A los 14 años de edad, Juan Arango esparcía la semilla de su talento precoz sobre el césped del Brígido Iriarte en aquellos recordados mundialitos. Flaco y espigado, partía desde el mediocentro con la mirada y el pecho levantados, desafiando a rivales y compañeros. Tenía una gran zancada, visión panorámica de la cancha y una zurda capaz de la mayor delicadeza o del más violento misil. Sutileza y estruendo en el mismo trazo. Esbozo de crack que derivó en el mejor futbolista venezolano de todas las épocas.
Siempre fue tímido y taciturno fuera del entorno de la pelota. Huidizo y desconfiado de los micrófonos, su genio resulta intraducible en el discurso. Pero, ¿quién es capaz de decodificar con fidelidad los prodigios naturales? Ni Messi puede explicar el sortilegio que nace de su don para hacer de lo impredecible una cuestión casi banal. Las palabras no pueden construir teorías o adjetivar las maniobras interpretadas por estos elegidos.
Arango fue parte fundamental en el boom vinotinto cuando apenas dejaba atrás la adolescencia. Se fue del país con un puñado de partidos en primera división para brillar en México, convertirse en ídolo y capitán del Mallorca y acabar reinventándose en Alemania a la edad en que muchos inician el camino de salida. El retiro del guerrero que presagiaba su ida a la Bundesliga fue un paso adelante en su madurez como jugador integral. Puso el hombro para salvar al Borussia Moenchengladbach del descenso, lo llevó en volandas hasta la Champions League y relanzó su apellido a punta de goles y asistencias celebradas con tonada gutural en toda la Westfalia germana.
César Farías ha sido una influencia positiva en la carrera del eterno número 18 de la selección. Lo tuvo en Nueva Cádiz y le entregó la capitanía cuando sus caminos coincidieron en el equipo de todos. Es difícil determinar el grado de incidencia del entrenador en esta faceta del presente, pero la mejor versión de Arango concuerda con este período de evolución constante de la Vinotinto. Lucien Favre en el Gladbach potenció su rendimiento y el seleccionador explotó cada característica nueva que el volante fue incorporando a su repertorio.
El Arango de hoy determina el estilo de la Venezuela que compite por un lugar en Brasil 2014 con el cuadro más competitivo que ha tenido nunca. Versátil y multiforme, puede ser el Fernando Redondo que elaboraba desde la zona central del mediocampo en el Real Madrid de Vicente del Bosque. El Rivaldo que partía desde la izquierda para marcar diagonales y definía los choques con galopadas que acaban en el área rival, remates de media distancia o tiros libres portentosos en el Barcelona de Louis Van Gaal. O el Guti que, en el mismo Madrid de Redondo, descuadernaba las líneas rivales con un pase al espacio. Todo condensado en su sola figura, a la que añadió un rico acervo táctico, la menos publicitada de sus virtudes.
Nadie puede mantenerse en el más alto nivel sin una ética de trabajo abnegada y constante. A sus 32 años, Arango es de los que más kilómetros recorren y dedica horas para perfeccionar su pegada. No es casual que apenas haya sufrido lesiones en su carrera. Al cuidado y la preparación, incorpora su excelente lectura posicional: ocupa las franjas libres, pasa y corre siempre unos segundos antes que sus marcadores.
Cuando muchos anunciaban el declive, Arango decidió repotenciar sus condiciones y ofrecer este modelo 2.0 con el que aspira a entrar al mercado de los grandes en la próxima Copa del Mundo.
Columna publicada en el diario El Nacional (26/11/2012)