Toda crisis genera cambios. Las coyunturas obligan a reflexionar y pueden representar áreas de oportunidad aprovechables si se interpretan del modo correcto. La selección volvió a ceder ante Chile en las eliminatorias como viene ocurriendo en los últimos cuatro procesos clasificatorios. Tras meses de euforia, los tiempos del escepticismo regresaron como el hijo pródigo. Los debates se alimentan de sentencias poco argumentadas, y la falta de equilibrio en el análisis traslada escenarios históricos que no tienen punto real de comparación.
Venezuela sufrió su primera derrota en casa en el camino hacia Brasil 2014 contra el equipo que siempre le dio un toque a tierra. Partiendo de este hecho objetivo pueden establecerse paralelismos en positivo o en negativo. En el primero de los casos, que el porcentaje de puntos obtenidos como local en una primera vuelta es el mejor de la historia (66%); en el segundo, que siempre el choque contra los chilenos representó la alcabala inaccesible, el punto de partida de la caída inminente y el desvanecimiento de los sueños mundialistas.
Hay suficientes señales para pensar que la Vinotinto –jugadores y cuerpo técnico– hará la mejor digestión posible de este tropiezo. No se trata de una frase cliché. El bache en Puerto La Cruz no debe producir el mismo efecto que los anteriores si se atiende a una realidad inobjetable: nunca se dispuso de tantos recursos humanos con el nivel y la madurez para competir en la exigencia del premundial suramericano. La línea evolutiva de la idea que este grupo adoptó con excelentes prestaciones debe acelerar el paso hacia el siguiente estadio de crecimiento.
La clave del “plan B” que la opinión pública reclama cuando sobreviene un mal resultado está en la ejecución de variantes que permitan resolver encuentros en los que es preciso tomar la iniciativa para atacar los puntos débiles del rival. Entender e interpretar los momentos de cada compromiso y explotar en cada caso las características de un plantel profundo que ofrece variedad de registros.
Ha habido fogonazos de eso, episodios aislados desde el momento en que la escuadra nacional consolidó su propuesta. El proceso de César Farías transita por su quinto año, pero el afianzamiento en el juego se produjo hace doce meses en Argentina. Desde entonces se ha visto una intención por dotar al colectivo de herramientas ofensivas que aparecieron de forma episódica: el segundo enfrentamiento contra Paraguay en la Copa América; períodos prolongados ante Argentina y Bolivia en estas eliminatorias; el amistoso contra Moldavia (aun con los condicionantes del caso); la etapa de complemento en Montevideo.
La selección se hizo confiable a partir de su solidez defensiva, tanto como inconstante en la faceta de elaboración y ataque. Los balones largos para los delanteros como fórmula ofensiva son un sello distintivo en los prototipos construidos por Farías, pero está demostrado que estos futbolistas son capaces también de administrar la pelota y sumar mucha gente en terreno oponente. El entrenador ha sabido valerse de esas opciones cuando el trámite lo ha exigido. Así pasó en el Centenario y fue lo que más se extrañó en el José Antonio Anzoátegui.
Desde un enfoque unidimensional, la búsqueda del objetivo plantea más interrogantes que certezas. La ruta hacia una fase más profunda, escala siguiente en el trayecto de los próximos meses, puede darle forma definitiva a la utopía.
Columna publicada en el diario El Nacional (18/06/2012)