá que aprender a competir. Farías acude a los artilugios, pero el personaje trasciende a los adelantos tecnológicos. Los periodistas también contamos con elementos que amplían nuestra capacidad para estar informados, pero debemos afinar el instinto para movernos en ese terreno y no quedar en minusvalía.
El técnico se vale de lo que esté a su alcance para incrementar las opciones de clasificar al Mundial. Y los medios, en ese proceso de madurez al que obligan estos tiempos de crecimiento, también deben pelear por los puntos.
Columna publicada en el diario El Nacional (03/09/2012)