La selección jugó su mejor partido de visitante en eliminatorias contra Paraguay en Asunción. Apartando el Centenariazo, trascendente por lo que representó y lo que generó después, la velada en el Defensores del Chaco fue la demostración más contundente de dominio que se recuerde fuera de Venezuela. El triunfo llegó con una propuesta agresiva, de presión alta, con muchos elementos de perfil ofensivo en la cancha y modificaciones sustanciales en la formación. La toma de riesgos fue significativa en un momento delicado.
Las sensibilidades, a flor de piel en el entorno de la Vinotinto, planteaban un escenario en el que no se hacía previsible la toma de decisiones que asumió César Farías. Darle la titularidad a Dany Hernández, entregarle la alternativa a dos futbolistas de 19 años de edad en un choque trascendente, plantear duelos de mano a mano con los defensores paraguayos para producir faltas y sumar jugadas de pelota detenida. Todos fueron pasos encarados con valentía para seguir la estrategia que más convenía: apuntar al flanco débil del contrario y explotar, a partir de la sorpresa inicial, el establecimiento de sociedades entre los más habilidosos. El resultado avaló con creces la apuesta.
Nunca la selección generó tantas situaciones de gol en un choque disputado fuera de nuestras fronteras. Fue una muestra de autoridad gestada desde las convicciones y la confianza en el plan confeccionado. Una vez más Farías intervino sobre el equipo y lo llevó a ejecutar aquello que pergeñó en su particular manera de concebir la dirección del plantel.
La Vinotinto ganó sin Tomás Rincón en la cancha, lo que desmontó la teoría de la dependencia. Pero, cuando corresponde celebrar la mejor primera vuelta desde que se compite bajo el formato de todos contra todos (11 puntos, 66% de rendimiento de local y 5 unidades cosechadas afuera), se abre una nueva discusión respecto al modo de jugar.
Los extremos aparecen y distancian las opiniones de unos y otros. ¿La fórmula es la del partido contra Perú o el modelo más conveniente es el que se adoptó hace un par de días en Asunción?
Probablemente, ni una cosa ni la otra. Las percepciones prejuiciadas conducen a lecturas sesgadas. El entrenador tiene un perfil, una manera de diseñar los planteamientos y de elegir las piezas para ello. Discutir su estilo forma parte del natural ejercicio democrático al que tanto los medios como los aficionados tienen derecho. En ese juego caben también el populismo o la apreciación ventajista que acomoda la visión de acuerdo a si aquello que se plasma está más cerca o más lejos de la mirada propia.
Que la fórmula irreverente aplicada en Paraguay haya dado buenas prestaciones no la convierte en antídoto infalible. Funcionó en una situación concreta. Cuajó a partir de tomar al oponente desavisado, con un preparador que todavía intenta tomarle el pulso al plantel que maneja y en la peor crisis de los últimos tiempos. Pero no es ni será trasladable, en los mismos términos, a futuros escenarios. No mientras quien lleva las riendas de la Vinotinto se mantenga al frente.
Entender esto es fundamental para medir cada nuevo compromiso. Es necesario despojarse de preconceptos y evaluar cada actuación por separado. Ningún encuentro será igual a otro. Los dos años de eliminatoria se disputan bajo condiciones especiales. Y en la capacidad para adaptarse a ello radica buena parte del éxito en la pelea por un cupo al Mundial.
Hay una idea, un modo de hacer, pero se requiere amplitud para comprenderlo.
Columna publicada en el diario El Nacional (13/09/2012)