Richard Páez suele relatar que una de las frustraciones más grandes de su carrera como futbolista activo ocurrió en Rosario. Concretamente en el Gigante de Arroyito, el estadio de Rosario Central. Fue el 10 de agosto de 1975. La Albiceleste, dirigida por César Luis Menotti, competía en la Copa América de ese año con el equipo que se proclamaría campeón del mundo tiempo después.
La derrota por 11-0 fue la más abultada sufrida por la Vinotinto en encuentros oficiales. Un episodio ingrato que Páez usó como núcleo discursivo en las arengas que cambiaron el sino de la selección. Luis Mendoza, que también disputó ese partido a las órdenes de Walter Roque, contó alguna vez que en aquella tarde lluviosa los números, pintados con tiza sobre las camisetas, acabaron convirtiéndose en un manchón indescifrable. La metáfora sirvió para definir la tragedia deportiva de entonces y vale hoy como guiño histórico antes del enfrentamiento de este viernes contra Lionel Messi y sus huestes.
Venezuela perdió siempre en sus visitas a Argentina por eliminatorias. Los relatos, salvo pequeños episodios heroicos, están unidos en su desenlace. Y en muchos casos también en el desarrollo. Goleadas, desigualdad y frustraciones. Narrativa sin finales felices.
Hubo choques planteados desde el aguante como aquel de 1985 en el Monumental de River. Después de la recordada derrota 3-2 en Pueblo Nuevo y el gol de René Torres, se levantó un muro para soportar a Diego Maradona y los futuros monarcas en México 86. Sirvió para dejar una imagen digna en la que César Baena fue figura y el arco de Ubaldo Fillol una quimera. El 1-0 que se sostuvo hasta bien entrado el segundo tiempo quedó como medalla para un grupo aguerrido que acabó cayendo 3-0.
Con Eduardo Borrero como DT, la selección jugó un encuentro discreto en Buenos Aires en el camino hacia Francia 98. Alexander Echenique dirigía los movimientos de la línea de defensores y se animaba a salir jugando en la cancha de River Plate, con descaro y ciertas dosis de irresponsabilidad. Hernán Crespo y Pablo Paz definieron el triunfo local. La timidez de la selección quedó reflejada en el balance: ni una sola situación de gol generada en 90 minutos.
Páez inició su ciclo como técnico vinotinto en el mismo escenario en el que se jugó la final de Argentina 78. La semilla del boom que le daría vida a un fenómeno social sin precedentes apenas comenzaba a tener contacto con la tierra. Marcelo Bielsa dirigía a un conjunto que arrasó en el premundial. Con todo ese poderío, la contundencia del marcador (5-0) fue una respuesta que no siempre el fútbol le otorga a la lógica. Casi un lustro después, en la ruta hacia Alemania 2006, el mismo Páez estuvo en el banquillo para reivindicar su propuesta. El 3-2 reflejó una paridad que fue más clara en la estadística que en el juego, pero que acercó a Venezuela a un resultado impensado.
A César Farías, que como DT de Táchira celebró un empate en el Monumental contra River Plate por Copa Libertadores, le tocó asistir al estreno de Maradona como conductor albiceleste, ya con Suráfrica 2010 como objetivo. Fue un rotundo 4-0 con goles de Messi, Tévez, Maxi Rodríguez y Agüero.
El partido que se jugará dentro de cuatro días planteará un análisis en el que las distancias volverán a ser un argumento de peso. Pero, a diferencia de aquella tarde en Rosario, 38 años atrás, no habrá motivos para la vergüenza: la Vinotinto más competitiva de todas tendrá para oponer, además del orgullo, la memoria histórica de lo logrado en la última década.
* Columna publicada en el diario El Nacional (18/03/2013)