La última convocatoria de César Farías para los partidos contra Colombia (Barranquilla, 11/11) y Bolivia (San Cristóbal, 15/11) ratifican la línea estratégica del seleccionador: amplio número de efectivos, piernas frescas para los choques de local. Máximo rendimiento posible en casa que permita acumular una renta mayor en la primera vuelta de la eliminatoria. Ambos aspectos clave en las posibilidades de clasificación a Brasil 2014. Las estadísticas de los últimos procesos eliminatorios de la Vinotinto le dan respaldo numérico a la apuesta; el sentido común y la profundidad del plantel le ponen firma y sello a la aventura.
Para que Venezuela equipare condiciones con sus rivales requiere de un alto nivel físico. La última Copa América y el reciente enfrentamiento con Argentina lo dejaron claro. Por eso no debe extrañar que la selección haga modificaciones de varias piezas entre la costa colombiana y los andes tachirenses. Los jugadores y funciones que acumulan un mayor desgaste en la ejecución de la idea serían el núcleo de los movimientos: laterales, volantes ofensivos y delanteros. Así, que aparezcan hombres como Rolf Feltscher, Julio Álvarez, Luis Manuel Seijas o Alejandro Moreno entre los titulares en el Metropolitano de Barranquilla, no debería ser una sorpresa.
Hay elementos que, salvo lesiones o suspensiones, repetirían en los dos montajes: Renny Vega, Oswaldo Vizcarrondo, Gabriel Cichero, Tomás Rincón, Franklin Lucena y quizás, por lo que representan sus galones, Juan Arango. El resto debe entender que el camino a seguir exige sacrificios y que no hay manera de cambiar la dinámica de este calendario premundialista sin ceñirse al guión establecido.
Se puede explotar la condición de local añadiendo un mejor estado competitivo que exprima el desgaste de quien visita con el cansancio acumulado de una batalla previa y largos desplazamientos. Le pasó a la Albiceleste en Puerto La Cruz, le ocurrirá a Bolivia en un par de semanas y lo tendrá que sufrir también Chile en junio. La desventaja convertida en fortaleza.
Desde que se adoptó el actual fixture eliminatorio (fue implementado para Corea-Japón 2002), la Vinotinto ha tenido dos escollos determinantes: el rendimiento en las primeras vueltas y la producción en casa. En los últimos once años hubo tres entrenadores a cargo de la selección (José Omar Pastoriza, Richard Páez y Farías) y, si bien se produjeron avances en cada ciclo, las tendencias en los factores señalados no han podido ser revertidas con contundencia.
Los porcentajes de efectividad de puntos logrados en la mitad inicial, en la que se celebran más juegos de visitante, ha sido de 11% (Corea-Japón 2002), 37% (Alemania 2006) y 26% (Sudáfrica 2010). En el mismo orden, la cosecha en nuestros estadios en el global premundialista arroja estas cifras: 48%, 40,7% y 48%. Todos registros insuficientes para alcanzar un boleto a la Copa del Mundo. La referencia del ideal está en la segunda vuelta del pasado proceso clasificatorio en el que la Vinotinto logró el 55% de las unidades en disputa.
Sin Brasil compitiendo por un lugar, el umbral máximo de puntos que se requieren para ir al Mundial se reduce. Eso no aumenta las opciones, pero sí deja claro a qué altura está el listón.
No estamos habituados a enfocar el análisis desde esta perspectiva y tampoco el juego se explica a partir de los números, pero el plan elegido parece el indicado. Con tantas opciones por abundancia de nombres, puede que el sueño tenga más bases tangibles que etéreas.