El paso de la selección por Buenos Aires dejó una constatación: el diseño del plan para enfrentar a Argentina estuvo disociado de su ejecución en la cancha. Las respuestas individuales, y sobre todo las colectivas, alejaron a la Vinotinto del mapa de ruta que mejor conoce. Con matices, fue la bitácora que marcó el camino en la Copa América 2011 y que valió para sumar un punto en Montevideo. También el que interpretó en Lima con dividendos dispares.
La responsabilidad grupal constituye el aspecto central del análisis. Fuera de algunos rendimientos puntuales que estuvieron por debajo del nivel habitual, la explicación de la derrota se encuentra en la activación de movimientos y en la toma de decisiones para atajar lo que el rival proponía.
Cuando se apuesta al armado de una estructura defensiva que prima la ocupación racional de espacios, con peso en las ayudas, el margen de error es mínimo para que el saldo pueda dejar números verdes. Una zona liberada por la descoordinación en la presión o la duda en el momento de dar un paso al frente para achicar, pueden determinar el desmoronamiento de la estrategia.
No hay partidos perfectos, pero cuando enfrente está Lionel Messi hay que acercarse a la excelencia para salir indemne. Y la mayoría de veces no alcanza.
Pero no es menester centrar la lectura en lo obvio: el mejor del mundo puede ganar encuentros solo, con un chispazo de su genio inagotable. Lo ha hecho cientos de veces. El viernes en el Monumental dio una lección de conocimiento del juego: abandonó las zonas pobladas para evitar el roce; cayó a la banda para hacer diagonales; invadió la espalda de los mediocentros para encarar o armar una pared que dejara al compañero mano a mano con el arquero. Fue determinante siempre y la figura indiscutible de la velada.
Venezuela opuso 15 minutos de correcta resistencia. Después, hubo caos y una cierta amnesia conceptual aliñada con tímidas respuestas de algunos elementos. La dupla Rincón-Lucena se desempeñó casi siempre en paralelo y no de forma escalonada, dejando abierta una amplia franja que explotaron Messi, Montillo y Gago para jugar con panorama. Arango dio ventajas físicas que fueron muy notorias, especialmente cuando ocupó el costado izquierdo por delante de Cichero. Luego se fue al centro para involucrarse más en la elaboración y tampoco tuvo su noche. Y Frank Feltscher carece del talento defensivo para calzarse el traje de Maestrico González como dueño del interior derecho. Excesivas concesiones para un compromiso que exigía notas altas de todos.
Colombia, mañana en Puerto Ordaz, abrirá la puerta a la versión más ofensiva de la Vinotinto. Será el momento para ubicar a un mediocentro con más salida al lado de Rincón (Seijas o Evelio Hernández); para que César González retome su lugar en el once titular y Salomón Rondón tenga al lado un complemento (Josef Martínez parte con ventaja por sus antecedentes) que potencie su magnífico estado de forma.
La selección, que en los últimos tiempos ha trabajado para darle empaque a su plan B, requiere de una actuación convincente como local. Esta vez la perfección se fundamentará en otros aspectos: volumen de juego; dinámica ofensiva; transiciones defensivas rápidas y eficaces; adelantamiento del bloque; amplitud y profundidad.
La imprevisibilidad y el presente esplendoroso del oponente cuentan. Pero para seguir soñando con la Copa del Mundo, el plan debe entenderse e interpretarse como quien sube al escenario para ser parte del ballet Bolshoi.
* Columna publicada en el diario El Nacional (25/03/2013)