A Tomás Rincón lo persigue un apetito insaciable. Hambriento de gloria, enfoca la mirada sobre la pelota y la sigue con voracidad de cazador para arrebatársela a quien invada su territorio. Protege el espacio cuyos linderos están marcados por la línea de cuatro defensores y por el grupo de volantes que bascula a su lado para apoyarlo cuando el rival se asoma por esa franja en la que el tachirense marca el equilibrio ecológico. Allí impone su ley con la personalidad de quien conoce como nadie el campo de batalla, barriendo hasta las más profundas trincheras si de establecer límites se trata.
El Hamburgo alemán le entregó la titularidad en la mitad de la cancha y allí se desempeña en dos roles que ha sabido manejar con presteza: como escudero en una dupla de mediocampistas de corte y salida; o como único tapón que se incrusta entre los zagueros centrales y oficia de bisagra para darle salida limpia al balón. Su estampa y movimientos evocan al mejor Mauro Silva que brilló en el Deportivo La Coruña y la selección brasilera. Las referencias hay que buscarlas afuera o en los libros de historia porque el medio local no ha conocido a un futbolista con sus características, más cerca de la factoría europea que de la veta suramericana.
Es el jugador venezolano del momento, heredero inesperado de Juan Arango en la vanguardia de la legión extranjera. Así como Rafael Dudamel lo fue en los 90 y el maracayero en buena parte de la última década, Rincón comenzó a fijar, a sus 22 años de edad, las señales luminosas que marcan el camino del próximo decenio. Y alrededor de él la Vinotinto de César Farías, su gran valedor en la selección, debe proyectar el futuro.
Durante el último partido que disputó el Hamburgo en la Liga de Europa ante el PSV Eindhoven, Rincón dio un recital de buen juego y dictó las claves de su nivel excepcional: temperamento, quite, dominio de tiempo y espacio en su zona, capacidad física y un rico acervo táctico producto de la rápida asimilación de conceptos en esta aventura que emprendió a mediados de 2009.
En ese encuentro –de visitante y en un terreno resbaladizo por la lluvia– el ex Deportivo Táchira ejerció de volante central en una primera línea de tres centrocampistas. Allí asumió responsabilidades defensivas gruesas, incrementadas por las propias características de su técnico que lanzó a los laterales al ataque con frecuencia y lo obligó a un gran despliegue en los cierres. No hubo un solo argumento para el reproche. Lo contrario: su rendimiento no dejó fisuras ni siquiera en el tramo final, con la presión de un resultado que no estuvo seguro nunca y el desgaste que los holandeses exigieron.
Con la Vinotinto, Rincón suele funcionar en la misma demarcación pero en dupla, con más o menos obligaciones de conducción de acuerdo a quien sea su compañero de tándem. Incluso –como ocurrió ante Ecuador en Puerto La Cruz durante el premundial– con ciertas libertades para sumarse a las jugadas ofensivas, cosa que resulta una excepción cuando actúa en la Bundesliga.
Farías, que sigue al detalle el desempeño de sus dirigidos, debe haber acumulado notas en su listado de variantes. ¿Por qué no imaginar una selección capaz de funcionar con dibujos tácticos más ambiciosos? El estatus de Rincón da para pensar en un equipo nacional más atrevido, que consolide un estilo alrededor de los conceptos que incorpore el entrenador y haga honor a sus referentes actuales. Hay una generación, renovada y mucho más curtida, que invita a la osadía. Tiempo para experimentar y conseguir los automatismos sobra en este período plácido de preparación para la Copa América 2011.
El seleccionado de Panamá, rival en el amistoso de pasado mañana, podría ser un buen punto de partida.