lunes, 9 de julio de 2012

La teoría de Darwin

Darwin Machis ataca el espacio que deja su presa con apetito voraz. Depredador de las franjas libres, se desliza zigzagueante en las aguas del área. Las aborda tranquilas para luego alborotarlas con movimientos impredecibles. Como el Lau Lau del Orinoco, devora las especies menores por puro afán de supervivencia. Saciada el hambre de rivales, apunta hacia el arco con instinto. Líquido. Inasible. Patrón de las sombras. 

Mineros de Guayana vendió la pieza más preciada de sus viveros al Udinese. El club friulano huele a las promesas de ultramar y las recluta con ojo clínico. Probablemente llegue al Granada, de la primera española, como paso inicial de su desembarco en Europa. Bastó el título de goleador en la última Copa Venezuela y una temporada notable en la que primero fue norma y luego costumbre. Un juvenil con ambición de estibador curtido en puertos feroces. 

A Carlos Maldonado apenas lo dejaron disfrutar del elemento que rompía los partidos, desestabilizaba las defensas oponentes y obligaba a sus marcadores a tejer atarrayas espesas a su paso. Dueño de un pique en corto veloz y explosivo, sus celadores podían tener conciencia de las respuestas a cada problema planteado, pero Machis, hábil e intuitivo, siempre les cambiaba las preguntas. 

Debutó con el primer equipo en El Callao. La cuna del fútbol venezolano alumbró al delantero que apenas un año antes fue fichado por Mineros después de brillar con Delta Amacuro en unas eliminatorias zonales que los enfrentó a Bolívar. Dos goles contra Minasoro en el estreno; un par más en el regreso en Cachamay; doblete otra vez en el equipo de segunda y aparición resonante contra Yaracuyanos en primera división, con gol incluido. Un torbellino. 

En Puerto Ordaz recuerdan a otros ídolos salientes. Stalin Rivas se marchó al Standard de Lieja todavía con acné en el rostro. Un tiempo más tarde, el vértigo de Daniel Noriega lo catapultó a Argentina y luego a otros destinos hasta que su genio se fue diluyendo entre susurros, así como se expresaba. Eran tiempos de mercado famélico, de oportunidades aisladas y escasa notoriedad. Sin el cartel de presentación de la Vinotinto, los traspasos se arreglaban por un puñado de dólares. 

Fue en Tucupita donde comenzó a aficionarse al balón. Brilló en el fútbol sala y representó al país en un torneo sudamericano al lado de Josef Martínez. Tenía 12 años de edad. La habilidad en espacios reducidos y la precisión para que sus remates apunten casi siempre al lado imposible del arquero, son herencias de su paso por las canchas pequeñas. Quienes compartieron sus días de infancia lo describen como un deportista integral que también lucía en beisbol y baloncesto. 

Dicen que apenas recibió la noticia se le aguaron los ojos. Cuando firmó su primer contrato profesional, tenía las metas muy claras: “Me da lo mismo el dinero, lo que deseo es que me den la oportunidad de demostrar lo que valgo”, cuentan que soltó delante de uno de los directivos mineristas. Denys, su padre, afirma que es muy determinado y que fue el propio muchacho quien se encargó de convencer a la mamá de que lo mejor para él era salir del hogar familiar e instalarse en San Félix. 

Machis destacó sobre todos los de su generación y dio el salto hacia el primer mundo futbolero. Allí, en la región del Friuli, este hijo del Delta volverá a encontrarse con un camino que ya conoce. Como en ciertas teorías darwinianas, el más apto prevalece siempre en los procesos evolutivos. 

Columna publicada en el diario El Nacional (09/07/2012)