lunes, 23 de julio de 2012

América conquistada

Fue un día como hoy: 23 de julio. Hace un año, en el estadio Ciudad de La Plata, Venezuela cerraba con una derrota ante Perú su concurso en la Copa América de Argentina. Ocurrió en el partido por el tercer puesto, el de la expulsión de Tomás Rincón y los tres goles de Paolo Guerrero. La Vinotinto cerraba el círculo de una actuación memorable y el ciclo de César Farías entraba en su etapa más boyante. Con crédito y credibilidad, el equipo de todos quedaba blindado de dudas para el inicio de las eliminatorias mundialistas. 

El país volvió a aglutinarse en torno a la selección como no ocurría desde los tiempos del boom que encarnó Richard Páez. La polarización tuvo valiosos momentos de tregua. De nuevo un espacio en el que tirios y troyanos coincidían. Cuando la delegación llegó a Maiquetía, una multitud los escoltó hasta Caracas. La caravana acompañó el recorrido y cada apellido fue coreado en la tarima que cerró el paseo triunfal en el corazón de Las Mercedes. 

Después de tres años y medio de gestión, Farías lograba el consenso nacional. Su idea, construida en simultáneo con un proceso lento de renovación generacional, tomaba forma. El grupo se afirmó sobre un nivel físico óptimo alcanzado con la preparación en Dallas, fundamental para engranar automatismos y conseguir seguridad defensiva. 

La Vinotinto corría en un ejercicio solidario de ayudas y cobertura de espacios que reducían la capacidad de maniobra de sus rivales. Rincón marcó el paso de la nueva grey y la dupla de defensores centrales que conformaron Grenddy Perozo y Oswaldo Vizcarrondo fue agrandándose jornada a jornada. Renny Vega estuvo en el podio de los mejores arqueros del campeonato y la calidad de Juan Arango, César González y Salomón Rondón apareció en los momentos definitorios. Al concepto, el grupo le añadió carácter y espíritu competitivo para que el esfuerzo siempre estuviese acompañado del resultado. 

El despegue del proyecto tenía pista libre. De allí que las decisiones que el técnico tomó después no requirieron del aval de la opinión pública. La plataforma para dar el siguiente paso se levantó en Argentina. Así llegaron después, ya en el camino hacia Brasil 2014, Fernando Amorebieta, Julio Álvarez, Andrés Túñez y los hermanos Feltscher. ¿Habría podido tomar el DT las mismas decisiones sin el colchón mullido que le dio la Copa? 

Los tiempos de la madurez comenzaron en ese mes de ensueño. La conciencia competitiva permitió visualizar mejor el objetivo y la corroboración del mensaje que llegaba desde la sala de máquinas se plasmaba en la cancha. Había un modelo, seguro, confiable y reconocible sobre el que afirmarse. Por eso las puertas se abrieron para los oriundos: si eran necesarios para ganar y entendían los códigos gremiales del resto, el interés colectivo debía ponerse por delante. 

Esa profundidad nacida al amparo de la gesta, y el atrevimiento posterior, es la que le dio sustento real a las expectativas de alcanzar la Copa del Mundo. En todos estos años de crecimiento y trascendencia, la utopía se hizo más terrenal y menos etérea. De allí que también las exigencias, contaminadas de euforia en el pasado, se hayan llenado de fundamentos lógicos. 

Los hitos adquieren la dimensión de quien los vive. El fútbol venezolano, cuyas páginas más notorias todavía huelen a tinta fresca, celebró hace doce meses uno de sus grandes momentos históricos. Aunque no será incluida en los textos escolares, la conquista de América tiene desde entonces una nueva acepción. 

Columna publicada en el diario El Nacional (23/07/12)