La selección de Venezuela que jugó la Copa América de Ecuador y disputó las eliminatorias para Estados Unidos 94, tuvo una preparación inusual para aquellos tiempos pero un gran desconocimiento de lo que era jugar en la altura. Ratomir Dujkovic dirigía al equipo desde hacía unos meses y decidió llevarse a los futbolistas al invierno alemán para elevar sus niveles físicos. Muchos sufrieron de aquella aventura pergeñada por el entrenador serbio para contrarrestar las deficiencias del campeonato local.
“Los jugadores venezolanos no estábamos preparados para un técnico como Dujkovic”, afirmó recientemente Rafael Dudamel, arquero titular en ese ciclo. Y en buena medida era cierto; aunque tampoco el DT entendiese muy bien en qué se estaba metiendo cuando aceptó trabajar en Suramérica.
En la apertura de la Copa del 93 contra el local en Quito sufrió un 6-1 contundente. Sin oxígeno, los Álex Aguinaga y compañía golearon sin piedad (5-0, en el mismo estadio Atahualpa) menos de dos meses después en el arranque del premundial. La adaptación a la altitud meridional en la Copa le permitió a Venezuela empatar con Uruguay (2-2) y Estados Unidos (3-3), pero apenas quedó un aprendizaje de los efectos del soroche.
Cuando Bolivia visitó Puerto Ordaz en la ruta hacia su segunda clasificación mundialista, Dujkovic estaba seguro de que los ahogaría en el calor y la humedad guayanesa. Craso error: después de ponerse en ventaja con un gol de Oswaldo Palencia, las camisetas verdes se multiplicaron y el 7-1 puso claras las diferencias. Xabier Azkargorta, el preparador rival, se frotaba las manos: la capacidad de oxigenación de sus dirigidos, con los pulmones hipertrofiados por entrenarse a 3.600 metros para competir en el llano, desbarató la teoría de quien ignoraba este precepto.
Para la revancha en La Paz, el plantel almorzó liviano en la concentración poco después de llegar desde Santa Cruz de la Sierra. Algunos jugadores se quejaban porque “habían quedado fallos” con la comida y los dos hombres a los que Dujkovic encargaría las marcas personales sobre Marco Echeverry y Platiní Sánchez, ignoraban sus roles faltando minutos para ir al Hernando Siles. El baile fue atroz (7-0) después de un primer tiempo en el que Cheo Gómez, figura de aquella tarde, fue a buscar la pelota en su arco una sola vez.
En el camino hacia Francia 98, Rafa Santana planificó la visita a La Paz con trabajos en Cumaná (el gobernador local dio todas las facilidades para que la selección se concentrara allí), se alojó en Santa Cruz para subir el día del partido y el desenlace (6-1, gol de Edson Tortolero de penal) fue el acostumbrado. En el calentamiento, para no agotar las reservas de aire, Rafa jugó baloncesto con sus dirigidos en una canchita que estaba junto al vestuario, en la zona de calentamiento. Ni los recursos, ni el conocimiento, daban para pensar en una puesta a punto diferente que redujera las diferencias.
Richard Páez apostó por afrontar los choques en la altura llegando a la ciudad la noche antes como recomendaban algunos de sus colegas. Sus equipos corrieron las dos veces que fue a Quito (derrota 2-0 en 2003 y triunfo 1-0 con el recordado tiro libre de Rey en 2007). Pero en La Paz, el día del mareo de Alejandro Cichero, cayó 3-1 aunque las desventajas físicas fueron menores.
Venezuela ganó los 6 puntos que disputó en la altura durante la última eliminatoria. Este viernes en Quito, con una experiencia exitosa como antecedente y la mejor preparación posible, intentará recuperar la memoria de quien sabe que se puede llegar a la cima de la montaña y plantar bandera.