La Eurocopa de Polonia y Ucrania ha dejado claro en su desarrollo la enorme influencia del modelo español de juego. Socio del Barcelona en la tendencia, su propuesta incorpora elementos tácticos del prototipo azulgrana, aderezados con el toque de autor que le da su DT, Vicente Del Bosque. La incidencia puede medirse en dos dimensiones: la que influye directamente en el modo de expresarse de otros seleccionados y aquella vinculada a la desnaturalización a la que son inducidos sus rivales en la búsqueda de antídotos que desactiven al campeón del mundo.
Alemania ha hecho del manejo de la pelota una declaración de intenciones. Al espíritu combativo que los hizo reconocibles durante décadas, añadieron una disposición a establecer sociedades en todos los sectores de la cancha que modificaron su perfil tradicional. Se trata de un proceso de años que alumbró futbolistas que aúnan dinámica y buen pie, en el que hasta arquero y defensores deben integrarse. Los mediocampistas asumen roles protagónicos, los zagueros dan el primer pase, los laterales participan de la elaboración y los tradicionales tanques de área no reniegan del toque. Como España.
La Italia de Cesare Prandelli ha integrado el balón como elemento a partir del cual organizarse y no como un estorbo. La elección de su grupo, con muchos desconocidos para el gran público, es coherente con esa idea. Una línea une a De Rossi, Pirlo y Cassano, el santo grial de un equipo que rompe con los estereotipos. Sin imitar a los españoles, incorpora conceptos validados por el éxito hispano.
Hay más ejemplos. Francia recobró parte de la identidad perdida con Laurent Blanc al frente tras el ciclo oscuro de Raymond Doménech. Y hasta Ucrania, tan marcada durante décadas por el corsé de un fútbol mecanizado y rígido, mostró una versión alegre y desenfadada. Konoplyanka, Yarmolenko o Nazarenko manejan la misma lengua de Xavi, Iniesta o David Silva.
Enfrentar a España provoca movimientos y remezones en sus oponentes. Italia armó un esquema de tres defensores y fortaleció la progresión por los costados, con muy buenas prestaciones. Otros no tuvieron la misma suerte. Los franceses, eliminados por la banda de Del Bosque en cuartos de final, se hicieron inocuos en su empeño por desactivar a un equipo al que le sobran registros de juego. La enorme sombra de los monarcas anima aventuras y genera frustraciones casi en la misma proporción.
La metamorfosis española en el último lustro abarca un elemento adicional, apenas considerado por los analistas: su cambio radical de mentalidad. Como ocurrió con la Vinotinto en el inicio de su período más luminoso, España dio un salto competitivo a punta de derribar estigmas. Los triunfos obraron como guía religiosa para convencerse de su propio potencial. Hoy resuelve los partidos con oficio, adaptándose a cambios discursivos, renovaciones generacionales y un entorno nocivo que alimenta debates mal argumentados.
Como suele ocurrir con aquello que establece transformaciones sustanciales en el estado de cosas, el tiempo será la mejor medida de su impacto. Lo que identifica a esta selección (el juego posicional, la posesión defensiva, la preponderancia de los volantes o el ejercicio de la presión fundamentada en la ocupación de espacios) serán definiciones de obligada referencia a futuro.
La moda española, con sus cultores y antagonistas, sigue estableciendo conductas. Incluso en quienes no perciben que el solo hecho de discutirlo ya los hace parte.
Columna publicada en el diario El Nacional (25/06/12)