lunes, 11 de junio de 2012

Rincón marca el rumbo

Enfrentar a Chile sin Tomás Rincón en la cancha fue un desafío para la Vinotinto. Suplir al segundo capitán de la selección requería de un ejercicio grupal que mantuviese el equilibrio defensivo y empujara al equipo algunos metros más hacia adelante para hacer contrapeso al buen manejo de balón visitante. La misión tuvo puntos altos de rendimiento en el primer tiempo, pero capituló en el segundo cuando el desgaste de perseguir rivales amplió las franjas de maniobra. El martillo chileno golpeó con fuerza para mantener el dominio en estos duelos y abrir un margen de autocrítica a tres meses de la reanudación de la eliminatoria. 

Giácomo Di Giorgi mostró su valía en Montevideo y le puso el pecho a las balas en Puerto La Cruz. Pero acompañar a Rincón implica unas obligaciones y ocupar su lugar, otras. De lo primero se sale ileso si se entienden las claves para repartirse el terreno y compatibilizar funciones; para lo segundo hay una responsabilidad mayor que hace injustas las comparaciones. El hombre del Hamburgo no es un apellido más en una formación que se mienta de memoria. Resulta absurdo emprender un concurso de credenciales para hallar a su clon. Quizás sí se imponga una alternativa para conseguir certezas desde el funcionamiento y no a partir de la designación de un sucesor para cuando el tachirense no pueda comparecer. 

Venezuela no fue capaz hace dos noches de interpretar el partido. Lo que ha sido una virtud en este período exitoso reciente, derivó en tara irresoluble. Con responsabilidades compartidas, las mismas que se atribuyen en el triunfo, no hubo soluciones a la descompensación de la etapa de complemento cuando el equilibrio se fue resquebrajando con cada arremetida de camisetas blancas. Se aumentaron los riesgos para buscar al visitante en su territorio, pero la piel de zapa recibida a cambio se fue reduciendo mientras se engrandecían las figuras de Matías Fernández, Alexis Sánchez y toda la maquinaria del campeón Universidad de Chile, campamento base en el plantel de Claudio Borghi. 

Esta vez las variantes no sirvieron para mejorar a la selección como ocurrió hace nueve días en el estadio Centenario. Lejos de eso, los cambios le quitaron peso y tuvieron como respuesta acertados movimientos de piezas de Borghi. Ni hubo cómo parar la propuesta avasalladora del rival, ni antídotos para atacarlo con más criterio. En la ambigüedad acabó sentenciándose la derrota: sin control del partido para mantener el orden y sin balón para generar preocupación en el arco de enfrente. Un despropósito que las modificaciones no resolvieron; por el contrario, la lectura acabó entregándole la capitulación a Chile, implacable en su respuesta. 

El nivel actual de la Vinotinto incrementa las exigencias. Del entorno, porque aspira a clasificar al Mundial con bases firmes; y de su propio ecosistema, en el que solo sobreviven los más aptos. Corresponderá medir en este tiempo quiénes están en condiciones reales de competir con los parámetros que la eliminatoria más dura del planeta demanda. Para los sembrados, la revalidación tiene que ser constante; para los que quieren ganarse un lugar entre los elegidos, el listón debe elevarse por encima de las fidelidades. 

Para los encuentros contra Perú y Paraguay del próximo mes de septiembre, Tomás Rincón volverá al lugar que le corresponde. Apelando al espíritu de superación constante del tachirense, serán buenos tiempos también para que la selección vuelva al punto de partida. 

Columna publicada en el diario El Nacional (11/06/2012)