A Helenio Herrera lo calificaron de revolucionario cuando, al frente de equipos como el Barcelona o el Inter de Milán a mediados del siglo pasado, transfiguró para siempre el papel de los directores técnicos. Fue, posiblemente, el primer entrenador intervencionista. O el más trascendente. HH, como era conocido también, fue un ganador y sus conjuntos llevaron a la máxima expresión el aprovechamiento de todos los recursos que otorga el juego, incluso aquellos que, por ese entonces, eran terreno inexplorado.
Las ideas de HH pueden lucir extemporáneas pero fueron pioneras. Desde su concepción táctica basada en la automatización de los movimientos defensivos y el contragolpe como recurso de ataque, hasta la incorporación de psicólogos en su grupo de trabajo. Los aportes del argentino a la profesión que hoy convierte en millonarios y figuras célebres a los preparadores, contribuyeron a la evolución del fútbol.
La semana pasada se cumplieron 13 años de su fallecimiento (9 de noviembre de 1997, en Venecia, Italia) y la efeméride apenas ocupó un breve espacio en los medios. La dinámica del deporte universal por antonomasia impone ritmos frenéticos y devora a dentelladas la historia con el hambre insaciable del presente. Pero, a riesgo de caer en un romanticismo trasnochado, conviene repasar conceptos que mantienen su vigencia y que, con ejemplos que refuerzan la teoría, adquieren la forma de axiomas.
El convencimiento como base para trasladar una idea a un grupo de jugadores y que su ejecución resulte exitosa, fue un elemento característico en la trayectoria de Herrera, quien estuvo al frente de las selecciones nacionales de Francia, España e Italia. Sus arengas motivacionales se hicieron célebres y, pese a su imagen de técnico controlador y ególatra, consiguió que sus dirigidos se comprometieran con esa manera especial que tenía de entender el juego y lo acompañaran en el camino de los títulos y las vueltas olímpicas.
Acuñó frases célebres como “ganamos sin bajarnos del autobús” o “con diez se juega mejor que con once” que definían su personalidad. Absorbía la presión en momentos de dificultad para descomprimir a sus futbolistas y sabía que los estados anímicos pueden ser tan determinantes en la victoria como la buena preparación física o el estudio concienzudo de los rivales, tarea en la que marcó distancias respecto a sus colegas de la época.
Dicen quienes lo conocieron que, de los estrategas de la actualidad, el que más se le asemeja es el portugués José Mourinho. Cuidadoso de los detalles, sabía cómo utilizar al periodismo para su propio beneficio: estimulaba a los suyos, calentaba los duelos trascendentes y alimentaba aquella fama de hombre de mundo que le acompañó siempre.
Puede que a Helenio Herrera se deba también la sobre exposición del DT actual y la hipertrofia de su ego. Con HH, el oficio de entrenador dejó de ser accesorio para derivar en elemento insustituible.
Muchos de sus herederos apenas saben de él por alguna de esas anécdotas que le rodearon y ayudaron a construir su leyenda. Pero el brillante intérprete de la dirección técnica, que tan bien conocieron quienes estuvieron a su cargo, siempre estuvo muy por encima del personaje. Solo esa capacidad explica su huella y las máquinas perfectas que pergeñó durante décadas. Su mito le permitió retirarse, ya con 70 años de edad a cuestas, en el banquillo del Barcelona al que casi lleva al campeonato en 1980.
Nada de lo que sucede en la profesión que hoy exalta apellidos como Guardiola, Mourinho, Ferguson o Bielsa se explica sin la mención de HH. Un precursor.